Diccionario de psicología, letra P, posición depresiva

Posición depresiva
Al.: depressive Einstellung.
Fr.: position dépressive.
Ing.: depressive position.
It.: posizione depressiva.
Por.: posição depressiva.
Según Melanie Klein: tipo de relaciones de objeto consecutivo a la posición paranoide; comienza alrededor del cuarto mes y se supera progresivamente en el curso del primer año, aun cuando pueda encontrarse también en el curso de toda la Infancia y reactivarse en el adulto,
especialmente en el duelo y en los estados depresivos.
Se caracteriza por los siguientes rasgos: el niño es, en lo sucesivo, capaz de aprehender a la
madre como objeto total; se atenúa la escisión entre objeto «bueno» y «malo», las pulsiones
libidinales y hostiles tienden a relacionarse con el mismo objeto; la angustia llamada depresiva se refiere al peligro fantaseado de destruir y perder a la madre a consecuencia del sadismo del
sujeto; esta angustia es combatida mediante diversos modos de defensa (defensas maníacas o defensas más adecuadas: repartición, inhibición de la agresividad) y se supera cuando el objeto amado es introyectado en forma estable y aseguradora.
En cuanto a la elección del término «posición» por M. Klein, remitimos al lector a nuestro
comentario: Posición paranoide.
La teoría kleiniana ‘ de la posición depresiva se sitúa en la línea de los trabajos de Freud, Duelo Y melancolía (Trauer und Melancholie, 1915), y de Abraham, Ensayo de una historia de la evolución de la libido basada en el psicoanálisis de los trastornos psíquicos (Versuch einer Entwick1ungsgeschichte der Libido auf Grund der Psychoanalyse seelischer Störungen), 1924, I parte, titulada Los estados maníaco-depresivos y las fases pregenitales de organización de la líbido (Die manisch-depressiven Zustände und die prägenitalen Organisationsstufen der
Libido). Estos autores han situado en primer plano, en la depresión melancólica, los conceptos
de pérdida del objeto amado y de introyección, y han buscado para explicarla puntos de fijación
en el desarrollo psicosexual (segunda fase oral según Abraham); por último, han subrayado el
parentesco existente entre la depresión y procesos normales como el duelo.
La primera originalidad de la aportación kleiniana consiste, a este respecto, en describir una fase
del desarrollo infantil como mostrando una profunda analogía con el cuadro clínico de la
depresión.
El concepto de posición depresiva fue introducido por M. Klein en 1934 en Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos (A Contribution to the psychogenesis of Manic-Depressive States). Con anterioridad, Melanie Klein ya había llamado la atención acerca
de la frecuencia de los síntomas depresivos en el niño: «[…] en los niños se observa
regularmente la transición de la exuberancia al abatimiento, que es característico de los estados
depresivos». La exposición más sistemática que dio la autora de la posición depresiva se
encontrará en las Conclusiones teóricas relativas a la vida emocional en la primera infancia
(Some Theoretical Conclusions regarding the Emotional Life of the Infant, 1952).
La posición depresiva se instaura después de la posición paranoide, hacia la mitad del primer
año. Es correlativa de una serie de cambios que afectan, por una parte, al objeto y al yo, y, por
otra, a las pulsiones.
1) La persona total de la madre puede ser percibida, tomada como objeto pulsional e
introyectada. Los aspectos «bueno» y «malo» ya no se encuentran radicalmente repartidos
entre objetos separados por una escisión, sino que son referidos al mismo objeto. Asimismo se
reduce la separación entre el objeto fantasmático interno y el objeto externo.
2) Las pulsiones agresivas y libidinales se unen para dirigirse hacia un mismo objeto,
instaurándose así la ambivalencia en el pleno sentido de este término (véase: Ambivalencia): «El
amor y el odio se aproximan mucho entre sí, y el pecho «bueno» y «malo», la madre «buena» y
«mala» ya no pueden mantenerse tan ampliamente apartados unos de otros como en la fase
precedente».
Correlativamente con estas modificaciones, cambia el carácter de la angustia: en lo sucesivo se
referirá a la pérdida del objeto total interno o externo y encontrará su motivo en el sadismo
infantil; aunque éste sea ya, según Melanie Klein, menos intenso que en la fase precedente,
ofrece el peligro, en el mundo fantasmático del niño, de destruir, dañar, provocar el abandono. El
niño puede intentar responder a esta angustia mediante la defensa maníaca que utiliza, más o
menos modificados, los mecanismos de la fase paranoide (negación, idealización, escisión,
control omnipotente del objeto). Pero vence y supera efectivamente la angustia depresiva por los
dos procesos de la inhibición de la agresividad y de la reparación del objeto.
Añadamos que, mientras predomina la posición depresiva, la relación con la madre comienza a
no ser ya exclusiva, entrando el niño en lo que Melanie Klein ha llamado las fases precoces del Edipo: «[…] la libido y la angustia depresiva se desvían hasta cierto punto de la madre, y este proceso de distribución estimula las relaciones de objeto al mismo tiempo que disminuye la intensidad de los sentimientos depresivos».