Diccionario de psicología, letra P, Pappenheim Bertha

Pappenheim Bertha
(1860-1936) Caso «Fráulein Anna O.»
La historia de Anna O. es uno de los mitos fundadores del psicoanálisis. El historial de esta joven
vienesa, de 21 años en el momento de su enfermedad, fue expuesto por Josef Breuer en 1895
en los Estudios sobre la histeria. Desde esa publicación, en la cual los autores propusieron una
nueva definición de la histeria como enfermedad de reminiscencias psíquicas, y al mismo tiempo
presentaron un método inédito de tratamiento (basado en la catarsis y la abreacción), el caso de
«Anna O.» no ha dejado de ser comentado, tanto por los historiadores como por los clínicos. A
esta mujer, a la que se atribuyó la invención del psicoanálisis, se le ha dedicado una inmensa
literatura en varios idiomas. Atendida por Breuer entre julio de 1880 y junio de 1882, Anna O., en
efecto, le puso el nombre de talking cure a un tratamiento que se realizaba con palabras, y
empleó la expresión chimney sweeping para designar una forma de rememoración mediante la
«limpieza de chimenea». Breuer, por su parte, denominó «catarsis» a estos dos procedimientos, y
presentó el caso de «Anna O.» como prototipo de la cura catártica.
En los Estudios sobre la histeria, Anna O. es decrita como una joven inteligente, enérgica y
obstinada. Dotada para la poesía, conocía varios idiomas y daba prueba de una gran sensibilidad
ante los pobres y los enfermos. Breuer dividió en cuatro fases las manifestaciones de los
diversos síntomas histéricos de Anna, ligados a la enfermedad y después a la muerte del padre.
Durante la fase llamada de incubación latente, la paciente había padecido alucinaciones,
contracturas y accesos de tos. En el curso de la fase llamada de enfermedad manifiesta, entre
el 11 de diciembre de 1880 y el 1 de abril de 1881, presentó trastornos de la visión, del lenguaje
y la motricidad. Mezclaba diversas lenguas, no sabía ya expresarse en alemán, y terminó por
escoger el inglés. Se desdobló su personalidad, y Breuer logró calmarla con los procedimientos
de la cura por la palabra y de la «limpieza de chimenea». Durante la tercera fase, los síntomas se
agravaron: Breuer hizo entonces internar a Anna O. en un sanatorio, y a continuación la trató
con el método de la autohipnosis, Finalmente, el último período se caracterizó por la remoción
progresiva de los síntomas y la curación. Gracias a la rememoración de sus recuerdos
traumáticos, Anna O. encontró su verdadero yo, volvió a hablar en alemán y quedó libre de su
parálisis. «Dejó Viena para hacer un viaje -escribe Breuer-, Pero necesitó mucho tiempo para
volver a hallar su equilibro psíquico, Desde entonces, disfruta de una perfecta salud.»
En 1953, en el primer volumen de la biografía de Sigmund Freud escrita por Ernest Jones, éste
reveló por primera vez la verdadera identidad de la paciente, lo que desagradó a sus herederos.
Anna O. se convirtió entonces en Bertha Pappenheim. Proveniente de la burguesía judía
ortodoxa, había sido educada por una madre rígida e inconformista. Su familia estaba
estrechamente vinculada a la de Martha Bernays, la novia de Freud, que era amiga de ella.
Después del tratamiento, se volcó a actividades humanitarias. Directora primeramente de un
orfelinato judío en Francfort, después viajó a los Balcanes, el Oriente Próximo y Rusia, para
realizar investigaciones sobre la trata de blancas. En 1904 fundó el Judischer Frauenbund (Liga
de las Mujeres Judías), y tres años más tarde, un establecimiento de enseñanza afiliado a esa
organización. Muy apegada al judaísmo, siguió estudios sobre la condición de las mujeres judías
y los criminales judíos. Cuando Hitler tomó el poder, ella se pronunció contra la emigración a
Palestina. Después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una figura legendaria de la
historia de las mujeres y del feminismo, por su acción social, al punto de que el gobierno alemán
honró su memoria con un sello postal que presenta su efigie. Hacia el final de su vida, ya tan
piadosa y autoritaria como lo había sido la madre, reeditó obras antiguas de religión y escribió la
historia de una antepasada suya.
Al revelar la verdadera identidad de Anna O, Jones presentó también una visión caprichosa del final de su cura con Josef Breuer. Éste, explicó Jones en esencia, se había asustado ante el
carácter sexual de la transferencia amorosa de su paciente, y sobre todo por un embarazo
nervioso (seudociesis) que se produjo en ese momento, Interrumpió entonces el tratamiento, y
viajó en una segunda luna de miel a Venecia, donde fue concebida su hija Dora. Diez años más
tarde consultó a Freud por un caso idéntico. Cuando Freud le señaló que los síntomas de esa
enferma revelaban un fantasma de embarazo, Breuer no pudo soportar la repetición de un
hecho pasado: «Sin pronunciar palabra, tomó el bastón y el sombrero, y se precipitó a salir de la
casa».
Jones construyó esta versión de la historia a partir de diversos recuerdos de Freud y de un
resumen que le había dado Marie Bonaparte de su diario inédito. Ahora bien, consultando ese
diario, así como la correspondencia de 1883 entre Martha Bernays y Freud, exhumada por John
Forrester y Peter Swales, se constata que esta historia del embarazo histérico es una
reconstrucción de Freud a la que Jones dio legitimidad médica y de archivo al denominarlo
seudociesis.
En una carta del 31 de octubre de 1883, Freud informa a Martha sobre la salud de su amiga
Bertha, y le dice que va mejor y que se está liberando de su envenenamiento con morfina.
Después añade que Breuer interrumpió el tratamiento «porque amenazaba a su feliz matrimonio [
… ]. ¿Puedes reservarte lo que te digo, Martehen? Esto no tiene nada de vergonzoso sino más
bien de muy íntimo [ … ]. Desde luego, lo sé por él personalmente.» Según Freud, Mathilde Breuer
no habría soportado el interés que la paciente suscitaba en su esposo, y había caído enferma.
En 1909, en sus cinco conferencias sobre el psicoanálisis dadas en la Clark University de
Worcester, Freud habló M caso «Anna O.» siguiendo la versión de los Estudios sobre la histeria,
pero cinco años más tarde, en cambio, en su contribución a la historia del psicoanálisis, retomó
la tesis del amor de transferencia (implícito en la carta del 31 de octubre de 1883): «Tengo
fuertes razones para suponer que Breuer, después de haber descartado todos los síntomas,
debió necesariamente descubrir, basándose en nuevos indicios, la motivación sexual de esta
transferencia, pero sin advertir la naturaleza general del fenómeno, de manera que,
impresionado por un untoward event, detuvo abruptamente su investigación. No me informó
directamente de ello, pero me ha proporcionado, en distintas épocas, suficientes puntos de
referencias como para poder justificar esta suposición.» A continuación, Freud subraya que
Breuer le expresó su reprobación de la etiología sexual de las neurosis.
En su autobiografía de 1925 retorna esta versión, señalando que Breuer interrumpió el
tratamiento a causa del amor de transferencia de la paciente. La misma idea aparece en el
artículo necrológico dedicado a Breuer, en el cual Freud precisa que el historial del caso había
sido «abreviado y censurado por respeto a la discreción médica», y que su publicación se había
hecho necesaria por razones científicas: había que demostrar que el tratamiento de Anna O. era
anterior a los realizados por Pierre Janet con pacientes idénticas. No obstante, siete años
después, en una carta del 2 de junio de 1932 a Stefan Zweig, añadió la historia del fantasma de
embarazo de Bertha, y sostuvo que Dora Breuer, la hija de Josef Breuer, había confirmado la
existencia de ese hecho después de haber interrogado al padre: «La noche de ese día en el que
se habían superado todos los síntomas, lo llamó de nuevo; él la encontró delirante, retorciéndose
por dolores en el bajo vientre. Cuando le preguntó qué tenía, ella respondió: «Llega el hijo que
espero del Dr. Br.»»
En 1927 Freud le había hecho la misma confidencia a Marie Bonaparte, quien narra que la
«enfermedad» de Mathilde Breuer la había llevado a un intento de suicidio: «El 16 de diciembre, en
Viena -escribe la princesa-, Freud me contó la historia de Breuer. Su mujer había intentado
suicidarse hacia el final de la cura de Anna = Bertha. Lo que siguió es conocido: recaída de
Anna, fantasma de embarazo, huida de Breuer.»
Estas diferentes versiones expuestas por Freud a lo largo de los años traducen con evidencia la
fragilidad del testimonio humano. Freud tenía «falsos» recuerdos, reconstruía los hechos y los
interpretaba a su manera.
La fábula del embarazo nervioso de Anna O. fue no obstante recibida como una certidumbre por
el conjunto de la comunidad freudiana, en todas sus tendencias. Nacida de una palabra de
Freud, fue después utilizada por su biógrafo a los fines de la historia oficial. En 1953, para Jones
se trataba de pintar a Freud con los rasgos de un sabio heroico, el único capaz, contra la ciencia
de su época, de comprender la etiología sexual de la histeria y elaborar una nueva teoría de la
sexualidad. Se desacreditaba en consecuencia al personaje de Breuer, presentado como
pusilánime e ignorante. En cuanto a Anna O., junto a Emmy von N. (Fanny Moser), se convertía
en una figura mítica de los orígenes del freudismo, curada de su histeria gracias al método
catártico, del que había surgido triunfalmente el psicoanálisis.
En 1963, Dora Edinger, que había trabajado con Bertha Pappenheim, reunió las cartas y los
textos de esta última, así como diversos testimonios, presentando una imagen de esta mujer y su
destino ulterior diferente de la expuesta por Jones; subrayó sobre todo que la joven se había
abstenido siempre de evocar la época de su tratamiento con Breuer. Incluso, explicó, Bertha «se
oponía con vehemencia a cualquier sugerencia de tratamiento psicoanalítico para las personas
que estaban a su cargo, con gran sorpresa de quienes trabajaban con ella».
En 1970 el historiador Henri F. Ellenberger emprendió la investigación que permitiría revisar la
historiografía oficial y comprender quién había sido Bertha Pappenheim, y por qué su caso se
había narrado de ese modo. Dora Edinger le aconsejó a Ellenberger que visitara las clínicas de
Austria, Alemania y Suiza. Intrigado por una fotografía de Bertha en traje de amazona, sobre la
cual había una palabra ilegible, la hizo examinar por el laboratorio de la policía de Montreal.
Apareció entonces el nombre de la ciudad de Constanza, donde se encontraba el famoso
Sanatorio Bellevue, en Kreuzlingen, dirigido por la dinastía de los Binswanger, padre e hijo. Allí
descubrió un documento que invalidaba la tesis de Jones: un informe inédito de Breuer sobre el
caso, muy distinto del relato de los Estudios sobre la histeria. En 1972 Ellenberger publicó su
revisión de la historia, estableciendo por una parte que Dora Breuer había nacido el 11 de marzo
de 1882, y por lo tanto no podía haber sido concebida en junio, y por otro lado que el famoso
embarazo nervioso nunca había existido.
El informe de Breuer fue publicado por primera vez en 1978 por Albrecht Hirschmüller, su
riguroso biógrafo, que añadió otros elementos a la investigación de Ellenberger. Ese documento
presenta a Anna O. con su verdadero nombre, y narra de algún modo el reverso de la historia
idílica de los Estudios sobre la histeria. La verdadera paciente no sólo no había sido curada de
sus síntomas histéricos en el curso de la cura sino que, además, no había sido tratada con el
método catártico. El término no aparece en el informe, ni tampoco el de abreacción. Breuer
recurrió más bien a la hipnosis y después, para aliviar las dolorosas neuralgias de la paciente, le
aplicó dosis importantes de cloral y morfina, que la convirtieron en morfinómana. Sólo mucho más
tarde, al margen de cualquier intervención médica, la propia Bertha encontró un equilibrio. En
otras palabras, si la cura por la palabra sirvió, sólo algunas veces, para hacer desaparecer
ciertos síntomas, no había sido en absoluto un método claramente identificado. Lo mismo vale
respecto de la limpieza de chirnenea», que para Bertha consistía en descargar su mente de las
historias imaginadas los días anteriores. Breuer subrayaba también que el diagnóstico de histeria
no era evidente: él pensaba en diversas enfermedades cerebrales.
Ellenberger concluye su investigación subrayando que el famoso «prototipo de curación catártica
no fue una curación ni una catarsis», y que quizá ni siquiera había habido una histeria. El
historiador confirmó que Freud y Breuer decidieron publicar el historial en forma de caso
princeps para reivindicar mejor, contra Janet, la prioridad M descubrimiento de la cura catártica.
En cuanto a Bertha Pappenheim, Ellenberger la presentó como una mujer práctica de fines del
siglo XIX, que logró sublimar su personalidad comprometiéndose en una gran causa por el
trabajo social y los derechos de las mujeres.
Esta notable revisión no hizo más que reforzar la idea progresivamente admitida por el propio
Freud de que para el sujeto la curación en psicoanálisis es un modo de convertir los síntomas
patológicos en una sublimación. Demostró sobre todo que Breuer y Freud, como casi todos los
maestros de la psicopatología, habían logrado en algunos años transformar los historiales en
ficciones, es decir, en relatos de casos destinados a demostrar la validez de sus tesis.
En 1978 Albrecht Hirschmüller confirmó la hipótesis de Ellenberger según la cual el caso de
«Anna O.» se había incluido en los Estudios sobre la histeria para subrayar la anterioridad del
método de Bretier respecto del de Janet, quien había publicado L’Automatisme psychologique en
1889. En 1895, desde mucho antes Breuer había abandonado el terreno de la cura catártica, y
estaba en desacuerdo con Freud en numerosos puntos. Sin embargo, había sido el creador del
método, y sólo la publicación de la historia del tratamiento de Bertha Pappenheim podría
demostrarlo. Consciente de las dificultades enfrentadas por la joven, no sólo en cuanto a la
relación transferencial, sino también con respecto a su curación, Breuer vaciló en publicar el
historiaL Freud insistió y, como Bertha había dejado la ciudad de Viena, donde era conocida,
decidió contar su historia en los Estudios sobre la histeria dándole la forma de un tratamiento
catártico con curación, considerando que, si bien la evolución de la salud de Bertha no había
sido satisfactoria, en el momento de la cura se había producido la eliminación de ciertos síntomas
histéricos mediante una psicoterapia de tipo catártico.
A pesar del trabajo pionero de Ellenberger y el aporte de Hirschmüller, quien demostró que
Bertha Pappenheim superó su enfermedad mediante un compromiso militante que excluía
cualquier relación carnal con los hombres, los psicoanalistas más serios continuaron
considerando que los cánones de la historiografía oficial eran verdades intocables.
Tal fue en particular el caso del psicoanalista francés Moustapha Safotian en 1988. Basándose
en una novela de Lucy Freeman dedicada a Anna O., formuló la hipótesis de que el -embarazo
nervioso- de Anna O. había sido inducido por un deseo inconsciente de Breuer de asociar tres
figuras femeninas que llevaban el nombre de Bertha: su hija, su madre, su paciente. Este
razonamiento remitía en parte al del psicoanalista norteamericano George Pollock, quien en 1968
había señalado la identidad de los tres nombres, y llegado a la conclusión de que Breuer repetía
una situación edípica no resuelta. El empleo de la teoría lacaniana del significante venía así a
reforzar la leyenda inventada por Jones en 1953 y las interpretaciones más clásicas de la
escuela norteamericana.
En los Estados Unidos, a partir de 1985 y bajo el impulso de la historiografía revisionista, algunos
investigadores se aplicaron a demostrar que Freud había sido un mistificador. Apropiándose del
cuerpo de las mujeres para las necesidades de su propaganda, había falsificado la verdad,
primero con Breuer y después contra él, a fin de promover al psicoanálisis como único método
de curación de las enfermedades psíquicas. Después, Jones habría reforzado, siempre contra
Breuer, la imagen oficial del héroe solitario. Para este enfoque que negaba la existencia misma
de cualquier innovación freudiana, Bertha Pappenheim se convirtió en una simuladora. Según
Peter Swales y Mikkel Borch-Jacobsen, partidarios de esta tesis, la paciente habría fingido ser
histérica para burlarse de su médico. Revancha de una mujer y de la identidad femenina, contra
la ciencia de los hombres! A fuerza de desconocer la historia de la conciencia subjetiva de los
científicos, de reducir los mitos fundadores a mistificaciones, y de pasar del culto positivista del
archivo a la denuncia antifreudiana, la historiografía revisionista norteamericana terminó en 1995
por adoptar, a propósito de Anna O., el mismo método interpretativo denunciado en Jones, y por
abrazar, en nombre de la defensa de la diferencia de los sexos, las tesis más retrógradas de los
médicos de fines del siglo XIX, que consideraban que la histeria era una simulación.