Diccionario de Psicología, letra A Alienación (falta, separación)

Diccionario de Psicología, letra A Alienación (falta, separación)

El tema de la alienación, o lo que Lacan llama el VEL de la alienación, implica una lógica, la lógica de la elección forzada que Lacan articula reiteradas veces en diversos seminarios, según modalidades (de la conectiva «o») destinadas a definir las formas de conjunción-disyunción de la relación del Sujeto con el Otro. En este proceso, en el que se juega la dependencia del Sujeto respecto del Otro, importa distinguir en primer lugar el nivel imaginario en el que Lacan considera que la significación de la alienación, constitutiva del yo, aparece en la relación de exclusión que estructura, en el sujeto, la relación dual de yo a yo. Esto supone que el VEL de la exclusión -«tú o yo»- es aquí consecuencia de la alienación: «tú es yo». La tabla de este VEL indica la imposibilidad de conservar ambos términos al mismo tiempo y también la de su desaparición simultánea. Pero sólo existe la relación imaginaria y, en la cura, el analista es quien hace pasar esta relación de exclusión de lo imaginario a lo simbólico: la vuelve sobre sí mismo al hacer de muerto.

Diccionario, alienación (separación- falta), grafico 1

En el nivel simbólico, importa subrayar que la dependencia significante respecto del Otro se relaciona con un proceso que no por circular es menos asimétrico, ¿Cómo articularlo, y según qué conectivo? Junto a la «o» exclusiva que excluye la verdad simultánea de los dos términos de la alternativa, y a la «o» no exclusiva que valida uno u otro término o ambos, hay lugar para un VEL que funciona ya en el lenguaje bajo la forma de «la bolsa o la vida», «la libertad o la muerte»… Ahora bien, lo que implica este VEL alienante es que no es posible conservar los dos términos, porque la opción que está en juego es: o bien se conserva la vida o bien se pierden las dos (si uno elige la libertad, pierde la libertad y la vida). Lacan subraya la originalidad de este VEL en el que no se trata ya de la exclusión, en el nivel imaginario, de un «tú o yo», sino de una elección donde la apuesta se limita aparentemente a la conservación (o no) del otro término, con emplazamiento de una dialéctica de la mutilación (écornage). Así, en el ejemplo de «la bolsa o la vida», renunciar a la bolsa significa quedar con una vida mutilada, amputada de la bolsa (de la libertad), pero optar por la bolsa, renunciando a la vida, es perder una y otra. Así Lacan justifica el VEL alienante de «la libertad o la muerte» por las posiciones del esclavo y el Amo [Maître]: si para el esclavo la elección se resuelve en «no libertad sin vida», con una vida que queda mutilada de la libertad, para el Amo, hacer que la elección pase por la muerte constituye su alienación fundamental. Pero ¿de qué amo [maitre] se trata en este caso? Del de la lucha de puro prestigio, o del que durante el «Terror», como lo demuestra Lacan, sólo podrá elegir la muerte para tener la libertad. De todas maneras, esta distribución que pone de manifiesto ese factor letal en el VEL alienante, pone fin a la esperanza de cualquier integración de lo particular en lo universal. A la inversa del planteo cartesiano, el psicoanálisis no me permite captarme en lo que soy y asegurarme en mi ser, pues lo que la experiencia me revela es que en mi búsqueda de ese ser sólo aferro una quimera, es decir, una identificación imaginaria cuya inconsistencia e inanidad advierto pronto. Por ello, de la alternativa «el ser o el sentido», Lacan deriva: «Elegimos el ser, y el sujeto desaparece, se desvanece, cae en el sinsentido (non-sens). Elegimos el sentido, y el sentido sólo subsiste mutilado de esa parte de sinsentido».

diccionario, alienación (separación-falta), grafico 2

Esto implica dos consecuencias: -la primera, es que el VEL alienante condena al sujeto a esa división por la que, si por una parte aparece como sentido producido por el significante, se manifiesta por la otra como afánisis, fading; -la segunda, es que la interpretación apunta en último análisis no tanto al sentido como a la reducción de los significantes a su sinsentido, para poder encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto. Estamos lejos del Cogito, ergo sum. La quietud de la coincidencia entre el dominio del «yo pienso» y el del «yo soy» queda trastornada por el descubrimiento Freudiano; es decir que, si bien el psicoanálisis sólo puede surgir a partir del planteo cartesiano, éste es subvertido por el hecho de que, para el psicoanálisis, no hay sujeto transparente a sí mismo, y ser y sujeto son disyuntos. Para el psicoanálisis, «pensar» y «ser» no son la misma cosa. Por lo tanto, se trata más bien de la negación de su coincidencia. En efecto, si designamos con las letras A y B los círculos del «yo pienso» y el «yo soy», y respectivamente aplicamos las fórmulas de Morgan, tenemos:

Diccionario, alienación (separación- falta), grafico 3

El complemento de la intersección de los conjuntos A y B es igual a la unión de sus complementos, o, empleando la raya de la negacion:

Diccionario, alienación (separación-falta), gráfico 4 (ct. la entrada «Topología».)

La negación de esta coincidencia es entonces equivalente a «yo no pienso o yo no soy», fórmula sobre la cual Lacan funda su lógica del fantasma. Si los complementos A y B son disyuntos, se tiene: diccionario, alienación (separación-falta), gráfico 5 (conjunto vacío). Se advierte que las formaciones del inconsciente no suponen un sujeto que pueda acompañar sus representaciones y asegurarse de la continuidad de su ser:

diccionario, alienación (separación-falta), grafico 6

El esquema 4 muestra que la elección de un «yo no pienso» no implica, como podría esperarse, la emergencia de un «yo soy», sino de un «ello». Asimismo, la elección del «yo no soy» hace surgir, no un «yo pienso», sino una representación de cosa en la que el funcionamiento literal marcado por el sello del sinsentido no se debe a la afirmación de un sujeto sino a la exclusión de un significante. Dicho de otro modo, el «yo soy» que implica esta negación es un «yo pienso». Pero ella implica también otra vía, la de un «yo no soy» (B), donde reside el pensamiento inconsciente. Para Lacan se trata de unir lo que en Freud sigue en estado de separación, es decir, los términos «ello» e «inconsciente», y mostrar de qué modo y en qué medida el objeto libidinal puede deducirse del sinsentido del significante. De allí la necesidad de componer lo que, de un lado, sitúa al significante en la operación alienante y, del otro, al objeto A en la operación llamada de separación.

diccionario, alienación (separación-falta), gráfico 7

Esto hace que nos volvamos hacia lo que para el psicoanálisis es el punto de partida, a saber: el lenguaje, y el lenguaje en tanto se lo considera a partir de la cadena significante reducida al mínimo SI ___> S2; esta matriz parece proceder también de una lógica de la mutilación según un VEL análogo al de la bolsa o la vida.

diccionario, alienación (separación- falta), grafico 8

En efecto, este esquema indica un tercer término (el conjunto vacío), con el cual el sujeto se encuentra al negarse a ceder su bolsa. Además demuestra de qué modo la experiencia analítica puede oscilar entre la elección del sentido (S2) y del sinsentido (S1). Evidentemente, la elección de S, implica la petrificación del sujeto, puesto que S, no representa ya al sujeto para otro significante (esquema 6)

Diccionario, alienación (separación-falta), grafico 9

Se comprende entonces por qué la tarea del análisis consiste en primer lugar en obtener una alienación del sujeto en la que la elección no sea tomar la vía de la petrificación, sino la del sentido, en la que todo hace sentido, en la que se puede esperar que el sentido acabará con el sinsentido. Pero esta vía (operación) no es sin efecto sobre el sujeto, puesto que revela que el progreso en el sentido hace más aguda la incidencia del sinsentido. Por eso, a pesar de la elección del sentido, Lacan regula la experiencia analítica sobre el sinsentido, cuya emergencia implica la captación de un «tú eres eso», con lo cual el sujeto «no es allí» sino bajo el modo de una pérdida de ser. Hay un momento (¿necesario?) en el que el sujeto objeta, con su afirmación de ser, al Otro del significante. Tenemos en este caso una relación del sujeto con el Otro, que ya no procede del esquema 5, sino de un esquema en el cual la intersección del sujeto en tanto que conjunto vacío y el Otro como tesoro del significante implica un lugar vacío, el del objeto, un objeto que surge en lugar del sinsentido. Esto no se pliega fácilmente al lenguaje de los conjuntos invocado en la época. Es necesaria una cierta torsión que se puede esquematizar como sigue:

diccionario, alienación (separación- falta), gráfico 10

Explicitemos. Sería necesario que el sujeto del significante que, como tal, está vacío, fuera, a partir de ese vacío, falta en el Otro. Esto supone que para hacerse ser este sujeto pueda hacerse falta en el Otro. Es allí, en ese lugar de intersección, que no encierra nada sino la superposición de dos faltas (la del sujeto del inconsciente y la del conjunto vacío incluido en el Otro), donde viene a inscribirse la pregunta del sujeto («¿es que yo falto allí dentro?»… «¿es que yo le falto?») y, por esta inscripción, la posibilidad de su pérdida de ser. Pero es también a partir de esto que Lacan justifica la implicación de la operación denominada separación que, a su vez, es sólo una cuestión de ser. Si en la alienación el sujeto sólo emerge como vacío con la condición de haber realizado ya la elección, la separación, por su parte, comienza con la confrontación de ese sujeto con el campo del Otro, salvo que su intersección $ Ç A = Æ es el conjunto vacío. Se trata desde entonces de saber cómo el sujeto puede encontrarse en la falta del Otro, de fomentarse un ser, un «yo soy» que le faltaría al Otro. En ese lugar de la falta, Lacan llegará a inscribir el sitio del goce, donde le incumbiría a la pulsión restaurar en el sujeto su pérdida de ser. La dimensión pulsional instituye así un corte con el Otro del significante y del sentido, pero instaura un lazo con el deseo del Otro, faltante, -A, donde los objetos parciales se encarnan como soportes del deseo. Al respecto puede decirse que si, para la histérica, ninguna articulación significante puede procurar el objeto a, el obsesivo, por su parte, se esfuerza en fijarse una alienación en la cual la actividad de enumeración y conteo viene a sellar su vano anhelo de reducir el objeto a un significante en el Otro. ¿Dónde estamos entonces? Hemos visto que la elección del sentido se paga con una pérdida de ser, con un efecto de sinsentido que, por así decirlo, haría de límite al sentido absoluto, al saber absoluto. Esto es además lo que implica la escritura: S1 —> S2, de donde es posible plantearse la cuestión de la totalización del saber en el Otro como tesoro del significante. En efecto, si S2 constituye el significante del Otro, se plantea entonces: (S1—> S2) ~ S2. Reemplazando S2 por su valor y reiterándolo se tendrá:

diccionario, alienación (separación-falta), gráfico 11

escritura donde aparece el inacabamiento radical de la totalización del saber y se muestra que, por más lejos que se vaya en el despliegue del sentido, éste supone siempre una parte de sinsentido que no es eliminable y que justifica la implicación de la operación de separación. Ésta concierne, no al saber del Otro, sino al deseo del Otro en tanto que implica un «¿Qué me quiere?», planteado como equivalente de la falta de significante en el Otro. Por cierto, esta equivalencia no es arbitraria; la justifica en primer lugar el hecho de que el sujeto no se lanza a la alienación si ésta no encuentra su complemento en lo que aporta la separación: una promesa de ser. Lo que falta en el Otro se encuentra así positivizado por lo que surge en la alienación como vacío del sujeto. Y toda la cuestión consiste en saber en qué medida (y cómo) el sujeto puede encontrar, en el deseo del Otro, un equivalente de lo que él es como sujeto de lo inconsciente. Retornemos la fórmula de la negación del cogito cartesiano. Como hemos visto, ella conduce a «yo no pienso o yo no soy». -El primer término de la alternativa, «yo no pienso», está mutilado y es complementado, no por un «yo» [je], sino por un «ello», anónimo, constituido, como lo observa Freud, por todo lo que en el lenguaje no es un «yo» [je], es decir, por la gramática en tanto que ella da soporte al fantasma. No discutiremos qué es lo que, en el análisis, ocuparía esa posición del «yo no pienso». Observemos solamente el pasaje, cuando se trata del analista, de la posición del «yo no pienso» a la del objeto a en el discurso del analista:

diccionario, alienación (separación-falta), gráfico 12

El segundo término de la alternativa, el «yo no soy», constituye un espacio de inexistencia del «yo» [je]; es un espacio mutilado por lo inconsciente; lugar de la sorpresa y el traspié, Es preciso decir que esta construcción, destinada a corregir la confusión en la que se cayó después de Freud entre inconsciente y ello, apunta al mismo tiempo, y no sin dificultad, a unirlos de tal manera que en el análisis se pueda reconocer un «yo [je] soy eso», considerado por Lacan como el fin de la experiencia. ics Yo no soy.

diccionario, alienación (separación-falta), grafico 13

Esta construcción ha variado. Encuentra su cristalización en el cuadrángulo en el que -desde el seminario sobre la lógica del fantasma hasta el seminario sobre el acto- Lacan intenta demostrar de qué modo las dos operaciones distintas pueden componerse en una tercera. Yo no pienso Coordinado con el ello «Yo no pienso o yo no soy» ics «yo no soy»

diccionario, alienación (separación-falta), grafico 14

diccionario, alienación (separación-falta), grafico 15

Si la alienación permite instaurar la operación analítica, hay una dimensión de verdad implicada en el análisis que lleva a considerar que la combinación de esas dos posiciones se supone que revela al sujeto su ser bajo los auspicios del objeto a, pero también su castración en su valor (-φ). Es esto lo que designa el cuarto vértice del cuadrángulo, donde en el mismo punto se especifica la distinción de (-φ) y a, términos de los cuales es preciso decir que Lacan, en el curso de su enseñanza, no dejó de articular su empalme y separación. Este «empalme-distinción» entre el objeto a y la castración supone, por cierto, que el lugar que el sujeto se hace en el ello -lugar de ausencia- es el del goce. Esto permite formular el interrogante de la relación del sujeto como falta en ser (manque à ètre) con esa parte de ser que le es requerida y que es el objeto a, y esclarecer, más allá de las consideraciones imaginarias sobre el Edipo, las relaciones un tanto confusas entre el superyó y el goce.