DESARROLLO PRECOZ, APEGO Y CONTEXTO FAMILIAR (El contexto familiar)

DESARROLLO PRECOZ, APEGO Y CONTEXTO FAMILIAR

Consuelo Rollán García

4. El contexto familiar

La familia es contexto natural en que crecemos y nos educamos además de
constituirse como la primera escuela para la socialización en nuevos contextos.
En la familia nos formamos como personas a todos los niveles: físico, cognitivo,
afectivo, etc.
Los padres son agentes educativos primarios y su principal instrumento es su
propio comportamiento, sus actitudes desde el inicio con las funciones
nutritivas, inmediatas al nacimiento y simultáneas a las funciones afectivas y
cognitivas. Lo que los padres dicen y hacen y el modo en que son percibidos
por sus hijos tendrá como resultado un estilo educativo que se proyectará, en
gran medida, en un tipo de personas.
El desarrollo afectivo y social forma parte fundamental de la evolución como
seres humanos y en la incorporación a la sociedad en la que tendrán que vivir.
Las personas venimos al mundo con un programa genético y una identidad
sexual. Para sobrevivir necesitamos al grupo y el grupo necesita a los
individuos para mantenerse. El primer grupo de referencia lo constituye la
familia, generalmente, en el que se elabora la urdimbre afectiva a través de
tres variables fundamentales:
*La expresión emocional, con estilo propio en cada familia
*Los apegos con las primeras personas significativas en la vida del niño
*La educación de las emociones, a través del tipo de reacciones ante la
expresión emocional entre padres e hijos.
Mary Ainsworth(1979) afirma que la calidad del apego del niño hacia su
madre (o cuidador más cercano)se relaciona especialmente con el tipo de
atención que haya recibido el niño; De Wolff y van Ijzendoorn(1997) describen
una serie de características que consideran estimuladoras del apego seguro
son: sensibilidad, respuestas adecuadas a las señales del niño; actitud positiva,
expresando emociones positivas hacia el niño; sincronía, elaboración de interacciones recíprocas con el niño; mutualidad, interacciones en las que el
niño y la madre atienden a lo mismo; apoyo, proporcionar apoyo emocional a
las actividades del niño y estimulación, dirigir con frecuencia acciones hacia el
niño.
La vinculación afectiva entre los miembros de la familia se elabora de modo
natural en la vida cotidiana a través de las rutinas familiares que favorecen la
regulación del “reloj interno”, facilitan las transiciones de una etapa a otra,
posibilitan la comprensión del mundo e inician la disciplina y el establecimiento
de límites basados en el afecto incondicional.
El contexto familiar, o el sustituto del mismo en su defecto, tiene una posición
privilegiada para favorecer el crecimiento personal de sus miembros, gracias a
las posibilidades de interacción entre los mismos.
4.1. FAMILIA Y CREMIMIENTO PERSONAL
El crecimiento personal de las personas se produce de manera natural en el
contexto familiar y se compone de aspectos como estos:
Autoconciencia: que adquirimos cuando descubrimos nuestra independencia
corporal (18 meses), y que logramos a través de la exploración y el manejo de
objetos que nos ofrecen datos de nuestras capacidades.
Autonomía: definida escuetamente como la capacidad de pensar y actuar por
uno mismo, y que comienza con nuestras primeras acciones en solitario. Para
favorecerla es importante la delimitación del propio espacio.
Responsabilidad: ser capaces de responder por lo que hacemos. Se aprende
imitando modelos de nuestro entorno más cercano y por el trato que recibimos
ante nuestras acciones.
Valores: que aprendemos experimentando emociones asociadas a nuestra
conducta y que proyectamos en nuestras interacciones cotidianas.
Autocontrol y disciplina: comienza desde los primeros meses de vida cuando
las emociones del lactante son reguladas por las primeras rutinas y debe
superar situaciones de frustración.
La familia como contexto de interacción con vinculaciones afectivas de primer
orden elabora su estilo educativo y establece límites entre sus componentes.
Para favorecer su eficacia podemos realizar las siguientes sugerencias.
Para que los límites sean eficaces y “saludables” deben, sin caer en meras
recetas imposibles, incorporar aspectos como estos:
* Basados en criterios que los justifiquen * Ser fundamentales y permanentes, no basados en modas.
* Coherentes con el comportamiento de los modelos primarios.
* Su objetivo es la estabilidad emocional, la comprensión del mundo y la
adaptación social.
* Deben ser claros, justos, adecuados y sistemáticos aunque flexibles.
4.2. EL FENÓMENO DEL HOSPITALISMO Y LA EDUCACIÓN
COMUNITARIA
Cuando los niños se encuentran separados de su madre y no cuentan con un
sustituto que les atienda individualmente, manifiestan labilidad emocional,
trastornos de la alimentación y del sueño y en general su desarrollo es más
lento e incluso puede deteriorarse, aunque estén atendidos en su higiene y
alimentación.
Spitz, a quien nos hemos referimos anteriormente, describió las consecuencias
de la ausencia materna prolongada más de cinco meses y apreció un
acentuado deterioro en el desarrollo a todos los niveles: desaparición de la
locomoción, regresión del lenguaje, descontrol esfinteriano. Es lo que se ha
denominado “hospitalismo infantil” porque los niños estudiados se encontraban
en instituciones que los cuidaban fuera del contexto familiar.
Las consecuencias de la separación se relacionan proporcionalmente a las
relaciones establecidas entre madre e hijo antes de la misma de manera que
cuanto más intensas fueran mayores consecuencias negativas tendrán en el
niño. Por otro lado, existen dos variables relevantes en los efectos a corto y
largo plazo en la separación entre madre e hijo: la edad y la duración (López
1983). El período crítico se encuentra entre los seis meses y los tres años.
Intervienen también variables como la vulnerabilidad de cada individuo ante
situaciones adversa.
Cuando existe un modelo de madre sustituta que satisface las necesidades
afectivas del niño no aparecen graves regresiones una vez superada la
separación. (3)

5. RESUMEN

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Notas:
3, GONZALEZ, J.A. y MARTIN DEL BUEY, F.M. (1987) Comportamiento emocional. En MAYOR, J. “La psicología en la escuela infantil”. Anaya. Madrid