Diccionario de psicología, letra P, PSICOANÁLISIS APLICADO ( opinión de Lacan)

Psicoanálisis aplicado
La expresión «psicoanálisis aplicado» designa, en la acepción corriente, al psicoanálisis cuando «se aplica» su saber teórico y su método a objetos exteriores al campo de la cura (tales como las obras literarias o artísticas, pero también las religiones, las instituciones, la medicina, la
economía, la política, la justicia, el deporte y cualquier otra disciplina).
La expresión proviene del título Ensayos de psicoanálisis aplicado dado a la recopilación de una serie de artículos de Freud sobre el tema. De estos artículos, escritos en su mayor parte entre 1910 y 1923, citemos El Moisés de Miguel Angel, Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas, El motivo de la elección del cofre, Un recuerdo de infancia en «Poesía y verdad».
El término «aplicado» pegado al de «psicoanálisis» no siempre tuvo consecuencias felices, en
tanto pudo llevar a privilegiar la idea del apoderamiento por parte de un saber totalmente
constituido de un objeto pasivo que no tendría ningún efecto de retorno sobre dicho
psicoanálisis. Tal concepción del psicoanálisis «aplicado» puede encontrarse por cierto en
algunas obras de los psicoanalistas de la primera hora, que no contenían su entusiasmo militante
por un instrumento teórico capaz de abrazar «totalmente» la significación «escondida» de una
obra y las motivaciones «profundas» del autor puestas al desnudo por un diagnóstico
colonizador (cf. Edgar Poe de Marie Bonaparte, que además tradujo al francés en 1933 los
Ensayos mencionados en el párrafo anterior).
Esta acepción no es la de Freud, que, en El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W Jensen,
nos dice de entrada: «(…) los poetas y los novelistas son aliados preciosos (…) Son, en el
conocimiento del alma, los maestros de nosotros, hombres vulgares, pues abrevan en fuentes
que todavía no hemos podido hacer accesibles a la ciencia». Esta perspectiva freudiana será
retomada por Lacan en su Hommage fait à Marguerite Duras du ravissement de Lol V. Stein
[Homenaje hecho a Marguerite Duras por el encantamiento de Lol V. Stein]. «Sería una grosería
-dice- atribuir la técnica confesa de un autor a alguna neurosis (…) la única ventaja que un
analista tiene derecho a tomar de su posición es recordar con Freud que en su materia el artista
siempre lo precede y que por lo tanto no tiene que hacerse el psicólogo allí donde el artista le
franquea el camino».
Pero Lacan también dirá: «El psicoanálisis no se aplica, en el sentido estricto, más que como
tratamiento, por consiguiente, a un sujeto que habla y escucha»; y agrega, dándonos los límites
del llamado psicoanálisis aplicado: «Sólo puede tratarse, fuera de este caso, del método
psicoanalítico, aquel que procede al desciframiento de los significantes sin consideración por
ninguna forma de existencia presupuesta del significado».
Si tomamos el ejemplo de la obra literaria, y si retenemos la acepción común del «psicoanálisis
aplicado», no se trata por consiguiente de abordar la obra como un síntoma neurótico, no se
trata de «comprender», de remitir el discurso del escritor a un saber constituido, sino de confiar
en el escritor, en el trabajo de la escritura y la coherencia interna de la obra, en su desarrollo
lógico. Y, lejos de un discurso manifiesto que esconde un sentido profundo, se trata de operar
un desciframiento de los significantes en juego, o sea, de tomar el texto a la letra.
«La práctica de la letra converge con el uso del inconciente», nos dice Lacan. Edipo nos hace oír
lo que dice todo sujeto y «Hamlet no es un caso clínico. No es un ser real, es un drama que se
presenta como una plataforma giratoria en la que se sitúa el deseo». La práctica del llamado
psicoanálisis aplicado comienza en general en el analista por un interrogante que tiene su
elaboración en el encuentro con una obra, un acontecimiento o una disciplina particular. Lo que
constituye el punto de encuentro entre el psicoanalista «aplicante» y la obra es la manera en que
la obra va a cernir un mismo punto de imposible, un efecto de real, con la lógica de los
instrumentos que le son propios. Por eso, si el psicoanálisis aplicado a una obra o a otra
disciplina ha permitido a veces ilustrar o ejemplificar la teoría, para ofrecer didácticamente una
presentación de ella a un público más amplio, el apoyo tomado en la obra, el hecho de servirse
de un saber para interrogar a otro saber, está allí para permitir franqueamientos, para ofrecer
vados a los avances teóricos.
Esto es totalmente coherente con la teoría lacaniana de los cuatro discursos, en la cual el
discurso psicoanalítico es el que interroga y pone a trabajar a los otros discursos.
Citemos, entre los ejemplos más famosos de psicoanálisis «aplicado» en Freud, al Edipo por
supuesto, a la Gradiva de Jensen, al motivo de los tres cofres, a Hamlet, a Goethe, al Moisés de
Miguel Angel, a Leonardo da Vinci, pero también a Moisés, a las religiones, a la Iglesia, al ejército,
a la civilización moderna, etcétera.
Del lado de Lacan, La carta robada de Edgar Poe, Booz dormido [La leyenda de los siglos,
Victor Hugo], El balcón de Genet, Hamtet, Antígona y Edipo en Colona de Sófocles, la trilogía de
Claudel, El encantamiento de Lol V. Stein, Joyec, pero también la pintura, la lingüística, las
matemáticas.
Y a propósito de James Joyce, ¿no se puede, por otra parte, remitir al encuentro de Jacques
Lacan con la topología y el nudo borromeo (véase topología), que menciona por primera vez en
1972, en el seminario Aún? Psicoanálisis «aplicado» al nudo borromeo, por cierto, pero en tanto
este es portador de respuestas potenciales a cuestiones cruciales y a obstáculos del
psicoanálisis.
Gracias a Jacques Lacan, el nudo borromeo recibe nuevos títulos de nobleza, es reconocido en
su justo valor y llega así a su destino. En retorno, «se aplica» a la teoría psicoanalítica, la
cuestiona y la hace avanzar. Tomemos el ejemplo del seminario de Lacan sobre Joyce, donde
Lacan postula el nudo de cuatro redondeles, siendo el cuarto el del «sinthome» como suplencia
de una «falta» en el anudamiento borromeo. ¿Y qué decir del hecho de que, gracias al nudo, el
objeto a ya no puede ser considerado como el resultado de un corte sino de un encaje por
medio de este mismo anudamiento? Todas estas postulaciones cuestionan al psicoanálisis en
cuanto a su fin y tienen notables incidencias o «aplicaciones» en la práctica de la cura, En este
sentido, por ejemplo, ¿qué decir de la interpretación en análisis y del escrito poético, si
recordamos que en 1977 Lacan dice: «sólo la poesía permite la interpretación»? ¿Cómo hacer
pasar no sólo al dicho o al escrito la verdad de la estructura, sino también cómo hacerla
consecuente, como obtener efectos de sentido reales en la cura e incluso en nuestros
intercambios cotidianos y en el campo social? ¿No nos podrá ayudar el nudo borromeo en estas
cuestiones que se le plantean al psicoanálisis y, por lo tanto, a todo aquel que habla y escucha?