Diccinario de psicología, letra S, Superyó y sublimación

Superyó y sublimación.
Para concluir esta recorrida de la invención del superyó, es preciso decir unas palabras sobre
su relación con la sublimación. Cuando se lee El malestar en la cultura, lo que domina, en efecto,
es la inquietud de Freud ante la tendencia inexorable de la civilización y la cultura a restringir la
vida sexual, y por lo tanto a aumentar la desdicha sexual del hombre. Con respecto a la
sublimación, Freud escribe: «Otras pulsiones instintivas serán llevadas a modificar,
desplazándolas, las condiciones necesarias para su satisfacción, y a asignarles otras vías, lo
que en la mayor parte de los casos corresponde a un mecanismo bien conocido por nosotros: la
sublimación (de la meta de las pulsiones), pero que en otros casos se separa de él. La
sublimación de los instintos constituye uno de los rasgos más salientes del desarrollo cultural;
ella es la que permite que en la vida de los seres civilizados desempeñen un papel tan importante
las actividades psíquicas elevadas, científicas, artísticas o ideológicas. A primera vista, uno se
sentiría tentado a ver esencialmente en ella el destino que la civilización impone a los instintos.
Pero es preferible reflexionar más al respecto». En efecto, la sublimación, incluso aunque ataña
a la sexualidad perversa, no escapa a la dura ley común de la civilización. Supone una renuncia
al menos parcial a las pulsiones (Kulturversagung) y en consecuencia se basa en el sentimiento
de culpa colectivo. «El superyó asegura indefinidamente la perpetuación de una culpa no menos
necesaria para el trabajo de la cultura por la coacción que impone a las pulsiones, que lo que fue
en su advenimiento el acto de muerte del que procede» (Kaufmann), Esta coacción, derivada de
la pulsión de muerte, funda la desposesión del sujeto, sin la cual ninguna obra es posible. Al leer
el análisis de las memorias del presidente Schreber se pueden apreciar las dificultades de la
empresa, puesto que en su caso «la suma de agresión que caracteriza la paranoia se mide por
el camino que la libido debió recorrer para volver desde la homosexualidad sublimada hasta el
narcisismo». La catástrofe interior de Schreber en la cual es arrastrado su mundo, el retiro de
sus investiduras del campo de la exterioridad, consagran la ruptura de la mediación entre la
sublimación y el proceso de la cultura, mediación siempre precaria, reservada quizás a una
minoría, por lo menos a juicio de Freud. Desde esta perspectiva, el arte sigue siendo para él una
vía privilegiada de la sublimación, en cuanto es por sí mismo productor de obra, pero también
porque en la presencia/ausencia de esa obra se establece una relación con el prójimo. «En tanto
que realidad aceptada por convención, en la cual, en virtud de la ilusión artística, símbolos y
formaciones sustitutivas pueden provocar efectos verdaderos, el arte constituye un reino
intermedio entre la realidad que se rehúsa al deseo y el mundo imaginario que realiza el deseo,
reino en el cual las aspiraciones de omnipotencia de la humanidad primitiva siguen en vigor.»