Diccionario de psicología: letra N, Negación

Negación
Al.: Verneinung.
Fr.: (dé)négation.
Ing.: negation.
It.: negazione.
Por.: negação.
Procedimiento en virtud del cual el sujeto, a pesar de formular uno de sus deseos, pensamientos
o sentimientos hasta entonces reprimidos, sigue defendiéndose negando que le pertenezca.
Esta palabra requiere ante todo algunas observaciones de orden terminológico.
1) En la conciencia lingüística común, no siempre existen en todos los idiomas claras distinciones
entre los términos que significan la acción de negar, y menos aún existen correspondencias
bi-unívocas entre los distintos términos de una lengua a otra.
En alemán, Verneinung designa la negation en el sentido lógico o gramatical del término (no
existe un verbo neinen o beneinen), pero también la denegation en sentido psicológico (rechazo
de una afirmación que yo he enunciado o que se me atribuye; por ejemplo: no, yo no he dicho
esto; yo no he pensado esto). Verleugnen (o leugnen) tiene un sentido que se aproxima al de
verneinen en esta última acepción: renegar, desdecir, desmentir.
En francés, puede distinguirse, por una parte, la negación (négation) en sentido gramatical o
lógico, y por otra parte la denegación (dénégation, déni), que implica oposición o repulsa.
2) En el empleo que hace Freud: al parecer podemos distinguir dos usos diferentes de verneinen
y verleugnen. En efecto, la palabra verleugnen tiende a reservarla Freud, hacia el fin de su obra,
para designar el rechazo de la percepción de un hecho que se impone en el mundo exterior; en
inglés, los editores de la Standard Edition, que han reconocido el sentido específico que
adquiere en Freud la palabra Verleugnung, han decidido traducirla por disavowal. Nosotros
proponemos en francés traducirla por «déni» (renegación)
En cuanto al empleo que hace Freud de la palabra Verneinung, resulta inevitable para el lector
francés la ambigüedad negation-denegation. Posiblemente esta misma ambigüedad sea uno de
los ejes de la riqueza del artículo que Freud dedicó a la Verneinung. Al traductor, le resulta
imposible en cada pasaje elegir entre «negation» o «denegation»; como solución nosotros
proponemos transcribir la Verneinung por «(dé)négation». En castellano utilizaremos negación.
Observemos que también se encuentra algunas veces en las obras de Freud la palabra alemana
de origen latino Negation.
Estas distinciones terminológicas y conceptuales que proponemos no siempre se han efectuado
hasta ahora en la literatura psicoanalítica y en las traducciones. Así, el traductor francés de El
Yo y los mecanismos de defensa (Das Ich und die Abwehrmechanismen, 1936) de Anna Freud
transcribe por «negación» (négation) el término Verleugnung, que esta autora utiliza en un
sentido similar al que le dio S. Freud.
Freud puso en evidencia el procedimiento de negación en la experiencia de la cura. Muy pronto
encontró en las histéricas que trataba una forma especial de resistencia: «[…] cuanto más se
profundiza, más difícilmente se aceptan los recuerdos que surgen, hasta el momento en que, en
las proximidades del núcleo, nos hallamos con que el paciente niega incluso su reactualización».
El Análisis de un caso de neurosis obsesiva proporciona un buen ejemplo de negación: el
paciente, siendo niño, había pensado que conseguiría el amor de una niña a condición de que le
ocurriera una desgracia: «[…] se le impuso la idea de que esta desgracia podría ser la muerte de
su padre. Rechazó inmediatamente tal idea con toda energía; todavía hoy se defiende contra la
posibilidad de haber experimentado semejante «deseo». Según él, había sido una simple
«asociación de ideas». -Yo le objeto: si no fue un deseo, ¿por qué se rebela contra él?
-Simplemente por el contenido de esta representación, de que mi padre pudiera morir». La
prosecución del análisis vino a demostrar que existía ciertamente un deseo hostil hacia su padre:
«[…] al primer «no» de rechazo se sumó pronto una confirmación, al principio indirecta».
La idea de que la toma de conciencia de lo reprimido se manifiesta a menudo, durante la cura,
por la negación, constituye el punto de partida del artículo que Freud consagra a ésta en 1925.
«No hay mejor prueba de que se ha logrado descubrir el inconsciente, que el hecho de ver cómo
el analizado reacciona con estas palabras: «Yo no he pensado esto» o bien «jamás he pensado
en esto»».
La negación posee el mismo valor de confirmación cuando se opone a la interpretación del
analista. De ahí nace una objeción de principio que no escapó a Freud, que se pregunta -en Las
construcciones en análisis (Konstruktionen in der Analyse, 1937)-: ¿tal hipótesis no ofrece el
peligro de asegurar siempre el triunfo del analista? «[…] cuando el analizado asiente, tiene razón,
pero cuando nos contradice, esto es un signo de su resistencia y también nos da la razón».
El propio Freud dio una respuesta matizada a tales críticas, incitando al analista a buscar la
confirmación en el contexto y en la evolución de la cura. A pesar de todo, la negación sigue
poseyendo para Freud el valor de un indicador que señala el momento en que empiezan a
resurgir una idea o un deseo inconscientes, y esto tanto en la cura como fuera de ella.
En La negación (Die Verneinung, 1925), Freud dio de este fenómeno una explicación
metapsicológica muy precisa, que desarrolla tres afirmaciones estrechamente solidarias entre sí:
1) «la negación constituye un medio de adquirir conocimiento de lo reprimido […];
2) »[…] lo que se elimina es sólo una de las consecuencias del proceso de represión, a saber, el
hecho de que el contenido representativo no llegue a la conciencia. Como resultado, tiene lugar
una especie de aceptación intelectual de lo reprimido, mientras que persiste lo fundamental de la
represión;
3) »mediante el símbolo de la negación, el pensamiento se libera de las limitaciones de la
represión […]».
Esta última proposición muestra que, para Freud, la negación en sentido psicoanalítico y la
negación en sentido lógico y lingüístico (el «símbolo de la negación») tienen el mismo origen, lo
cual constituye la tesis principal de su trabajo.
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Negación

En un artículo de 1925, «La negación», Freud delimita la negación en el juego entre el
establecimiento de un juicio de atribución (sello del yo-placer) y el juicio de existencia (sello del yo-realidad); en el marco del «yo-placer», el sujeto niega toda articulación entre él y un contenido que expresa (negación); en el marco del «yo-realidad», el sujeto sostiene que la realidad
percibida no corresponde a la representación que se había hecho de ella (negación simple). Los
lingüistas, en efecto, distinguen una negación «simple» (por ejemplo, «esto no es una mesa»,
que hay que entender como «es una silla»), de una negación «modal», o sea, «es una mesa
pero para mí no lo es», que indica una apreciación, y por lo tanto intersubjetividad. En este
movimiento entre juicio de atribución y juicio de existencia, Freud capta la importancia del lugar de
la enunciación: por medio de la negación, el pensamiento se vuelve operante; una primera frase
afirmativa utiliza los términos que encierran los afectos («Usted pregunta quién puede ser esta
persona del sueño. Mi madre. ..»), pero una segunda frase niega a la anterior «…no es ella»). De
hecho Freud deduce que la negación permite cierta enunciación de la toma de conciencia de la
represión, sin que el sujeto acepte su contenido -separación de la función intelectual respecto
del proceso afectivo-. En la medida en que la negación reviste un carácter proyectivo en la
enunciación, se convertirá en una denegación. Al final de su artículo, Freud señala «el placer
generalizado de la negación» propio del fenómeno psicótico, que debe ser «probablemente
comprendido como indicio de la desmezcla de las pulsiones por retracción de los componentes
libidinales». No obstante, insiste, «la operación de la función del juicio sólo resulta posible por la
creación del símbolo de la negación, que ha permitido al pensamiento un primer grado de
independencia con respecto a las consecuencias de la represión y, de tal modo, de la coacción
del principio de placer».
En su «Respuesta al comentario de Jean Hippolyte», Lacan observa que «la creación del símbolo
debe concebirse como un momento mítico», y que incumbe a «una relación del sujeto con el ser»
inherente a la estructura misma del lenguaje. Lo «percibido» no recubre lo real de un objeto, sino
que es lo que falta para asegurar la completud del Otro; el objeto aceptado o rechazado por el
cachorro humano no lo es en razón de su cualidad, sino que es juzgado en función de su
relación con la falta de la madre, falta que se presenta en lo real del objeto. En la dialéctica de la
aceptación y el rechazo, el niño plantea su propia existencia en relación con la falta del Otro; la
repetición realiza su movimiento con relación a la castración del Otro, y en esta óptica, el
Nombre-del-Padre marca que no existe un significante que diría todo: sustracción de la Cosa. De
hecho, la cuestión de la negación se encuentra con la del acto de enunciación, pues ambas
señalan la importancia de la alteridad: hablar requiere transferencia («Usted pregunta quién
puede ser… »), «por lo cual es del Otro que el sujeto recibe el mensaje que él emite»; ese
paralelismo entre negación y enunciación introducirá la problemática de la denegación: todo
mensaje implica denegación, porque está dirigido a un otro al cual se le presta un pensamiento.
Para Lacan, a diferencia de Freud, no hay «yo-placer» original; desde el principio el significante
introduce al sujeto en lo real, porque el deseo es redesplegado sin cesar. El Nombre-del-Padre
es por definición el significante ex-sistente a la ley simbólica, el que la ordena; él «provoca» la
inscripción del sujeto en la ley simbólica, pero él mismo le es exterior; por eso la negación es el
efecto de un proceso lógico que indica la indisociabilidad de una identificación del sujeto con el
Nombre-del-Padre como padre simbólico. La negación indica en consecuencia la articulación del
enunciador con ese significante ex-sistente mientras trata de tacharlo. En el ejemplo citado por
Freud («no es mi madre»), la denegación consiste en querer eliminar ese significante del Otro,
pero al mismo tiempo ella lo afirma como letra del sujeto; en el fondo, la denegación confirma que
el significante proviene del Otro, de otro lugar, lo que le permite a Lacan situar la negación como
borde de la manifestación inconsciente: según se advierte en el ejemplo ampliamente
desarrollado por él en el seminario l’Identification, un enunciado como «je crains qu’iI ne vienne»
(«temo que él venga»), con el ne expletivo, deja traslucir el pensamiento inconsciente «esperaba
que viniera».
Puesto que toda articulación simbólica sólo adquiere sentido a partir del Nombre-del-Padre, figura
de la ley simbólica y de la castración, habrá una negatividad fundadora en el núcleo del sujeto
hablante. Esto lleva a Lacan a decir que «sólo por la negación de la negación» el discurso
humano permite recuperar «la palabra inconsciente». De hecho, Lacan analizará el «ne»
expletivo como «el comienzo de toda enunciación del sujeto concerniente a lo real»; la noción de
«clase» no se basa en la inclusión. La inclusión «como relación radical» está sustituida por «una
relación de exclusión»: «lo que el sujeto busca, es ese real en tanto que justamente no posible;
… lo que se puede decir es que en el origen de toda enunciación justamente sólo hay lo no
posible».
La importancia de la negatividad es también subrayada por el encuentro frustrado con la Cosa;
en tal sentido, Lacan formula la negatividad del significante: un significante sólo encuentra su
estatuto a partir de otro significante, y no a partir de sí mismo. Dicho esto, sucede que el
significante surge en lo real, por ejemplo por la alucinación, y en este caso parecería que un
objeto absoluto se deja domesticar; ahora bien, no hay nada de esto, pero ese tiempo implica un
plano imaginario; así, la negatividad del significante es la condición de que en el orden simbólico
un significante funcione con otro significante, pero también produce significado. La negatividad
funda ese pasaje, y se ve que ella no sólo sitúa la articulación entre real y simbólico, sino
también la articulación entre simbólico e imaginario.
Esta importancia de la negatividad llevará a Lacan a reescribir las proposiciones de la lógica
formal de Aristóteles. Introduce dos nuevas escrituras de la negación, » (no-todo) y $ (no
existe); para Aristóteles, la negación se basa exclusivamente en la función, porque lo universal
implica la existencia; para Lacan, la existencia no está ligada a lo universal, sino que es
engendrada por la posición ex-sistente del Nombre-del-Padre, que introduce la ley simbólica y la
palabra. La Universal Afirmativa inscribe lo posible (el sujeto en su identificación simbólica); la
Particular Negativa le da su peso e inscribe lo necesario: eso necesario es precisamente la
posición excluida de la cadena del Nombre-del-Padre del que va a desprenderse la ley. Lacan
deja intactas estas dos proposiciones. Pero se observa ya que la Particular Negativa adquiere
importancia con respecto a la Universal Afirmativa de Aristóteles en el marco de una nueva
articulación lógica.
En cambio, Lacan reescribe la Particular Afirmativa (lo imposible) transformando la afirmativa
aristotélica en negativa: «existe x… » se convierte en «no existe x que no sea…». Por esto hay
que entender que, antes que nada, toda escritura proviene de lo real como imposible; esto se
traduce por la eminencia del significante fálico: la relación sexual no cesa de no escribirse; es
más: «no hay en el decir existencia de la relación sexual»; importancia, entonces, del decir, de la
palabra y, en consecuencia, de la singularidad del sujeto, contrariamente a lo que ocurre en la
escritura científica, de la que el sujeto está excluido, y para la cual no hay sujeto. Este punto es
capital: la negación insiste en ese carácter fundamental de la ley; al desplazar la negación sobre
el cuantificador, Lacan le sustrae a la función aristotélica su carácter prioritario, y postula el de
la enunciación y del significante. A la Particular Afirmativa le responderá la Universal Negativa (lo
contingente), el «cesa de no escribirse». Esta cuarta modalidad recubre el no-saber, es decir, el
saber inconsciente: «sólo por el efecto que resulta de esta hiancia se encuentra algo… aquello
que inscribe en cada uno la huella de su exilio, no como sujeto sino como hablante, de su exilio
de la relación sexual». Estas dos modalidades (Particular Afirmativa y Universal Negativa) se
oponen a las dos primeras (Universal Afirmativa y Particular Negativa), que son las únicas que
operan en la lógica de la ciencia. La Universal Afirmativa abre el orden de la ley, y la Particular
Negativa implica que la existencia se funda fuera de ella en cuanto el padre simbólico es
precisamente el ordenador de la ley. En la Universal Negativa, la negación se basa en el
cuantificador (no-todo) y niega la universalidad de la ley; aparece entonces un elemento que no
tiene lugar en la ley; la singularidad de cada uno no puede construirse a prior¡, como lo querría
una escritura científica. Estas reescrituras basadas en el desplazamiento de la negación
permiten ver que no existe ninguna escritura científica que, sin saberlo, no esté enganchada a la
posición del inconsciente; la lógica plantea la verdad como referencia, y en consecuencia la
contradicción se inscribe en una relación binaria; se oculta el carácter primordial de la
enunciación, o sea el de la palabra que, basada en lo escrito, permite precisamente la
emergencia de la lengua por el lapsus, por ejemplo. En otros términos, no hay metalenguaje que
pueda hablarse, por lo cual el metalenguaje instaurado por la lógica positivista es pura ilusión.