Diccionario de psicología, letra P, Países escandinavos

Países escandinavos
Esta denominación genérica agrupa a cinco países de Europa: Dinamarca, Noruega, Suecia,
Finlandia e Islandia. En el plano político, sólo existen tres Estados denominados escandinavos:
Suecia, Noruega y Dinamarca. Escandinavia, como región geográfica, es la parte norte de
Europa que agrupa a Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, cuatro países en total; se le da el nombre de Península Escandinava al conjunto constituido por Suecia y Noruega. Hay cuatro lenguas escandinavas, vinculadas al grupo de las lenguas germánicas: el danés, el sueco, el noruego y el islandés, el finés pertenece a la familia de las lenguas llamadas ugrofinesas.
Como en casi todos los países de Europa, a fines del siglo XVIII, y bajo la influencia de la filosofía
de las Luces, los alienistas daneses y noruegos instauraron el asilo modelo a partir del modelo
francés aplicado por Philippe Pinel (1745-1826) en el período de la Revolución. El movimiento de
reforma fue progresivamente adoptado durante el siglo XIX, primero en Finlandia y después en
Suecia, con la creación de la Orden de los Serafines, que se encargó del sistema hospitalario
hasta 1876. De tal manera se afirmó una nueva mirada sobre la locura, que más tarde permitió la
implantación de la nosografía de origen alemán (derivada de los trabajos de Emil Kraepelin) y
posteriormente de la psiquiatría dinámica.
A continuación, las ideas freudianas fueron echando raíces por etapas en cuatro países
escandinavos (Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia), pero sin desembocar en la formación
de un movimiento amplio. La práctica siguió limitada a unos pocos grupos, y el desarrollo de la
doctrina estuvo a cargo de personalidades influyentes, psiquiatras o profesores universitarios.
El freudismo obtuvo el mayor éxito en Suecia, mientras que, por razones políticas, ligadas al
fuerte desarrollo de los partidos laboristas, Dinamarca y Noruega fueron sobre todo receptivas a
las tesis de Wilhelm Reich: en otras palabras, al materialismo biológico y a la síntesis de
freudismo y marxismo.
A mediados del siglo XIX, grandes pensadores, escritores o filósofos de la región pusieron de
manifiesto su interés por los fenómenos inconscientes. Cada uno a su manera, August
Strindberg (1849-1912), Georg Brandes (1842-1927), Henrik lbsen (1828-1906) o Soren
Kierkegaard (1813-1955), supieron comprender las transformaciones de la sociedad occidental:
el debilitamiento de la función paterna en el seno de la familia, y la emergencia de interrogantes
sobre la diferencia de los sexos. Esos hombres denunciaron con ferocidad la hipocresía social,
y fueron sensibles a las fuerzas destructoras que atravesaban los ideales del humanismo en
vísperas del advenimiento del mundo moderno. La misma actitud se encuentra en pintores
escandinavos contemporáneos como Carl Fredrick Hill, Ernst Josefsson o Edvard Munch
(1863-1944). Obsesionados por el exilio, acosados por la locura o por el carácter extraño del
hombre para sí mismo, todos trataban de captar en sus obras la angustia existencial de una
época víctima del escepticismo, el irracionalismo y el rechazo de la idea de un progreso lineal.
Fue en este terreno crítico, y en un contexto en el que el puritarismo luterano era a la vez la
religión de Estado y una actitud mental y espiritual, donde surgieron los primeros interrogantes
acerca de la doctrina freudiana.
En 1885, un médico finés, Konrad Relander, fue el primero en mencionar a Sigmund Freud, en un
artículo sobre el empleo médico de la cocaína. Ocho años más tarde, en Suecia, un profesor de
patología nerviosa, Frithiof Lennmalm, citó los trabajos de Freud, Pierre Janet, Josef Breuer y
Jean Martin Charcot en un texto dedicado a las neurosis traumáticas.
A continuación de esas reflexiones sobre los aspectos médicos y neurológicos de la obra
freudiana, Poul Bjerre introdujo el psicoanálisis propiamente dicho en los países escandinavos.
En 1907 se instaló en el consultorio de un célebre médico hipnotizador, Otto Wetterstrand
(1845-1907), que acababa de morir. Partidario de la Escuela de Nancy y de las tesis de Hippolyte
Bernheim, ese médico había favorecido el desarrollo de la psicoterapia en Suecia, creando un
método de «sueño prolongado» que le había valido la reputación de «mago».
Nacido en Gotemburgo de una familia de origen danés, Poul Bjerre desempeñó un papel
importante, no sólo por su encuentro con Freud en 1911, sino también por su relación con Lou
Andreas-Salomé y su frecuentación del ambiente psicoanalítico internacional. Pero en 1924
comenzó a apartarse del freudismo, incluso sin haber adherido a él, y sin haber practicado el
psicoanálisis. De allí la observación de Freud en 1923, en una nota añadida a la reedición de su
contribución a la historia del movimiento psicoanalítico: «Actualmente son los países
escandinavos los que se mantienen más alejados del psicoanálisis».
Contrariamente a Bjerre, Emanuel af Ge¡jerstani (1867-1928) aceptó hacerse analizar. También
alumno de Wetterstrand, y allegado a Strindberg, comenzó practicando la hipnosis, antes de su
análisis didáctico realizado hacia 1910 con Johannes Stromme. De modo que fue el primer
psicoanalista sueco formado según las reglas de la filiación psicoanalítica.
En 1905, Ragnar Vogt (1870-1943), profesor en la Universidad de Oslo, publicó en un tratado de
psiquiatría un estudio objetivo sobre el psicoanálisis, bastante alejado de los prejuicios
desfavorables de la época. Por otra parte, en 1920, Sigurd Naesgaard tradujo al danés las cinco
conferencias de Freud en los Estados Unidos, pronunciadas quince años antes. Nueve años
después fueron traducidas al noruego por Kristian Schjelderup (1894-1980). Finalmente, en
1923, Georg Groddeck, durante una estada en Estocolmo, despertó el interés por el freudismo.
Como en otros países, el avance progresivo de las tesis freudianas tropezó con fuertes
resistencias, sobre todo en torno a la cuestión del supuesto pansexualismo de Freud. Mientras
que en Francia se complacían en afirmar que la teoría freudiana de la sexualidad era demasiado
«germánica» (y por lo tanto «bárbara») como para adaptarse al «genio latino», en Suecia se
sostenía lo mismo, en forma invertida: se decía que esa teoría creada por un vienés no podía
adaptarse a la «mentalidad nórdica». Lo esencial de esas críticas fue expuesto en 1913 en un
libro de Olof Kinberg que reunió todas las discusiones animadas en esa época por Bjerre en el
seno de la Sociedad Médica Sueca. Veinte años más tarde, en 1934, tales objeciones fueron
retomadas por el psiquiatra Bror Gadelius (1862-1938), reformador humanista del asilo, quien, a
la manera de otros representantes de la psiquiatría dinámica, sostuvo que la doctrina freudiana
de la sexualidad era más apta para implantarse en los países latinos que en los nórdicos, puesto
que había sido creada por un hombre de «raza judía», y esta «raza» estaba en sí misma sujeta a
un «pansexualismo» específico.
En la década de 1930, lo mismo que en Bélgica o Francia, los círculos literarios nórdicos se
interesaron por el freudismo. En la revista sueca Spektrum se publicaron artículos de Anna
Freud, Erich Fromm y Wilhelm Reich. Pehr Henrik Törngren era uno de sus miembros activos. La
revista noruega Samúden tomó partido en el debate, publicando textos que cuestionaban el valor
científico y terapéutico del análisis. En Clarté, revista socialista, aparecieron textos de
numerosos pioneros nórdicos del freudismo. Por otra parte, bajo el impulso del sindicalista
noruego Erling Falck, que en 1921 había creado el grupo Mot Dag, de inspiración comunista, se
desarrolló un interés muy fuerte por el freudomarxismo.
Después de la ruptura de Bjerre con el freudismo, hubo que aguardar hasta 1931 para que, en
torno a diferentes pioneros, y por iniciativa de la sueca Alfhild Tamm, se desarrollará el embrión
de un movimiento freudiano. A continuación de muchas discusiones, en las que participaron
Sigurd Naesgaard por Dinamarca, Harald Schjelderup por Noruega e Yrjö Kulovesi por Finlandia,
se creó un grupo escandinavo de psicoanálisis, escindido finalmente en dos sociedades: la
Sociedad Fino-Sueca (Finsk-svenska Psykoanlytika Förening), por un lado, y por el otro la
Sociedad Danesa-Noruega (Dansknorska Psykoanalytika Förening). Ambas fueron afiliadas a la
International Psychoanalytical Association (IPA) en el Congredo de Lucerna de 1934, en
condiciones dramáticas, cuyo telón de fondo era la expulsión de Wilhelm Reich.
En el período de entreguerras las cosas no sucedieron de un modo totalmente idéntico en los
cuatro países escandinavos. La llegada de Reich a Copenhague en mayo de 1933, y después su
estada en Oslo entre octubre de 1935 y agosto de 1939, modificaron el paisaje psicoanalítico de
Dinamarca y Noruega. En ambos países, donde la tradición socialista era poderosa, la temática
de la revolución sexual y la liberación de la libido mediante bioelectricidad fue aceptaba
fácilmente por los intelectuales, mientras suscitaba el escándalo en la prensa puritana y
conservadora.
En Dinamarca, lejos de adoptar una posición flexible, los dirigentes de la IPA, en particular Max
Eitingon y Anna Freud, respaldados por Ernest Jones y el propio Freud, no le acordaron a Reich
la autorización para practicar análisis didácticos, aunque era miembro de la Internacional a
través de su pertenencia a la Deutsche Psychoanalytische Gesellschaft (DPG). Ahora bien, a
pesar de sus diferentes técnicas y políticas con los freudianos ortodoxos, Reich era en esa
época el único psicoanalista capaz de formar profesionales en Copenhague, como lo demuestra
una carta dirigida a Freud el 10 de noviembre de 1933 por Erik Carstens, y publicada en 1967 en
Reich parle de Freud.
Refiriéndose al papel desastroso desempeñado por Naesgaard, quien rechazaba el principio de
la formación didáctica, Carstens subrayaba que la actividad de Reich había sido positiva en ese
ámbito. Se quejaba en particular de que el comité de formación de la DPG, bajo la responsabilidad
de Eitingon, le hubiera otorgado el estatuto de didacta a Jenó Harnik, psicoanalista húngaro
exiliado, pero no a Reich. Todos sabían que Harnik padecía una paranoia con accesos
delirantes: era en todo caso mucho más patológico que Reich, y sobre todo carecía de la menor
competencia psicoanalítica. En 1912 Sandor Ferenczi lo había atendido por su impotencia sexual,
disuadiéndolo de convertirse en psicoanalista. Más tarde, cuando Harnik quiso incorporarse a la
Wiener Psychoanalytische Vereinigung, Ferenczi, por pedido de Freud, y con su total
aprobación, había presentado un motivo categórico de oposición: «Celoso, psíquicamente
impotente, patológicamente vanidoso, inepto. Habría que dirigirlo hacia otro camino.» A pesar de
esta opinión desfavorable, Harnik logró incorporarse al Berliner Psychoanalytisches Institut (BPI)
y ser delegado como didacta por Eitingon para desarrollar el psicoanálisis en Dinamarca.
En su respuesta a Carstens, Freud confirmó que Harnik era paranoico, pero sin brindar ningún
respaldo a su interlocutor. Reich protestó contra esa sanción, subrayando hasta qué punto era
paradójico que se le prohibiera ser didacta a causa de su marxismo, siendo que la IPA siempre
había tendido a orientar a los alumnos en formación hacia psicoanalistas que compartieran sus
convicciones religiosas o ideológicas: «Yo consideraba prácticamente establecido que los
teólogos fueran enviados a Oskar Pfister, los filósofos morales a Carl Müller-Braunschweig y los
socialistas recuperados a Siegfried Bernfeld».
Acusado de ser a la vez paranoico, bolchevique y antifreudiano, Anna Freud le rogó a Reich en
julio de 1934 que aceptara la exclusión de su nombre de la lista de los miembros de la DPG:
«Todo el problema tiene sólo un valor teórico -añadió Anna-, puesto que el reconocimiento por el
congreso del grupo escandinavo entrañaría automáticamente que usted fuera incluido en la lista
de los miembros de ese nuevo grupo». La maniobra era simple: Eitingon había obtenido
secretamente que Reich fuera expulsado de la DPG, y por lo tanto de la IPA. Para evitar cualquier
reintegración con el grupo escandinavo, había condicionado la afiliación de la Sociedad
Danesa-Noruega, que debía producirse en Lucerna en agosto de 1934, reclamando la promesa
de que no incorporaran a Reich. Pero los noruegos se negaron a someterse a ese diktat, y su
determinacion impresionó al comité ejecutivo, que entonces los aceptó sin condiciones. De modo
que Reich fue separado de la IPA en Lucerna, mediante su exclusión de la DPG. Dos meses más
tarde, él se instaló en Oslo. En 1935 Eitingon negó cualquier participación en ese asunto que sin
embargo había organizado con pleno conocimiento.
Con esa política, la dirección de la IPA contribuyó a desvalorizar la imagen del freudismo en el
seno de la comunidad psicoanalítica escandinava, ya atravesada por fenómenos de disidencia, y
todavía demasiado frágil para someterse a las normas impuestas en esa época por la ortodoxia
freudiana. En 1937-1938 Reich fue víctima en Noruega de una encarnizada campaña de prensa.
Después de haber sido tratado muchas veces de «charlatán» y «pornógrafo judío», emigró a los
Estados Unidos, dejando a su vez una huella desastrosa sobre la comunidad psicoanalítica
nórdica. En efecto, al no ser ya miembro de la IPA, con la excepción de Schjelderup nadie lo
defendió de los ataques, y evolucionó rápidamente hacia un biologismo exacerbado, al cual
arrastró a Ola Raknes. Sus conflictos con Otto Fenichel, exiliado en Oslo entre 1933 y 1935,
también contribuyeron al deterioro de la situación del freudismo en Noruega.
Cuatro años más tarde, en plena guerra, la Sociedad Danesa-Noruega de Psicoanálisis fue
expulsada de la IPA. Ernest Jones, nuevo presidente de la Association, les hizo «pagar» a
Schjelderup, Raknes, Nic Waal (nacida Floel, 1905-1960) su negativa a obedecer el diktat de
1934. Sin decirlo claramente, se le reprochó entonces al grupo que se hubiera mostrado
demasiado sensible a las tesis reichianas. Éstas, por otra parte, continuaron ganando terreno,
gracias a Raknes y Nic Waal. Esta psicoanalista noruega, analizada primero por Schjelderup y
después por Fenichel y Reich, pasaría por la clínica de Karl Menninger en Topeka, Kansas, antes
de fundar en Oslo, en 1953, una institución para niños.
Otro psiquiatra noruego, Trygve Braatoy (1904-1953), también desempeñó un papel importante
en su país después de pasar por Topeka. Primero articuló las tesis adlerianas con las de Freud,
sobre todo en una obra dedicada al poeta Knut Hanisun (1859-1952), y más tarde se interesó
por la vegetoterapia.
A pesar de la presencia en Copenhague de Georg Geró (1901-1981), que emigró a los Estados
Unidos sin haber ejercido mucha influencia, hubo que aguardar hasta 1957 para que volviera a
constituirse oficialmente un grupo psicoanalítico danés afiliado a la IPA: la Dansk Psykoanalytisk
SeIskab (DPS). Por otra parte, sólo en 1975 se creó una nueva sociedad noruega, la Norsk
Psykoanalytisk Forening (NPF). En esa fecha, los pioneros y los inmigrantes habían
desaparecido, y los dos grupos, compuestos porterapeutas anónimos, se normalizaron sin
bullicio, al precio de una esclerosis progresiva.
En Suecia, donde no se había hecho sentir la influencia de las tesis reichianas, surgieron otros
problemas. Alfhild Tamm no tuvo la energía suficiente para dar vida a la Sociedad Psicoanalítica
Sueca, la cual muy pronto cayó en la apatía. A pesar de la intervención de Ludwig Jekels, que,
con el apoyo de Freud, intentó impulsar el grupo de Estocolmo y formar didactas, no se logró
ninguna mejoría. En cuanto Jekels abandonó Suecia, en el verano de 1937, después de una
estada de tres años, expreso su pesimismo acerca del futuro del psicoanálisis en ese país. En
1943, cuando murió Kulovesi, la Sociedad Fino-Sueca fue disuelta y reemplazada por una
asociación puramente sueca, la Sveriska Psykoanalytiska Föreningen (SPF), la cual, durante
muchos años, no tuvo más que ocho miembros. Por esa época el psicoanálisis desapareció de
Finlandia, donde, por otra parte, sólo había disfrutado de una breve existencia en la persona de
su fundador. En 1969 se constituyó de nuevo una asociación finesa, posteriormente afiliada a la
IPA, la Suornen Psykoanalyyttinen Ylidistys (SPY). Su progreso fue espectacular. En 1993 tenía
ciento treinta miembros (tantos como la SPF).
En Suecia, lo mismo que en los otros países nórdicos, las teorías freudianas sufrieron de
entrada la competencia de las múltiples escuelas de psicoterapia nacidas de la fuerte
implantación de la psicología en el núcleo del saber psiquiátrico y la universidad. Esas escuelas
tenían a menudo como jefes a pioneros del freudismo, que en realidad nunca habían sido
freudianos ni analizados. En este sentido, Potil Bjerre y Sigurd Naesgaard desempeñaron
papeles importantes. En 1932 crearon juntos en Noruega la Norkis Psykoanalytisk Sainfund y, el
año siguiente, participaron con Johannes Stromme en la fundación de otra asociación, la
Psykoanalytisk Samfund, reivindicando el sincretismo teórico y formando psicoterapeutas de
diversas orientaciones: biologismo, electroterapia, conductismo, terapias corporales, etcétera.
En Finlandia, ese estallido se produjo después de 1943.
En la Segunda Guerra Mundial, sólo Suecia siguió siendo neutral, pero no sirvió de refugio a los
diferentes freudianos de Europa, que prefirieron emigrar a Gran Bretaña, los Estados Unidos o
América latina. Mientras que el valeroso Harald Sclijelderup optó por comprometerse en la lucha
antinazi después de rechazar la propuesta de Matthias Heinrich Göring de crear en Oslo un
instituto «arianizado» siguiendo el modelo de Berlín, Potil Bjerre, en cambio, adoptó una actitud
ambigua, y desde 1933 mantuvo una excelente relación con Göring, en nombre de un
diferencialismo que asimilaba el freudismo a un semitismo tan fanático como el hitlerismo. Por su
lado, el psicoanalista Tore Ekinan (1887-1971), formado en el BPI, siguió en Alemania hasta 1943,
y trabajó en el Instituto Göring. A su retorno, sus colegas lo acusaron de colaboración con el
nazismo. Más tarde logró echar tierra al asunto, y reincorporarse a la SPF ocultando su pasado.
En 1943, René De Monchy fue a instalarse a Estocolmo en compañía de su mujer, Vera
Palmstierna, judía y sueca, también psicoanalista, que no podía continuar su actividad en Holanda
bajo la ocupación nazi. Lo mismo que Jekels, De Monchy trató de impulsar el freudismo sueco
formando didactas según los criterios de la IPA, y desde este punto de vista desempeñó un
papel determinante en la Suecia de posguerra. Lajos Székely (1904-1995), joven psicólogo judío
y húngaro, analizado primero por Wilma Kovacs (1882-1940) y después por De Monchy,
contribuyó también a formar didactas en Estocolmo.
Después de 1952, fecha en la cual De Monchy volvió a Holanda, el psicoanálisis no tuvo una
expansión significativa en los países escandinavos. Los grupos afiliados a la IPA hacían
ostentación de un conservadurismo estrecho en el seno de sus respectivas instituciones,
dominadas por la autosatisfacción o el repliegue melancólico. Marcadas por su pasado reichiano
(que deseaban borrar), la DPS y la NPF no crecieron mucho: a fines de la década de 1990, la
primera tiene treinta miembros, y la segunda, cuarenta y cuatro.
En 1963, se escindieron (escisión) algunos miembros de la Sociedad Sueca; les reprochaban a
su colegas su ortodoxia y adherían a las tesis de Karen Horney. Cinco años más tarde formaron
un grupo de psicoterapia psicoanalítica que intentó reintegrarse a la IPA a fines de la década de
1990. En general, a medida que se incorporaban a la IPA, las sociedades psicoanalíticas
nórdicas volvieron a lograr una cierta unidad, que se concretó en 1978 con la publicación de una
revista oficial llamada «escandinava», editada en inglés en Copenhague: The Scandinavian
Psychoanalytic Review. En esa situación, signada por la estrechez mental y el conformismo, sólo
algunas personalidades brillantes del mundo intelectual y académico impulsaron el
redescubrimiento de la obra de Freud. Es el caso de Ola Andersson, quien desempeñó un papel
pionero en el nacimiento de la historiografía freudiana, y se ocupó asimismo de la traducción al
sueco de los textos del padre fundador, mientras que Carl Lesche (1920-1993), finlandés
emigrado a Suecia, se distinguió por sus trabajos de hermenéutica, en los que trató de definir el
lugar de la doctrina psicoanalítica ante las ciencias de la naturaleza, y de diferenciar su método
respecto de los otros tipos de psicoterapia. Hacia el final de su vida se convirtió a la religión
ortodoxa. El gran crítico literario sueco Gunnar Brandell (1916-1995), por su parte, redactó una
obra sobre Freud que obtuvo un gran éxito y fue traducida a varios idiomas. Finalmente, el
finlandés Mikael Enckell, hijo del poeta Robbe Enckell (1903-1974), publicó textos sobre la
literatura y la cuestión de la judeidad.
Desde principios de la década de 1970, la obra de Jacques Lacan suscitó un cierto interés en
los países escandinavos, donde ya habían sido traducidos representantes de la escuela
estructuralista francesa: Roland Barthes (1915-1980), Claude Lévi-Strauss. En 1973 apareció
una primera edición danesa de los Écrits, que presentaba ocho artículos del total de treinta y
cuatro. Después hubo otras. Pero fue preciso aguardar hasta 1981 para que algunos
profesionales aislados se interesaran realmente por la obra. Y Dinamarca fue el único de los
cuatro países donde se constituyó un grupo lacaniano.
En 1974, en Suecia, por iniciativa de dos argentinos exiliados, miembros de la IPA, Dora y Ángel
Fiasché, se creó el Göteborg Psykoterapi Institut (GPI). En esa ciudad portuaria de la costa
oeste, donde había nacido Poul Bjerre pero no existía ningún grupo psicoanalítico, se desarrolló
de tai modo una corriente dinámica que permitió introducir la obra de Melanie Klein en Suecia y,
más en general, hacer leer los textos de la escuela inglesa: en particular, los de Donald Woods
Winnicott y de Michael Balint. A fines de la década de 1990, el GPI alcanzaría el centenar de
miembros. Más tarde, y a título individual, algunos psicoanalistas escandinavos comenzaron a
establecer relaciones con Francia y con las corrientes divergentes del lacanismo. Pero ninguna
de las grandes componentes del freudismo moderno (kleinismo, lacanismo, Ego Psychology,
etcétera) se ha implantado verdaderamente en los países nórdicos, ni en esa «noche sueca»
donde Michel Foucault (1926-1984) fue duramente criticado por el profesor Sten Lindroth
(1914-1980), después de haber hallado en 1959, en la biblioteca Carolina Rediviva, todos los
archivos necesarios para la redacción de su gran libro Histoire de la folie à l’âge classique.