Diccionario de psicología, letra T, Traducción (de las obras de Sigmund Freud)

Traducción
(de las obras de Sigmund Freud)

Las obras de Sigmund Freud han sido traducidas a una treintena de lenguas, con variaciones
importantes según los títulos (artículos o libros). Están vertidas totalmente al francés, en sus tres
cuartas partes al ruso y al sueco, en la mitad al rumano, al danés y al noruego.
No obstante, el establecimiento sistemático de una obra integral, organizada de manera
coherente y en orden cronológico, sólo se ha efectuado en cuatro idiomas: el inglés, el
castellano, el italiano y el japonés; estas diferentes Obras completas no incluyen los veintidós
artículos de Freud llamados «pre-analíticos» (cocaína, anguilas, sífilis, etcétera), publicados entre
1877 y 1886, ni su primer libro de 1891, Sobre la concepción de las afasias.
Fue José Ortega y Gasset el iniciador de la primera traducción íntegra de la obra freudiana,
cuando ésta aún no estaba completa. En 1921 confió su realización a Luis López Ballesteros,
quien recibió pronto la aprobación de Freud: hasta 1934 aparecieron diecisiete volúmenes.
Esta empresa, única en su género por su calidad literaria y su precocidad, no hizo sin embargo
posible que el freudismo floreciera en España. La Guerra Civil, y sobre todo la victoria del
franquismo, interrumpieron la implantación del psicoanálisis en ese país, y el trabajo iniciado por
Ortega y Gasset continuó en la Argentina.
En 1942, en el momento de la creación de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), se inició
en Buenos Aires un nuevo proyecto de veintidós volúmenes, que incluía los diecisiete ya
traducidos por López Ballesteros. La traducción de los cinco nuevos tomos le fue confiada a
Ludovico Rosenthal. Nacido en Buenos Aires de madre alemana, Rosenthal se había analizado
en Viena con Heinz Hartmann. Cumplió admirablemente su tarea, realizando una edición completa
de gran calidad. Introdujo algunas modificaciones en la terminología de López Ballesteros, se
inspiró en James Strachey sin imitarlo servilmente, y participó en la búsqueda de textos perdidos
u olvidados de Freud: «Proyectaba un volumen suplementario -escribe Hugo Vezzetti-, que
nunca se publicó y que iba a incluir un diccionario de psicoanálisis y una bibliografía sucinta
agregada al índice temático de los veintidós tomos». Esta traducción inconclusa fue primero
«plagiada» por otros autores, y después abandonada, cuando los terapeutas kleinianos, que en
su mayoría hablaban inglés, comenzaron a utilizar la Standard Edition.
En 1975 Horacio Amorrortu emprendió la realización una nueva versión de la obra completa, que
confió a José Etcheverry, con la colaboración de Santiago Dubrovsky y Fernando Ulloa. Aunque
conservando el ordenamiento de la Standard Edition, los traductores se basaron en el
Vocabulaire de la psychanalyse de Jean Laplanche y JeanBertrand Pontalis, que acababa de
aparecer en castellano y permitía contrapesar la omnipotencia de la traducción de Strachey. Al
mismo tiempo reconocían su deuda con López Ballesteros y Rosenthal. Fruto de una renovación
y de la aceptación de varias herencias, esta traducción, realizada en parte durante la dictadura
militar, reflejaba bien las modalidades de transmisión y filiación del psicoanálisis en la Argentina.
A James Strachey se le debe la mejor traducción crítica integral, coherente y unificada: la
Standard Edition. Su principal defecto es la desaparición del estilo literario de Freud, en beneficio
de un vocabulario técnico y científico. Los conceptos fueron latinizados: ego (yo), superego
(superyó), id (ello), parapraxis (acto fallido), cathexis (investidura). Se cometieron algunos
errores obvios, que ahora son bien conocidos: la palabra Trieb fue volcada como instinto
(instinct), en lugar de pulsión (drive); Verdrángung (lo mismo que después en castellano)
aparece como represión (repression), en lugar de, por ejemplo, rechazo o desalojo (en francés
refoulement), etcétera.
En lengua alemana, entre 1924 y 1952, se publicaron dos ediciones completas de la obra
freudiana, en dos ciudades diferentes: los Gesammelte Schriften en Viena, entre 1924 y 1934
(en vida de Freud), y las Gesammelte Werke en Londres, entre 1940 y 1952. Estas fechas
demuestran el éxito del nazismo (entre 1933 y 1939) en la destrucción de todas las editoriales
psicoanalíticas de lengua alemana. En efecto, fue en Londres, durante la Segunda Guerra
Mundial, donde se realizó la nueva versión de la obra completa de Freud en alemán, que sigue
siendo utilizada a fines del siglo XX: «Hoy en día, cuarenta y cinco años después del final de la
guerra -subrayó llse Grubrich-Simitis en 1991 -, cuesta imaginar hasta qué punto el régimen nazi
logró hacer desaparecer del mercado alemán del libro los escritos de Freud, y proscribir de la
conciencia colectiva el universo conceptual que había revelado su prosa soberbia».
Después de la Segunda Guerra Mundial, por impulso de Alexander Mitscherlich y el Sigmund
Freud Institut de Francfort, la obra de Freud en su lengua original fue reintroducida en Alemania y
publicada por la Fischer Verlag. Mitscherlich inició asimismo una edición de textos escogidos
(Studienausgabe) destinados a estudiantes, en la cual colaboró James Strachey, que era
entonces el mejor especialista en la obra freudiana, en inglés y en alemán.
A principios de la década de 1960, llse Grubrich-Simitis comenzó a ocuparse en la editorial
Fischer de la actualización de las Gesammelte Werke. Realizó entonces una confrontación
minuciosa de la edición alemana (GW) y la Standard Edition, y llegó a la conclusión de que la
edición de Strachey era con mucho superior a la otra. De allí surgió el proyecto de una nueva
edición «crífica» de las Obras completas de Freud en alemán. Con todo derecho, llse
Grubrich-Simitis quería incluir los artículos preanalíticos y la correspondencia, pero los herederos
(Ernst Freud, Anna Freud) se negaron, con el pretexto de que Freud no estimaba esos trabajos
neurológicos ni valoraba su propio talento epistolar. De modo que no existe ninguna edición
crítica completa en Alemania. A fines del siglo XX, sólo hay en alemán una edición crítica de los
textos escogidos, los Studienausgabe, y una edición integral pero no crítica, las Gesammelte
Werke, enriquecidas con un índice general y un volumen de suplementos (Nachtragsband), que
incluye un aparato crítico, por otra parte incorporado a la nueva edición revisada de la Standard
Edition.
En razón de sus cualidades, del lugar preponderante de la lengua inglesa en el movimiento
psicoanalítico internacional a partir de fines de la década de 1930, y de la implantación del
movimiento en varios países de lengua inglesa (Canadá, Australia, India, Estados Unidos), la
Standard Edition se ha convertido en la edición de referencia en todo el mundo. Inevitablemente,
ha contribuido a dar forma a la mirada que se ha posado sobre el freudismo.
El aparato crítico de Strachey fue retomado, en parte o en su totalidad, en las otras ediciones de
las obras completas. Este dominio de la lengua inglesa desembocó en algunas aberraciones. Por
ejemplo, las Obras completas publicadas en Brasil entre 1970 y 1977 fueron traducidas
directamente del inglés, es decir de la Standard Edition. De allí una cierta cantidad de
divagaciones lingüísticas: «La versión brasileña de Freud -escribe Marilene Carone- se
encuentra totalmente cargada de términos extravagantes, cuya elección sólo se explica por su
proximidad con el sonido del término inglés correspondiente; aunque figuran en el diccionario,
estos términos suenan artificiales a nuestros oídos. Por ejemplo, encontramos relaçoes mutuais
(mutuel relationships) en lugar de relaçoes reciprocas; possessúo (possession) en lugar de
posse, absurdidade (absurdity) en lugar de absurdo.»
En Italia, la edición de las Opere de Freud fue iniciada en 1960 por Cesare Musatti, con la
colaboración de varios traductores, entre ellos Elvio Fachinelli. Esta edición retomó el aparato
crítico de Strachey, pero corrigiendo los errores evidentes del traductor inglés, y sobre todo
restableció el estilo literario de Freud. Cuidadosamente realizada por finos conocedores de la
lengua alemana, igualmente preocupados por el idioma italiano y convencidos de la inutilidad de
volcar los conceptos freudianos en jerga, la ha valorizado el paso del tiempo. Es tan lograda
como las Obras de López Ballesteros-Rosenthal.
La situación en Francia (y por extensión en los países de lengua francesa) es única en el
mundo. Las obras de Freud (libros y artículos) se pueden encontrar en su totalidad y en varias
versiones, pero los ocho volúmenes (del total de veinte) de las (Euvres complétes (OC) que
comenzó a elaborar en 1980 un equipo de aproximadamente quince personas, bajo la dirección
de Jean Laplanche, Pierre Cotet, André Bourguignon (1920-1996) y François Robert, tienen el
inconveniente principal de que, a pesar de la buena voluntad y la competencia de los
traductores, son difícilmente legibles en francés. Esto se debe a la vez a la historia muy
particular de la Francia freudiana, y al lugar soberano atribuido al estatuto de la lengua en ese
país.
En Francia, las empresas de traducción son casi siempre el fruto de batallas conceptuales y
disputas de escuela sobre el arte y la manera de traducir.
Los primeros traductores de Freud, Samuel Jarikélévitch, Ignace Meyerson (18881983), Blanche
Reverchon-Jouve (1897-1974), Paul Jury (1878-1953) y sobre todo Marie Bonaparte,
desplegaron mucha energía y talento, pero no se preocuparon en absoluto por unificar los
conceptos. En consecuencia, los términos freudianos fueron traducidos de manera diferente
según los autores. Édouard Pichon, por su lado, creó en el seno de la Société psychanalytique
de Paris (SPP) una comisión para la unificación del vocabulario psicoanalítico francés, la cual se
reunió cuatro veces entre mayo de 1927 y julio de 1928. Su objetivo era liberar al psicoanálisis
de su supuesto carácter germánico (la Kultur), filtrándolo por el tamiz de la civilisation francesa.
Aunque sin ser chovinista ni adoptar la tesis del genius loci que consideraba al freudismo la
expresión de un pansexualismo germánico, Pichon pensaba que la diferencia de mentalidades
debía reflejarse en la lengua. Por lo tanto, creó toda una terminología: aimance en lugar de libido,
actoritun para Ich (yo), pulsorium para Es (ello), etcétera; finalmente, introdujo el pronombre
neutro (a) para traducir el concepto alemán. De tal modo se creó una situación paradójica en el
seno de la SPP: Pichon pensaba en una verdadera constelación conceptual y no traducía ningún
texto, mientras que Marie Bonaparte traducía los textos sin proponer ninguna reflexión
conceptual.
Durante la década de 1950 se produjo el clivaje. Jacques Lacan, en efecto, incitó a la tercera
generación analítica francesa a leer en alemán la obra freudiana, actualizando al mismo tiempo la
traducción de los conceptos freudianos al idioma francés, trabajo del que se encuentran las
huellas en el Vocabulaire de la psychanalyse de Laplanche y Pontalis. Esta renovación teórica
no impulsó mucho las actividades de traducción. Por el contrario: entre 1945 y 1963, fueron
menos importantes que en la época de los pioneros. Sin embargo, Daniel Lagache, iniciador del
Vocabulaire, lanzó en Presses universitaires de France (PUF) un proyecto de Opus magnum del
que iban a ser responsables Laplanche y Pontalis.
Las dos escisiones, y después los desacuerdos entre los tres protagonistas, impidieron que ese
proyecto se realizara. Instalado en la editorial Gallimard, Pontalis, que era un excelente traductor,
renunció a publicar las obras completas, pero hizo traducir, retraducir o revisar una gran
cantidad de textos de Freud, que fueron publicados en su colección «Connaissance de Fin
consciente»: Tres ensayos de teoría sexual, Moisés y la religión monoteísta, Pueden los legos
ejercer el análisis?, etcétera. Todas estas traducciones son notables, han sido en general
realizadas por buenos profesionales, conocedores del alemán, de los conceptos freudianos y
de la lengua francesa.
Editadas en PUF por Bourguignon, Laplanche y Cotet, las (Euvres complétes (OC) están lejos de
alcanzar la calidad de las versiones de Gallimard. En completa contradicción con el Vocabulaire
de la psychanalyse (del que Laplanche había sido coautor), son el fruto de un trabajo en equipo,
lo que tiende a deshumanizar el manejo de las palabras y de la escritura, en beneficio de una
especie de anonimato del léxico.
Además los responsables adoptaron una ideología opuesta a la de Pichon, con la idea de
retranscribir la supuesta germanidad original del texto freudiano. En consecuencia, se han
asignado el título de «freudólogos», convencidos de que la lengua freudiana no es el alemán sino
el «Freudiano», es decir, una Iengua freudiana», un «dialecto del alemán que no es el alemán» sino
una lengua «inventada» por Freud (en el mismo sentido en que los espiritistas hablaban de la
Iengua marciana» a principios de siglo). Esta teoría los ha llevado a algunas aberraciones, y
sobre todo a crear ellos mismos una lengua imaginaria, que ya no es el francés, sino un idioma
de freudólogos que se supone representa a esa Iengua freudiana».
De allí la eliminación de ciertos términos que sin embargo se habían impuesto en el vocabulario
francés desde hacía cincuenta años, y que ahora aparecen reemplazados: para traducir
Wunsch emplean souhait en lugar de désir (deseo), fantaisie para Mantasie en lugar
defantasme (fantasma), trait d’esprit para Witz en lugar de mot d’esprit, négation para
Verneinung en lugar de dénégation (denegación), souvenir-couverture en lugar de
souvenir-écran (recuerdo encubridor), y mise ú mort du pére en lugar de parricide. El nuevo
equipo también suprimió lapsus (Versprechen), sustituido por défaillance, con el argumento de
que Freud no había utilizado aquella palabra; finalmente, han reactivado o fabricado neologismos:
désirance (désir), animique (áme), frustrané (vain, futile), désaide (détresse), retirement
(retrait), vicarier (remplacer), refusement (frustration ), surmontement (action de surmonter,
dépasser), e incluso rétrofantasier fantaste, fantasier, para todas las actividades ligadas al
fantasma.
Observemos que el adjetivo sustantivado Unhe¡m1¡ch (uncann – y en inglés, acuñado como «lo
ominoso» o «lo siniestro» en castellano), utilizado por Freud en un célebre artículo de 1919, que
quiere decir a la vez «inquietante», «familiar» y «no familiar», ha sido traducido como «inquietante
extrañeza», después como «lo inquietante», mientras que François Roustang propuso «lo
extrañamente familiar». De hecho, «inquietante extrañeza» (inquiétante étrangeté) ha terminado
por imponerse como un sintagma freudiano en lengua francesa, al punto de que resulta delicado
pretender modificarlo.