Diccionario de Psicología, letra A, Psíquico

Diccionario de Psicología, letra P, Psíquico

(fr. appareil psychique; ingl. psychic apparatus; al. psychischer o seelischer Apparat). Esquematización figurativa de la estructura elemental y fundamental que formaliza un lugar, el del desarrollo de los procesos inconcientes. El término mismo aparato corre el riesgo de dar lugar a equívoco, pues la presentación inicial de S. Freud toma por modelo una representación neurofisiológica. Lejos de ser una visión mecanicista, es por el contrario una ruptura completa con tal. conceptualización puesto que pone en juego el carácter radicalmente inadecuado del organismo para admitir el deseo y el placer sexuales sin sufrir por ello un desorden en su funcionamiento mismo. De esta manera, debe descartarse el aparente carácter cientificista de este modelo, ya que Freud define esta construcción como un lugar psíquico y que, en rigor, designa el campo analítico mismo. Historia. Es en La interpretación de los sueños (1900) donde Freud presenta un aparato psíquico capaz de dar cuenta de la inscripción, entre percepción y conciencia, de huellas mnémicas inconcientes cuyo efecto simbólico ulterior participa en la constitución del síntoma. La interpretación de los sueños se dedica por entero al descubrimiento de las reglas que rigen el inconciente. Como lo muestra la correspondencia de Freud con W. Fliess, la formalización de este lugar es muy anterior. Desde setiembre de 1895, Freud produce una elaboración teórica en el Proyecto de psicología, inédito en su tiempo, que aclara la exposición abreviada de La interpretación de los sueños y muestra las condiciones teóricas y clínicas de esta construcción. En el mismo espíritu se debe considerar la carta 52 (carta 112 de la nueva edición completa) a Fliess, la que ya traza la función del significante en su relación con la represión. En su Nota sobre la pizarra mágica (1925), Freud volvió sobre el aparato psíquico. Pero es verdaderamente en Más allá del principio de placer (1920), con el automatismo de repetición, donde los procesos inconcientes son expuestos en su función simbólica, ya que la construcción del aparato psíquico responde en primer lugar a la necesaria ubicación de esta función. En 1923, en El yo y el ello, se presenta otro aparato psíquico que reinserta el sistema percepción-conciencia en su correlación con el yo, el ello y el superyó, sin nada nuevo en cuanto a los procesos inconcientes mismos. J. Lacan ha producido otros aparatos. Aunque designados con el término esquemas (óptico, L y R), se inscriben en la misma perspectiva. Estos esquemas, elaborados en el curso de los tres primeros seminarios de Lacan, declaran dos hechos fundamentales. El primero, por medio del esquema óptico, sitúa la función libidinal del yo en su forma original, imaginaria, y centra la pulsión libidinal en gran parte sobre esta función imaginaria. El segundo hecho, desarrollado por los esquemas L y R, demuestra la juntura de lo simbólico y lo imaginario en su relación con lo real como articulados por el discurso del inconciente (discurso del otro), ligando así la represión con la función del significante. Significación estructural del aparato psíquico. Estos aparatos del Proyecto y de La interpretación de los sueños han sido elaborados a partir de dos hechos de observación, esenciales en la histeria y, más ampliamente, en las neurosis, que implican un primer esbozo de las nociones de defensa y de represión tal como operan en el síntoma. 1. Si la histérica sufre de reminiscencias, estas reminiscencias están constituidas por vivencias sexuales de naturaleza traumática ligadas a su carácter prematuro. Esta comprobación da cuenta del aspecto inasimilable de toda experiencia sexual primera en su correlación con el deseo; y esta inasimilabilidad es un hecho de estructura. 2. En la operación de defensa que resulta de ello, la representación es separada del afecto. Esta desligadura (al. Entbindung) acarrea un destino diferente para estos dos elementos: la posibilidad, para la representación, de inscribirse como huella mnémica y, por lo tanto, de poder ser reprimida, en tanto que el afecto no puede ser reprimido en ningún caso; pero, libre, este último va a vincular -se con otras representaciones o huellas mnémicas y va a producir efectos erráticos de carácter sintomático. Sin embargo, tal descripción no aclara la causalidad de este proceso. En el Proyecto de psicología, Freud observa que el aparato psíquico está bajo el dominio del principio de placer, que se define por una disminución de la excitación. El deseo, por el contrario, engendra un aumento de la excitación. Esta antinomia estructural del deseo y del placer revela la función de la defensa: asegurar la perennidad de la menor excitación, por lo tanto, del placer. Los sistemas considerados en el Proyecto de psicología y en La interpretación de los sueños aseguran la inscripción de las huellas mnémicas, bajo la forma de facilitaciones [fr.frayage; al. Bahnung; huellas que al reiterarse facilitan un camino], en su diversidad simultánea, pero obedeciendo a la instancia placer -displacer. Estos sistemas en redes estarían amenazados en su función por una elevación excesiva de excitación, suscitada por el deseo (que engendra displacer), si no tuvieran un sistema de regulación (por filtros, barreras, desviaciones de las excitaciones) que permite atemperar, e incluso reprimir, los deseos. Como no está en condiciones de asumir plenamente las excitaciones recibidas, el sistema, en gran medida, se vuelve contra el deseo, lo que define la función de la defensa, a la que se vincula el control por el yo, que inhibe la excitación y permanece atento a que el investimiento de una imagen, de reminiscencia hostil o desagradable, o demasiado agradable, o discordante (alucinatoria), sea inhibido. Ahora bien, resulta que esta imagen de recuerdo es precisamente una huella mnémica dejada por una experiencia primordial de placer o de dolor. Es aquí donde Freud introduce el concepto de neurona perdida, dicho de otro modo, de significante originariamente reprimido, vinculado a la cosa (al. das Ding) y llamado «complejo del prójimo», designándolo como «el primer objeto de satisfacción, por lo demás el primer objeto hostil, y también la primera potencia auxiliadora»: a saber, el Otro primordial. Este repaso de la articulación rectora del Proyecto de psicología muestra la importancia de la función simbólica, vinculada a la vez a lo que está perdido (significante de la falta) -inductor del automatismo de repetición- al Otro primordial. De tal modo que la función del aparato no se puede considerar según el modelo del arco reflejo percepción-motricidad, sino que indica la ubicación de huellas mnémicas según un orden determinado en relación con la represión originaria. Esta cuestión permanece latente en el aparato presentado en La interpretación de los sueños, que toma en cuenta la noción de tiempo, la durabilidad y la simultaneidad de las inscripciones sin precisar la manera en que operan la elección y la acumulación de las huellas ni su función ulterior. El hecho de que Freud plantee que «memoria y conciencia se excluyen» señala que el esquema contiene dos sistemas bien separados: esta ausencia de continuidad entre los dos es el lugar de la represión y del inconciente. En efecto, la noción de percepción puede ser calificada de hipótesis inicial en tanto la constitución de huellas mnémicas la supone en el origen. En cuanto a lo conciente, su integración es tanto más problemática cuanto que va contra el deseo, contra el inconciente e incluso contra ciertas percepciones, que oculta deliberadamente: «instancia crítica», «representa al yo oficial». ¿Cómo aclarar la paradoja contenida en este aparato, paradoja que brota de cierta autonomía de la función simbólica, en el nivel de las huellas mnémicas en tanto significantes? En la carta 52 a Fliess, Freud parte de 4a hipótesis de que nuestro mecanismo psíquico ha nacido de una superposición de capas en las que, de tiempo en tiempo, el material compuesto por las huellas mnémicas ha sufrido un trastorno en su orden por nuevas relaciones, un trastorno en la inscripción». Esta hipótesis admite la posibilidad de reacomodamientos en la estructura, en el nivel de los síntomas como en el nivel del proceso de la cura. Y Freud propone un esquema de las inscripciones que respeta la secuencia temporal del aparato psíquico, esquema en el que se explicita ya una formalización de la inscripción de una batería de significantes que implica al significante originariamente caído en tanto reprimido. Mas, ¿cómo se realiza este trastrueque de uno a otro término, en la secuencia de las inscripciones de estas huellas mnémicas? Por una traducción que es temporalmente doble: concierne al pasaje de un punto a otro del aparato y es una transcripción de las inscripciones de una época de la vida sexual a otra. De este modo, el aparato es un lugar en el que se opera cierto número de traducciones. Las psiconeurosis obedecen al hecho de que «la traducción de ciertos materiales no se ha efectuado». «El rechazo de la traducción (al. die Versagung der Übersetzung) es lo que en clínica se llama una represión». Ahora bien, una traducción en el seno de una misma lengua consiste en sustituir un significante por otro, o sea, en el proceso de la metáfora, que es precisamente una de las dos figuras de estilo que toma prestadas el sueño. El aparato psíquico, por lo tanto, sitúa este lugar -esta otra escena, la del lenguaje- en el que se pueden reconocer los primeros lineamientos de los procesos inconcientes estructurados como un lenguaje, ya elaborados por Freud como tales.

Término, que subraya ciertos caracteres que la teoría freudiana atribuye al psiquismo: su
capacidad de transmitir y transformar una energía determinada y su diferenciación en sistemas o
instancias.
En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), Freud define el aparato psíquico
comparándolo con los aparatos ópticos; de esta forma intenta, según sus propias palabras, «[…] hacer inteligible la complicación del funcionamiento psíquico, dividiendo este funcionamiento y atribuyendo cada función particular a una parte constitutiva del aparato».
El citado texto requiere algunas precisiones:
1) Al hablar de aparato psíquico, Freud sugiere la idea de una cierta disposición u organización interna, pero hace algo más que atribuir diferentes funciones a «lugares psíquicos» específicos; asigna a éstos un orden prefijado que implica una determinada sucesión temporal. La coexistencia de los distintos sistemas que forman el aparato psíquico no debe interpretarse en el sentido anatómico que le conferiría una teoría de las localizaciones cerebrales. Implica únicamente que las excitaciones deben seguir un orden fijado por el lugar que ocupan los diversos sistemas.
2) La palabra «aparato» sugiere la idea de una tarea, de un trabajo. El esquema que aquí
prevalece fue tomado por Freud de una determinada concepción del arco reflejo, según la cual
éste transmitiría íntegramente la energía recibida: «El aparato psíquico debe concebirse como un
aparato reflejo. El proceso reflejo sigue siendo el modelo (Vorbild) de todo funcionamiento psíquico».
La función del aparato psíquico consiste, en un último análisis, en mantener a un nivel lo más
bajo posible la energía interna de un organismo (véase: Principio de constancia). Su
diferenciación en subestructuras ayuda a concebir las transformaciones de la energía (del
estado libre al de energía ligada) (véase: Elaboración psíquica) y el juego de las catexis,
contracatexis y sobrecatexis.
3) Estas breves observaciones indican que el aparato psíquico, para Freud, tiene un valor de modelo o, como él mismo dijo, de «ficción». Este modelo, como en el primer texto citado más arriba, o también en el primer capítulo de Compendio de psicoanálisis (Abriss der
Psychoanalyse, 1938), puede ser físico; en otro lugar puede ser biológico («la vesícula
protoplasmática» del capítulo IV de Más allá del principio del placer [Jenseits des Lustprinzips,
1920]). El comentario del término «aparato psíquico» remite a una apreciación de conjunto de la metapsicología freudiana y de las metáforas que utiliza.