Diccionario de psicología, letra T, Trama identificatoria familiar

Trama identificatoria familiar
 
Definición
Tejido de identificaciones que se entrecruzan y superponen entre las personas que comparten
una estructura de parentesco. Se sostiene en la existencia de un espejo familiar, campo
imaginario que vincula a los miembros de la familia, en la matriz simbólica del parentesco y en el
fluir pulsional. De este modo se diferencian los personajes reales de las posiciones que ocupan
y de las funciones que efectivamente ejercen, jugándose asimismo las lógicas del placer o del
goce.
Origen e historia del término
Precediendo al nacimiento comienzan a entrar en vigencia supuestos identificatorios en los que
el niño habrá de reconocerse. Freud (1919) define la identificación originaria como la
transformación producida en el individuo al asumir una imagen, operación que tiene un efecto
apaciguador de la angustia inherente a la vivencia de incoordinación y fragmentación.
La conceptualización acerca del estadio del espejo (Lacan, 1936) ilumina este momento
primordial. En dicha fase, la imagen anticipada de sí se recorta sobre la fragmentación correlativa
a la prematuridad; el yo se constituye siendo otro, puesto que esta imagen completa es en
realidad una introyección en espejo de ideales identificatorios que vienen desde fuera del infans.
Siguiendo esta línea, la representación de sí se conforma como una exterioridad, esencialmente
a través de los vínculos entre el sujeto y los personajes significativos de su historia.
Desarrollo desde la perspectiva vincular
La familia ofrece a sus miembros un determinado conjunto de posibilidades identificatorias y no
otras-, el número de alternativas no es infinito y responde al modo peculiar en que cada familia
mediatice -a través del intercambio constitutivo- la legalidad que se desprende del
funcionamiento del sistema del parentesco.
La regulación de las alternativas identificatorias se realiza a la manera de las posibilidades de construcción en una lengua, donde la variedad de alternativas es fija. Las variaciones
individuales indican los diferentes grados de permutación posibles, pero ello no implica la
presencia de un sujeto que determine libremente el campo el cual, por el contrario, tiene un
marco prefijado (Maci, 1979).
Pero existe además un punto de azar posibilitador de la apertura a nuevas opciones
identificatorias, un lugar no nominado por la estructura. El azar surge cuando, dada una serie de
hechos, el que antecede no permite prever al que sucede. Surge de este modo la posibilidad del
acontecimiento que no entra en serie continua con sus antecedentes e irrumpe en la estructura
produciendo cortes y fisuras por los cuales se desliza lo aleatorio (Foucault, 1981).
En consecuencia, la trama identificatoria familiar no marca un destino inexorable sino que se
encuentra abierta a diferentes vías de determinación. Introduzco aquí el concepto de espejo
familiar, campo imaginario que se tensa entre los miembros de un mismo grupo de parentesco y
presenta una especificidad que le es propia. Concepto intermediario, delinea un espacio
articulador entre la marca simbólica de la alianza y la fuente imaginaria constituida por la ¡mago
que el ser humano tiene de su corporeidad, a partir de la cual surgirá el yo. Enlaza así el orden
de las imágenes del cuerpo propio -siempre anticipada a la noción de unidad yoica- a los
modelos identificatorios compuestos desde un texto familiar mítico e ignorado. El espejo familiar
arrastra también un margen de negatividad, de lo no especularizable sustentado en aquello del
Otro primordial que desborda al narcisismo y refiere a lo pulsional en cuanto impacto erótico
sobre el infans.
La especularidad es siempre recíproca y, por lo tanto, el espejo no permanece estático: la
presencia del hijo aporta modificaciones y genera también nuevos supuestos identificatorios en
la pareja parental.
La trama imaginaria se encuadra a partir de la nominación simbólica: es el sistema de parentesco
de una cultura el que garantiza una designación por la cual cada sujeto pertenece a una clase y
posee una función. Identificación simbólica a los lugares del parentesco (hijo, hermano, padre),
permite al individuo encontrar su lugar en una cadena generacional, reconociendo un antecesor
y un sucesor (Aulagnier, 1971)
El espejo familiar responde a una lógica transgeneracional: va circulando a través de las
distintas generaciones de una familia, elaborando un nexo entre pasado y futuro. A través de la
trama se corporiza una historia, que muchas veces no ha logrado acabadamente el acceso a la
representación y encuentra por esta vía un canal de emergencia. (Gomel, 1993). Se promueve
un relato sustentado en un lenguaje que da cuerpo y evoca a los objetos familiares engarzados
en una cadena generacional, creando las condiciones que reproducen y perpetúan modelos
vinculares. De tal manera se hace factible diferenciar las vertientes de la repetición y de la
compulsión repetitiva a nivel del campo identificatorio.
En la primera, la trama se apoya en la interfantasmatización -la Otra escena familiar-, que
promueve la repetición como camino de descubrimiento de una verdad inconsciente.
En la segunda, en cambio, se desliza otro modo de transmisión identificatoria: situaciones en que
lo no advenido psíquico en una generación, a través de mecanismos de desmentida y repudio,
retorna en las generaciones siguientes no por vía de las formaciones del inconsciente sino a
través de la actuación, las adicciones, la psicosomatosis o el delirio. Vemos así emerger la
fuerza ciega de la repetición compulsiva que abre al tema central de la desidentificación en el
proceso analítico vincular.
Problemáticas conexas
Contrato narcisista. Pacto denegativo