Descartes R. : Art. 146. De los que dependen de nosotros y de otro

RENÉ DESCARTES

Tratado de LAS PASIONES DEL ALMA (1649)

SEGUNDA PARTE

DEL NÚMERO Y DEL ORDEN DE LAS PASIONES Y EXPLICACIÓN DE LAS SEIS PRIMARIAS

ORDEN Y ENUMERACIÓN DE LAS PASIONES

Art. 146. De los que dependen de nosotros y de otro.

Es necesario, pues, rechazar enteramente la opinión vulgar de que existe fuera de nosotros una fortuna que hace que las cosas ocurran o no ocurran, según su capricho, y saber que todo lo rige la divina Providencia, cuyo decreto eterno es tan infalible e inmutable que, salvo las cosas que este mismo decreto ha querido dejar a nuestro libre arbitrio, debemos pensar que nada nos ocurre que no sea necesario y como fatal, de suerte que no podemos sin error desear que ocurra de otra manera. Pero como la mayor parte de nuestros deseos se extienden a cosas que no dependen todas de nosotros ni todas de otro, debemos distinguir exactamente en ellas lo que depende sólo de nosotros, a fin de limitar nuestro deseo a esto únicamente, y en cuanto a lo demás, aunque debemos estimar el logro enteramente fatal e inmutable, para que nuestro deseo no se oponga a él no debemos dejar de considerar las razones que hacen esperarlo más o menos, a fin de que ellas sirvan para regir nuestros actos; pues, por ejemplo, si tenemos que hacer algo en algún sitio al que podríamos ir por diferentes caminos, uno de los cuales es, ordinariamente, mucho más seguro que el otro, aunque es posible que la Providencia haya dispuesto que, si vamos por el camino que se cree el más seguro, nos saldrán ladrones, y que en cambio podremos pasar por el otro sin ningún peligro, no por eso debemos ser indiferentes a la elección de uno u otro ni entregarnos a la fatalidad inmutable de ese decreto de la Providencia, sino que la razón quiere que elijamos el camino habitualmente más seguro; y nuestro deseo debe ser cumplido referente a esto cuando lo hemos seguido, aunque por ello nos ocurra cualquier mal, pues como este mal no hemos podido nosotros evitarlo, no hemos tenido ocasión para desear vemos libres de él, sino para proceder todo lo mejor que nuestro entendimiento nos ha dictado, como supongo que lo hemos hecho. Y es indudable que, cuando nos ejercitamos en distinguir así la fatalidad de la fortuna, nos acostumbramos fácilmente a regir nuestros deseos de tal modo que, dependiendo sólo de nosotros su cumplimiento, pueden siempre damos una entera satisfacción.