Diccionario de psicología, letra A, Acto fallido

Acto fallido
Al.: Fehlleistung. –
Fr.: acte manqué. –
Ing.: parapraxis. –
It.: atto mancato. –
Por.: ato falho o perturbado.

Acto en el cual no se obtiene el resultado explícitamente perseguido, sino que se encuentra reemplazado por otro. Se habla de actos fallidos no para designar el conjunto de los errores de la palabra, de la memoria y de la acción, sino aludiendo a aquellas conductas que el Individuo habitualmente es capaz de realizar con éxito, y cuyo fracaso tiende a atribuir a la falta de
atención o al azar. Freud demostró que los actos fallidos son, como los síntomas, formaciones de compromiso entre la intención consciente del sujeto y lo reprimido.
Acerca de la teoría del acto fallido, remitimos al lector a la Psicopatología de la vida cotidiana, de
Freud (Zur Psychopathologie des Alltagslebens, 1901), de la cual se deduce que el acto
llamado fallido es, en otro plano, un acto ejecutado con éxito: el deseo inconsciente se ha
realizado en una forma a menudo muy manifiesta.
El término «acto fallido» traduce la palabra alemana Feh1leistung que para Freud comprende no
solamente acciones stricto sensu, sino también toda clase de errores y lapsus de la palabra y
del funcionamiento psíquico.
La lengua alemana, mediante el prefijo ver, pone en evidencia lo que hay de común en todos
estos yerros, como por ejemplo das Vergessen (olvido), das Versprechen (lapsus linguae), das
Verlesen (error de lectura), das Verschreiben (error de escritura), das Vergreifen (error de la
acción), das Verlieren (el extraviar).
Obsérvese que, antes de Freud, este conjunto de fenómenos marginales de la vida cotidiana no
había sido agrupado ni designado por un mismo concepto; éste ha surgido en virtud de la teoría
de Freud. Los editores de la Standard Edition señalan que, para designar este concepto, ha sido
preciso crear en inglés un término: el de parapraxis. Los traductores al español y al francés de
la Psicopatología de la vida cotidiana utilizan el término «acto fallido» (acte manqué), el cual ha
adquirido derecho de ciudadanía, pero, al parecer, en el uso psicoanalítico corriente, designa
más bien una parte del campo que abarca el término alemán Feh1leistung, a saber, los fallos en
la acción stricto sensu.
Al estudiar la fuerza de las palabras en su fallo con relación a la intención del locutor, en
Psicopatología de la vida cotidiana (1901) y en Conferencias de introducción al psicoanálisis
(1916), Freud subraya que ellas se sitúan siempre en un intercambio entre por lo menos dos personas: «con palabras, un hombre puede hacer que su semejante sea feliz o empujarlo a la desesperación, y es con las palabras que el maestro les transmite su saber a los discípulos, que un orador arrastra a quienes lo escuchan y determina sus juicios y decisiones», escribe en las Conferencias de introducción al psicoanálisis. Esto supone que toda palabra lleva en sí una intención consciente; sin embargo, según la expresión de Freud, puede «no dar en el blanco» («Cinco conferencias sobre psicoanálisis»). Los actos fallidos se presentan en forma de lapsus, falsa lectura, falsa audición, olvido, olvido de ejecutar un proyecto, no encontrar un objeto, pérdidas, ciertos errores. Se trata en realidad de un acto en el que está en juego el cuerpo en un instante dado: un acto de habla o de escritura es reemplazado por otro; esos actos, sustituidos, desviados o invertidos, omitidos, tienen una doble función de lenguaje: en primer lugar, atestiguan la puesta de un deseo inconsciente; al mismo tiempo, dan prueba de un inconsciente estructurado como un lenguaje (condensación, desplazamiento, metáfora, metonimia), y a causa de ello pueden ser descifrados como un mensaje. Por esto Freud ubica al acto fallido como una formación de compromiso entre lo consciente y lo reprimido. Freud dice que con frecuencia el sujeto tiende a atribuir los actos fallidos al azar. Cabe pensar que esta impresión se debe a que el acto fallido suele ser instantáneo y a que se produce en una situación construida: por ejemplo, se necesita un objeto para realizar una cierta acción, se pronuncia un discurso para defender una idea. Es decir que lo inconsciente se da a menudo en una fractura, en una falla temporal que indica el célebre «ello [ça] habla». Freud descubre también el acto fallido en ciertos fenómenos psíquicos: las ideas espontáneas como el chiste o la asociación libre, los sueños, los actos sintomáticos, accidentales. A menudo los acompaña «una multitud de pequeños fenómenos secundarios» que ponen en juego al cuerpo, lo gestual, la emoción visible en un rostro, la impaciencia, la repetición del acto fallido o un segundo lapsus.
Nunca hay que descifrar el acto fallido en su forma, sino en el intento al que sirve. Se debe analizar con mucha fineza esa interferencia de dos intenciones: por ejemplo, perder un objeto
puede significar que ya no se lo aprecia o que ya no se aprecia a la persona que nos lo ha dado;
esto puede entenderse como una pérdida voluntaria o como un sacrificio voluntario. Asimismo,
en el caso del olvido de una palabra, no se trata de que ella recuerde una situación desagradable, sino de que está articulada con otras asociaciones estrechamente relacionadas con esa palabra: «se trata principalmente de la negativa de la memoria a evocar recuerdos asociados a sensaciones penosas, recuerdos cuya evocación reproduciría tales sensaciones», escribe Freud en las Conferencias de introducción al psicoanálisis. Como vemos, el acto fallido tiene una función defensiva con relación a ciertas representaciones que amenazan con perturbar el equilibrio psíquico del sujeto.

Acto mediante el cual un sujeto, a pesar suyo, reemplaza por una acción o una conducta
imprevistas el proyecto al que apuntaba deliberadamente.
Lo mismo que con el lapsus, Sigmund Freud fue el primero en atribuir, a partir de La
interpretación de los sueños, una verdadera significación al acto fallido, mostrando que es preciso relacionarlo con los motivos inconscientes de quien lo comete. El acto fallido, o acto
accidental, se convierte en el equivalente de un síntoma, en la medida en que es un compromiso
entre la intención consciente del sujeto y su deseo inconsciente.
En 1901, en Psicopatología de la vida cotidiana, Freud, con mucho humor, proporciona los mejores ejemplos de actos fallidos, utilizando numerosas historias que le acercaron sus
discípulos; por ejemplo, la narrada por Harms Sachs: en una cena con su marido, la esposa se
equivoca y pone junto al asado, en lugar de la mostaza reclamada por el esposo, un frasco del
medicamento que ella utiliza para curarse el dolor de estómago. Los vieneses han tenido siempre
un gusto pronunciado por los interminables relatos de lapsus y actos fallidos, que transforman
en historias divertidas.
Después de ellos, Jacques Lacan se revelará en este dominio como uno de los mejores comentadores de Freud. En particular, en 1953, en «Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis», dio la siguiente definición: «Para la psicopatología de la vida cotidiana, otro campo consagrado por otra obra de Freud, está claro que todo acto fallido es un discurso
logrado, incluso bastante bellamente construido…».