Diccionario de psicología, letra P, PSICOANÁLISIS

Psicoanálisis
Alemán: Psychoanalyse.
Francés: Psychanalyse.
Inglés: Psychoanalysis.
Término creado por Sigmund Freud en 1896 para denominar un método particular de psicoterapia
(o cura por la palabra) derivado del procedimiento catártico (catarsis) de Josef Breuer, y basado en la exploración del inconsciente con la ayuda de la asociación libre por parte del paciente, y de la interpretación por parte del psicoanalista.
Por extensión, se da el nombre de psicoanálisis a:
1. El tratamiento realizado con este método.
2. La disciplina fundada por Freud (y sólo ella) en cuanto comprende un método terapéutico, una
organización clínica, una técnica psicoanalítica, un sistema de pensamiento y una modalidad de
transmisión del saber (análisis didáctico, control) que se basa en la transferencia y permite
formar profesionales del inconsciente.
3. El movimiento psicoanalítico, es decir una escuela de pensamiento que engloba a todas las
corrientes del freudismo.
Como lo ha subrayado Henri E Ellenberger, el psicoanálisis es heredero de las antiguas curas
magnéticas inauguradas por Franz Anton Mesmer, las cuales, a través de los debates sobre la
hipnosis y la sugestión de fines del siglo XIX, dieron origen a la segunda psiquiatría dinámica. No
obstante, entre todas las escuelas de psicoterapia derivadas de Hippolyte Bernheim y la Escuela
de Nancy, es el único método que reivindica el inconsciente y la sexualidad como los dos
grandes universales de la subjetividad humana. En el plano clínico, es también el único que sitúa
la transferencia como formando parte de esa misma universalidad, y que propone su análisis en
el interior mismo de la cura, como prototipo de las relaciones de poder entre el terapeuta y el
paciente y, más en general, entre maestro y discípulo. En este sentido, el psicoanálisis remite a la
tradición socrática y platónica de la filosofía. Por ello ha aplicado el principio iniciático del análisis
didáctico, exigiendo que quien quiera convertirse en psicoanalista se someta a su vez a una
cura.
En la historiografía oficial se ha dado una versión legendaria del nacimiento del psicoanálisis, atribuyendo su origen a dos mujeres: Bertha Pappenheim y Fanny Moser. A la primera, atendida por Josef Breuer, se le ha atribuido la invención de la cura por la palabra, y de la segunda, tratada por Freud, se ha dicho que hizo posible una clínica de la escucha al obligar al médico a renunciar a la observación directa y a mantenerse retirado, detrás del paciente. Esta leyenda, en la que se mezclan los nombres de los dos autores de los Estudios sobre la histeria, vehiculiza una genealogía del psicoanálisis que no es extraña a los enunciados freudianos. Freud, en efecto, fue el iniciador de un cambio total de la mirada médica, un cambio consistente en tomar
en cuenta en el discurso de la ciencia las teorías elaboradas por los propios enfermos sobre sus
síntomas y su malestar. Con ese cambio el psicoanálisis originó los grandes trabajos históricos del siglo XX sobre la locura y la sexualidad.
Freud empleó por primera vez la palabra psicoanálisis en un artículo de 1896, redactado en francés y titulado «La herencia y la etiología de las neurosis»: «Debo mis resultados al empleo de
un nuevo método de psicoanálisis, el procedimiento de exploración de Josef Breuer, un poco
sutil pero irreemplazable, a tal punto ha demostrado ser fértil para aclarar las vías oscuras de la
ideación inconsciente».
Ocho años más tarde, en un texto destinado a una obra colectiva, proporcionó una excelente
definición de su propio método, hablando por otra parte en tercera persona y refiriéndose
siempre a Breuer: «El método catártico había ya renunciado a la sugestión y Freud dio un paso
más, rechazando también la hipnosis. Trata por igual a sus enfermos de la manera siguiente: sin
intentar influirlos de ningún modo, los hace tender cómodamente sobre un diván, mientras él,
sustraída su mirada, se sienta detrás de ellos. No les pide que cierren los ojos y evita tocarlos o
emplear cualquier otro procedimiento que pueda recordar la hipnosis. Este tipo de sesión se
desarrolla a la manera de una entrevista entre dos personas en estado de vigilia, a una de las
cuales se le ahorra cualquier esfuerzo muscular, cualquier impresión sensorial capaz de apartar
su atención de su propia actividad psíquica.» Después de muchas vacilaciones, cuyas huellas
pueden seguirse en la correspondencia entre Freud y Carl Gustav Jung, en alemán quedó
acuñada, ya en 1909, la denominación Psychoanalyse (en lugar de Psychanalyse) en francés
se impuso psychanalyse (en lugar de psycho-analyse) en 1919, y en inglés psychoanalysis (a
menudo escrita Psycho-analysis o Psycho-Analysis). Entre 1905 y 1914, el propio Freud realizó
tres grandes curas psicoanalíticas: con Ida Bauer (Dora), Ernst Lanzer (el Hombre de las Ratas)
y Serguei Constantinovich Pankejeff (el Hombre de los Lobos). Además dirigió a la manera de un
control el análisis de Herbert Graf (Juanito), realizado por su padre, Max Graf, abriendo el
camino al psicoanálisis de niños. Finalmente, en 1911, publicó un estudio sobre las Memorias de
Daniel Paul Schreber, que consideró un caso de paranoia. Esos cinco psicoanálisis serían
comentados interminablemente a lo largo de la historia del freudismo, sirviendo como corpus
clínico al conjunto del movimiento, a igual título que los casos reunidos en los Estudios.
Ya en 1910, en «Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica», Freud delimitó un marco
«técnico» para la cura, afirmando que ésta tenía por objetivo vencer las resistencias. La tesis fue
muchas veces discutida, y los problemas de técnica dieron origen a otros artículos, y después a
debates y escisiones en la historia del movimiento psicoanalítico, desde Sandor Ferenczi hasta
Jacques Lacan.
En 1922, en «Dos artículos de enciclopedia: «Psicoanálisis» y «Teoría de la libido»», Freud
proporcionó la definición más precisa del marco psicoanalítico, al subrayar que sus «pilares»
teóricos eran el inconsciente, el complejo de Edipo, la resistencia, la represión y la sexualidad:
«Quien no los acepte no debería contarse entre los psicoanalistas».
Si bien los freudianos de todas las tendencias siempre aceptaron reconocerse en esta definición del psicoanálisis, no han cesado de combatir entre ellos y dividirse acerca de la cuestión de la técnica psicoanalítica y el análisis didáctico. Inspirándose en el modelo darwiniano, Freud quiso ubicar el psicoanálisis entre las ciencias de la naturaleza, o al menos asignarle un estatuto de ciencia «natural». Ahora bien, como heredero de las medicinas del alma, pertenecía a otra tradición científica, según la cual el arte de curar consiste menos en demostrar la validez de una deducción que en elaborar un discurso capaz de dar cuenta de una verdad simbólica y subjetiva. A causa de esta doble pertenencia del psicoanálisis (al dominio de las ciencias de la naturaleza y al de las artes de la interpretación), sus refutaciones «científicas» se desplegaron en el terreno de la terapia. Entre ellas se cuenta la de Karl Popper (1902-1994) en 1962, en la que se basará el conjunto de la historiografía revisionista; Popper intentó demostrar que la doctrina freudiana se reduce a una simple hermenéutica, y que su método es una técnica
chamánica de influencia, consistente en actuar sobre el enfermo por simple sugestión.
El argumento no era nuevo y, desde 1917, en el capítulo de sus Conferencias de introducción al
psicoanálisis dedicado a la terapia psicoanalítica, Freud había intentado responder a él,
insistiendo una vez más en la distancia radical que separaba al psicoanálisis de todos los otros
métodos de psicoterapia basados en la sugestión. En particular, refutó la idea de que el médico,
en la cura por la palabra, pudiera sugestionar al enfermo; en ese ámbito reivindicaba una
racionalidad basada en la interpretación verdadera, subrayando que la solución de los conflictos
y la supresión de las resistencias (la «curación») sólo se producían cuando el terapeuta podía
darle al paciente representaciones de él mismo que correspondieran a la realidad: «Lo que en las
suposiciones del médico no corresponde a esa realidad es espontáneamente eliminado en el
curso del análisis, y debe ser retirado y reemplazado por suposiciones más exactas».
La historia del psicoanálisis demuestra que las resistencias que se le opusieron, así como sus
conflictos internos, fueron siempre el síntoma de su progreso activo, de su propensión a fabricar
dogmas y de su capacidad para refutarlos.