Diccionario de psicología, letra S, Suicidio

Suicidio
Alemán: Selbstmord.
Francés: Suicide.
Inglés: Suicide.

Término creado a partir del latín sui (de sí mismo) y caedes (asesinato), introducido en inglés en 1636 y en francés en 1734, para designar el acto de matarse a sí mismo como enfermedad o patología, en oposición a la antigua formulación de la «muerte voluntaria», sinónimo de crimen contra sí mismo.
Si bien desde mediados del siglo XVII la palabra suicidio fue reemplazando progresivamente a las
otras denominaciones empleadas para designar la muerte voluntaria, hubo que aguardar hasta la
segunda mitad del siglo XIX para que ese acto, considerado heroico en las sociedades antiguas
o en el Japón feudal, fuera mirado corno una patología. En este sentido, el destino del suicidio en
las sociedades occidentales es comparable al de la homosexualidad, la locura o la melancolía.
Rechazado por el cristianismo como un pecado, un crimen contra sí mismo y contra Dios, o
incluso corno resultado de una posesión demoníaca, el suicidio se sustrajo a la condena moral a
fines del siglo XIX, para convertirse en el síntoma, no de una necesidad ética, de tina rebelión o
de un mal de vivir, sino de una enfermedad social o psicológica, estudiada con la objetividad de
la mirada científica.
Fue Émile Durkheim (1858-1917) quien generó esa ruptura. Contra los partidarios de la teoría de
la herencia-degeneración, él demostró, en su magistral estudio de 1897, que el suicidio es un
fenómeno social que no depende de la «raza» ni de la psicología, la herencia, la insanía o la
degeneración moral. En este sentido, Durkheim veía al suicidio como Sigmund Freud a la
sexualidad: hizo de él un verdadero objeto de estudio.
Pero las semejanzas se detienen en ese punto. En efecto, el enfoque sociológico de Durkheim no
da cuenta de una dimensión esencial del suicidio, presente en todas las formas de muerte
voluntaria: el deseo de muerte, es decir, el aspecto psíquico del acto suicida. Por ello las ideas
de Durkheim no pueden aplicarse a los grandes casos de suicidio narrados por la literatura: por
ejemplo, el de Emma Bovary. En apariencia perfectamente integrado en su ambiente, ese
personaje femenino representa un contraejemplo para el análisis de Durkheim. Ahora bien,
Gustave Flaubert (1821-1880) realizó para componerlo una investigación tan empeñosa corno la
del sociólogo.
En la sociedad vienesa de principios de siglo, los suicidios eran numerosos entre los
intelectuales, sobre todo Ics judíos, para quienes la muerte voluntaria era tina manera de terminar
con una judeidad vivida en términos de «auto odio judío». Freud advirtió perfectamente este
hecho, en particular en lo concerniente a Otto Weininger. En cuanto al suicidio de su amigo
Nathan Weiss (1851-1883), joven neurólogo de gran futuro que puso fin a sus días
ahorcándose, Freud lo atribuyó a la incapacidad para aceptar la menor herida a su narcisismo,
según lo explicó en una carta a su novia (Martha Freud) del 16 de septiembre de 1883: «Lo que
ha causado su muerte es el conjunto de sus rasgos de carácter. su egocentrismo mórbido y
nefasto, sumado a sus aspiraciones de objetivos más nobles».
Mucho antes de conceptualizar la noción de pulsión» de muerte y de teorizar el narcisismo». el
duelo y la melancolía, Freud se interesó por la cuestión del suicidio, abordada muy a nienudo en
la Sociedad Psicológica de los Miércoles. Por iniciativa de Alfred Adler. la Wiener
Psychoanalytische Vereinigung (WPV) organizó el 20 de abril de 1910 una sesión bastante
emotiva. dedicada a suicidios de niños y adolescentes. Más tarde Freud volvió sobre el tenia,
ti-atando de relacionar la forma de suicidio con la diferencia de los sexos: «La elección de una
forma de suicidio revela el simbolismo sexual más primitivo: un hombre se mata con un revólver,
o sea que juega con su pene, o bien se cuelga. es decir que se convierte en algo que pende en
toda su longitud. Las mujeres se suicidan de tres maneras: saltan desde una ventana, se arrojan
al mar, se envenenan. Saltar de una ventana o entrar en el aoua significa dar a luz, envenenarse
significa embarazo […]. De miodo que la mujer cumple con su función sexual incluso al morir.
Además. Freud atribuyó algunos suicidios de niños al miedo al incesto.
En su artículo de 1917 titulado «Duelo y melancolía», presenta el suicidio como una forma de
autocastigo, Un deseo de muerte dirigido contra otro que se vuelve contra uno mismo. De tal
modo confirma las tres tendencias suicidas definidas por el discurso de la psicopatología: deseo
de morir. deseo de ser muerto, deseo de matar. Desde esta perspectiva. el suicidio es el acto de
matarse para no matar al otro. No resulta de la neurosis ni de la psicosis. sino de una melancolía
o de un trastorno narcisista grave: no es un acto loco. sino la actualización de la pulsión de
muerte por un pasaje al acto (acting out).
Ni Freud ni sus discípulos innovaron verdaderamente acerca de este tema. El suicidio ha sido
mejor comprendido por los escritores y los filósofos, suicidas o no, que por los psicoanalistas o
sociólogos. Esto tiene que ver sobre todo con la molestia que siempre experimentó el movimiento
psicoanalítico ante los suicidios de algunos miembros de la comunidad freudiana: Viktor Tausk,
Herbert Silberer, Tatiana Rosenthal, Clara HappelI., Eugénie SokoInicka.

En tanto que método terapéutico. el psicoanálisis se encontró enfrentado a la concepción
psicopatológica del suicidio, que lo reduce a una enfermedad, y no a una ética de la libertad que
lo valoriza como expresión de un heroísmo supremo. En otros términos, al verse obligado a
ti-atar a pacientes suicidas considerados depresivos, el psicoanálisis se ha empeñado en no
confesar su impotencia para curarlos. En efecto, se sabe que cuando un sujeto quiere realmente
darse muerte. ninguna terapia logra impedírselo, pero muchos testimonios indican que la cuestión
es más compleja, y que el análisis permitió que cierto, melancólicos evitaran el suicidio.
Uno de los libro más «freudianos» sobre la cuestión del suicidio ha sido escrito por Maurice
Pinguet en 1984. A partir del caso japonés, demuestra que la extensión del saber psiquiátrico a
fines del sisglo XIX arrastró la desvalorización de un acto altamente considerado en la sociedad
de los samurais.
Varios psicoanalistas han escrito muy buenos estudios sobre casos de suicidio de naturaleza
psicótica. Ernest Jones abordó algunos suicidios en pareja, y Georges Devereux analizó la
historia de Cleómenes, rey de Esparta. cuyo suicidio fue ante todo un acto de locura: no sólo se
dió, muerte, sino que se sometió a si mismo a la tortura, desgarràndose el cuerpo y las entrañas
con su arma.