Diccionario de psicología, letra P, psicosis (término introducido por Feuchtersleben)

Psicosis
Alemán: Psychose.
Francés: Psychose.
Inglés: Psychosis.
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Término introducido en 1845 por el psiquiatra austríaco Ernst von Feuchtersleben (1806-1849)
para reemplazar el de locura y definir las enfermedades del alma desde una perspectiva
psiquiátrica. Las psicosis se oponen entonces a las neurosis, consideradas enfermedades
nerviosas pertenecientes al ámbito de la medicina, la neurología y después la psicoterapia. Por
extensión, el término psicosis designó primero el conjunto de las enfermedades llamadas
mentales, en sentido propio, fueran ellas orgánicas (como la parálisis general) o más
específicamente mentales, para restringirse más tarde a las tres grandes formas modernas de la
locura: la esquizofrenia, la paranoia y la psicosis maníaco-depresiva. La palabra apareció en
Francia en 1869.
Retomado por Sigmund Freud como concepto técnico en 1894, el término fue primero empleado para designar la reconstrucción inconsciente por el sujeto de una realidad delirante o
alucinatoria. Más tarde fue incorporado a una estructura tripartita, en la cual se diferencia por
una parte de la neurosis, y por la otra de la perversión.
El concepto de neurosis es parte integrante del vocabulario del psicoanálisis, pero el de psicosis aparece de entrada como una pieza agregada, proveniente del saber psiquiátrico y propio de una medicina asilar basada en una concepción del sujeto organizada alrededor de la idea de
alienación y pérdida de la razón.
Nacido de una escucha «privada» del sufrimiento humano, creada por un hombre que no era
psiquiatra y al que no le gustaban los psicóticos (como él mismo se lo dijo a Istvan Hollos) ni la
locura carcelaria, el psicoanálisis se desarrolló en el terreno de una medicina de consultorio,
donde el diálogo secreto entre el terapeuta y el enfermo primaba sobre la preocupación
nosográfica. En este sentido, la neurosis histérica de las mujeres de la burguesía vienesa
atendidas por Freud y Josef Breuer no se parecía en nada a la locura histérica, tan cercana a la
psicosis, puesta en escena por Jean Martin Charcot en la Salpêtrière. No obstante, desde el
punto de vista doctrinario, las dos formas de enfermedad nerviosa fueron clasificadas como
neurosis.
Freud dedicaba toda su atención a la neurosis, considerada curable, en detrimento de la
psicosis, que estimaba casi siempre incurable. Las tres grandes curas realmente realizadas por
él fueron publicadas como casos de neurosis -la neurosis histérica de Dora (Ida Bauer), la
neurosis obsesiva del Hombre de las Ratas (Ernst Lanzer), la neurosis infantil del Hombre de los
Lobos (Serguei Constantinovich Pankejeff)-, mientras que el único estudio que escribió sobre un
caso de psicosis fue el comentario de un libro, las Memorias de un neurópata, del que era autor
un hombre afectado de paranoia, Daniel Paul Schreber.
Desde el primer momento Freud supo que su doctrina del inconsciente iba a conquistar lo que él
denominaba «la tierra prometida de la psiquiatría, al aportar una nueva mirada sobre la locura y la
organización de las enfermedades mentales. Y fueron sus discípulos psiquiatras (en primer
lugar Karl Abraham en Berlín, y Carl Gustav Jung en Zurich) quienes se ocuparon de ese
dominio, en una época en la que la nosografía elaborada por Emil Kraepelin regía aún el discurso
psiquiátrico de lengua alemana. Más tarde, sus herederos norteamericanos, ingleses, franceses
y japoneses, desde Melanie Klein hasta Jacques Lacan, pasando por Paul Federn y Heisaku
Kosawa, tomaron el relevo de una escucha psicoanalítica de la locura, después de haberse
formado en el marco de la corriente berlinesa, o bajo los auspicios de la Clínica del Burghölzli
dirigida por la familia Bleuler, o bien según los principios de la fenomenología psiquiátrica
derivada de los trabajos de Karl Jaspers (1883-1969) o Ludwig Binswanger.
Es en la correspondencia de Freud con Jung donde se capta mejor la manera en que se elaboró
la doctrina freudiana de la psicosis entre 1909 y 1911. Contra Eugen Bleuler, Freud escogió la
terminología de Kraepelin, adoptando la idea de una disociación de la conciencia (que él llamaría
clivaje del yo), pero privilegiando el concepto de paranoia, contra la noción de esquizofrenia. En
consecuencia, hizo de la paranoia una especie de modelo estructural de la psicosis en general,
así como convirtió la histeria en el prototipo de la neurosis en el sentido psicoanalítico. En 1911,
en el momento en que Bleuler publicaba su gran obra Dementia praecox, Freud hizo editar sus
«Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia». Ahora bien, este estudio
proporciona una teoría casi completa del mecanismo del conocimiento paranoico, que le sirve
para definir la psicosis como un trastorno entre el yo y el mundo externo. Más tarde, en el marco
de su segunda tópica, y después de haber elaborado una nueva teoría del narcisismo, Freud
inscribió la psicosis en una estructura tripartita, oponiéndola por un lado a la neurosis y por el
otro a la perversión. La definió entonces como la reconstrucción de una realidad alucinatoria en
la cual el sujeto está vuelto exclusivamente hacia sí mismo, en una situación sexual autoerótica:
literalmente, toma su propio cuerpo (o una parte de él) como objeto de amor (sin alteridad
posible). Al lado de la psicosis, la neurosis aparecía como el resultado de un conflicto
intrapsíquico, mientras que la perversión se presentaba como una renegación de la castración.
De modo que, de la herencia de Kraepelin, Freud conserva la noción de paranoia, que es para él
la componente principal de toda psicosis. Más tarde, después de haber rechazado la definición
bleuleriana de la esquizofrenia, la aceptó con una restricción que lo llevaba a ubicar sus
síntomas en el marco de la histeria. De hecho, al exponer una nueva representación de la
psicosis, Freud renunció a cualquier ambición nosográfica. De allí la paradoja de que diferenciara
cuidadosamente la psicosis de las otras dos entidades (perversión, neurosis), pero suprimiendo
al mismo tiempo el foso trazado por la psiquiatría entre la norma y la patología. Sandor Ferenczi
caracterizó de manera notable la eliminación de esa frontera en un texto de 1926 dedicado al
aporte del psicoanálisis al movimiento de la higiene mental: «Fue el análisis de la actividad
psíquica en el sueño el que hizo desaparecer por completo el foso entre enfermedad mental y
salud mental, hasta entonces considerado insuperable. El hombre más normal se vuelve
psicótico durante la noche: tiene alucinaciones, su personalidad, tanto en el plano lógico como en
los planos ético y estético, sufre una transformación fundamental, y adquiere en general un
carácter más primitivo.»
Durante cincuenta años los herederos de Freud se aplicaron a revisar el conjunto de su
doctrina, insistiendo como Lacan en el lugar de la paternidad en la génesis de la psicosis, o bien,
al contrario, como Melanie Klein, situando el origen de la psicosis en una relación arcaica con la
madre.
A partir de la década de 1960 la reflexión sobre la naturaleza de la locura prevaleció sobre el
enfoque de la enfermedad mental en términos de psicosis. Lo atestiguan sobre todo los trabajos
de Michel Foucault (1926-1984), Henri F. Ellenberger, Georges Devereux y diversos
representantes del movimiento culturalista y antipsiquiátrico.