Diccionario de psicología, letra P, pulsión de vida

Pulsiones de vida
Al.: Lebenstriebe.
Fr.: pulsions de vie.
Ing.: life instincts.
It.: istinti o pulsioni di vita.
Por.: impulsos o pulsões de vida.
Gran categoría de pulsiones que Freud contrapone, en su última teoría, a las pulsiones de
muerte. Tienden a constituir unidades cada vez mayores y a mantenerlas. Las pulsiones de vida,
que se designan también con el término «Eros», abarcan no sólo las pulsiones sexuales
propiamente dichas, sino también las pulsiones de autoconservación.
En Más allá del principio del placer (Jenseits des Lustprinzips, 1920), Freud introdujo la gran
oposición, que mantendría hasta el fin de su obra, entre pulsiones de muerte y pulsiones de vida.
Las primeras tienden a la destrucción de las unidades vitales, a la nivelación radical de las
tensiones y al retorno al estado inorgánico, que se considera como el estado de reposo
absoluto. Las segundas tienden, no sólo a conservar las unidades vitales existentes, sino
también a constituir, a partir de éstas, unidades más amplias. Así existiría, incluso a nivel celular,
una tendencia « […]que aspira a producir y mantener la cohesión de las partes de la substancia
viva». Esta tendencia vuelve a encontrarse en el organismo individual, en tanto que éste aspira a
mantener su unidad y su existencia (pulsiones de autoconservación, libido narcisista). La misma
sexualidad, en sus formas manifiestas, se define como principio de unión (unión de los
individuos en la cópula, unión de los gametos en la fecundación).
Pero lo que mejor permite comprender lo que entiende Freud por pulsiones de vida es su
oposición a las pulsiones de muerte: se oponen unas a otras como dos grandes principios que
actuarían ya en el mundo físico (atracción-repulsión) y que se hallarían sobre todo en la base de
los fenómenos vitales (anabolismo-catabolismo).
Este nuevo dualismo pulsional no deja de plantear dificultades:
1) La introducción por Freud del concepto de pulsión de muerte es correlativa con una reflexión
acerca de lo que hay de más fundamental en toda pulsión: el retorno a un estado anterior. Dentro
de la perspectiva evolucionista explícitamente elegida por Freud, esta tendencia regresiva sólo
puede apuntar a restablecer formas menos diferenciadas, menos organizadas, que en último
extremo ya no comporten diferencias de nivel energético. Si esta tendencia se expresa
eminentemente en la pulsión de muerte, en contraposición, la pulsión de vida se caracteriza por
un movimiento inverso, a saber, el establecimiento y mantenimiento de formas más diferenciadas
y más organizadas, la constancia e incluso el aumento de las diferencias de nivel energético
entre el organismo y el medio. Freud se declara incapaz de poner de manifiesto, en el caso de
las pulsiones de vida, bajo qué aspecto obedecen a lo que él definió como la fórmula general de
toda pulsión, su carácter conservador o, mejor, regresivo. «Para el Eros (la pulsión de amor) no
podemos aplicar la misma fórmula, ya que ello equivaldría a postular que la substancia viva,
habiendo constituido primeramente una unidad, se fragmentó más tarde y tiende a reunirse de
nuevo». Freud se ve obligado entonces a referirse a un mito, el mito de Aristófanes en El
banquete de Platón, según el cual la unión sexual tendería a restablecer la unidad perdida de un
ser originariamente andrógino, anterior a la separación de los sexos.
2) En el plano de los principios del funcionamiento psíquico correspondientes a los dos grandes
grupos de pulsiones, se vuelven a encontrar la misma oposición y la misma dificultad: el principio
de nirvana, que corresponde a las pulsiones de muerte, se halla claramente definido; pero el
principio de placer (y su modificación en principio de realidad), que se supone representa la
exigencia de las pulsiones de vida, difícilmente puede captarse en su acepción económica y es
reformulado por Freud en términos «cualitativos» (véase: Principio de placer; Principio de
constancia).
Las últimas formulaciones de Freud (Esquema del psicoanálisis [Abriss der Psychoanalyse,
1938]) indican que el principio subyacente a las pulsiones de vida es un principio de ligazón. «El
fin del Eros consiste en establecer unidades cada vez mayores, y por consiguiente
conservarlas: es la ligazón. El fin de la otra pulsión, por el contrario, consiste en romper las
relaciones y por consiguiente destruir las cosas».
Como puede verse, también en el plano económico la pulsión de vida armoniza mal con el modelo
energético de la pulsión como tendencia a la reducción de las tensiones. En algunos pasajes,
Freud sitúa el Eros en oposición al carácter conservador general de la pulsión.
3) Por último, si Freud pretende reconocer en las pulsiones de vida lo que anteriormente había
designado como pulsión sexual, cabe preguntarse si esta asimilación no es correlativa con un
cambio en cuanto a la posición de la sexualidad en la estructura del dualismo freudiano. En los
grandes pares antitéticos establecidos por Freud: energía libre-energía ligada, proceso primario –
proceso secundario, principio de placer-principio de realidad, y, en el Proyecto de psicología
científica (Entwurf einer Psychologie, 1895), principio de inercia – principio de constancia, la
sexualidad correspondía hasta entonces a los primeros términos, apareciendo como una fuerza
esencialmente disruptora. Con el nuevo dualismo pulsional, es la pulsión de muerte la que pasa a
convertirse en esta fuerza «primaria», «demoníaca» y propiamente pulsional, mientras que la
sexualidad, paradójicamente, pasa del lado de la ligazón.