Diccionario de psicología, letra S, Sentido

Sentido
La emergencia de sentido se produce en el marco de las necesidades; los imperativos
corporales del sujeto, como por ejemplo el hambre, adquieren valor de signos para el Otro
materno que los convierte inmediatamente en respuesta. De hecho, esas experiencias de
satisfacción no tienen ningún carácter pragmático para el sujeto que las vive, pero, en la medida
en que son entendidas por el prójimo, el sujeto está sumergido de entrada en un espacio de
comunicación en el cual sus gritos adquieren sentido para el Otro. En consecuencia, estará
ligado al deseo del Otro, puesto que éste le devuelve sus propios significantes. A las respuestas
del Otro, el sujeto reacciona con una satisfacción que también tiene valor para el Otro. Este
movimiento induce un más allá de la simple satisfacción de la necesidad, un más allá que pone al
sujeto en posición de desear. Ahora bien, el advenimiento del deseo está suspendido de la
búsqueda del reencuentro con la experiencia de satisfacción primera: la pulsión reinviste una
huella mnémica. Así, en la reiteración de la experiencia de satisfacción, el sujeto se encuentra en las redes del sentido. Para mostrarlo, Lacan llevará la noción de sentido a la articulación de lo
simbólico y lo imaginario en el nudo borromeo. Pero si fuera preciso plantear la cuestión de
manera arbitraria en un plano temporal, lo imaginario precedería a lo simbólico; por ello Lacan
dice, en R.S.I. (10 de diciembre de 1974), que «El sentido es aquello con lo que responde algo,
que es otra cosa que lo simbólico, y este algo es, no hay modo de decirlo de otra manera, lo
imaginario». Para Lacan, la emergencia de sentido se produce como nominación, y es lo
imaginario lo que tiene por función dar consistencia y anticipar lo que será retomado por los
procesos significantes. Lo propio del sentido no es plantear «¿qué es lo que esto quiere decir?»,
sino «¿qué es lo que quiere decir diciendo eso? No hay ser ni esencia del ser, insiste Lacan; hay
consistencia; ésta es mantenida por lo imaginario, pues lo imaginario reúne «momentáneamente»
todo lo que es ausencia de tiempo, «momentáneamente» suspendido por lo simbólico. En cambio,
en lo simbólico el tiempo como ocurrencia lógica abrirá a las funciones inscritas. Realiza «una
puesta en forma significante de lo real» (Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis).
De hecho, en razón de lo que es interpretado como demanda por el gran Otro, el sujeto entra en
el universo del deseo que se inscribe entre necesidad y demanda. En ese movimiento, significa
lo que desea, y al mismo tiempo la nominación abre a una distorsión entre lo deseado y lo que es
significado en la demanda. Asimismo, el Otro es emplazado en el lugar de la Cosa cuyo deseo
desea el sujeto. El deseo se estructura entonces como deseo a partir de un objeto imposible,
puesto que la Cosa es en sí misma innombrable. En consecuencia, el deseo es sin cesar
reactivado por la falta de la Cosa que causa a la vez el deseo y aquello a lo que él apunta; de ahí
la noción de objeto a instaurada por Lacan. Por lo tanto, en lo simbólico no hay homogeneidad
entre lo que es dicho y aquello a lo que apunta el significante; esto es lo que sintetiza la célebre
frase de Lacan «un significante representa al sujeto ante otro significante»: el principio de la
metáfora paterna ilustra esta tesis; un segundo significante S2, que reemplaza a un primer SI,
hace advenir al sujeto hablante. La mediación por la demanda, y en consecuencia por el Otro, del
deseo que da sentido a la demanda, instaura para el sujeto el orden de la pérdida y de la falta.
En este caso Lacan introduce un concepto nuevo a propósito del advenimiento de la
significación en el orden simbólico: el punto de almohadillado. Está plenamente articulado con el
registro del deseo; el deseo se funda siempre en un más allá de la demanda, por una articulación
significante inconsciente que el sujeto dice sin saber. Para Lacan, la significación sólo tiene
efecto retroactivo: «cada término es anticipado en la construcción por los otros, y a la inversa,
sella el sentido de ellos por su efecto retroactivo» (Escritos). La noción de sentido, más allá de la
noción de significación, limitada al registro del lenguaje, implica la idea de un camino, de una
dirección; para Lacan, esto indica que no tenemos un lenguaje, sino del lenguaje [du langagel;
sólo tenemos «una serie de lenguas encamadas»; «el siendo marca la convergencia de los
habiendo sido», dirá también en los Escritos. En consecuencia, Lacan anuncia atronadoramente el 20 de noviembre de 1973 (Les non-dupes errent, Los desengañados se engañan o los nombres del padre) que «el lenguaje está en el lugar del sentido, el bi-du-bout del sentido es el sentido sexual, a saber, el sentido sin sentido». Esta dimensión implica la negatividad; la negatividad recubre la idea de la introducción de un tiempo imaginario en el marco de lo simbólico;
por ejemplo, concierne al significante en tanto que introduce el significado; asimismo, la
negatividad del lenguaje implica la relación con el cuerpo, con «sus imágenes inconscientes»
(Françoise Dolto), y puede leerse en relación con la negatividad de la relación sexual: ¿por qué
la relación sexual está concernida por la negatividad? Porque «nada en el sujeto tiene las
cualidades requeridas para afirmar la certidumbre de que es de un sexo» («Une pratique de
bavardage», Ornicar?, nº 19, 1977). De modo que el rol de lo imaginario es dar una consistencia
y anticipar lo que podría ser. Lacan desarrolla esta tesis en R. S.L en 1975; el nudo borromeo en
sí es del orden de lo imaginario, porque su rol es dar una consistencia. Lo simbólico no puede
darla, ya que en razón de la equivalencia de los tres campos (real, simbólico, imaginario), el
sentido se encuentra necesariamente en el exterior del nudo; nada permite situarlo en el interior,
pues lo que caracteriza a los tres nudos es su igual eficacia; nada permite tampoco situar el
sentido en lo real, puesto que es por definición irrepresentable: «Por lo tanto, si el nudo se
mantiene, es porque lo imaginario está tomado en su consistencia propia» (R. S. I, 11 de febrero
de 1975). El 11 de marzo de 1975, Lacan continúa: «Lo propio del sentido es que con él se
nombra algo, y esto hace surgir la dicho-mansión* de esta cosa vaga que se llama las cosas y
que sólo se basan en lo real, es decir, en uno de los tres términos de los cuales yo he hecho
algo que se podría llamar la emergencia del sentido; esto se resume en una mostración». El
efecto de sentido se encuentra en consecuencia en la juntura de lo simbólico y lo imaginario.
Apela al uno-de sentido que es el ser especificado del inconsciente; el inconsciente se convierte
entonces en «lo que por hablar determina al sujeto en tanto que ser, pero ser a radiar por esta
metonimia con la que doy soporte al deseo, en tanto que imposible por siempre de decir como
tal» (21 de enero de 1975). ¿Cómo se produce entonces el pasaje al sentido? Para Lacan, el
analista debe «producir un significante nuevo» que haga «efecto de agujero», al plantearse
como «nominación». Al respecto hay una comparación de la situación analítica con la invención
poética, pues la emergencia del sentido se produce en un decir que realiza los móviles de la
letra.