Diccionario de psicología social, letra P, pluralidad fenoménica

PLURALIDAD FENOMENICA
Uno de los cuatro principios que rigen la configuración de toda estructura, sea normal o patológica, y según el cual ellas encuentran su expresión fenoménica en una gran diversidad (pluralidad) de manifestaciones de la conducta que involucran, en mayor o menor medida, sus tres áreas de expresión: el área 1 (área de la mente), el área 2 (área del cuerpo), y el área 3 (área del mundo externo). En base a este análisis estratigráfico de la conducta, es posible construír una nosografía mucho más operacional que las conocidas, así como un diagnóstico y un pronóstico de la enfermedad.
 
Concepto.- Imaginemos una situación en la cual una persona está viajando en tren sumida en una ensoñación diurna, y en determinado momento fantasea un encuentro con un ser amado al que no ve hace mucho tiempo. En ese momento comienza a sentir palpitaciones, se le escapa una lágrima, y decide bajarse en la próxima estación para hacer un llamado a larga distancia y comunicarse con el ser querido.
El ejemplo ilustra las tres áreas de manifestación de la conducta: el fantasear es la expresión conductual a nivel del área 1 (mente), el sentir palpitaciones y lagrimear es la expresión a nivel del área 2 (cuerpo), y el bajarse de la estación y hablar por teléfono es la expresión a nivel del área 3 (mundo externo).
Mientras las conductas que se manifiestan en el área 1 (mente) son simbólicas, las que se manifiestan en las otras dos áreas son materiales y concretas: en el caso del área 2, es el cuerpo el que sufre algún tipo de transformación material, y en el caso del área 3, se trata de acciones materiales donde están involucrados objetos externos (bajarse en una estación, hablar por teléfono, establecer un vínculo con un otro) implicando, por tanto, algún tipo de relación con el mundo exterior. Así, el término ‘pluralidad’ quiere indicar que la conducta puede expresarse de muy diversas maneras, las que pueden ser agrupadas como manifestaciones en el área 1, 2 y 3.
Particular importancia tiene para Pichon Rivière el área de expresión conductal de la mente, por cuanto «el proceso ordenador, o sea la planificación, en términos de estretagia, táctica, técnica y logística, funciona desde el self ubicado en el área 1, es decir, que ningún comportamiento le es extraño». En otras palabras, es la mente (área 1) la encargada de situar vínculos y objetos en las diferentes áreas para su mejor manejo.
Nos indica Pichon Rivière que por ser el hombre una totalidad – totalizante (al decir de Sartre), «su conducta comprometerá siempre, aunque en grados diferentes, las tres áreas de expresión […]. Por la fantasía inconciente, el ‘self’ (representación del yo) organiza proyecciones de objetos y vínculos en tres áreas a las que llamaremos dimensiones proyectivas. Como consecuencia de esas proyecciones el sujeto expresará fenoménicamente, a través de distintos signos, en la mente, en el cuerpo y el mundo sus relaciones vinculares. Es decir, que en este sistema de signos que es la conducta, la aparición de signos en un ámbito determinado es un emergente significativo que nos remite a las relaciones vinculares del sujeto, a su manera de percibir la realidad y a la modalidad parrticular de adaptarse a ella. Es decir, a la modalidad particular de resolver sus conflictos. Estas modalidades configuran lo que llamaremos la estructura de carácter del sujeto. La conducta es significativa, es un sistema de signos en el que se articulan significantes y significados, por lo cual se hace comprensible y modificable terapéuticamente».
 
El análisis estratigráfico.- Sin embargo, el principio de la pluralidad fenoménica no fue postulado por Pichon Rivière como parte de un proyecto explícito de construír una psicología general de la conducta (tarea que sí encaró uno de sus discípulos, José Bleger), sino como parte de un sistema teórico que: a) permitiese explicar el modo de funcionamiento de las estructuras patológicas, entendidas como tentativas del yo por desprenderse de la situación depresiva patogenética básica, y b) que permitiese realizar, sobre esa base, una nosografía «en términos de localización de los vínculos (bueno y malo) en las tres áreas mente – cuerpo – mundo externo, con todas las variables que de esa ecuación puedan surgir».
Pichon Rivière denominó a este tipo de estudio de la conducta ‘análisis estratigráfico’, que significa análisis por estratos, sectores o áreas: mente, cuerpo, mundo externo. Tomemos dos ejemplos (esquema 2):
1) Fobias: El sujeto fóbico proyecta y actúa el objeto bueno y el malo en el área del mundo exterior. Debido a esta depositación del objeto malo en dicha área, llamado objeto paranoide o fobígeno, desarrollará angustia en los espacios cerrados (claustrofobia) o en los espacios abiertos (agorafobia), ya que en cualquiera de ambos se siente a merced del perseguidor: en el primer caso porque no puede escapar, y en el segundo caso porque no puede protegerse o esconderse. Sin embargo, en el mundo externo también está proyectado el objeto bueno, que aparece en forma de acompañante fóbico y que le permite evitar el ataque del objeto malo. Así, «el paciente teme por un lado ser atacado por el objeto fobígeno, preservando por otro lado el objeto acompañante depositario de sus partes buenas, por medio del mecanismo de la evitación. Así no se juntan, eludiendo la catástrofe que podría producirse ante el fracaso de la evitación».
2) Esquizofrenia: «En la esquizofrenia el objeto perseguidor (vínculo malo) puede estar proyectado en el área 3 (mundo externo) y el bueno en el área de la mente, caracterizándose así la esquizofrenia paranoide con una retracción de la realidad exterior y un encierro autístico y narcisista del sujeto».
3) Hipocondría: En los primeros planteos de la teoría de la enfermedad única, Pichon Rivière sostenía que, frente a la penosa situación depresiva básica, de naturaleza melancólica, el yo tiende a librarse de ella apelando a una nueva defensa, que es la proyección. Es así que a la primera estructura melancólica se terminan agregando otras dos estructuras, generadas por la proyección: la hipocondríaca y la paranoide. En el primer caso la proyección se hace sobre el cuerpo, y en el segundo caso sobre el exterior. Pichon Rivière sintetizaba: «a la fórmula ya expresada de que el melancólico es un sujeto perseguido por su conciencia y el hipocondríaco por sus órganos, agregaremos que el paranoide lo es por sus enemigos interiores proyectados [afuera]».
Obsérvese que en todos los casos mencionados, lo que el yo intenta hacer es desprenderse de la situación depresiva básica mediante el recurso de mantener separados (divalencia) el objeto bueno y malo, sea en diferentes áreas (esquizofrenia paranoide) o en la misma área (fobia). Si ambos objetos, en vez de mantenerse disociados, son integrados, el sujeto caería en una depresión, resultado de la pérdida o daño sufrido por el objeto bueno por parte del malo. El sujeto enfermo evita permanentemente la fusión de ambos aspectos en un objeto total, «lo que significaría la emergencia de la posición depresiva, que es vivida por el sujeto como catastrófica».
Señala Pichon Rivière, en efecto, que «la mente opera por el self a través de mecanismos de proyección e introyección, como estrategia de esa ubicación, en los distintos ámbitos proyectivos, de los vínculos buenos o malos en un clima de divalencia y con la finalidad de preservar lo bueno y controlar lo malo. Por esa depositación es que las áreas adquieren para el sujeto una significatividad particular en relación con la valencia positiva o negativa de lo depositado. En la divalencia el yo, el objeto y el vínculo […] están escindidos y la tarea defensiva consiste en mantenerlos en esa escisión, ya que si lo bueno y lo malo se reunieran en el mismo objeto, el sujeto caería en una depresión, con su secuela de dolor y culpa, en una situación de ambivalencia».
Esta actitud defensiva de mantener separados lo bueno y lo malo es lo que sostiene la enfermedad mental, por lo que el proceso de la cura pasará, entre otras cosas, por la posibilidad de integrar lo bueno y lo malo según y conforme un correcto aprendizaje de la realidad: «el yo elaborará también una estrategia para reunir los aspectos buenos y malos en un objeto (integración)».
El análisis estratigráfico de la conducta permite no solamente construír una nosografía «genética estructural y funcional en términos de localización de los dos vínculos [bueno y malo] en las tres áreas, con todas las variables que puedan existir», sino además un diagnóstico y un pronóstico. Así, «el diagnóstico de la enfermedad se establece en función del predominio de una de las áreas por una multiplicidad sintomática, aunque el análisis estratigráfico nos muestra en cada situación el compromiso y existencia de las tres áreas, permitiéndonos establecer un ‘pronóstico'».