Diccionario de psicologia, letra O, objeto pequeño

Objeto (pequeño) a
Alemán: Objekt (klein) a.
Francés: Objet (petit) a.
Inglés: Object (little) a.
Expresión introducida por Jacques Lacan en 1960 para designar el objeto deseado por el sujeto
y que se sustrae a él, al punto de ser no representable, o de convertirse en «un resto» no
simbolizable. En tal carácter, sólo aparece como una «falta en ser», o en forma estallada, a
través de cuatro objetos parciales separados del cuerpo: el pecho, objeto de la succión; las
heces, objeto de la excreción, la voz y la mirada, objetos del deseo en sí.
La concepción lacaniana del objeto (pequeño) a, como «causa del deseo que se sustrae al
sujeto», proviene directamente de la reflexión de 1936 sobre el estadio del espejo, y de una
concepción de la relación de objeto elaborada en 1956-1957, tomando en cuenta la trilogía
privación/frustración /castración. Elemento principal de una terminología específica relativa a la
alteridad, el objeto (pequeño) a es por lo tanto una va~ riante del otro en el interior de la pareja
formada por el gran Otro y el pequeño otro:
Hay que distinguir dos otros, al menos dos: un Otro con A mayúscula y un otro con a minúscula
(petit a), que es el yo. En la función de la palabra se trata del Otro.»
Por otra parte el concepto de objeto (pequeño) a es inseparable de las nociones de objeto bueno
y malo, y de objeto transicional, tal como se las encuentra en Melanie Klein y Donald Woods
Winnicott. La creación lacaniana de una nueva categoría de objeto entra por lo tanto en el marco
de las discusiones sobre la relación de objeto, llevadas a cabo por la escuela inglesa de
psicoanálisis durante la segunda mitad del siglo XX.
A partir de la idea de pulsión parcial, que en los Tres ensayos de teoría sexual lleva a Freud a
discernir las heces y el pecho como objetos específicamente investidos, Lacan, en su
conferencia de 1960 sobre la dialéctica del deseo, se refiere al objeto parcial de Karl Abraham, y
a los objetos bueno y malo de Melanie Klein, para introducir otros dos objetos del deseo, la
mirada y la voz: «Observernos que este rasgo del corte no es menos evidentemente prevalente
en el objeto que describe la teoría analítica: pezón, excremento, falo (objeto imaginario), chorro
urinario. (Lista impensable si a ella no se añade con nosotros el fonema, la mirada, la voz -la
nada.)»
Unos meses más tarde, en la sesión del 1 de febrero de 1961 de su seminario sobre la
transferencia, dedicada en parte a un comentario del Banquete de Platón, introdujo por primera
vez su objeto (pequeño) a. Es sabido que ese gran diálogo sobre el amor gira en torno a la
cuestión del Agalma, definido por Platón como el paradigma de un objeto que representa la idea
del Bien. Lacan define entonces ese Agalma como el objeto bueno kleiniano, que de inmediato
reconvierte en objeto (pequeño) a: objeto del deseo que se sustrae y que, de pronto, remite a la
causa misma del deseo. En otras palabras, la verdad del deseo sigue oculta a la conciencia,
porque su objeto es una «falta en ser». En marzo de 1965 Lacan resumiría esta proposición en
un aforismo resplandeciente: «El amor es dar lo que uno no tiene a alguien que no lo quiere».
Sin ninguna duda, estaba pensando en un artículo de 1912, titulado «Sobre la más generalizada
degradación de la vida amorosa», en el cual Freud describió el funcionamiento del objeto del
deseo en ciertas personas cuya vida amorosa se divide en un «amor celestial» y un «amor
terrestre»: «Allí donde aman no desean, y donde desean no pueden amar. Buscan objetos que no
tengan necesidad de amar, para mantener su sensualidad a distancia de sus objetos de amor.»
A partir de 1967 con la introducción del pase, y a medida que crecía la importancia del concepto
de lo real en la trilogía de lo simbólico, lo real y lo imaginario, Lacan transformó a ese pequeño a
(esa «nada» que siempre falta donde se la espera) en un resto (un real heterogéneo), imposible
de simbolizar. El objeto del deseo se identifica entonces con el goce puro, con lo que se separa
de lo simbólico y lo significante para «caer», con riesgo de que vuelva en lo real en forma
alucinatoria (forclusión). De allí la idea de que la terminación de un análisis ubica al analista didacta en la posición del objeto (pequeño) a: desaparece, cae, para dejar que el sujeto advenga a su verdad.