Diccionario de psicología, letra S, Sueño: Transferencia, trabajo de sueño

Transferencia, trabajo de sueño
Esta necesidad de transferencia interna se infiere de la observación de que ningún sueño se
produce sin algún vínculo con una impresión de vigilia, y a menudo con la más indiferente que se
pueda imaginar. Ahora bien, el estudio de las neurosis ha demostrado que la representación
inconsciente, en tanto que tal, no puede penetrar en el preconsciente, y que sólo puede actuar
gracias a un vínculo con una representación sin importancia que ya se encuentra allí, a la cual le
transfiere su intensidad y por la cual se deja cubrir (un poco como el odontólogo norteamericano
que no podía ejercer su profesión en Europa más que apadrinado y bajo la cubierta de un doctor
en medicina debidamente diplomado pero con poco trabajo). El inconsciente teje entonces sus
lazos alrededor de las impresiones y las representaciones del preconsciente que han quedado
como indiferentes, fuera del campo de la atención, o que la atención ha abandonado enseguida.
«Si admitimos que esta misma necesidad de transferencia (Bedürfnis zur Übertragung) de las
representaciones reprimidas que nos ha hecho conocer el análisis de las neurosis, ejerce
también su poder sobre el sueño, entonces se resuelven al mismo tiempo dos enigmas al
respecto, a saber: que cada análisis de sueño atestigüe la existencia de un lazo estrecho con
una impresión reciente, y que ese elemento reciente esté a menudo entre los más indiferentes.»
Freud insiste: sólo la «necesidad de transferencia» puede explicar la presencia constante de
este tipo de elementos y, correlativamente, sólo esos restos de la vigilia le aportan al
inconsciente el punto de amarre necesario para la transferencia (die notwendige Anheftung zur
Übertragung).
La importancia de esta relación es tal, que una definición del proceso onírico propuesta con
anterioridad, en la mitad del capítulo final de La interpretación de los sueños, la incluye de modo
esencial: «el sueño se puede describir como sustituto modificado, por transferencia sobre lo reciente, de una escena infantil» (palabras subrayadas por Freud). Esta definición encontró su lugar en la sección sobre la regresión (que precede a la que trata de la realización de anhelo).
Esta regresión es definida como el retomo de la representación a la imagen sensorial de la que
se considera que proviene (tal es el tributo del pensamiento freudiano al empirismo), de modo
que el sueño tiene la particularidad de someter los pensamientos que contribuyen a formarlo en
el preconsciente a una descomposición regrediente que los reduce a una materia prima anterior
a las imágenes mnémicas, o sea a imágenes perceptivas. Esta regresión tópica y formal le
otorga a la formación onírica su carácter alucinatorio (aparente en ciertos sueños, pero no en
todos). Es un efecto conjunto de la resistencia que se opone al acceso de los pensamientos
latentes a la conciencia y de la atracción (die Anziehung) que ejercen sobre estos mismos
pensamientos los recuerdos que han conservado una gran vivacidad sensorial. Estos recuerdos
de escenas infantiles que intentan volver a la vida se relacionan con los pensamientos oníricos
para transformarlos en imágenes visuales, sacando de tal modo partido de la incapacidad de
esos pensamientos para atravesar la barrera de la censura con su aspecto discursivo inicial.
Las escenas infantiles, que por su lado no pueden obtener la reproducción a la que aspiran,
deben contentarse con un retorno en forma onírica. Tal como lo dirá brevemente Freud en el
análisis del Hombre de los lobos, soñar es también un acordarse. Es una manera de recordar
que corresponde a la imposibilidad de una rememoración consciente. De allí que el acto de soñar
agregue necesariamente una regresión temporal a la regresión tópica y formal: es «un fragmento
de regresión hacia los comportamientos más precoces del soñante, una reviviscencia de su
infancia, de las mociones pulsionales que lo dominaron en el pasado, y de los modos de
expresión que él encontró en ellas».
Esta reviviscencia no es más que la consecuencia natural del narcisismo del dormir, concebido posteriormente por Freud como el verdadero fundamento del proceso onírico. En ese retorno nocturno a los orígenes, el sueño reduce al pensamiento a la condición primera de anhelo alucinatorio en la cual la identidad de percepción (o sea la repetición de la percepción ligada a la satisfacción de la necesidad) se busca y provisionalmente se obtiene sin ninguna mediación. Es obvio que el sueño es una realización de anhelo, añade Freud, pues sólo un anhelo puede impulsar al trabajo a nuestro aparato psíquico. En el texto de referencia, esto debe entenderse en el sentido de que dicho aparato sólo puede instituirse a partir de un anhelo alucinatorio, cuya experiencia hace patente la inadecuación radical a la realidad del modo de trabajo primario que él engendra. El pensamiento no es entonces «nada más que el sustituto de un anhelo alucinatorio», un rodeo complicado para intentar -en vano- restituir «la intensidad de percepción» que querría hacer revivir a ese Wunsch original invistiendo la huella de satisfacción. Pero la vida nocturna toma lo que ha dominado la vida infantil en el estado de vigilia; retorna el corto camino regrediente de una realización que se consumaría sin esfuerzo ni obstáculos. Lo que lleva también a decir a Freud, en otra fórmula que subraya, que «el sueño es un fragmento de vida infantil dejada atrás»: no se trata tanto del contenido de la experiencia, de las «escenas» inevocables en el estado de vigilia, como de la forma o el modo de trabajo que se supone previo al proceso secundario.
La «transferencia sobre lo reciente», la sustitución -modificación que repite lo infantil sometiendo a su matriz pulsional y a su modo de trabajo primario las ideas preconscientes, los votos inexpresados y los temores de adulto, se realizará a partir de esa posición infantil a la cual el
sueño reduce de entrada los pensamientos de los que procede. Esta transferencia temporal y
tópica implica una transferencia de energía o de intensidad, que puede sobre todo emplearse
para la condensación de toda una serie de pensamientos en un solo elemento representativo.
Explica entonces la puesta en juego de operaciones primarias que entran en el trabajo de sueño.
Es a partir de esa transferencia interna como puede comprenderse la conjunción de los dos
procesos de naturaleza diferente que participan en la formación del sueño (Traumbildung): 1) la
creación de pensamientos oníricos «enteramente correctos» y semejantes a los «pensamientos
normales» del estado de vigilia; 2) «un procedimiento incorrecto, extraño en el más alto grado»,
que es en sentido propio el trabajo de sueño. Freud dice tomar de la doctrina de la histeria la
proposición según la cual «una tal elaboración psíquica anormal de un curso de pensamiento normal sólo tiene lugar cuando sobre este último se ha producido la transferencia de un anhelo inconsciente proveniente de lo infantil y sometido a la represión». Y con respecto a esta
proposición fundamental, la teoría del sueño ha sido edificada sobre la hipótesis (no demostrada
en su universalidad, pero tampoco invalidada) de que el anhelo del sueño que tiene fuerza
pulsional (der Treibende Traumwunsch) proviene siempre del inconsciente.