Diccionario de psicología, letra P, preconciente (desde su primera utilización)

Preconciente
El término Vorbewusst (preconsciente) era de empleo relativamente común en la psicología alemana anterior a Freud; se lo utilizaba para designar un contenido o proceso psíquico cuyas características internas no son diferentes de las que se le reconocen al estado consciente, y sin embargo, no son efectivamente dadas para el sujeto. Hartmann (cuya Filosofía del inconsciente domina la segunda mitad del siglo XIX) le consagra desarrollos sustanciales en su Psicología moderna, de 1901, sobre todo con referencia a J. H. Ficlite (Zur Seelenfrage, 1869): «A la conciencia en acto -escribe Fichte- debe subyacer una conciencia en estado de simple
potencialidad, es decir, un estado intermedio del espíritu, en el cual éste, aún no consciente, ya
lleva sin embargo en sí, objetivamente, el carácter específico de la inteligencia. Es a partir de las
condiciones de esta existencia preconsciente como la conciencia efectiva puede surgir y
desarrollarse gradualmente».
Sobre el fondo de ese primer cañamazo, la elaboración psicoanalítica del concepto de
preconsciente se realizó en dos tiempos: el primero, del que da testimonio la carta a Fliess de 1896, asocia los puntos de vista genético y estructural, como respuesta a las necesidades de la clínica, en el marco de una teoría general de la inscripción estratificada de las huellas mnémicas;
el segundo, formulado al término de la carrera de Freud en el fragmento (de publicación
póstuma) del Esquema del psicoanálisis (1938), retorna el problema de inconsciente desde un
punto de vista energético.
«Parto de la hipótesis -le escribía Freud a Fliess el 6 de diciembre de 1896- de que nuestro
mecanismo psíquico se ha establecido por un proceso de estratificación. Los materiales
presentes en forma de huellas mnémicas sufren cada tanto una reorganización en un nuevo
orden (Umordnung), en una nueva escritura (Umschrift).»
Después de la percepción y el inconsciente, el preconsciente es «el tercer reordenamiento
escritural, ligado a las representaciones verbales, que corresponde a nuestro yo oficial (die
dritte Umschrift, an Wortvorstellungen gebunden, unserem offizielle Ich entsprechend)». En un
pasaje posterior de la misma carta, Freud muestra que el recurso a la noción de preconsciente
tiene fundamentalmente que ver con la concepción genética de las neurosis y la perversión; se
precisan más la «ligazón» con las representaciones verbales y la «correspondencia» con el yo
oficial.
Más tarde, la correspondencia de Freud introduce las precisiones siguientes: represión entre el preconsciente y el inconsciente (25 de mayo de 1897), «defensa que emana del preconsciente (el yo), insinuándose en el inconsciente y transformando en multilocular la defensa» (31 de mayo de 1897).
Tres años después, lo que propiamente hay que atribuir a La interpretación de los sueños es
que haya constituido el preconsciente en «sisterna» (versión de la «instancia», producido a los
fines de una representación intuitiva).
«Llamaremos preconsciente al último de los sistemas previos al extremo motor, para indicar que
desde allí los fenómenos de excitación pueden llegar a la conciencia sin otra demora, siempre y
cuando se cumplan ciertas condiciones, por ejemplo un cierto grado de intensidad, una cierta
distribución de la función que llamamos atención. Al mismo tiempo, es el sistema que contiene la
llave de acceso a la motilidad voluntaria.»
«Le daremos el nombre de inconsciente al sistema ubicado más atrás; éste no podría comunicar
con la conciencia sino pasando por el preconsciente, y en el transcurso de ese pasaje el
proceso de excitación deberá plegarse a ciertas modificaciones. »
Freud plantea entonces una pregunta: «¿En cuál de estos sistemas podemos situar el impulso a
formar el sueño? Respuesta: digamos para simplificar, que en el sistema inconsciente. Veremos
más adelante que esto no es totalmente exacto, que la formación del sueño tiene que ligarse a
pensamientos del sueño que pertenecen al sistema del preconsciente. Pero por otra parte
veremos, al tratar del deseo del sueño, que la fuerza pulsional de este último es provista por el
inconsciente y, a causa de ese elemento, admitimos que es el sistema inconsciente el punto de
partida de la formación del sueño. Desde allí, como en todos los otros hechos de pensamiento, la
excitación tenderá a propagarse al preconsciente y a pasar por medio de éste a la conciencia».
A continuación se evoca el contenido del preconsciente, lo mismo que sus relaciones con el inconsciente: «Problemas no resueltos, preocupaciones muy penosas, una superabundancia de
impresiones prolongan la actividad del pensamiento que continúa durante el sueño de la manera
siguiente: 1) lo que durante el día quedó sin terminar a causa de un obstáculo fortuito; 2) lo que
quedó sin resolver como consecuencia de nuestra fatiga psíquica; 3) lo que durante el día es
rechazado y reprimido; 4) lo que el trabajo del preconsciente ha suscitado durante el día en
nuestro inconsciente (grupo particularmente importante); 5) las impresiones del día no liquidadas
porque son indiferentes».
Pero en el análisis iba a prevalecer la consideración dinámica de las «intensidades» de esos
restos diurnos: «No puedo indicar aquí qué modificaciones exactas provoca el dormir en el
sistema preconsciente, pero está fuera de duda que la característica psicológica del dormir debe
buscarse esencialmente en los cambios de investidura de ese sistema, que gobierna también el
acceso a la motilidad paralizada en dicho estado. En cambio, no conozco nada en la psicología
del sueño que pueda llevarnos a creer que el dormir ejerce sobre la naturaleza del sistema
inconsciente una influencia que no sea secundaria. La excitación nocturna desarrollada en el
preconsciente no encuentra otro camino que el seguido por las excitaciones optativas
(Wunschregungen) provenientes del inconsciente; tiene que buscar un refuerzo en el
inconsciente, y seguir los mismos rodeos que las excitaciones inconscientes».
El mismo punto de vista se aplica a esa emanación del preconsciente que es el deseo de dormir.
Esto permite decir que «el deseo de continuar durmiendo secunda en todos los sueños al deseo inconsciente».
De esta dinámica del preconsciente se desprende una conclusión acerca de la esencia misma
de la psicoterapia.
«Su tarea consiste en aportar a los fenómenos inconscientes la liberación y el olvido. El
borramiento de los recuerdos, el debilitamiento afectivo de las impresiones remotas que nos
parecen totalmente naturales, y que explicamos por la influencia primaria del tiempo sobre las
huellas mnémicas, son en realidad transformaciones secundarias, obtenidas a continuación de
un trabajo penoso. Es el trabajo del preconsciente, y en la psicoterapia no hay otro camino que
someter el inconsciente al preconsciente.»
Más precisamente, «cada proceso inconsciente de excitación dispone entonces de dos salidas:
o bien, librado a sí mismo, termina por abrirse una vía y derrama su exceso de excitación en la
motilidad, o bien se somete a la influencia del preconsciente, que contiene su excitación en lugar
de dejar que se derrame. Esto es lo que se produce en el proceso del sueño. La excitación de la
conciencia ha llevado al preconsciente a investir el sueño convertido en percepción; esta
investidura contiene la excitación inconsciente del sueño y la neutraliza».
Esta dinámica del preconsciente encontrará su fundamento energético en 1938, en la
prolongación de la segunda tópica, y más allá de ella. El Esquema del psicoanálisis, en el espíritu
de Freud, estaba en efecto destinado a subordinar en la definición del preconsciente la
consideración inicial de la distribución de las huellas, a la consideración de los dos estados,
móvil y ligado, de la energía.
«El interior del yo -escribe Freud-, que comprende ante todo los procesos cogitativos, tiene
calidad de preconciencia. Esta última caracteriza al yo y le corresponde exclusivamente.
Con todo, no sería justo postular el vínculo con las huellas mnémicas de la palabra como
condición del estado preconsciente; éste es más bien independiente de esa condición, aunque el
hecho de que un proceso esté condicionado por la palabra permite concluir con seguridad que
es de naturaleza preconsciente. El estado preconsciente, caracterizado por una parte por su
acceso a la conciencia, y por la otra por su ligazón con las huellas verbales, es por lo tanto algo
particular, cuya naturaleza no queda agotada por estas dos características. Lo prueba el hecho
de que grandes fragmentos del yo, y sobre todo del superyó, a los cuales no se les podría
cuestionar un carácter preconsciente, permanecen en general inconscientes,
fenomenológicamente hablando.»
Así se introducirá la referencia energética: «Confesarnos no saber nada de ello -responde
Freud- y las profundas tinieblas de nuestra ignorancia son apenas iluminadas por un débil
resplandor. Aquí nos aproximamos al verdadero enigma, aún no resuelto, que presentan los
fenómenos psíquicos. Según los datos de las ciencias naturales, admitimos que cierta energía
entra en juego en la vida psíquica, pero faltan las indicaciones que nos permitirían comparar esta
energía con otras. Parece que la energía nerviosa o psíquica existe en dos formas, una
fácilmente móvil, y la otra, al contrario, ligada. Hablamos de investiduras y de sobreinvestiduras
de los contenidos psíquicos, y llegamos incluso a suponer que toda sobreinvestidura determina
una especie de síntesis de diversos procesos, en el curso de la cual la energía libre se
transforma en energía ligada.
Nuestro saber se detiene allí, pero sostenemos firmemente que la diferencia entre el estado
inconsciente y el estado preconsciente se manifiesta en relaciones dinámicas de este tipo, lo
que explicaría por qué, espontáneamente o gracias a nuestros esfuerzos, un estado puede
transformarse en el otro».
En definitiva, el problema del preconsciente aparece entonces como el problema principal de una
epistemología del psicoanálisis que, viendo las cosas desde más cerca, se confunde con la
trayectoria más característica del psicoanálisis en sí: «A pesar de todas estas incertidumbres
-escribe Freud en su texto inconcluso-, la ciencia analítica ha establecido un hecho. Ha
demostrado que los procesos que juegan en el inconsciente o en el ello obedecen a leyes
distintas de las que se despliegan en el yo preconsciente. Al conjunto de estas leyes lo llamamos
proceso primario, en oposición al proceso secundario, que rige los fenómenos del preconsciente
del yo. De modo que el estudio de las cualidades psíquicas no habrá sido en última instancia
totalmente infructuoso».