Diccionario de psicología, letra R, reproche

Reproche

Definición
Etimológicamente reproche surge del francés y responde a la base latina repropium, variante de
reprobatorio; re: contra; probare: aprobar. Reprobación:- condenar, contradecir, excluir, no
admitir, no aprobar. Otra acepción posible remite a porche: próximo, vecino, cercano, inmediato.
«Dar en el rostro», «arrojar a la cara».
El reproche es una de las formas de la petición humana, siempre insatisfecha. Se vincula al
desamparo constitutivo y su presencia es inevitable en toda configuración vincular estable.
Origen e historia del término
Al caracterizar la melancolía, (Duelo y melancolía, 1917) Freud aísla el reproche hacia sí mismo,
como consecuencia de la muerte del objeto amado o por causa de ofensa, postergación o
desengaño; se introduce en la relación con el objeto una antítesis de amor y odio o se intensifica
una ambivalencia preexistente específica de esta enfermedad.
La carga erótica del melancólico experimenta doble destino: parte retrocede hasta la
identificación narcisista con el objeto perdido y parte hacia la fase sádica, atormentando a los
que ama. El melancólico dirige hacia sí mismo la hostilidad al objeto por vía de la identificación con
éste: «La sombra del objeto cae sobre el yo» .
Citamos a Freud: «La mujer que compadece a su marido por hallarse ligada a un ser tan inútil
como ella, reprocha en realidad a su marido su inutilidad estos reproches proceden del pro y el
contra del combate amoroso que ha conducido a la pérdida erótica.»
Como contrapartida, en Análisis fragmentario de una histeria, (1905) Freud intenta
sistemáticamente revertir la posición de queja en Dora, tomando sus innumerables reproches (al
Sr. y la Sra. K, a su padre, a la institutriz … ) como develadores de su propia conducta. Los
ubica como autorreproches en un plano no conocido por ella, y abre así un saber sobre las
posiciones que ella mantuvo ocultos en relación a su propio deseo. Este sesgo del reproche es
muy pertinente en la clínica vincular, y especialmente fecunda su exploración.
En relación a la neurosis obsesiva (Análisis de un caso de neurosis obsesiva, 1908) Freud
demuestra cómo los autorreproches que el enfermo se dirige se desplazan a representaciones
erróneas como modo de evitar renunciar a la satisfacción sexual que el verdadero enlace
develaría.
Tanto en El final del Complejo de Edipo (1924), en Algunas consecuencias psíquicas de la
diferencia sexual anatómica (1925), como en sus artículos Sobre la sexualidad femenina (1931)
y La femineidad (1932), Freud asevera que junto al amor intenso hay una fuerte tendencia a la
agresión y que cuando finaliza la fase preedípica emerge como el motivo más poderoso para
apartarse de la madre, el reproche de la niña por no haberla munido de un genital completo, y por
no haberla amamantado lo suficiente.
Sitúa el reproche como consecuencia irremediable de la índole misma de la sexualidad infantil y
de la inmensa codicia humana; «la vinculación a la madre debe por fuerza perecer, precisamente
por ser la primera y la más intensa a semejanza de lo que tan a menudo se comprueba con los
primeros matrimonios de mujeres jóvenes contraídos en el medio del más apasionado
enamoramiento».
El dolor que causa la pérdida del seno materno y la consecuente incompletud, no se apacigua
jamás y se recrea en toda relación posterior significativa.
Desarrollo desde la perspectiva vincular
Como suele ser la carta de presentación de la pareja que consulta, tomaremos su apoyatura en
esta configuración vincular como paradigmática.
En toda relación de pareja hay un punto de desajuste estructural, lugar de aparición e instalación
del reproche, que cada pareja bordeará a lo largo de su existencia de diferentes maneras. El
enamoramiento inicial constitutivo recorre un camino más o menos penoso según los casos,
tendiente a la desidealización; dicho enamoramiento es un estado de cuasi-fusión narcisista,
fundante del vínculo, y con predominio de la sobrestimación del otro.
Lo que instituye el lenguaje amoroso es la fascinación, que etimológicamente deriva de
fascinare, embrujar. Fascinum (embrujo) es lo que tiene como efecto detener el movimiento y
literalmente matar la vida. Fascinar es engañar, alucinar, encantar, hechizar, deslumbrar,
sinónimos que aluden a la atracción o dominación, mediante la mirada o palabra.
«El enamorado es un narcisista que tiene un objeto» nos dice Julia Kristeva. Con el narcisismo se
atenúa el sufrimiento del vacío. El enamorado-narcisista necesita sostener la existencia de ese
otro ideal, fundiéndose con él, indistinto a él.
Cuando cae el lugar del ideal la organización vincular vigente se quiebra y es frecuente el pasaje
por un estado de reproche, como un intento de ubicar nuevamente al otro en objeto ilusorio,
recriminándole su diferencia.
Por el carácter irreductible de la estructura narcisista’ la agresividad está implicada en todas y en
cada una de las configuraciones vinculares.
El enamoramiento llena imaginariamente una falta; la fragilidad de esta estructura narcisista es
fuente de gran sufrimiento por la inermidad constitutiva que nos atraviesa. Así, en tanto cada
uno de los miembros de la pareja busca permanentemente ser reconocido por el otro, aparece
en forma constante una fuente de malestar que determina la caída del enamoramiento.
Los reproches son la expresión de ese malestar, y aparecen en el lugar en que a posterior¡
surgen nuevos pactos y acuerdos. Denotan un conflicto entre la tendencia narcisista de
completud y la visualización de las diferencias. Aparecen como la emergencia consciente de una
recriminación, efecto del corrimiento del otro del lugar esperado. Lo que se reprocha es algo que
falta, por lo que se sufre, y el otro acepta que hubiera debido satisfacerlo.
El reproche puede polarizarse, y ser la mujer la que dirige las acusaciones al hombre. La fuerza del reproche en la mujer toma su intensidad de la envidia fálica.
Constituye (el reproche) una de las estrategias vinculares más eficaces para rehuir la
castración y puede convertirse en fetiche 2, con connotaciones sadomasoquistas, en un
entrecruzamiento perverso en estructuras vinculares neuróticas.
El reproche como momento de tránsito, surge cuando los pactos y acuerdos imperantes
caducan y se impone su reformulación. En este caso es reversible, y es a partir del
reconocimiento de la castración, de las renuncias parciales a la omnipotencia, de separar lo
posible de lo imposible que se posibilitan organizaciones narcisísticas de mayor complejidad,
logrando que el lazo de amor apuntale y deje libre la circulación deseante.
Otra vía es cuando el reproche está al servicio de sostener un acuerdo, ocupa el centro de los
intercambios matrimoniales y cristaliza instalándose en un «más allá». Es irreversible .
No separa, sino que une indisolublemente; no es protesta contra la incompletud sino su
desmentida. Privilegiadamente en estos casos se recortan los significados que etimológicamente
remiten a cercanía: «dar en el rostro», «arrojarle a la cara» pues dan cabal cuenta de una
actualidad traumática sin representación. Repiten juntos la imposibilidad de completarse; entre
ambos entronizan a la madre fálica.
El reproche en la clínica nos orienta sobre los vaivenes del deseo y del goce 3. Es la brújula de la problemática superyoica (culpa, masoquismo, compulsión de repetición, duelos detenidos); obstaculiza el cuestionamiento cuando se instala y lo precede cuando es reversible. Ya en los textos freudianos el reproche es ubicado en el marco de la elección de objeto.
Berenstein y Puget en su clásico artículo «Algunas consideraciones sobre el psicoanálisis de
pareja: del enamoramiento al reproche» establecen un pasaje en la pareja desde un estado inicial
de enamoramiento a uno ulterior de reproche que connotan como reversible.
Lo definen como «un estado» sustentado por la compulsión a la repetición y que da origen a un
pensamiento delirante, que consiste en transformar un dolor singular en una generalización de
tipo universal. Le adscriben una estructura lingüística definida en la que, a partir de un
pensamiento delirante, se crea un drama. En dicho drama, un objeto fuera del yo, es culpable de
las falencias, malestar, o del daño o dificultad del sujeto, registrados como amenaza del retorno
del desamparo. Si bien lo consideran un soliloquio donde presente y pasado se confunden
también en el contexto de la pareja, lo ubican como una estructura mutua y compartida que se
realimenta.
Conciben el vínculo de pareja, cuyo comienzo es el enamoramiento, como el marco ideal para
establecer imaginariamente un modelo ilusorio a fin de superar la discontinuidad; ésta es causa
de dolor producido por el reconocimiento del objeto como diferente de sí mismo. «Por este motivo
hay un intento nunca acabado de transformar al otro, que pierda sus características diferentes
para convertirlo en semejante… para lograr ilusoriamente la negación del dolor, de la diferencia y
de la incompletud».
Problemáticas conexas
El reproche está directamente relacionado con la temática de la complejización vincular, ya que ésta corre por los andariveles del narcisismo y la castración, temas pilares en el desarrollo del reproche.
El reproche, como vicisitud de los pactos y acuerdos inconcientes constituye otra vía de
investigación posible; dichos pactos y acuerdos suelen denotar que la completud es posible,
pero no fue alcanzada, con la imposibilidad de renuncia a ideales inaccesibles.
Tema éste vinculado a la vez a las coordenadas yo ideal- ideal del yo.
Interesante es la articulación reproche-angustia, puesto que aquél cumple función de velo ante
la emergencia de angustia en las configuraciones vinculares.
Enlazar el reproche vincular con el malentendido propio del ser parlante permitirá desarrollos de
gran valor clínico.
En relación a la técnica es necesario, cuando el reproche se instala, recurrir tanto a
interpretaciones, como a intervenciones, tendientes éstas últimas a «interrumpir ciertos
funcionamientos repetitivos imponiendo un nuevo orden». (J. Puget, 1990) La indagación
reproche-interpretaciótz-intervención abre un fecundo campo de investigación teórico-clínica.