Diccionario de psicología, letra S, Sugestión

Sugestión

s. f. (fr. suggestion-, ingl. suggestion; al. [die] Suggestion). Influencia sobre el sujeto, no
reconocida como tal, de la palabra de otro, investido de autoridad.
La cuestión de la sugestión presenta, en el campo del psicoanálisis, un doble interés. La dilucidación de su mecanismo, que está en juego en la hipnosis, le permitió a Freud descubrir la
técnica psicoanalítica. Retomada por Lacan a partir de la dimensión del significante, plantea de
una manera más precisa su distinción de la trasferencia.
Según la teoría del «magnetismo animal» (Mesmer, 1776), el cuerpo caía enfermo a causa de una mala distribución del «fluido universal» que se trasmite entre los sujetos. Estos hechos fueron
poco después atribuidos al efecto de la imaginación sobre la fisiología. Se sospechó así que los
efectos benéficos resultantes de un tratamiento por electroterapia se debían a la sugestión.
Luego vino la hipnosis, que creó las condiciones favorables para la sugestión ver bal
propiamente dicha (Braid, 1843): se sugería al paciente abandonar su síntoma, luego revivirlo y
verbalizar la situación traumática considerada causante del síntoma (Bernheim, Breuer). Freud
no tarda en descubrir que el lazo médico-enfermo introducía una dimensión nueva y diferente.
Aunque en sus primeros años de ejercicio haya intentado él mismo practicar la hipnosis y la
sugestión, Freud llegó muy pronto a proponer un «inétodo» totalmente nuevo, el método
psicoanalítico, que describe con bastante precisión desde 1904.
Para Lacan, la dimensión de la sugestión aparece desde que el sujeto dirige una demanda al
analista: la necesidad en estado bruto, obligada en el serhablante a pasar por la grilla del
significante, permanece sometida a la demanda. El analista entiende la demanda en dos planos:
demanda puntual dirigida al semejante, y demanda de ser reconocido por el Otro. La regla de
abstinencia preserva la distinción de estos dos planos; por el hecho de que el psicoanalista no
responde a la demanda puntual, la trasferencia toma su impulso en tanto «campo abierto por
obra de la posibilidad de una articulación significante» (Seminario V, «Las formaciones del
inconciente») que compromete al sujeto en el reconocimiento de su deseo. Cuando esta
dimensión del significante es eludida, la práctica analítica se rebaja al ejercicio de un poder («La
dirección de la cura», en Escritos, 1966).

Término que designa un medio psicológico para convencer al individuo de que sus creencias,
opiniones o sensaciones son falsas, y que, por el contrario, las que se le proponen son
verdaderas.
En la historia de la psiquiatría dinámica se denomina sugestión a una técnica psíquica heredada
en primer lugar de¡ magnetismo de Franz Anton Mesmer, y después de¡ hipnotismo (hipnosis) de
James Brald (1795-1860), basada en la idea de que una persona puede influir sobre otra con
sus palabras, y de tal modo modificar su estado afectivo.
Sigmund Freud creó el psicoanálisis al abandonar la sugestión por la catarsis.
Después de su estada en París en el servicio de Jean Martin Charcot, en 1885, Sigmund Freud
comenzó a tratar pacientes con las técnicas más diversas, entre ellas la sugestión hipnótica.
Muy pronto oyó hablar de los trabajos de la Escuela de Nancy, fundada por Augusto Liébeault, y
de los desarrollos aportados en ella por Hippolyte Bernheim. Este sostenía que la hipnosis era un
efecto de la sugestión: se oponía de tal modo a Charcot y a su concepción de la hipnosis como
un estado patológico propio de los histéricos.
Heredero de la primera psiquiatría dinámica, Bernheim, «contra» Charcot, formuló entonces el
principio de la psicoterapia al pasar de la sugestión hipnótica a la sugestión verbal: en efecto, demostró que la mirada no era necesaria para sumergir al paciente en un estado de sonambulismo, y que con la palabra se obtenían los mismos resultados.
En 1889 Freud tradujo la obra de Bernheim sobre la sugestión y sus aplicaciones terapéuticas.
Más tarde viajó a Nancy, y después a París, para asistir al Primer Congreso Internacional de
Hipnotismo Experimental y Terapéutico. Hasta 1893 vaciló entre tres orientaciones terapéuticas:
la hipnosis de Charcot, la sugestión de Bernheim y la catarsis de Josef Breuer. Finalmente se
alejó por turno de todos, y en el primer capítulo de los Estudios sobre la Histeria expuso su
propia concepción de la psicoterapia organizada en torno al método de la asociación libre. Al año
siguiente, este método tomó el nombre de psicoanálisis
Para ilustrar lo que distinguía a este método de todos los inspirados en la sugestión,
Freud, en un artículo de 1905, «Über Psychotherapie, se basó en la diferencia establecida por
Leonardo da Vinci (1452-1519) entre la pintura y la escultura. La técnica de la sugestión, dijo
Freud, es comparable a la pintura, que procede per via di porre, es decir aplicando, «sin
preocuparse por el origen, la fuerza y la significación de los síntomas mórbidos»; se supone que
la sugestión es lo suficientemente fuerte como para «interponer una barrera a las
manifestaciones patógenas».
En cuanto al método analítico, Freud lo compara con la escultura: procede per via di levare. En
otras palabras, apunta a «retirar, extirpar algo, y para ello se preocupa por la génesis de los
síntomas mórbidos y los vínculos de estos últimos con la idea patógena que quiere suprimir». Y
Freud añade: -He renunciado muy pronto a la técnica de la sugestión y, con ella, a la hipnosis,
porque desesperé de lograr que los efectos de la sugestión fueran lo bastante eficaces y
duraderos como para llevar a una curación definitiva».
Esa renuncia a la sugestión como método clínico no implicaba olvidar la idea de la sugestión
como modalidad del funcionamiento psíquico, según lo demuestran las siguientes palabras de
Freud sobre la cuestión de la transferencial: «Un análisis sin transferencia es imposible; no hay que creer que es el análisis el que crea la transferencia y que ésta sólo se encuentra en él». De hecho, Freud conserva la idea del tratamiento mediante la palabra y subraya que su fuente está
en la transferencia. Como fenómeno general de relación afectiva que induce la curación
mediante el amor o el espíritu, la transferencia debe ser analizada, para que no se reduzca a la
sugestión: «Muy a menudo -dice Freud- basta la transferencia para suprimir los síntomas
mórbidos, pero sólo temporariamente y mientras dura. En tal caso, el tratamiento no puede
considerarse un psicoanálisis, y sólo se trata de sugestión. La denominación de psicoanálisis se
aplica exclusivamente a los procedimientos en los que la intensidad de la transferencia es
utilizada contra las resistencias»
En 1920 Freud se encontró una segunda vez con la problemática de la sugestión en el momento en que, con el deseo de abrir «el carnino que lleva desde el análisis del individuo a la comprensión de la sociedad», inició la redacción de Psicologia de las masas y análisis del Yo.
Antes de él, Gustave Le Bon (1841-1931), William McDougall, fundador de la psicología social
norteamericana. y Gabriel Tarde (1843-1904) también habían abordado ese dominio,
remitiéndose a Ia sugestión para explicar el comportamiento colectivo.
Contrariamente a estos autores, Freud se negó a utilizar la «sugestión» como «palabra mágica», y
subrayó que Le Bon reducía a dos factores el conjunto de las manifestaciones sociales (o de las
multitudes): la sugestión recíproca de los individuos aislados y el prestigio de los conductores,
«De tal modo, uno queda preparado para declarar que la sugestión (o más exactamente, la
aptitud para ser sugestionado) es justamente el fenómeno originario que ya no se puede reducir
más, un hecho fundamental de la vida psíquica del hombre. Esto es lo que también pensaba
Bernheim acerca de los sorprendentes juegos de prestidigitación de los que yo fui testigo en
1889. Pero no he perdido el recuerdo de la sorda hostilidad que ya entonces experimenté contra
esa tiranía de la sugestión [ … ]. Mi resistencia se orientó ulteriormente hacia la rebelión contra el
hecho de que la sugestión, que lo explicaría todo, debía a su vez ser dispensada de cualquier
explicación.-
En Psicología de las masas. Freud abolía la frontera entre los fenómenos de la psicología
individual Y, los concernientes a la psicología colectiva: de allí la hipótesis de que «las relaciones
amorosas (en términos neutros: los vínculos sentimentales) constituyen también la esencia del
alma de las multitudes». Precisó además que Gustave Le Bon o McDougall «no abordaron esas
relaciones». Pues «lo que correspondería a ellas esta ha manifiestamente disimulado detrás de la
pantalla, el biombo de la sugestión».
En lugar de la explicación tautológica en función de la sugestión para dar cuenta de la
transformación psíquica del individuo en la multitud (la fascinación ejercida por el jefe y, la
conducta imitativa de los individuos en sus relaciones recíprocas), Freud estableció que en
realidad se trataba de una limitación aceptada del narcisismo, generada por la relación con el
«jefe». En efecto. para cada individuo sumergido en la multitud, el jefe ocupa el Jugar del ideal del
yo. Y la omnipotencia individual es limitada por la instauración de un vínculo de anior horizontal
entre los miembros de la masa.
La sugestión como técnica psíquica sería conservada en diversas formas por muchas escuelas
de psicoterapia. Asimismo. el concepto de sugestión ha sido periódicamente reactualizado para
explicar los fenómenos transferenciales en términos de engaño, fascinación o simulación.
Este fue el atolladero en el que se encontró el historiador Marc Bloch (1886-1944) en 1924.
lgnorándolo todo de la reflexión freudiana, pero tratando de comprender la naturaleza del poder
terapéutico de los reyes taumaturgos a los cuales la multitud medieval atribuía curaciones
milagrosas (y en particular la capacidad de sanar las escrófulas tocándolas). denunció ese
supuesto poder como puro engaño, sin llegar a captar la esencia de la curación psíquica
inducida por la transferencia. En efecto, distinguió dos tipos de enfermos: los verdaderos. los
enfermos «orgánicos», afectados de escrófulas (adenitis tuberculosa). imposibles de curar
tocándolos, y los falsos, los enfermos «psíquicos», que padecían según él «enfermedades
falsas» y eran por lo tanto simuladores o histéricos. Había habido una ilusión colectiva, y el
milagro no habría sido más que una gigantesca noticia falsa sur-ida de la sugestión.