DICCIONARIO DE PSICOLOGÍA, LETRA P, PRUEBA DE REALIDAD

Prueba de realidad
Al.: Realitätsprüfung.
Fr.: épreuve de réalité.
Ing.: realitytesting.
It.: esame di realtà.
Por.: prova de realidade.
Proceso postulado por Freud, que permite al sujeto distinguir los estímulos procedentes del
mundo exterior de los estímulos internos, y prevenir la posible confusión entre lo que el sujeto
percibe y lo que meramente se representa, confusión que se hallaría en el origen de la
alucinación.
El término Realitäisprüfung no aparece hasta 1911 en Formulaciones sobre los dos principios
del funcionamiento psíquico (Formulierung über die zwei Prinzipien des psychischen
Geschehens), pero el problema que comporta se planteó a partir de los primeros escritos
teóricos de Freud.

Uno de los presupuestos fundamentales del Proyecto de 1895 es el de que, en su origen, el
aparato psíquico no dispone de un criterio para distinguir entre una representación, fuertemente
catectizada, del objeto satisfactorio (véase: Experiencia de satisfacción) y la percepción de
éste. Ciertamente, la percepción (que Freud adscribe a un sistema especializado del aparato
neuronal) se halla en relación directa con los objetos exteriores reales y proporciona «signos de
realidad», pero éstos pueden igualmente ser provocados por la catexis de un recuerdo, la cual,
cuando es lo bastante intensa, conduce a la alucinación. Para que el signo de realidad (también
llamado signo de cualidad) posea el valor de un criterio cierto, es necesario que se produzca
una inhibición de la catexis del recuerdo o de la imagen, lo que supone la constitución de un yo.
Como puede verse, en esta etapa del pensamiento freudiano, no es una «prueba» lo que decide
sobre la realidad de lo que se representa, sino un modo de funcionamiento interno del aparato
psíquico. En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), el problema se plantea
en términos similares: la realización alucinatoria del deseo, especialmente en el sueño, se
concibe como el resultado de una «regresión» tal que el sistema perceptivo se encuentra
cargado por las excitaciones internas.
Solamente en el Complemento metapsicológico a la teoría de los sueños (Metapsychologische
Ergänzung zur Traumlehre, 1917) se discute el problema en forma más sistemática:
1.° ¿Cómo una representación, en el sueño y en la alucinación, implica la creencia en su
realidad? La regresión únicamente constituye una explicación en la medida en que existe no sólo
una recatectización de imágenes mnémicas, sino también del propio sistema Pc-Cs.
2.° La prueba de realidad se define como un dispositivo (Einrichtung) que permite efectuar una
discriminación entre las excitaciones externas, que pueden ser controladas por la acción motriz,
y las excitaciones internas, que aquélla no puede suprimir. Este dispositivo se adscribe al
sistema Cs, en tanto que éste gobierna la motilidad; Freud lo incluye «entre las grandes
instituciones del yo(108)».
3.° La prueba de realidad puede dejar de funcionar en las enfermedades alucinatorias y en el
sueño, en la medida en que la desviación parcial o total de la realidad es correlativa de un estado
de retiro de la catexis del sistema Cs: éste se encuentra entonces libre para cualquier catexis
que le llegue desde dentro. «Las excitaciones que […] han seguido la vía de la regresión
encuentran esta vía libre hasta el sistema Cs, en el que adquirirán el valor de una realidad
incontestable».
Al parecer coexisten en este texto dos concepciones distintas de lo que permite discriminar
entre percepción y representación de origen interno. Por una parte, una concepción económica:
la diversa distribución de las catexis entre los sistemas explica la diferencia entre el sueño y el
estado de vigilia. Por otra parte, dentro de una concepción más empirista, tal discriminación se
efectuaría mediante una exploración motriz.
En uno de sus últimos trabajos, Esquema del psicoanálisis (Abriss der Psychoanalyse, 1938),
Freud vuelve a este problema. La prueba de realidad se define como un «dispositivo especial»
que sólo se vuelve necesario cuando ha aparecido la posibilidad de que los procesos internos
informen a la conciencia en forma distinta a las simples variaciones cuantitativas de placer y de
displacer. «Dado que las huellas mnémicas, sobre todo por su asociación a los restos verbales,
pueden volverse conscientes al igual que las percepciones, subsiste aquí una posibilidad de
confusión capaz de conducir a un desconocimiento de la realidad. El yo se protege de ella
haciendo intervenir el dispositivo de prueba de realidad […] ».
En este texto, Freud se aplica en deducir la razón de ser de la prueba de realidad, pero no a
describir en qué consiste.
El término «prueba de realidad», muy a menudo utilizado en la literatura psicoanalítica con
aparente acuerdo sobre su sentido, sigue siendo, de hecho, impreciso y confuso: se emplea en
relación con diversos problemas, que conviene distinguir:
I. Si nos atenemos estrictamente a la formulación de Freud:
1.° la prueba de realidad es la más generalmente invocada a propósito de la distinción entre
alucinación y percepción;
2.° no obstante, sería un error suponer que la prueba de realidad sea capaz de efectuar para el
sujeto la discriminación entre la alucinación y la percepción. Cuando se ha instaurado el estado
alucinatorio o el sueño, ninguna «prueba» permite suprimirlos. Parece, pues, que en los casos en
los que la prueba de realidad debería teóricamente desempeñar una función discriminativa, se
halla desprovista de eficacia (así, en el paciente alucinado, la acción motriz resulta inútil como
medio de distinguir lo subjetivo de lo objetivo);
3.° en consecuencia, Freud se vio inducido a determinar las condiciones capaces de evitar la
aparición misma del estado alucinatorio, es decir, de impedir el paso de la reviviscencia de la
imagen a la creencia en la realidad de ésta. Pero aquí no se trata ya de una «prueba», ya que
esta palabra lleva implícita la idea de una tarea que se desarrolla en el tiempo y que es
susceptible de aproximación, ensayos y errores. Freud recurre entonces como principio
explicativo a un conjunto de condiciones metapsicológicas, fundamentalmente económicas y
tópicas.
II. Para salir de esta aporía, se podría intentar ver en el modelo freudiano de la satisfacción
alucinatoria del lactante, no una explicación del hecho alucinatorio como aparece en clínica, sino
una hipótesis genética en relación con la constitución del yo a través de las distintas
modalidades de la oposición entre el yo y el no-yo.
Si se intenta esquematizar, con Freud, esta constitución (véase: Yo-placer, yo-realidad), pueden
reconocerse en ella tres tiempos: un primer tiempo en el que el acceso al mundo real se halla
fuera de toda problemática; «el yo-realidad del comienzo distingue lo interior de lo exterior según
un buen criterio objetivo». Existe una «ecuación percepciónrealidad (mundo exterior)». «Al
principio, la existencia de la representación es una garantía de la realidad de lo representado»,
mientras que, desde el interior, el yo sólo es informado, por las sensaciones de placer y de
displacer, de los cambios cuantitativos de la energía pulsional.
En un segundo tiempo, llamado del «yo-placer», el par antitético ya no es el de lo subjetivo y lo
objetivo, sino el de lo placentero y lo displacentero, siendo el yo idéntico a todo lo que constituye
una fuente de placer, y el no-yo a todo lo displacentero. Freud no relaciona explícitamente esta
etapa con la de la satisfacción «alucinada», pero parece que se está autorizado a hacerlo,
puesto que, para el «yo-placer» no existe un criterio que permita distinguir si la satisfacción está
o no ligada a un objeto exterior.
El tercer tiempo, denominado «yo-realidad definitivo» sería correlativo a la aparición de una
distinción entre lo que es simplemente «representado» y lo que es «percibido». La prueba de
realidad sería lo que permitiría esta distinción, y por su medio la constitución de un yo que se
diferencia de la realidad exterior en el movimiento mismo que lo instituye como realidad interna.
Así, en La negación (Die Verneinung, 1925), Freud describe la prueba de realidad como algo
que se halla en el principio del juicio de existencia (que afirma o niega que una representación
tenga su correlato en la realidad). Esta prueba se ha vuelto necesaria por el hecho de que « […]
el pensamiento posee la capacidad de traer de nuevo a presencia, por su reproducción en la
representación, algo que ha sido percibido en otro momento, sin necesidad de que el objeto
exista todavía en el exterior».
III. Bajo el término «prueba de realidad» parecen confundirse también dos funciones bastante
distintas: una, fundamental, que consistiría en diferenciar lo que es simplemente representado de
lo que es percibido y, por ende, instituiría la diferenciación entre el mundo interior y el mundo
exterior; la otra consistiría en comparar lo objetivamente percibido con lo representado, con
vistas a rectificar las eventuales deformaciones de esto último. El propio Freud incluyó estas dos
funciones bajo el mismo epígrafe de prueba de realidad. Así, llama prueba de realidad no
solamente la acción motriz, única capaz de asegurar la distinción entre lo externo y lo interno,
sino también, como, por ejemplo, en el caso del duelo, el hecho de que el sujeto, enfrentado a la
pérdida del objeto amado, aprende a modificar su mundo personal, sus proyectos, sus deseos,
en función de esta pérdida real.
Dicho esto, Freud no explicitó en ningún sitio tal distinción, y al parecer, en el empleo actual, ha persistido o incluso se ha reforzado la confusión inherente al concepto «prueba de realidad». En efecto, esta expresión puede inducir a considerar la realidad como aquello que pone a prueba, mide y atestigua el grado de realismo de los deseos y fantasías del sujeto, les sirve de patrón. Entonces se tiende, en último extremo, a confundir la cura analítica con una reducción
progresiva de lo que ofrecía de arreal el mundo personal del sujeto. Esto equivaldría a olvidar
uno de los principios constitutivos del psicoanálisis: «Que no se debe introducir en las
formaciones psíquicas reprimidas el patrón de realidad; ya que entonces se correría el peligro de
subestimar el valor de las fantasías en la formación de los síntomas aduciendo precisamente que
aquéllas no son realidades, o hacer derivar un sentimiento de culpabilidad neurótico de otro
origen, porque no puede probarse la existencia de un crimen realmente cometido. También
expresiones como «realidad de pensamiento» (Denkrealität) y «realidad psíquica» implican la
idea de que las estructuras inconscientes no sólo debe considerarse como dotadas de una
realidad específica que obedece a sus leyes propias, sino que pueden adquirir para el sujeto un
pleno valor de realidad (véase: Fantasía).