Diccionario de psicologia, letra P, psicopatología vincular

Psicopatología vincular
 
Definición
La psicopatología vincular estudia los modos de organización psíquica en un tiempo y un espacio relacional. El análisis del despliegue de la estructura psíquica y sus perturbaciones describe una historia en la que el recorrido de la pulsión, los modos de composición, transformación, inscripción y significación de la vida mental se plasman en las vicisitudes del vínculo.
La psicopatología es un trastorno vincular, por lo tanto la lectura clínica es abordada desde las variadas organizaciones del vínculo que hacen a la singularidad de cada sujeto.
El papel que juega el otro y la configuración vincular establecida en esa singularidad, se ve
expresada dramáticamente en las manifestaciones de la sintomatología de la niñez y la
adolescencia. Las perturbaciones psicológicas en estas etapas denotan claros observables en
la organización vincular. En la infancia, el despliegue de un aparato psíquico en formación, se
caracteriza por la dependencia originada en la inmadurez del ser humano y su desamparo inicial,
en la que la relación con un otro es indispensable para sobrevivir. Esta relación con ese otro
significativo imprime sobre el psiquismo características particulares en cada individuo.
Origen e historia del término
Autores interesados en la temática de la niñez y adolescencia buscaron modelos que permitieran
explicar los mecanismos del vínculo madre-hijo y su participación en la producción de síntomas.
Muchos trabajos científicos se centraron en el estudio de las actitudes maternas precoces o
bien en la observación aislada del desarrollo del niño.
Los distintos desarrollos conceptuales acerca de la psicopatología infanto-juvenil tomaron en
cuenta diversas variables que, según el marco teórico utilizado, privilegiaron ya sea la
importancia de los factores innatos o en el otro extremo, la influencia ambiental como único
generador de las características psíquicas.
M. Klein enfatizó el aspecto pulsional y el destino de las pulsiones en relación a los mecanismos
básicos de proyección e introyección en la constitución de la relación de objeto.
La línea experimental que inauguran Bowlby y Spitz, descubre la importancia de un factor básico
para el desarrollo psíquico: la permanencia estable de una figura significativa para el niño, cuya
ausencia tiene consecuencias devastadoras para su psiquismo e incluso para la posibilidad de
vida, como lo demuestran los casos de hospitalismo y marasmo.
Margaret Mahler, siguiendo la línea de Spitz, describió el proceso de individuación- separación
poniendo el énfasis en los mecanismos y vicisitudes de los despegues que realizan el niño y su
madre, y sus consecuencias para la salud física y mental.
Es Winnicott el que resalta el papel fundamental de la madre como proveedora emocional y
sostén de la vida.
El holding y el handling, conjuntamente con las características de iniciativa del bebé, van a
determinar la constitución de tres objetos, cada uno de los cuales dará lugar a la inauguración de
un espacio: a) el espacio del Mundo Interno; b) el de la realidad compartida; c) el de la
creatividad.
Kaës también señala en relación al apuntalamiento necesario para la formación del psiquismo,
que la pérdida de éste produce graves perturbaciones a consecuencia de la falta o ruptura de
soportes. De la misma manera, cuando desaparece el espacio del apuntalamiento, provoca una
sutura del soporte y de la formación psíquica, como en los casos de vínculos psicóticos.
Desarrollo desde la perspectiva vincular
La acumulación de evidencias clínicas acerca de la importancia del vínculo, promovió el
desarrollo de variados abordajes terapéuticos que centran el trabajo en el tratamiento del
conjunto.
Los desarrollos actuales de autores como Piera Aulagnier, René Kaës, Philippe Gutton, Didier
Anzieu y otros han profundizado el estudio del vínculo inicial entre madre-hijo, destacando su
papel fundamental en la organización del psiquismo.
Si bien la organización mental del bebé está inconclusa, la interrelación madre-hijo apuntala su
economía mental y somática a través del primer vínculo fusional, donde se cubre el desamparo y
desvalimiento inicial del niño.
Un aspecto relevante de este encuentro es que ambos necesitan de él.
Este encuentro es esencialmente corporal.
Precisamente P. Aulagnier plantea el cuerpo como mediador y como apuesta relacional entre dos
psiques y entre la psique y el mundo.
La idea del Yo-Piel que propone Anzieu responde «a la necesidad de una envoltura narcisística
que asegura al aparato psíquico la certeza y la constancia de un bienestar básico».
Estos autores subrayan, entonces, el concepto de encuentro centrado en la unidad narcisística
primaria del vínculo madre-hijo, configurando las características que marcarán los vínculos en
general y la singularidad psíquica de cada sujeto.
No nos parece adecuado centrar los trastornos exclusivamente en la insuficiente libidinización
del vínculo por parte de la madre, ya que el concepto de vínculo plantea exigencias libidinales
recíprocas. Si nos referimos a las perturbaciones ocasionadas en estas primeras etapas de la
vida, seguramente detectaremos inadecuación en las demandas de ambos miembros del vínculo.
Gutton señala el aspecto vincular de la psicopatología en las así llamadas enfermedades
psicosomáticas. La presencia de una fuerte unidad madre-hijo contiene un niño que no es meta
del deseo sexual de la madre, sino un objeto valorizado socialmente. Estos niños presentan una
falla radical en las representaciones, mientras que los sistemas defensivos y adaptativos son de
tipo neurótico o normal. Esta pobreza de los instrumentos fantasmáticos los deja sin más
expresión que la somática.
Problemáticas conexas
A la luz del papel fundante que tiene el vínculo para la organización psíquica, muchos de los
trastornos en la infancia son el resultado de la particular tarea de significación que apuntala el
ejercicio de las funciones, como se observa en las perturbaciones del sueño, del aprendizaje, de
las alteraciones alimenticias, en los trastornos esfinterianos, del lenguaje, de las conductas
motoras.
Por otro lado, es necesario señalar que los profundos cambios que se vienen produciendo en el
contexto sociocultural se reflejan en las características de los cuadros clínicos actuales.
Se pone en evidencia la importancia de considerar en la evaluación psicopatológica la mutua
implicancia de los espacios intra, inter y transubjetivos, como fuera destacado por los Dres. J.
Puget e I. Berenstein, quienes definen «…un modelo de aparato psíquico en el cual se organizan
zonas diferenciables que hemos llamado espacios psíquicos, metáfora de un tipo de
representación mental y vincular que el yo establece con su propio cuerpo, con cada uno o
varios otros y con el mundo circundante.»
La cultura es productora de sentidos, y los sujetos tienen distintas formas de apropiación de
esos sentidos. Sería necesario redefinir los mecanismos psíquicos solicitados en la
metabolización de la experiencia vital, para evaluar la producción de patología a la luz de la
estimulación que propone la cultura actual.
Uno de los efectos del ritmo de aceleración de los cambios culturales en los procesos
constitutivos del aparato psíquico se ve reflejado por datos de la observación clínica en
adolescentes que desarrollan una máxima dependencia de los objetos externos, quedando éstos
ligados en una relación de superficie, obstaculizando la interiorización de los mismos.
Cuando el proceso de pensamiento no se sustenta en una actividad generadora de argumento
psíquico, que se apoya en la adjudicación de palabra, la descarga pulsional se produce en la
acción quedando desligada del afecto y de cualquier contenido representacional. Es imposible
detectar motivación o argumento psíquico en juego quedando depositado en el objeto externo la
capacidad de ser el único dador de sentidos.
La parálisis del deseo, el aburrimiento y el tedio que pueden parecer cuadros depresivos,
reflejan muchas veces un intento de aislamiento como cobertura del vacío. Es así que se
produce fácilmente una confusión de la tristeza con el aburrimiento, como también la
equiparación de la excitación con la alegría.
Retraimiento, evitación del contacto con el afuera, cansancio, aburrimiento, desasosiego,
descontrol o apatía general cubren un amplio espectro de síntomas propios de la adolescencia,
que observamos potenciados en la actualidad ya que sirven también a la defensa contra el
exceso de estímulos del exterior.
La cultura de la inmediatez promueve la excitación y la descarga a través de la acción. En estos
adolescentes se presenta un grado intenso de vulnerabilidad que lleva a cercenar funciones de
traspaso de la experiencia vincular a la construcción representacional, en aras de sostener una
adhesión fluctuante a objetos externos que se constituyen en únicos garantes y soportes de su
identidad.
En los cuadros a predominio de las impulsiones como en la anorexia, bulimia, adicciones,
descontrol y violencia, se ven plasmadas estas características. La acción en relación al propio
cuerpo o la descarga violenta hacia el afuera, evitan el procesamiento simbólico necesario para
la emergencia de la subjetividad.
En los cuadros patológicos se observa este funcionamiento, ya no como recurso defensivo sino
como resultado de la ausencia de aquellas funciones de base que no se han desarrollado.
Es aquí donde el protagonismo del otro significativo adquiere mayor relevancia. Protagonismo
que puede ser caracterizado desde la perspectiva vincular por el grado de incumbencia del
objeto en las etapas de formación de las funciones psíquicas:
a) Ausencia del objeto
b) Pobreza del objeto significador
c) Cualidad de exceso del objeto.
Cualquiera de estas situaciones van a producir perturbaciones en el armado del aparato
psíquico, siendo una de sus principales consecuencias la dilución o fragmentación de los bordes
protectores del aparato.
El problema del origen, organización y transformación de los vínculos abre en la psicopatología
un modelo de pensamiento en el que no puede entenderse la intimidad de las formaciones del
inconsciente, independientemente de la cultura en la que tanto sujeto como sociedad se hallan
inscriptos.
Los cuadros clínicos descriptos por la nosología tradicional, entendidos a la luz de los modelos
vinculares, reflejan una perspectiva en la que las perturbaciones en la infancia y adolescencia
están teñidas por las características singulares del entramado vincular, que construye la historia
psíquica del sujeto.