Diccionario de psicología, letra T, Tiempo

Tiempo

La afirmación de Freud según la cual «los procesos del sistema les son intemporales» ha sido
una fuente de equívocos. Ha alentado la concepción falaz de la unidimensionalidad del tiempo,
mensurable en duración, que justifica la práctica de sesiones de duración determinada de
antemano e impide el acceso a la captación sincrónica del inconsciente que se manifiesta como
corte del sujeto, en la pulsación de una escansión, el eclipse de la conciencia, el trazo en
relámpago de lo no-sabido (Un-bewusste).
Con esta afirmación Freud significa que los procesos inconscientes no sufren el desgaste del tiempo, que el deseo es indestructible (conclusión de la Traumdeutung). Pero ¿cómo se puede decir que algo es indestructible y al mismo tiempo, en nombre de esta indestructibilidad, que escapa al tiempo de la duración? Para responder a este interrogante y definir la estructura temporal de la indestructibilidad del deseo, cabe distinguir, junto a la duración, otras dimensiones del tiempo. Nadie ha abierto esta vía como Lacan.
Estructura temporal de los síntomas
Para apreciar el valor de la senda abierta por Lacan no hay que partir de una fenomenología del
tiempo vivido (Minkovski), sino precisar en qué el síntoma como tal exterioriza más o menos
directamente una relación del sujeto con varias coordenadas temporales objetivables.
Piénsese por ejemplo en los síntomas del «déjá vu» [«ya visto»] y el «déjá dit» [«ya dicho»J: el
«déjá» [«ya»] recuerda que el problema proviene de no haber dicho en el momento en que el
sujeto tenía que haberlo hecho. En toda toma de palabra que implica al sujeto hay una dimensión
temporal muy importante por considerar; esta dimensión temporal es inherente a la acción de lo
simbólico.
El caso de fetichismo del brillo en la nariz (Glanz auf der Nase), referido por Freud, representa a
su manera un fracaso del cumplimiento de la función temporal. El «auf der Nase» ([puesto] sobre
la nariz) es la transformación espacial coagulada de un dato temporal del orden del instante de
ver, puesto que proviene de un «glance auf die Nase» (ojeada sobre [al la nariz).
El desmentido más explícito al enunciado de que los procesos les «no tienen absolutamente
ninguna relación con el tiempo» es proporcionado por el propio Freud con la noción de
«posterioridad» (aprés-coup, Nachträglichkeit), que le sirve para explicar la formación de los
síntomas histéricos. No son los acontecimientos en sí los que tienen una acción traumática, sino
el segundo tiempo que constituye su reviviscencia en forma de fantasma después que el sujeto
ha alcanzado la madurez sexual.
Lacan retomó y generalizó el esquema freudiano de la posterioridad. En primer lugar,
homogeneizó en términos de significantes los dos tiempos de Freud. En efecto, en Freud había
una disparidad entre el primer tiempo designado como experiencia, huella mnémica, impresión,
percepción, y el segundo tiempo, denominado representación. Al formalizar el esquema de la
posterioridad con el grafo, Lacan hace de la posterioridad un tiempo de retroacción de un
significante sobre otro. Este paso es decisivo, puesto que separa el orden lógico del lenguaje, en el cual se sitúa la retroacción, respecto del orden de las cosas. Por otra parte, esto descarta la
prevalencia de la función diacrónica de la filogénesis, de la que se sabe que fue la inclinación de Freud, que hizo remontar el primer tiempo del trauma a la linde de la historia de la humanidad,
consagrando así de derecho una prioridad al primer tiempo del a posteriori. Por el contrario, el
planteo en términos de significantes permite a la posterioridad conservar su originalidad, es
decir, la sincronía de su funcionamiento en la retroacción del tiempo dos, que hace existir el
tiempo uno (lo cual es una definición de la repetición). Por último, al generalizar este esquema
temporal, Lacan ya no lo reserva para la formación del síntoma histérico, sino que lo convierte en
esquema explicativo de la significación. El inicio de una frase sólo encuentra su significación
cuando la frase ha concluido.
Los fundamentos de la estructuración temporal de la experiencia subjetiva no se limitan en Lacan
a retomar el esquema de la posterioridad. También ha trazado el plano de las coordenadas
temporales del campo del Otro, en las cuales funciona ese esquema, y que son el instante de
ver, el tiempo para comprender y el momento de concluir.
El Hombre de los Lobos es un caso que Lacan ha tomado a menudo como ejemplo para mostrar de qué modo han sido distorsionadas estas tres dimensiones. El Hombre de los Lobos, que al final de su vida todavía pintaba tarjetas postales con la escena del sueño que le había dado el nombre con el que se lo conoce en la literatura, de alguna manera quedó fijado en el instante de ver que no encontró su tiempo para comprender, por el hecho de que el momento de concluir fue anticipado por el analista, y él permaneció en «la alienación de su verdad» (Escritos). Si el síntoma tiene la significación de un retorno de la verdad del sujeto, es porque hay una hora de la verdad para el sujeto. Hamlet está suspendido de la hora de la verdad del otro. No mata a Claudio
porque no es su hora.