Diccionario de psicología, letra R, Realidad vincular

Realidad vincular

Definición
Construcción psíquica producto de un trabajo vincular que determina y es determinada por la
realidad psíquica, conserva una marca de exterioridad respecto del sujeto pero refleja a su vez
el interior de un conjunto humano, constituyendo así un espacio virtual donde tendrían lugar
distintos fenómenos psíquicos intersubjetivos.
Origen e historia
Clásicamente el objeto del psicoanálisis ha sido la realidad psíquica en oposición a la realidad
material, una es producto del psiquismo y la otra es la referencia del mundo como existente fuera
del sujeto.
Esta realidad material no es exactamente «el mundo exterior objetivo» [real], sino una versión
consensuada de este mundo, «que subsiste fuera e independientemente de nosotros» (Freud, S.
1933); esta versión es posible en función de la articulación que permiten los distintos niveles de
intercambio. El intercambio lingüístico, el de parentesco y el económico, sostienen una realidad
exterior con la pretensión totalizante de que ésta abarque todo lo existente.
Berenstein introduce el término en 1989 de la siguiente manera:
«Si nos preguntamos dónde ocurren los actos vinculares podemos decir que en la mente y en la
relación. Se podría agregar que primero suceden en un territorio y luego en otro, dependiendo de
la opción elegida. Aunque parcialmente cierto como resultante de lo observado, como
conceptualización todavía es imperfecta. La clínica nos instruye que no ocurren de la misma
manera en el mundo interno y en el mundo vincular. Quizá haya que profundizar más aún en la
distinción entre realidad psíquica y realidad vincular. La primera como presencia de los otros en
el relato del yo, así como éste está dentro y fuera del relato de los otros».
Desarrollo desde la perspectiva vincular
Toda realidad sería producto de una articulación simbólica: la psíquica, producción de un sujeto;
la material, de una cultura. Mundo exterior sería lo que queda sin significar, inaccesible a la
palabra pero existente.
Es posible diferenciar entonces, las asociaciones de un paciente acerca de su manera de ver
las vicisitudes que lo unen a sus otros significativos -realidad psíquica- de las relaciones que
efectivamente ha establecido y establece con esos otros sujetos, estas últimas estarían
marcadas por la presencia del otro y las denominamos vínculos.
El discurso de un paciente nos presenta su realidad psíquica como construcción de sentido
producida por sí mismo a través de una historia, sin embargo es posible, basados en el relato del
paciente y en las repeticiones en transferencia hacer algunas hipótesis, construcciones, acerca
de las características de esos personajes, más allá del matiz subjetivo que el analizado le
imprima a su relato. Estas hipótesis son importantes porque forman parte de la reconstrucción de
la realidad que cada quien produce en análisis. Cada familia produce un imaginario (Gomel, S.
1987), que es la fuente donde abrevan los sujetos para construir su propio mundo
representacional y un particular procesamiento de la cuestión de la ley que devendrá en los
edipos de esa familia. Atribuyo a ese juego simbólico e imaginario, no sólo la capacidad de
construir aparatos psíquicos sino también el poder de generar patología.
La instalación y sostenimiento de la represión, al igual que la aparición de la negación, la
desmentida y la renegación, no serían hechos aislados, efectos exclusivos del funcionamiento
psíquico individual, que pudieran prescindir de los otros significativos para el sujeto.
La realidad psíquica individual proviene de la elaboración del impacto que la realidad exterior
hace sobre el sujeto, esa realidad es cultural, es significante, es vincular. Que los datos de la
percepción no sean impactos sensoriales en bruto, se refiere al aspecto significante del mundo
humano, pero este mundo cultural significante se genera y se sostiene por los lazos sociales,
afectivos, sexuales de los hombres entre sí. La significación no puede separarse de lo afectivo
y de una transmisión de las relaciones de cada elemento son los demás, esos elementos son
palabras que circulan entre personas y es así como la familia transmite la sintaxis gramatical y la
del parentesco simultáneamente. Los registros sensoriales se ordenan de acuerdo al criterio
familiar consciente, normativo y también inconsciente, incestuoso.
Realidad intersubjetiva, irreductible tanto a los puros hechos como a la pura subjetividad,
producto de un sistema de intercambio que organiza a partir de esta matriz transindividual las
representaciones subjetivas. Los aspectos inconscientes de cada uno de los sujetos son
mantenidos en ese estado desde la presión de una realidad que cuenta para el conjunto al que
pertenece. Más que pensar en términos de la concordancia entre realidad psíquica y realidad
material habría que pensar en cuánto de la realidad se puede sostener y cuánto se deja de lado.
Lo real está, lo que puede no estar es su representación.
El mundo que habitamos, no es el mundo externo, el de la naturaleza sino un mundo vincular.
Esta realidad vincular debe tener una marca de exterioridad en relación a la psíquica, sin
embargo no es un dato primario sino una construcción histórica transubjetiva.
También podríamos hablar de realidad vincular para referirnos a ese producto del juego
intersubjetivo que constituye el espacio al que el yo adviene y que contribuye a construir. Es una
realidad poblada de signos de placer y teñida por el color de los deseos en juego. La trama
deseante que se entreteje con los deseos parentales no sólo captura al hijo sino que se anuda a
través del procesamiento psíquico del sujeto en formación.
La trama vincular que precede al infans es su realidad, investida y fuente de investiduras,
siempre enigmática e imposible representarla en su totalidad.
La realidad está compuesta entonces por los investimentos de objetos que fueron parte del
sujeto, no existe la realidad que no esté investida (como planteara L. Horstein) y es difícil pensar
esos investimentos como paralelos, sin ningún tipo de entrecruzamiento entre ellos.
Sabemos que la realidad marcada como externa puede recibir no sólo aspectos
correspondientes al mundo externo sino también aspectos yoicos displacenteros. Por lo tanto, la
«objetividad» con que se constituye esa realidad es relativa a los vaivenes del principio del placer
que encuentra su tope en la oposición que le hace lo exterior a sí. Pero tendríamos que convenir
en que esa fuerza opositora no es igual desde objetos inanimados que de seres humanos y más
aún aquellos que son especialmente significativos. No sólo se diferencia un otro, un semejante,
sino también los vínculos que los unen y que constituyen una escena con sus personajes. Un
mundo real entretejido por las investiduras cruzadas entre los personajes de esa escena. La
realidad es por lo tanto un concepto intersubjetivo y la objetividad es una transacción entre los
yoes.
La constitución de esta realidad se puede dar bajo el predominio de diversos mecanismos.
Se abre la posibilidad de pensar otro aspecto de la realidad que a diferencia de la realidad
psíquica puramente individual, se despliega en ese campo vincular y que no podría asimilarse al
mundo real exterior, puro estímulo perceptual.
Esta realidad psíquica vincular sería el objeto de análisis familiar o de pareja. Es el producto de la
relación entre sus miembros y de las determinaciones estructurales. Esta realidad puede
pretender ser la única posible e impedir de esta manera la producción de nuevas significaciones.
Una vez más, la idea de trama es un buen modelo para pensar los fenómenos vinculares, en ese
sentido podríamos aplicarla a esta construcción del mundo que llamamos la realidad.
Ya en 1924 Freud hace intervenir a la realidad como una instancia en la descripción de los
conflictos, no se trata de transacciones intrasubjetivas sino que introduce lo extrasubjetivo como
parte del conflicto. Se abriría aquí la cuestión de la realidad como una cuarta instancia
constitutiva del aparato psíquico y qué consecuencias produciría situarla como producción
vincular que configura el mundo exterior por el que deambulan los sujetos.
Problemáticas conexas
La inclusión de este término conlleva la necesidad de resituar el concepto de realidad psíquica,
como producción puramente subjetiva y diferenciarlo de lo que se entiende por realidad material,
mundo externo o lo real, proveniente de la teoría lacaniana.
Habría que situar el lugar del otro, su presentación y su representación, en el despliegue de la
realidad vincular en un tiempo y un espacio que no se restringe al intrasubjetivo.