Diccionario de psicología, letra O, objeto único

Objeto único
Definción
En el año 1988 Janine Puget e Isidoro Berenstein propusieron llamar Objeto único «a una
modalidad vincular primitiva narcisista, que rinde cuenta de un vínculo entre un yo inerme y
desamparado y un otro dotado de la capacidad de contrarrestar dicho estado».
Se refieren a un funcionamiento primitivo en el que uno de los polos del vínculo despliega una
serie de funciones que se constituyen en condición necesaria para el devenir humano del otro
polo del mismo. De ahí, su carácter universal.
Estas funciones consisten en proveer la acción específica convirtiéndose en un objeto
asistente; ser dador de significados; dotar de índices para diferenciar mundo interno de mundo
externo (función de indicación); ser dador de una organización del transcurso del tiempo (dador
de temporalidad); dotar de los signos que permitan establecer la relación, uno a uno, entre signo
y significado (función semiótica); y prever el estado emocional del otro (función anticipatoria).
Este modelo de funcionamiento corresponde a un vínculo originario, caracterizado por la
asimetría definida desde la indefensión psíquica y la prematurez biológica que caracterizan al
infans en la díada con el otro primordial.
Origen e historia del término
La conceptualización de este funcionamiento vincular reconoce sus orígenes en numerosos
desarrollos psicoanalíticos.
Freud, en el «Proyecto de una Psicología para Neurólogos «, habla del asistente, para aludir a aquél que realiza la acción específica, y cuando más adelante describe el sentimiento oceánico,
enfatiza la vertiente placentera del funcionamiento fusiona]. También en sus trabajos sobre
enamoramiento e hipnosis vemos resaltados ciertos atributos y funciones de esta modalidad
vincular, y designa «Objeto único» al lugar que ocupa el hipnotizador, que más tarde heredará el
analista en una de las vertientes de la transferencia. Lugar del supuesto al saber, recubrimiento
imaginario, condición indispensable para instalar el punto de partida analítico.
P. Aulagnier en sus desarrollos del concepto de violencia primaria, intrínsecamente necesaria
para la constitución del aparato psíquico, alude -sin formularlo así- a los atributos del Objeto
único en sus funciones semánticas, semióticas y anticipatorias. Reconocemos también en esta
autora algunas resonancias del concepto cuando se refiere a la sombra hablada y al proyecto
identificatorio. Podríamos también reconocer en la relación pasional, prototipo de vínculo
asimétrico, una modalidad disfuncional del Objeto único.
Desarrollo desde la perspectiva vincular
Las parejas pueden estructurar su vínculo tomando como modelo el funcionamiento a
predominio de Objeto único. En ese caso se dirá que ostentan un funcionamiento dual y
asimétrico.
Cada caso en particular pondrá en juego diferentes atributos o funciones del Objeto único
configurando así, diversas tipologías. Por ejemplo en el funcionamiento amparador-desamparado
se privilegia la función de asistente.
Este modelo de funcionamiento vincular, en tanto asigna lugares diferentes para cada uno en la
asimetría, puede estereotiparse o bien ser intercambiable, dependiendo de la plasticidad de la
pareja, así como de las posibilidades individuales.
Este funcionamiento a predominio de Objeto único, resulta paradigmático del enamoramiento.
Se trata de una conceptualización valiosa ya que rescata una modalidad relacional narcisista
originaria que se encuentra, a su vez, formando parte de lo constitutivo mismo del vínculo de
pareja, así como también entre sus expresiones más patológicas.
Señalaremos, sin embargo, algunos de los obstáculos que ha traído esta denominación, tanto
como su conceptualización.
En cuanto a lo primero, el llamar Objeto a una modalidad vincular, genera una confusión propia
del deslizamiento conceptual que supone el uso de un término tributario del psicoanálisis
individual (Objeto), al psicoanálisis de los vínculos.
Históricamente, la relación de objeto alude al mundo interno, espacio intrasubjetivo y
unidireccional en el sentido de la puesta en juego del deseo: hay un sólo deseo actuando, y la
ausencia del otro es lo que motoriza.
Por el contrario, el vínculo se caracteriza por la bidireccionalidad de la relación intersubjetiva, en
la que se da la extraterritorialidad entre los polos y en la que la presencia del otro es lo que
motoriza.
Reconocemos que son muchas más las precisiones que se imponen en relación a estos
términos, pero ellas excederían, en mucho, el alcance de este trabajo.
La otra vertiente de la dificultad tendría que ver con la revisión y actualización misma de la
Teoría de los Vínculos, que ha tenido lugar en estos diez años, ampliando su alcance.
Una de las cuestiones con la que una de sus autores (J. Puget) hoy ya no estaría de acuerdo en
sostener, es todo lo referente al tema de la asimetría y el desvalimiento con que se caracterizó
a uno de los polos del vínculo, en su funcionamiento originario. La asimetría sería pensable sólo
desde el modelo biológico y, en cambio, según la autora, tanto el bebé como la mamá tendrían,
desde lo psíquico, la misma fuerza para la creación y determinación del vínculo. Obsérvese que
la autora lo plantea ya desde el modelo de relación con el otro primordial.
Sin embargo, también sería enriquecedor para la teoría vincular conservar las funciones que se
atribuyen al Objeto único, y poder decir algo más sobre el poder de determinación del vínculo,
por presencia, en su especificidad.
Problemáticas conexas
Los nuevos desarrollos de la teorización sobre vínculos incluyen una nueva formulación
metapsicológica de un sistema de tres espacios psíquicos con inscripción simultánea, a saber:
los espacios intra, inter y transubjetivos (ver Tres Espacios Psíquicos).
Desde este nuevo postulado, el vínculo, tal como ya lo definimos, está presente desde el
comienzo de la vida, y su representación cae bajo la represión primaria dando lugar a un
ilusorio estado fusiona].
Por lo tanto, en esta modalidad de funcionamiento a predominio de Objeto único quedaría desmentido el otro del vínculo en su condición de sujeto, así como también la separatividad.
Esta nueva teorización genera un cambio en la manera de entender la constitución misma de la
subjetividad, descartando las formulaciones clásicas que parten de una unidad fusional
originaria para ir desplegando luego, modalidades de relación cada vez más complejas hasta
arribar a una creciente separatividad y al reconocimiento de la alteridad del otro.
Veremos ahora cómo se despliega en los tres espacios este funcionamiento narcisista del
Objeto único, entendido desde la nueva perspectiva.
En el espacio intersubjetivo de la pareja una de las posibles expresiones sería la tendencia
monogámica, lo que Puget y Berenstein explican como una elaboración genital de la relación de
Objeto único.
En el espacio transubjetivo podría manifestarse en la concepción monoteísta de Dios; como
también en la relación entre la masa y el líder. En este caso, el funcionamiento a predominio de
Objeto único es dador de pertenencia y constituye un factor de cohesión del conjunto.
En el espacio intrasubjetivo este modelo relacional narcisista ha sido ampliamente desarrollado
por las teorías que sustentan las relaciones objetales.
El predominio de este funcionamiento narcisista en las parejas da lugar a disfunciones
vinculares tales como el reproche y el malentendido así como también es generador de
patologías graves tales como los vínculos pasionales, los de alienación y todos los
funcionamientos duales.
Para finalizar, podemos decir que esta noción de Objeto único también forma parte de la
definición de otros conceptos básicos de la teoría vincular tales como el zócalo inconsciente de
la pareja y la representación del Objeto-Pareja.