Diccionario de Psicología, letra O, Objeto inaugural conyugal

Objeto inaugural conyugal
Definición
Un primer matrimonio es una experiencia inaugural. Esa experiencia inaugural modifica la
representación del propio yo y del objeto pareja de cada uno de los integrantes. Este objeto
inaugural pasará a formar parte del zócalo inconsciente del segundo matrimonio,
El objeto inaugural conyugal es una nueva representación que da acceso a una complejización
intrasubjetiva y social,
El haber advenido a la conyugalidad coloca al sujeto en posición de haber accedido a la
exogamia, y permanece como marca en el bagaje identificatorio de cada uno.
La experiencia de haber inaugurado en un primer matrimonio el lugar esposo/a queda como una
marca fundante de ese lugar inscripta en su subjetividad.
El objeto inaugural conyugal posibilita la construcción de la función esposo/a. Este proceso se configura a lo largo de la vida conyugal. Una vez inaugurada esta función, el divorcio o la viudez no la clausuran, y permanece como una función virtual.
Al haberse acuñado la función esposo/a, se modifica cualitativamente la identidad de cada uno
de los cónyuges. En caso de haber hijos, producto de la primera unión, se continúa la cadena
generacional. Es por ello que pensamos que el objeto inaugural conyugal contiene doble marca si
coincide con aquel con que se inauguró la función parental. Al objeto inaugural conyugal se le
puede sumar la parentalidad inaugural. (Ver Desarrollo)
El objeto inaugural conyugal se constituye al advenir a un vínculo matrimonial. Posibilita la
construcción de la función esposo/a. Dicha función se conforma en el vínculo matrimonial a lo
largo del tiempo.
El objeto inaugural conyugal deja una marca en la subjetividad con independencia de las vicisitudes de ese vínculo conyugal singular. La impronta del objeto inaugural conyugal pasará a formar parte del zócalo inconsciente de los segundos matrimonios.
Origen e historia del término
El concepto de objeto inaugural conyugal deriva de aquel «objeto pareja» acuñado por J. Puget en
1982.
El objeto inaugural conyugal es una representación que deriva de una articulación entre el objeto pareja de cada cónyuge sumada a la inauguración de la experiencia inédita de la conyugalidad.
Esta fundación deja una marca simbólica y una serie de consecuencias en los tres espacios
psíquicos que pasaremos a desarrollar.
Desarrollo desde la perspectiva vincular
El objeto inaugural conyugal obtiene su marca también desde el espacio social. Entendemos que
se espera de la pareja matrimonial el dar hijos, «nuevas voces» (P. Aulagnier), eslabones
necesarios para la continuidad de la cadena generacional y para cumplir con el «contrato
narcisista». En el contrato matrimonial hay también un contrato implícito de formar una familia. (Por
ejemplo algunas religiones autorizan a repudiar al cónyuge estéril y disolver el matrimonio. La
libreta de casamiento posee un lugar asignado para anotar a los hijos). A su vez la inauguración
de la conyugalidad incluye para la pareja la prescripción social de la sexualidad.
El objeto inaugural conyugal tiene ese anclaje en el espacio social, al otorgar a los cónyuges un
lugar social y jurídicamente diferenciado que implica un entramado de obligaciones y derechos
para con el cónyuge y la comunidad.
El primer acuerdo inconsciente de la pareja conyugal, que se establece con un otro privilegiado
fuera del círculo endogámico, trae todo el peso, poco complejizado todavía de los componentes
originarios de las respectivas familias de origen. Esta es una de las causas por las que la marca
dejada por ese primer vínculo matrimonial permanece a lo largo del tiempo. Las parejas
matrimoniales subsiguientes a ese primer vínculo, con sus respectivos acuerdos y pactos, ya
traen complejizaciones, desplazamientos, transformaciones y condensaciones ocurridas
durante el primer matrimonio.
Este vínculo inaugural conyugal es comparado de ahí en más con los subsiguientes vínculos
conyugales. Esta comparación permite resignificar la alianza anterior y posibilita la tarea
elaborativa en el transcurso de la consolidación de la segunda alianza.
A la luz de estas reflexiones, una de las características de los segundos matrimonios es el
interjuego de tres representaciones de la conyugalidad para cada uno de los miembros de la
pareja conyugal:
– el objeto pareja originario, proveniente de la representación de la pareja de los padres;
– el objeto actual del vínculo conyugal, representación del vínculo con el cónyuge actual;
– y el que nosotras denominamos: objeto inaugural de la conyugalidad, representación del
acceso a la conyugalidad, proveniente del primer matrimonio.
Es por ello que planteamos que un segundo matrimonio implica acarrear un objeto inaugural que
puede tener múltiples elaboraciones. En el segundo matrimonio hay una desarticulación entre el
objeto actual conyugal y el objeto inaugural conyugal. Es así que, si la separación exige un
trabajo de duelo, el segundo matrimonio exige otro trabajo mental: ser portador de ese objeto
inaugural que proviene del primer vínculo matrimonial. La existencia de estos tres objetos: el
objeto pareja originario, el actual y el inaugural, promueve la necesidad de rectificar o ratificar los
mitos de origen y de separación del primer matrimonio. Se facilita así la reformulación de los mitos
y las fantasías sobre el origen y el devenir del segundo matrimonio. Lo que aparece en el mito de
«por qué se separaron» y de «por qué se unieron» en el primer matrimonio, es un resto que pasa
a ser constitutivo del zócalo inconsciente del segundo matrimonio.
De este modo, el mito de lo realizado y lo no realizado en el primer matrimonio varía en un
segundo matrimonio, de acuerdo con las vicisitudes de la relación con el cónyuge actual.
Problemáticas conexas
Vamos a puntualizar las conexiones del objeto inaugural conyugal en relación al divorcio, los
hijos y lo que nosotros llamamos «segundos matrimonios», o sea los subsiguientes a aquel con el
que se inauguró la conyugalidad.
El hecho de que haya un objeto inaugural conyugal en uno o en ambos miembros del matrimonio
actual, hace que el acuerdo inconsciente de la nueva pareja incluya también un acuerdo
inconsciente sobre qué lugar va a ocupar el anterior matrimonio. La nueva pareja hará también
un pacto inconsciente sobre qué va a dejar de lado (reprimiendo, renegando, escindiendo) del
anterior matrimonio. El lugar que va a ocupar el primer matrimonio en el segundo, dependerá de
qué tipo de comunidad de negación o de alianza denegadora hayan sido utilizados en la
elaboración de la separación del primer matrimonio. Cuanto más regresivos sean los mecanismos
denegadores de ese pacto, mayor patología acarrearán en el vínculo, en el cuerpo, en los hijos,
en el vínculo entre los hijos, en los vínculos ampliados del segundo matrimonio y en las
generaciones siguientes. (Kaës, R. 1995)
Muchas veces un segundo matrimonio hace síntoma cuando amenaza con emerger aquello que
se intentó denegar del anterior enlace. Es como una señal de alarma que puede aparecer en la
relación con el objeto conyugal a modo de inminencia de ruptura (es motivo de consulta
frecuente en los segundos matrimonios).
Ese vínculo inaugural conyugal puede ser depositario de hostilidades dirigidas al objeto originario,
dejando al segundo matrimonio menos cargado de componentes endogámicos. En efecto, si hay
permanencia del vínculo con el ex cónyuge a lo largo del tiempo, éste puede sufrir la vicisitud de
volverse endogámico, con lo que pasaría a ser un subrogado del objeto originario, y el vínculo
con el ex cónyuge podría transformarse en una relación fraterna sin vigencia o en una relación
hostil con toda la violencia del incesto. Es por ello que este vínculo inaugural conyugal puede ser
depositario del núcleo endogámico de un segundo matrimonio.
En el caso de haber tenido hijos en un segundo matrimonio y no en el primero, ese segundo
cónyuge con quien se inauguró la parentalidad adquiere un matiz peculiar. En efecto, la
inauguración de la parentalidad, sumada a la presencia cotidiana de un segundo ex cónyuge a
través de¡ hijo, coadyuva a que en un tercer matrimonio el segundo ex cónyuge con el que se
inauguró la parentalidad quede cargado como objeto inaugural. Esto se debe no sólo a que se
subsume en él la conyugalidad inaugural anterior, sino a la inauguración de la parentalidad, que
parece opacar la fuerza del objeto inaugural conyugal por el peso del cumplimiento de los ideales
narcisistas de trascendencia en la descendencia.
Este vínculo inaugural conyugal presente/ausente, vivo/muerto, familiar/ajeno, puede revestir la
característica de siniestro al irrumpir en la cotidianeidad del segundo matrimonio
(presente/ausente, por el ejemplo, en las identificaciones de los hijos con el ex cónyuge
progenitor, en los relatos o reflexiones de los hijos sobre el ex cónyuge, en las llamadas del ex
cónyuge a los hijos, etc.).