Diccionario de psicología, letra O, organizador

Organizador
Definición
Factor capaz de producir y mantener, mediante la subordinación de elementos diversos a una
ley común de selección, de composición y de armonización de sus relaciones recíprocas, una
unidad funcional y estructural entre esos elementos. Ésta nueva unidad posee características
distintivas y efectos propios, que constituyen su manifestación.
Origen e historia del término:
El término organizador comienza a utilizarse hacia fines del siglo XVIII, como derivado del verbo organizar que, anteriormente empleado con el sentido de ‘volver apto para la vida’, adquiere por esa época también la significación de ‘dotar de una estructura, de una constitución determinada, de un modo de funcionamiento’. En 1924, a partir de su empleo por la Embriología, organizador adquiere estatuto de concepto al describir aquella parte del embrión que provoca la diferenciación de zonas y tejidos embrionarios.
En psicoanálisis, es Jacques Lacan (1938) el primero en aplicarlo -aunque, en sentido estricto,
elige más bien un neologismo: ‘organiseur’- con relación al complejo. El complejo, dice Lacan ‘une
en una forma fija un conjunto de reacciones que puede interesar a todas las funciones
orgánicas, desde la emoción hasta la conducta adaptada al objeto. Lo que lo define es el hecho
de que reproduce una cierta realidad del ambiente ( … ). Así, los complejos de destete, del
intruso y de Edipo desempeñan efectivamente un papel de organizadores en el desarrollo de la
vida psíquica, pero también, por corresponder a la cultura, en los hechos psíquicos de la familia
humana, ‘el lugar fundamental de los complejos más estables y más típicos’. La familia, dice, se
convierte así en objeto de un análisis concreto.
René Spitz (1954; 1957), que utiliza el término por analogía con su antecedente embriológico, lo
define como la integración que tiene lugar entre, por una parte, las corrientes de desarrollo que
operan en los diferentes sectores de la personalidad unas con otras, y por otra parte el proceso
mismo de la maduración. Llama entonces organizador al resultado de la integración completa, es
decir, a la formación de una nueva estructura psíquica sobre un nivel de complejidad más elevado. Las corrientes unidas en haces y organizadas a partir de él, producen esquemas de comportamiento, síntomas visibles de esa convergencia de tendencias y acontecimientos
madurativos y psicológicos, llamados ‘indicadores’: la sonrisa social, la angustia frente a los
extraños, el gesto de ‘no’ con la cabeza. Las concepciones de Lacan y Spitz difieren en que,
para el primero, el ‘organizador’ posibilita la integración, para el segundo, es un punto de llegada.
Desarrollo de la perspectiva vincular
Los organizadores del grupo:
W. R. Bion (1948) observa en los grupos pautas de comportamiento que se repiten,
determinando una u otra ‘cultura de grupo’, la cual consiste en la estructura que el grupo logra en un momento dado, por las tareas que se propone y la organización que adopta. Describe tres pautas de comportamiento típicas, que llama supuestos básicos: de dependencia, de
ataque-fuga y de emparejamiento. Sin embargo, no es el mismo Bion, sino J. B. Pontalis (1963) quien señala la cualidad de organizadores de estos supuestos básicos, en la medida en que ‘constituyen esquemas subyacentes que organizan (en el sentido en que se habla de organizadores en embriología) el comportamiento de un grupo y, por ejemplo, orientan la elección sobre determinado tipo de líder.’
A principios de la década del 70 comienzan a aparecer en Francia trabajos que proponen
directamente a la fantasía como organizador del grupo. Apoyado en estos desarrollos, Didier
Anzieu construye su teoría acerca de los organizadores, que entiende como sucediéndose unos
a otros en el sentido de una complejidad progresiva. En 1975 postula, en la primera edición de El
grupo y el inconsciente, la existencia de tres organizadores del grupo: la resonancia
fantasmática, la imago y las fantasías originarias. En 1981, al publicar una segunda edición del mismo libro, agrega otros dos: un cuarto, el Complejo de Edipo, de estatuto controvertido, puesto que puede ser concebido mejor como un organizador de la familia, dado que la realidad psíquica del grupo sería anterior a la diferencia de los sexos, y un quinto, la imagen del cuerpo propio y la envoltura psíquica del aparato grupal.
A diferencia de esta comprensión genética de los organizadores, cuya presencia o ausencia
distingue momentos del proceso grupal, René Kaës (1976,1993) formula una concepción
estructural, según la cual distintos organizadores, que proceden de fuentes diferentes, actúan
en forma simultánea, combinándose entre ellos. Establece, apoyado en el estudio de J.
Laplanche y J. B. Pontalis (1964), la estructura grupal interna de la fantasía, primeras
formulaciones de lo que serán los fundamentos de la grupalidad psíquica. Los grupos internos,
como la imagen del cuerpo, el yo, las identificaciones y otros, además de la fantasía que es su
paradigma, poseen esa estructura grupal interna por haber resultado de la interiorización en el
aparato psíquico de organizaciones grupales, incluidos los modelos culturales de la grupalidad.
Poseen, pues, una aptitud para recolectar, para poner junto, capaz de asegurar una reducción
de la diversidad y de la dispersión de elementos distintos, que es condición de la formación del
grupo intersubjetivo. Estos son los organizadores psíquicos inconscientes del grupo y del vínculo. Una vez los sujetos reunidos, operan otros organizadores: los organizadores grupales:
los supuestos básicos, la matriz del grupo, las posiciones ideológicas y mitopoéticas, la ilusión
grupal, el pacto denegativo grupal y el contrato narcisista grupal. En la organización del vínculo
intersubjetivo operan ambos tipos de organizadores -los grupos internos y los organizadores
grupales- que interactúan entre sí y también con las condiciones materiales y sociales del
agrupamiento. Esta interacción implica la posibilidad de la aparición de conflictos en cualquiera de
sus niveles.
Problemáticas conexas
Cuando los psicoanalistas interesados en los grupos hicieron -implícita o explícitamente- hincapié
en las formaciones eficaces para regir las puestas en relación, ya sea de los sujetos entre sí,
como del sujeto y el grupo, o del sujeto y la cultura, hicieron sin duda importantes avances en la
comprensión de la conformación interna de diferentes estructuras, de sus modos de
funcionamiento y de sus relaciones recíprocas. No obstante hay todavía muchas cuestiones sin
resolver, como por ejemplo, dentro de la problemática de la fantasía como organizador del grupo,
cómo opera allí la resonancia fantasmática de las fantasías secundarias, que por representar las
escenas más esencialmente determinadas por la historia individual, serían las que menos se
prestarían para ser sometidas a una selección, composición y armonización que dejara de ellas
algo utilizable para el vínculo. En este sentido, parecen contradictorias las propias posiciones de
D. Anzieu y R. Kaës, aún cuando ninguno de ellos lo ha señalado: mientras que para Anzieu este
nivel fantasmático juega el papel principal en el comienzo del proceso grupal, para Kaës ese
papel corresponde a las fantasías originarias. Asimismo, otras modalidades del vínculo esperan
aún por el estudio de la especificidad de sus organizadores, ya sea cuando estas adoptan sus formas tradicionales o bien cuando presentan esas formas más novedosas a que la clínica nos enfrenta cotidianamente.