Diccionario de psicologia, letra p, Pichon Rivière Enrique

Pichon Rivière Enrique
(1907-1977) Psiquiatra y psicoanalista argentino
Verdadero padre fundador del freudismo argentino, Enrique Pichon-Rivière ejerció por su
enseñanza oral (conferencias, cursos, seminarios), mucho más que por sus escritos, un
extraordinario poder de fascinación sobre sus amigos, sus discípulos y sus contemporáneos.
Fue el más grande analista argentino, e incluso, junto a Marie Langer, de quien era muy distinto,
una de las figuras más eminentes de la escuela psicoanalítica latinoamericana.
Nacido en Ginebra, provenía de una familia de origen francés que se instaló en 1911 en el
Chaco, y después en Goya, al norte del país, ex territorio de los indios guaraníes. Tuvo una
infancia melancólica, y dijo más tarde que su deseo de ser analista provenía de su voluntad de
ver claro entre dos culturas. El padre, propietario de una plantación de algodón, tenía ya cinco
hijos de un primer matrimonio con la hermana de su segunda mujer, la que tuvo uno solo: Enrique.
Ella creó en Goya la escuela profesional y el colegio nacional.
A los 19 años emprendió estudios de medicina en la Universidad de Buenos Aires. Siempre
melancólico, y con depresiones que «curaba» bebiendo, le interesaba tanto la medicina como la
política y la poesía. En 1934 comenzó a escribir críticas de arte para la revista Nervio. Después
de descubrir la obra freudiana leyendo artículos de Carl Gustav Jung y Alfred Adler, abrió en la
revista una sección de psicoanálisis.
En el hospital de Torres, donde ejercía como psiquiatra, organizó un equipo de fútbol mientras
estudiaba los problemas sexuales de los enfermos mentales. Más tarde trabajó en el Instituto
Charcot, y después como crítico de literatura en un diario. A lo largo de sus estudios tuvo a su
lado a su más querido amigo, Federico Aberastury, psiquiatra como él, y con cuya hermana,
Arminda, se casó en 1936. Ese mismo año se comprometió con fervor en el comité de apoyo a
los republicanos españoles, junto al escritor Roberto Arlt (1900-1942).
En 1938 conoció a Arnaldo Rascovsky. Entusiasmados por el psicoanálisis, los dos soñaban con
salvarlo del peligro fascista, ofreciéndole una nueva tierra prometida. Con ese objetivo reunieron
a su alrededor a un círculo de elegidos, que constituyó el núcleo fundador del freudismo
argentino: Luis Rascovsky, el hermano de Arnaldo; Matilde Wencelblat, su esposa; Simón
Wencelbiat, el hermano de esta última; Arminda Aberastury y, finalmente, Guillermo Ferrari
Hardoy y Luisa Gambier Álvarez de Toledo. Con los inmigrantes Celes Cárcamo, Ángel Garma,
Marie Langer y sus amigos, Pichon Rivière fundó en 1942 la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la que se distanció en 1959. Analizado primero por Garma y después controlado por Cárcamo, viajó más tarde a Gran Bretaña, donde realizó un segundo control con Melanie Klein.
Como todos los representantes de la tercera generación psicoanalítica mundial, Pichon-Rivière
sólo tuvo acceso a la obra freudiana a través de la lectura, y no mediante un contacto directo con el maestro vienés. En consecuencia, y también por el gusto de la independencia y la negativa a encerrarse en un dogma, elaboró una enseñanza muy poco ortodoxa que entreteje
múltiples influencias: una especie de paradigma del freudismo argentino.
A la vez socialista y partidario de la psiquiatría dinámica, desarrolló todas las formas de
psicoterapia de las psicosis que cuestionaban la nosografía clásica, el nihilismo terapéutico y el
encierro. Se orientó entonces hacia diversas formas de práctica grupa], desde la creación en
1947 de lo que él denominó «el grupo operativo», cuya tarea era responder a las dos angustias
fundamentales de la vida social e institucional (el miedo y la pérdida), hasta la fundación, en
1959, de la Escuela de Psicología Social, donde pudo transmitir no sólo su concepción de la
«enfermedad única», sino también una enseñanza original y abierta a las aspiraciones de la
juventud estudiantil.
Como lo ha señalado Hugo Vezzetti, con esa expresión de «enfermedad única», creada en 1947,
le asignaba un marco psicosomático a la psicosis en general, relacionando tres entidades: la
melancolía, la epilepsia y la esquizofrenia. La primera era para él el núcleo central de toda
psicosis; Pichon-Rivière describió la pérdida del objeto como equivalente a una muerte inducida por un superyó sadomasoquista. De la segunda derivaba a su juicio el prototipo de la crisis capaz de restaurar provisionalmente el equilibrio pulsional. Finalmente, de la tercera extraía el modelo de todas las formas de regresión hacia el yo. En este enfoque, la neurosis y la psicosis
se diferencian menos por su estructura que por la profundidad de las posiciones regresivas que
engendran.
De modo que esta denominación de «enfermedad única» reunía varias tradiciones clínicas que se
encuentran a la vez en el kleinismo, la antipsiquiatría y la Self-Psychology.
Influido por el surrealismo, Pichon-Rivière conoció a André Breton (1896-1966) y se interesó por los dos grandes escritores de la modernidad literaria que habían expresado, a través de una
nueva escritura poética, la idea de cambiar al hombre a partir del «Yo es un otro»: Arthur
Rimbaud (1854-1891) y Lautréamont (1846-1870). En este sentido, sus trabajos contribuyeron a
establecer el vínculo entre las dos vías de implantación del psicoanálisis en la Argentina: la
literaria y cultural, por un lado, y por el otro la vía terapéutica (psicología, psiquiatría).
En 1955 conoció a Jacques Lacan, quien lo recibió en su casa acompañado de Tristan Tzara (
1896-1963). Interesado por ese hombre, y por la nueva manera de pensar el freudismo,
Pichon-Rivière desempeñó un papel fundamental, diez años más tarde, en la introducción del lacanismo en su país, al incitar al joven filósofo Oscar Masotta a leer los textos del maestro francés.
Hacia 1965 dejó de interesarle mucho el análisis didáctico, pero su seminario, en el que se
apiñaba la juventud intelectual, continuó asegurándole un lugar incuestionado de maestro de
pensamiento, a pesar del alcohol y los medicamentos: «Su vida era una verdadera deriva
-escribió Masotta- y, de todos modos, nos concernía a todos de una manera u otra. Él tenía algo
de la imagen del Santo a quien se le perdona todo.»