Diccionario de Psicología, letra A Alemania

Diccionario de Psicología, letra A Alemania

Sin la llegada del nazismo, que la vació de casi la totalidad de sus intelectuales y científicos, Alemania habría seguido siendo en Europa el país de la implantación más vigorosa del psicoanálisis. Por si fuera necesario, lo atestiguan los nombres de sus prestigiosos fundadores, convertidos en norteamericanos cuando no murieron antes de poder emigrar: Karl Abraham, Max Eitingon, Otto Fenichel, Ernst Simmel, Otto Gross, Georg Groddeck, Wilhelm Reich, Erich Fromm, Karen Horney. Como en casi todos los países del mundo, las tesis Freudianas fueron consideradas en Alemania un pansexualismo, una «cochinada sexual», una «epidemia psíquica». Tratado de «psiquiatría de comadres» por los ambientes de la medicina académica, el psicoanálisis fue mal recibido por los grandes nombres del saber psiquiátrico, sobre todo por Emil Kraepelin. Se le reprochaba su estilo literario y su metapsicología, aunque Freud había asimilado en sus trabajos una parte importante de la nosología kraepeliniana. Sin embargo, fue en el terreno del saber psiquiátrico donde terminó por ser reconocido, gracias a la acción de algunos pioneros. A principios del siglo XX, éstos comenzaron a des-‘ cubrir la obra Freudiana, practicando la hipnosis o interesándose por la sexología: entre ellos se contó Arthur Muthmann (1875-1957). Alentado por Sigmund Freud y Carl Gustav Jung a desarrollar actividades psicoanalíticas, no se distanció del método catártico y rompió con el Freudismo en 1909. Por su lado, Hermann Oppenheim (1858-1918), neurólogo judío berlinés, recibió favorablemente los trabajos clínicos del psicoanálisis antes de criticarlos con dureza, lo mismo que Theodor Ziehen (1862-1950), creador del concepto de complejo y titular de la cátedra de psiquiatría de Berlín. En el terreno universitario, la resistencia se manifestó de manera más decidida. Como lo subraya Jacques Le Rider, «la psicología alemana había erigido su reputación con la investigación de laboratorio, basada en un método científico en el cual la física y la química seguían siendo el modelo ideal, y cuyo espíritu positivo pretendía excluir toda especulación, para no reconocer más que un saber sintético: la biología». La escuela alemana de psicología reaccionó contra la Naturphilosophie del siglo XIX, esa ciencia del alma que había florecido en la estela del romanticismo, y de la que se nutrían los trabajos Freudianos. Thomas Mann fue uno de los pocos que reconoció el valor científico de ese Freudismo juzgado demasiado literario por los psicólogos universitarios. Del lado de la filosofía, el psicoanálisis pasaba por ser ese «psicologismo» denunciado por Edmund Husserl desde sus primeros trabajos. Fue criticado en 1913 por Karl Jaspers (1883-1969), en una obra monumental, Psicopatología general, que desempeñó un papel de suma importancia en la génesis de una psiquiatría fenomenológica, sobre todo en Francia, en torno a Eugène Minkowski, Daniel Lagache y el joven Jacques Lacan. En 1937, Alexander Mitscherlisch trató de convencer a Jaspers de que cambiara de opinión, pero tropezó con la hostilidad del filósofo, que siguió sordo a sus argumentos. Según Ernest Jones, el año 1907 marcó el inicio de la expansión internacional del psicoanálisis, y el fin del «espléndido aislamiento» de Freud. Ahora bien, ese año se unieron a él dos ayudantes de Eugen Bleuler en la Clínica del Burghölzli: Max Eitingon y Karl Abraham, el futuro organizador del movimiento berlinés. «Tengo la intención de dejar Zurich dentro de más o menos un mes -le escribió Abraham el 10 de octubre de 1907, Abandono en consecuencia mi actividad anterior [ … ]. En Alemania por ser judío, en Suiza por ser no-suizo, no he podido llegar más allá de un puesto de asistente. Ahora voy a tratar de ejercer en Berlín como especialista en enfermedades nerviosas y psíquicas.» Siempre en búsqueda, después del fin de su amistad con Wilhelm Fliess, de un retoño de la fuerza alemana, Freud le respondió: «No es malo para un joven como usted ser empujado violentamente a «la vida al aire libre», y su condición de judío, al aumentar sus dificultades, tendrá, como para todos nosotros, el efecto de poner plenamente de manifiesto sus capacidades [ … ]. Si mi amistad con el doctor W. Fliess subsistiera, usted tendría el camino allanado; lamentablemente, este camino está ahora totalmente cerrado.» Después de Suiza, Alemania se convirtió entonces en la segunda «tierra prometida» del psicoanálisis. El año siguiente le tocó el turno a los Estados Unidos. Desde su llegada a Berlín, Abraham comenzó a organizar el movimiento. El 27 de agosto de 1908 fundó la Asociación Psicoanalítica de Berlín con Otto Juliusburger, Ivan Bloch, Magnus Hirschfeld y Heinrich Körber. El grupo adquirió de inmediato una importancia creciente. Tres congresos tuvieron lugar en ciudades alemanas: en Nuremberg en 1910 (donde se creó la International Psychoanalytical Association), en Weimar en 1911 (donde afluyeron ciento dieciséis participantes) y en Munich en 1913 (donde se consumó la partida de Jung y sus seguidores). Un año más tarde, Freud le pidió a Abraham que sucediera a Jung en la dirección de la IPA. La derrota de los imperios centrales modificó el destino del psicoanálisis. Si bien la Sociedad Psicoanalítica Vienesa (WPV) seguía siendo activa, en virtud de la presencia de Freud y del aflujo de norteamericanos, por otro lado perdió toda su influencia, en favor del grupo berlinés. Arruinados, los psicoanalistas austriacos emigraron a Alemania para reparar sus finanzas, y los siguieron los húngaros, obligados, después del fracaso de la Comuna de Budapest, a huir del régimen dictatorial del almirante Horthy. Vencida pero no destruida, Alemania pudo así recobrar una fuerza intelectual que el antiguo reino de los Habsburgo había perdido. Berlín se convirtió entonces, como dijo Ernest Jones, en «el corazón de todo el movimiento psicoanalítico internacional», es decir, en un polo de expansión de las tesis Freudianas tan importante como lo había sido Zurich a principios del siglo. En 1918 se unió Simmel a Abraham y Eitingon, seguido dos años más tarde por Hamis Sachs. La Asociación Berlinesa se incorporó entonces a la IPA con el nombre de Deutsche Psychoanalytische Gesellschaft (DPG). Estaba abierto el camino para la creación de institutos que permitieran formar terapeutas («reproducir la especie analítica», como decía Eitingon), y al mismo tiempo anclar los tratamientos psicoanalíticos en un terreno social. Desde los comienzos de la Sociedad Psicológica de los Miércoles, todos se habían sentido obsesionados por la idea de un psicoanálisis de masas, capaz de curar a los pobres despertando las conciencias. Por otra parte, en el Congreso de Budapest de 1918, Freud había impulsado el proyecto de cambiar simultáneamente el mundo y las almas. Soñaba con crear clínicas dirigidas por médicos que hubieran recibido una formación psicoanalítica, en las que pudieran tratarse gratuitamente los pacientes sin recursos. Puesto en obra por Simmel y Eitingon, bajo la dirección de Abraham, este programa recibió el apoyo de las autoridades gubernamentales y los ambientes académicos. Ernst Freud acondicionó dos locales en la Potsdame Strasse y el famoso Policlínico abrió sus puertas el 14 de febrero de 1920, al mismo tiempo que el Berliner Psychoanalytisches Institut (BPI). Este instituto no sólo permitió poner a punto los principios del análisis didáctico y formar a la mayoría de los grandes terapeutas del movimiento Freudiano, sino que también sirvió de modelo para todos los institutos creados por la IPA en el mundo. En cuanto al Policlínico, fue un verdadero laboratorio para la elaboración de nuevas técnicas de tratamiento. En 1930, en su «Informe inicial sobre los diez años de actividad del BPF’, Eitingon propuso un balance de la experiencia expresado en cifras: 94 terapeutas en actividad, 1955 consultas, 721 tratamientos psicoanalíticos, entre ellos 363 terminados, con 111 casos curados, 205 mejorados, y sólo 47 fracasos. A este éxito se sumaban las actividades de Wilhelm Reich y Georg Groddeck, que también contribuyeron a la difusión del Freudismo en Alemania. Punto central de la irradiación clínica, Berlín siguió encabezando un cierto conservadurismo político y doctrinario. El lugar de la reflexión intelectual fue Francfort; allí surgió la corriente de la «izquierda Freudiana», bajo la influencia de Otto Fenichel, y se creó el Frankfurter Psychoanalytisches Institut. Creado en 1929 por Karl Landauer y Heinrich Meng, este instituto se distinguía del berlinés por su intensa colaboración con el Institut für Sozialforschung, en cuyos locales estaba instalado, y en el que trabajaban de modo destacado Erich Fromm, Herbert Marcuse, Theodor Adorno (1903-1969) y Max Horkheimer (1895-1973). Núcleo fundador de la futura Escuela de Francfort, este instituto de investigaciones sociales, fundado en 1923, dio origen a la elaboración de la teoría crítica, doctrina sociológica y filosófica que se basaba a la vez en el psicoanálisis, la fenomenología y el marxismo, para reflexionar sobre las condiciones de producción de la cultura en el seno de una sociedad dominada por la racionalidad tecnológica. En 1942, en una carta brillante a Leo Lowenthal, Horkheimer explicó claramente la deuda de la Escuela de Francfort con la teoría Freudiana: «Su pensamiento [el pensamiento de Freud] es una de las Bildungsmächte [piedras angulares] sin las cuales nuestra propia filosofía no sería lo que es. En , estas últimas semanas he tomado de nuevo conciencia de su grandeza. Se ha dicho mucho, como usted recuerda, que su método original correspondía esencialmente a la naturaleza de la burguesía muy refinada de Viena en la época en que fue concebido. Por supuesto, esto es totalmente falso en conjunto, pero en el fondo tendría un grano de verdad que no invalida en nada la obra de Freud. Cuanto más grande es una obra, más está enraizada en una situación histórica concreta.» única institución alemana que daba cursos en la universidad, al Instituto Psicoanalítico de Francfort se le auguraba un gran futuro. Puesto que no formaba didactas, se mostró más abierto a los debates teóricos que su homólogo berlinés. En 1930, gracias a la intervención del escritor Alfons Paquet (1881-1944), la ciudad de Francfort le otorgó a Freud el Premio Goethe. En la ceremonia de entrega, el discurso de Freud, leído por su hija Anna, rindió homenaje a la Naturphilosophie, símbolo del vínculo espiritual entre Alemania y Austria, y a la belleza de la obra de Goethe, que Freud veía cercana al eros platónico albergado en el corazón del psicoanálisis. Después del ascenso de Hitler al poder, Matthias Göring, primo del mariscal, muy decidido a depurar la doctrina Freudiana de su «espíritu judío», puso en marcha su programa de «arianización del psicoanálisis«, que preveía la exclusión de los judíos y la transformación del vocabulario. Muy pronto atrajo a algunos Freudianos dispuestos a lanzarse a la aventura, como Felix Boehm y Carl Müller-Braunschweig, a quienes a continuación se unieron Harald Schultz-Hencke y Werner Kemper. Ninguno de estos cuatro hombres estaba comprometido con la causa del nazismo. Miembros de la DPG y del BPI, uno Freudiano ortodoxo, el segundo adleriano, y el tercero más bien neutral, estas personas estaban sencillamente celosas de sus colegas judíos. La llegada del nacionalsocialismo fue para ellos una ganga que les permitía hacer carrera. En 1930, la DPG tenía noventa miembros, en su mayoría judíos. A partir de 1933, tomaron el camino del exilio. En 1935, la tercera parte de los miembros de la DPG todavía vivían en Alemania; entre ellos había nueve judíos. Convertidos en dueños de ese grupo al que se habían amputado sus mejores elementos, Boehm y Müller-Braunschweig fundaron su colaboracionismo en la tesis de que, para no dar a los nazis ningún pretexto que les permitiera prohibir el psicoanálisis, bastaba con adelantarse a sus órdenes y excluir a los judíos de la DPG, sin perjuicio de que esta exclusión se maquillara como renuncia voluntaria. A esta operación se le dio el nombre de «salvamento del psicoanálisis«. Ernest Jones, presidente de la IPA, aceptó esa política, y en 1935 presidió oficialmente la sesión de la DPG en la cual se obligó a renunciar a los nueve miembros judíos. Un solo no-judío rechazó dicha estrategia: se llamaba Bernhard Kamm y abandonó la Sociedad por solidaridad con los excluidos. Oriundo de Praga, acababa de afiliarse a la DPG. Pronto tomó el camino del exilio, y se instaló en Topeka, Kansas, en la casa de Karl Menninger. Como lo ha subrayado muy bien Regine Lockot en un artículo de 1995, Freud calificó de «triste debate» a toda esta cuestión. Pero, en una carta a Eitingon del 21 de marzo de 1933, se mostró particularmente preocupado por los «enemigos interiores» del psicoanálisis, en especial los adlerianos y Wilhelm Reich. De hecho, concentró todos sus ataques en Harald Schultz-Hencke, juzgado más peligroso por sus posiciones adlerianas que en razón de su compromiso pronazi. Este error de apreciación se expresó con toda libertad en el relato realizado por Boehm, en agosto de 1934, de una visita a Freud: «Antes de que nos separáramos, Freud formuló dos deseos concernientes a la dirección de la Sociedad [DPG1: en primer lugar, que Schultz-Hencke nunca fuera elegido miembro del comité de dirección. Le di mi palabra de no sentarme nunca junto a él. En segundo lugar: «Libéreme de W. Reich».» En 1936, Göring realizó finalmente su sueño. Creó su Deutsche Institut für Psychologische Forschung (Instituto Alemán de Investigación Psicológica y Psicoterapia), que pronto pasó a ser conocido como Göring Institut, en el cual se reagruparon Freudianos, jungianos e independientes. Lejos de contentarse con esta forma de colaboración, Felix Boehm se dirigió a Viena en 1938 para convencer a Freud de la necesidad de ese «salvamento» del psicoanálisis en Alemania. Después de haber escuchado durante un lapso prolongado, el maestro, furioso, se puso de pie y abandonó la habitación. Desaprobaba la tesis del pretendido «salvamento», y despreciaba la bajeza de sus partidarios. No obstante, se negó a hacer uso de su autoridad con Jones para evitar que la IPA se trabara en la colaboración. A su juicio, era demasiado tarde: Jones había puesto en marcha su política a partir de una posición, inicialmente compartida por Freud, que consistía en privilegiar la defensa de un Freudismo puro y duro (contra las «desviaciones» adleriana o reichiana), en detrimento de un rechazo absoluto a toda colaboración en las condiciones ofrecidas por Boehm y Müller-Braunschweig. Durante toda la guerra, una veintena de Freudianos prosiguieron sus actividades terapéuticas bajo el bastón de mando del Instituto Göring, contribuyendo de tal modo a destruir el psicoanálisis, del que se habían convertido en maestros. Atendían a pacientes comunes, de todas las clases sociales y afectados de simples neurosis o de enfermedades mentales (psicosis, epilepsias, retraso), excepción hecha de los judíos, excluidos de todo tratamiento y enviados de inmediato a los campos de concentración. Boehm se encargaba personalmente del «peritaje» de homosexuales, y Kemper de la «selección» de los neuróticos de guerra. Por su parte, Johannes Schultz «experimentó» en este marco los principios de su entrenamiento autógeno. Entre los miembros de la difunta DPG, John Rittmeister, August Watermann, Karl Landauer y Salomea Kempner fueron asesinados por los nazis, así como otros terapeutas, húngaros o austríacos, que no habían llegado a exiliarse. Mientras se desarrollaban los «tratamientos» del Instituto Göring, la dirección del Ministerio de la Salud del Reich se encargaba de aplicar «medidas de eutanasia» a los enfermos mentales. Después del episodio del reemplazo de Ernst Kretschmer por Carl Gustav Jung en la dirección de la Allgemeine Ärztliche Gesellschaft für Psychotherapie (AÄGP), la psiquiatría alemana había sufrido la misma arianización que el psicoanálisis, bajo el mando de Leonardo Conti (1900-1945), primero presidente de los médicos del Reich, y después de todas las organizaciones de salud del partido y del Estado, entre ellas el Göring Institut. En octubre de 1939 procedió a censar a los internados en hospicios y asilos, que a continuación fueron clasificados en tres grupos. Unos meses más tarde, en enero de 1940, en Berlín, en la antigua cárcel de Brandenburg-Havel, los especialistas en «eutanasia» comenzaron a exterminar a esos enfermos mediante un gas, el monóxido de carbono. Después de la victoria de los Aliados, el Instituto Göring y el BPI fueron reducidos a cenizas. Aún presidente de la IPA, y con el apoyo de John Rickman, Jones ayudó a los ex colaboracionistas a reintegrarse a la organización internacional. A Müller-Braunschweig y Boehm les encargó la reconstrucción de la antigua DPG, y a Kemper la misión de desarrollar el Freudismo en Brasil. Como en 1933, se mostró más preocupado por restaurar la ortodoxia en materia de análisis didáctico que por proceder a la exclusión de los ex colaboracionistas. De tal modo validó retroactivamente la tesis del pretendido «salvamento», actuando como garante de una visión apologética del pasado para la generación siguiente. Pero Alemania tenía que ser castigada por sus faltas, y fue puesta en cuarentena por la IPA hasta 1985, fecha en que los historiadores comenzaron a publicar trabajos críticos, señalando las consecuencias desastrosas de la política de Jones y revelando el pasado de los cinco principales responsables de la «arianización» del psicoanálisis. En 1950, creyendo escapar al oprobio que pesaba sobre la DPG, Müller-Braunschweig se separó de Boehm y creó una nueva sociedad, la Deutsche Psychoanalytische Vereinigung (DPV). Ésta fue integrada a la IPA el año siguiente (la DPG nunca había llegado a integrarse), mientras que Schultz-Hencke desarrollaba su propia doctrina: el neopsicoanálisis. La DPG y la DPV continuaron propagando la misma idealización del pasado, para justificar la antigua política de colaboración. A partir de 1947, sólo Alexander Mitscherlich logró salvar el honor del Freudismo alemán y de la DPV, al crear la revista Psyche, fundar en Francfort el Instituto Freud, y obligando a las nuevas generaciones a un inmenso trabajo de rememoración y recuerdo. Privado de la antigua capital, el psicoanálisis pudo renacer en la República Federal, mientras que en la Alemania del Este era condenado como «ciencia burguesa». Fue por lo tanto la ciudad de Francfort la que se puso a la vanguardia del movimiento psicoanalítico alemán durante la segunda mitad del siglo. Al volver a dar vida a su escuela, Adorno y Horkheimer desempeñaron un gran papel junto a Mitscherlich en este desarrollo, del que surgió una nueva reflexión clínica y política sobre la sociedad alemana posterior al nazismo, así como trabajos eruditos: los de Ilse Grubrich-Simitis, por ejemplo, la mejor especialista en los manuscritos de Freud. Con doce institutos de formación distribuidos en las principales ciudades (Hamburgo, Friburgo, Tubinga, Colonia, etcétera) y unos ochocientos miembros, la DPV es hoy en día una poderosa organización Freudiana. No obstante, desde 1970, como en todos lados, el florecimiento de múltiples escuelas de psicoterapia contribuyó a deteriorar las posiciones del psicoanálisis. Además, ahogado por un sistema médico que permitía a las obras sociales reembolsar los tratamientos con la condición de un «peritaje» previo de los casos, el psicoanálisis se trivializó y convirtió en una práctica entre otras, pragmática, esclerosada, rutinaria y enfeudada a un ideal técnico de curación rápida. En esa fecha, Mitscherlich pensaba que el psicoanálisis estaba desapareciendo de Alemania. Unos años más tarde, la obra de Lacan, impregnada de hegelianismo y heideggerianismo, hizo su entrada en la escena universitaria alemana, esencialmente en los departamentos de filosofía. En el plano clínico, nunca el lacanismo pudo implantarse más que en pequeños grupos marginales, compuestos por no-médicos y sin relación con los grandes institutos de la IPA.