Diccionario de psicología, letra P, psicosis ( en la clínica psiquiátrica)

Psicosis
Al.: Psychose.
Fr.: psychose.
Ing.: psychosis.
It.: psicosi.
Por.: psicose.
 En clínica psiquiátrica, el concepto «psicosis» se toma casi siempre en una extensión
extremadamente amplia, comprendiendo toda una serie de enfermedades mentales, tanto si son
manifiestamente organogenéticas (como la parálisis general progresiva) como si su causa última
es problemática (como la esquizofrenia).
2.° El psicoanálisis no se ocupó desde un principio de construir una clasificación que abarcara la
totalidad de las enfermedades mentales de las que trata la psiquiatría; su interés se dirigió
primero sobre las afecciones más directamente accesibles a la investigación analítica y, dentro
de este campo, más restringido que el de la psiquiatría, las principales distinciones se
establecieron entre las perversiones, las neurosis y las psicosis.
Dentro de este último grupo, el psicoanálisis ha intentado definir diversas estructuras: paranoia
(en la que incluye, de un modo bastante general, las enfermedades delirantes) y esquizofrenia,
por una parte; por otra, melancolía y manía. Fundamentalmente, es una perturbación primaria de
la relación libidinal con la realidad lo que, según la teoría psicoanalítica, constituye el denominador
común de las psicosis, siendo la mayoría de los síntomas manifiestos (especialmente la
construcción delirante) tentativas secundarias de restauración del lazo objetal.
La aparición del término «psicosis» en el siglo xix marca una evolución que condujo a erigir las
enfermedades mentales en un dominio autónomo, diferenciándolas no sólo de las enfermedades
del cerebro o de los nervios, como enfermedades del cuerpo, sino también de lo que la tradición
filosófica consideraba como «enfermedades del alma»: el error y el pecado.
Durante el siglo xix, la noción de psicosis se difunde, sobre todo en la literatura psiquiátrica de
lengua alemana, para designar las enfermedades mentales en general, la locura, la alienación,
aunque ello no presuponga una teoría psicogenética de las mismas. Sólo a finales del siglo xix se
establece el par de términos opuestos neurosis-psicosis, que se excluyen entre sí, por lo menos
desde el punto de vista conceptual. En efecto, la evolución de estos dos términos se realizó en
planos diferentes: el grupo de las neurosis se fue limitando poco a poco a partir de cierto número
de afecciones consideradas como enfermedades de los nervios; ora se tratase de afecciones
que se manifestaran en un determinado órgano, pero en las cuales, por faltar lesiones, se
incriminara a un mal funcionamiento del sistema nervioso (neurosis cardíaca, neurosis digestiva,
etc.), ora porque existieran signos neurológicos sin lesión detectable y sin fiebre (corea,
epilepsia, manifestaciones neurológicas de la histeria). Esquemáticamente puede decirse que
este grupo de enfermos consultaba al médico y no era enviado al asilo y, por otra parte, el
término «neurosis» implicaba una clasificación de tipo etiológico (enfermedades funcionales de
los nervios).
A la inversa la noción de psicosis designa entonces las afecciones que pertenecen al alienista y
se traducen por una sintomatología esencialmente psíquica, lo que en modo alguno implica que,
para los autores que utilizan este término, las psicosis no tengan su causa en el sistema
nervioso.
En Freud, desde sus primeros trabajos y en su correspondencia con W. Fliess, se encuentra
una distinción bien establecida entre psicosis y neurosis. Así, en el manuscrito H del 244-1894,
en el que propone una clasificación de conjunto de las defensas psicopatológicas, Freud
designa como psicosis la confusión alucinatoria, la paranoia y la psicosis histérica (que
diferencia de la neurosis histérica); asimismo, en los dos textos que dedica a las psiconeurosis
de defensa, parece considerar como establecida la distinción entre psicosis y neurosis y habla,
por ejemplo, de «psicosis de defensa».
De todos modos, en este período, la principal preocupación de Freud consiste en hacer resaltar
el concepto de defensa y descubrir sus diversas modalidades que intervienen en las distintas
afecciones; desde el punto de vista nosográfico, la principal distinción es la que se establece
entre psiconeurosis (de defensa) y neurosis actuales. Será mantenido por Freud ulteriormente,
pero cada vez se insistirá más en la diferenciación que conviene establecer dentro del grupo de
las psiconeurosis, lo que conduce a conferir un valor axial a la oposición neurosis-psicosis.
(Acerca de la evolución de la clasificación freudiana, véase especialmente: Neurosis; Neurosis
narcisista.)
En la actualidad existe gran unanimidad en clínica psiquiátrica, independientemente de la
diversidad de escuelas, acerca de los dominios respectivos de la psicosis y de la neurosis: a
este respecto puede consultarse, por ejemplo, la Encyc1opédie médico-chirurgicale
(Psychiatrie), dirigida por Henri Ey. Resulta evidentemente muy difícil determinar el posible papel
desempeñado por el psicoanálisis en esta fijación de las categorías nosográficas, ya que, desde
E. Bleuler y la escuela de Zurich, su historia ha estado íntimamente inmiscuida con la evolución
de las ideas psiquiátricas.
Considerado en su comprensión, el concepto de psicosis sigue estando definido en psiquiatría,
de un modo más intuitivo que sistemático, por medio de datos tomados de los más diversos
registros. En las definiciones más usuales coexisten a menudo criterios como la incapacidad de
adaptación social (problema de la hospitalización), la mayor o menor «gravedad» de los
síntomas, la perturbación de la facultad de comunicación, la falta de conciencia de enfermedad,
la pérdida de contacto con la realidad, el carácter «incomprensible» (según término de Jaspers)
de los trastornos, el determinismo orgánico o psicogenético, las alteraciones más o menos
profundas e irreversibles del yo.
En la medida en que puede sostenerse que el psicoanálisis se halla en gran parte en el origen de
la oposición neurosis-psicosis, no puede pedir a otras escuelas psiquiátricas la tarea de aportar
una definición coherente y estructural de la psicosis. En la obra de Freud, esta preocupación, sin
que sea central, se halla, no obstante, presente y se traduce en diversos momentos por
tentativas de las que aquí solamente podemos indicar sus direcciones.
1.° En los primeros trabajos Freud intenta poner de manifiesto la intervención, basándose en el ejemplo de ciertas psicosis, del conflicto defensivo contra la sexualidad, cuya función acaba de descubrir en el síntoma neurótico; pero simultáneamente intenta especificar los mecanismos originales que operan desde un principio en la relación del sujeto con el exterior: «rechazo» (verwerfen) radical fuera de la conciencia en el caso de la confusión alucinatoria (véase: Repudio), o incluso una proyección originaria del «reproche» al exterior (véase: Proyección).
2.° Dentro de su primera teoría del aparato psíquico y de las pulsiones, Freud, durante los años
1911-1914 (análisis del Caso Schreber; Introducción al narcisismo), vuelve a examinar el
problema desde el punto de vista de la relación entre las catexis libidinales y las catexis de las
pulsiones del yo («interés») sobre el objeto. Este enfoque explicaría, en forma matizada y
flexible, ciertas constataciones clínicas que indican que en las psicosis no debe recurrirse a la
idea de la «pérdida de realidad» de un modo total y sin discriminación.
3.° En la segunda teoría del aparato psíquico, la oposición neurosispsicosis tiene en cuenta la
posición intermedia del yo entre el ello y la realidad. Así como, en la neurosis, el yo, obedeciendo
las exigencias de la realidad (y del superyó) reprime las reivindicaciones pulsionales, en la
psicosis se produce al principio una ruptura entre el yo y la realidad, que deja al yo bajo el
dominio del ello; en un segundo tiempo, el del delirio, el yo reconstruiría una nueva realidad,
conforme a los deseos del ello. Como puede verse, al estar aquí todas las pulsiones agrupadas
en un mismo polo del conflicto defensivo (el ello), Freud se ve inducido a atribuir a la realidad
misma el papel de una verdadera fuerza autónoma, casi como el de una instancia del aparato
psíquico. Se pierde de vista la distinción entre catexis libidinal e interés, siendo este último, en la
concepción precedente, el encargado de mediatizar, dentro del aparato, una relación adaptativa
a la realidad.
4.° Este esquema simplificado, en el cual se pretende con demasiada frecuencia encerrar la
teoría freudiana de la psicosis, no fue considerado por el propio Freud como enteramente
satisfactorio. En la última etapa de su obra, volvió a ocuparse de la investigación de un
mecanismo original de rechazo de la realidad o más bien de cierta «realidad» particular, la
castración, e insistió en el concepto de renegación (véase este término).