Diccionario de Psicología, letra B, Brasil

Diccionario de Psicología, letra B, Brasil

Primer país de implantación del Freudismo en América latina, Brasil tiene una historia muy diferente de la de la Argentina. Lejos de imitar a Europa, de apropiarse de sus modelos, transformándolos y desarrollándolos después de una política de inmigración masiva, Brasil sólo se emancipó de la colonización portuguesa en 1822 para ubicarse hasta 1918 bajo la dominación económica de Gran Bretaña. Después el país volvió a cambiar de amo, y pasó a la órbita de la economía norteamericana. Este prolongado periodo de industrialización se caracterizó por la expansión de una oligarquía terrateniente que vivía en inmensas fazendas y reinaba a la manera de los señores feudales sobre una población analfabeta. Calcado del régimen de la monarquía inglesa, el parlamentarismo instaurado en 1824, bajo el reinado del emperador Pedro I, fue abatido en 1889 por una junta que depuso a su hijo, Pedro II. Soberano intelectual y liberal, este último había enfrentado la guerra civil, quebrantado las rebeliones y abolido la esclavitud, sin inquietarse por el peligro que representaba el poder militar. Una vez proclamada la República, se instauró un régimen presidencialista, mientras que la Constitución de 1891, impregnada por la filosofía de Auguste Comte (1798-1857), se basaba en dos principios: orden y progreso. Imitando el modelo norteamericano, esencialmente presidencialista y federalista, el nuevo régimen brasileño actualizaba la tradición del caudillismo de América latina. Igual que en todas partes, el establecimiento del Estado republicano dio origen al asilo moderno, y fue acompañado por una reestructuración de la clínica de la locura. En 1890, el antiguo hospicio de Pedro II se transformó en hospital de alienados, siguiendo la más pura tradición del gesto de Philippe Pinel (1745-1826). Durante cerca de una década, la fuerza de la nosología francesa fue tal, que la expresión «estar Pinel» equivalía en el vocabulario corriente a «estar loco». En el terreno de esta primera reforma asilar, Juliano Moreira, bahiano y hombre de color, introdujo la nosografía alemana. Amigo de Emil Kraepelin y excelente conocedor de Europa, fue designado profesor en la Universidad de Bahía a los 23 años, y en 1903 asumió la dirección del Hospital Nacional de Alienados de Río de Janeiro. Nueve años más tarde, gracias a su acción, la psiquiatría se convirtió en una especialidad autónoma en los planes de estudios de medicina. Padre fundador de la psiquiatría brasileña moderna, Moreira fue también el primero que en su país adoptó y difundió la doctrina Freudiana. Entre 1914 y 1930, varios psiquiatras contribuyeron a la implantación progresiva del Freudismo en Río de Janeiro, San Pablo y Bahía: Arthur Ramos, Julio Porto-Carrero y Francisco Franco Da Rocha. En general, estos autores se mostraron menos críticos respecto del psicoanálisis que sus colegas de otros países, sobre todo a propósito de la sexualidad. No obstante, adaptaron la doctrina vienesa a sus preocupaciones terapéuticas, e hicieron de ella un componente esencial de una concepción culturalista y organicista de la locura. En realidad, como lo ha demostrado Gilberto Freyre (1900-1987), bajo los rasgos de una organización patriarcal rígida, heredada de la colonia, Brasil presentaba dos rostros antagónicos. De un lado, florecía el ideal humanista de la Iglesia Positivista que, durante todo el siglo XIX, inspiró a los grandes reformadores, y del otro lado perduraba la cultura negra mezclada con la blanca, proveniente del mestizaje de los esclavos y sus amos, del amo y su concubina, del hombre blanco y la mujer negra, pero también del doméstico negro y la joven blanca. De estas mezclas derivó el lugar particular acordado a la sexualidad (y más tarde a la bisexualidad) en la sociedad brasileña, en la cual la atracción que las mujeres de color ejercían sobre los hijos de familia provenía de las relaciones íntimas del niño blanco con su nodriza negra: una sexualidad carnal y sensual. Así como bajo la práctica de la monogamia aparecía siempre apenas enmascarada la de la poligamia, también bajo el monoteísmo se perfilaban todas las variantes de un politeísmo salvaje. El clivaje se repitió cuando un hombre negro instauró un saber psiquiátrico que apuntaba a arrancar la locura a las prácticas mágicas. El nuevo orden no pudo poner fin a las antiguas tradiciones terapéuticas del trance y las posesiones (religión candomblé). La psiquiatría era la disciplina de la cultura blanca, aunque atendiera a enfermos no blancos. El psicoanálisis le siguió los pasos. Reservado primero (en el período de entreguerras) a la gran burguesía paulista y a médicos que tenían el cuidado de seguir las reglas ortodoxas de la International Psychoanalytical Association (IPA), en la segunda mitad del siglo, expandiéndose en Río y después en otras ciudades, se convirtió en la nueva psicología de las clases medias blancas, formadas en la universidad. De tal modo sucedía a la antigua sociología comteana. Mientras que los pioneros del Freudismo seguían siendo profesionales hospitalarios, Durval Marcondes pasó de la psiquiatría al psicoanálisis, convirtiéndose así en el primer Freudiano de Brasil, incluso antes de haber sido analizado. Esteta francófilo y cultivado, se consagró en cuerpo y alma a la causa Freudiana, con el deseo de convertir a San Pablo en el centro neurálgico de la nueva doctrina. El 24 de octubre de 1927, junto con Da Rocha, fundó en San Pablo la Sociedade Brasileira de Psicanálise (SBP), primera sociedad psicoanalítica de Latinoamérica. Al año siguiente creó la Revista brasileira de psicanálise, que fue acogida con entusiasmo por Sigmund Freud, y el 17 de junio Moreira inauguró en Río de Janeiro, con Porto-Carrero, y en presencia de Marcondes, una filial de la SBP. Pero muy pronto la SBP, después de haber sido reconocida por la IPA en el Congreso de Oxford de 1929, encontró muchas dificultades para desarrollarse: en esa época la cura didáctica era obligatoria, y Marcondes, que no se había analizado, no podía formar alumnos. Por otra parte, en 1931 tuvo que enfrentar a un charlatán llamado Maximilien Langsner que tenía mucho éxito en San Pablo. Este hombre enarbolaba un nombre vienés y practicaba la telepatía, proclamándose el mejor discípulo de Freud. Marcondes temió que ese espectáculo desacreditara al psicoanálisis en el ambiente médico, y le pidió a Freud que desenmascarara al impostor, lo que el maestro hizo de inmediato. La crisis de 1929 arrastró a la ruina a las plantaciones de café y provocó una dislocación de la federación brasileña. La urbanización rápida favoreció un movimiento de independencia de las ciudades, y la desconfianza de los notables terratenientes respecto del poder central. En 1930 fue elegido presidente Getúlio Vargas, apoyado por el Ejército. Él emprendió el camino del fascismo y reprimió el alzamiento paulista de 1932, en el cual tomó parte Marcondes. Cinco años más tarde proclamó el Estado no vo, una especie de Estado mussoliniano basado en una constitución que suprimía las elecciones. A pesar de la creación por Georges Dumas (1866-1946), en 1934, de una universidad en la que Claude Lévi-Strauss y Fernand Braudel (1902-1985) formaron a estudiantes en las nuevas ciencias humanas, Marcondes, ligado esencialmente al ambiente médico, experimentó grandes dificultades para poner en marcha un movimiento psicoanalítico brasileño. Huyendo del nazismo, los Freudianos de Europa se exiliaban en los Estados Unidos, Gran Bretaña o la Argentina, y tenían pocas posibilidades de instalarse en un país donde gobernaba el fascismo. René Spitz iba a llegar en 1932, pero la rebelión paulista bloqueó las comunicaciones, y él, cansado de aguardar noticias, se fue a Colorado. En cuanto a los americanos del norte, tampoco deseaban desplazarse al sur para formar terapeutas. Después de muchos esfuerzos, Marcondes logró atraer a Adelheid Koch. Analizada en el marco del prestigioso Berliner Psychoanalytisches Institut (BPI), ella tenía todas las garantías para inciar a los brasileños en el análisis didáctico. En 1936 se instaló en San Pablo y fue así la primera psicoanalista didacta de Brasil. El propio Marcondes no vaciló en tenderse en su diván. Otro emigrado se sumó muy pronto al grupo: Frank Julien Philips. Australiano de nacimiento, había hecho su análisis con Adelheid Koch antes de ir a formarse en Londres con Melanie Klein y Wilfred Ruprecht Bion. Alineados con los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, los contingentes del ejército brasileño encontraban ilógico batirse en Europa por la democracia mientras soportaban el fascismo en su propio país. En 1945 Getúlio Vargas tuvo que alejarse del poder, y se restableció la democracia. En adelante, el movimiento psicoanalítico brasileño comenzó a integrarse en la IPA y a aceptar sus procedimientos de normalización, construyéndose por otra parte según el modelo federalista que estaba en vigor en el país. En la ocasión del primer congreso interamericano de medicina, reunido en Río de Janeiro en 1946, se organizó en primer término como potencia latinoamericana. En la tribuna, varios psicoanalistas argentinos presentaron trabajos sobre psicosomática. Los brasileños fueron a su encuentro, y se acordó favorecer los intercambios entre los paulistas, los cariocas y los porteños. Así se puso en marcha la corriente de influencia clínica de la escuela argentina sobre las filiaciones brasileñas. Disuelta en 1944, la SBP se reconstituyó como un grupo puramente paulista, la Sociedad Brasileira de Psicanálise de Sáo Paulo (SBPSP), reconocida por la IPA en el Congreso de Amsterdam de 1951. En adelante, los intercambios tuvieron lugar entre Londres y San Pablo. Apasionados por la teoría de Melanie Klein y sus discípulos, analistas paulistas cruzaron el Atlántico para recibir una formación en la British Psychoanalytical Society (BPS). Éste fue el caso de Virginia Bicudo. Después de cinco años en Londres, informó sobre sus experiencias clínicas en la Tavistock Clinic y las difundió a su alrededor. A su lado, Frank Philips, a su regreso de Londres, condujo en el seno del grupo paulista seminarios técnicos y teóricos de inspiración kleiniana. A la heterogénea influencia argentina se sumó la del kleinismo, claramente más implantada en San Pablo que en Río. Más tarde, Wilfred Ruprecht Bion, invitado por Philips, se convirtió en uno de los maestros de pensamiento del grupo paulista. Mientras el psicoanálisis cobraba impulso de este modo, otro ámbito comenzó a desempeñar un papel importante en San Pablo: el Instituto Sedes Sapientiae. Creado en 1933 por miembros de la Iglesia Católica, proporcionaba una formación teórica y clínica a los psicólogos no médicos. A partir de 1970 se convirtió en un centro de difusión de las prácticas psicoterapéuticas, y en 1976, por iniciativa de Regina Schnaiderman (19231985), Isaias Melshon y Roberto Azevedo, incorporó a sus actividades un instituto de formación psicoanalítica en el que se encontraron disidentes de la SBPSP e independientes, hostiles a la rigidez de los criterios de la IPA y a su conservadurismo político. En Río de Janeiro, la instalación del movimiento fue gravemente perturbada por el conflicto que opuso a Mark Burke con Werner Kemper, ex colaborador de Matthias Heinrich Góring, y enviado por Ernest Jones para desarrollar el psicoanálisis en Brasi]. En 1953, Kemper fundó la Sociedade Psicanalítica do Rio de Janeiro (SPRJ), reconocida por la IPA en 1955. En cuanto a los partidarios de Burke, después de violentos enfrentamientos, se asociaron con sus colegas formados en la Argentina, para crear otro grupo en 1959: la Sociedade Brasileira de Psicanálise do Rio de Janeiro (SBPRJ). Entre sus quince fundadores estaban Aleyon Baer Bahia, Danilo Perestrello, Marialzira Perestrello, Mario Pacheco de Almeida Prado. En Porto Alegre, Mario Martins constituyó en 1947 la Sociedade Psicanalítica do Porto Alegre (SPPA), reconocida por la IPA en 1963. Formado en Buenos Aires por Ángel Garma, volvió con su esposa Zaira Bittencourt, analizada a su vez por Celes Cárcamo. Ella, formada en la práctica del psicoanálisis de niños con Arminda Aberastury, introdujo en Brasil esa tradición clínica. La SPPA evolucionó hacia el kleinismo y el neokleinismo, sobre todo después de la visita de Herbert Rosenfeld en 1974. Conservó no obstante su vínculo privilegiado con los argentinos. Esta expansión del psicoanálisis en las dos grandes ciudades rivales, San Pablo y Río de Janeiro, así como en la parte sur del país, le permitió al Freudismo brasileño recuperarse progresivamente de su atraso respecto del argentino, pero sin que de sus filas surgieran jefes de escuela de estatura comparable a la de sus vecinos. Hay que decir que, desde el origen, la situación en Brasil había sido distinta. En efecto, la escuela brasileña, en la ausencia de un sólido movimiento inmigratorio durante el período de entreguerras, no había tenido ningún «padre fundador», a la vez didacta y teórico. Y, entre una ciudad y otra, sólo encontraba su identidad tomando como referentes la escuela inglesa o algunas corrientes norteamericanas, o bien su filiación argentina. No obstante, desarrolló una gran actividad clínica en diversas instituciones (hospitales y centros de atención). A partir de 1960, con la creación de la COPAL (futura FEPAL), y después de la Associaçáo Brasileira de Psicanálise (ABP, 1967), se convirtió, junto a la escuela argentina, en la segunda gran potencia del Freudismo latinoamericano. El 31 de marzo de 1964, después de diez años de gobierno socialdemócrata, en el curso de los cuales el presidente Kubitschek inauguró la ciudad de Brasilia, el mariscal Castello Branco, con el apoyo de los Estados Unidos y de las clases medias, derrocó al presidente Joáo Goulart e instauró una dictadura que iba a durar veinte años. Durante seis meses, el nuevo poder se entregó a una represión violenta. Dos centenares de intelectuales, dirigentes políticos y sindicalistas fueron arrestados, expulsados, privados de sus derechos cívicos y a menudo torturados. Con la soberbia de que iban a construir un nuevo Brasil, los tecnócratas, los conservadores y los anticomunistas afirmaron su voluntad de gobernar sin el sufragio de las masas. Los partidos fueron disueltos, las fuerzas armadas reorganizadas. Cuatro años más tarde, después de la sublevación de los estudiantes y de los tumultos populares en Río, el régimen emprendió el camino de la dictadura. La dirección de la IPA, como también iba a hacerlo después de la instauración del terror de Estado en la Argentina, decidió seguir «neutral»: ni condena, ni intervención en uno u otro sentido. En línea con la tradición de la década de 1930, el objetivo era el mismo: no dar ningún pretexto a ningún poder para prohibir la práctica del psicoanálisis. Al contrario del nazismo, la dictadura brasileña no afectó la libertad de asociación, salvo cuando se trataba de perseguir a asociaciones comprometidas políticamente contra ella. Por otra parte, nunca evolucionó hacia el terror de Estado organizado que la Argentina conoció entre 1976 y 1983. En consecuencia, todo el episodio fue mucho más reprimido por la institución psicoanalítica que el terror argentino. En su libro sobre el nazismo y el psicoanálisis, Chaim Samuel Katz muestra de qué manera la Associaçáo Brasileira de Psicanálise «aceptó» al régimen. En los artículos que publicó durante veinte años, la Revista brasileira de psicanálise tuvo el cuidado de presentar siempre al psicoanálisis como una ciencia pura, sin relación con los campos social y político. Si un autor quería hablar de política o historia, debía contentarse con evocar el pasado más lejano: el exilio de Freud en Londres, sí, pero el genocidio o la política de «salvamento» del psicoanálisis en Berlín, no. No se podía hacer alusión a la actualidad, salvo para disfrazarla hábilmente. Se hablaba entonces de duelo, de separación, de castración, de angustia, en lugar de decir exilio, ausencia, sufrimiento, etcétera. En virtud de esta censura voluntaria, nunca se hacía referencia, ni de cerca ni de lejos, a un militante arrestado o a un psicoanalista torturado o perseguido. Estos hechos sólo existían entonces en el imaginario de los sujetos y, en ocasiones, se podía invocar el «secreto profesional». En este sentido, la conceptualización kleiniana, centrada en los procesos intrapsíquicos de violencia, fue explotada para presentar la expresión política como una historia de objeto malo o de identificación proyectiva. A partir de 1973, el asunto Kemper perturbó de nuevo a las dos sociedades psicoanalíticas de Río de Janeiro. Antes de su partida a Alemania, en 1967, el ex colaborador de Göring había analizado a uno de los didactas más activos de la SPRJ: Leáo Cabernite. Convertido en presidente de su sociedad, y vinculado de cerca con el poder militar, Cabernite tuvo más tarde como alumno en formación, entre 1971 y 1974, a un teniente médico de la policía militar, Amilear Lobo Moreira da Silva (1939-1997), torturador al servicio de la dictadura. Este hecho fue revelado por un artículo anónimo, pero exacto, publicado en el periódico clandestino Voz operári a. Helena Besserman Vianna, psicoanalista de extrema izquierda y miembro de la otra sociedad (SBPRJ), se enteró del asunto. Sus opiniones radicales eran conocidas, puesto que en una oportunidad se había expresado públicamente en la SBPRJ, en un debate con Bion, y le preguntó si él aceptaría tomar en análisis a un torturador. La asamblea le había entonces respondido que esa pregunta era «una provocación», «ni científica ni constructiva». Helena le envió a Marie Langer el artículo de Voz operária, acompañado del nombre y la dirección de Cabernite escritos a mano, a fin de que publicara todo en la compilación Cuestionamos y le pidiera a la dirección de la IPA la apertura de una investigación. Marie Langer envió de inmediato el artículo a Serge Lebovici, presidente de la IPA, y a diversos responsables del movimiento psicoanalítico. Después lo publicó en su compilación. Marie Langer tenía un peso considerable en la IPA en razón de su notoriedad y de su compromiso contra todas las dictaduras latinoamericanas. Inquieto por las consecuencias de este asunto para la imagen del psicoanálisis en el mundo, Lebovici previno a Cabernite y a David Zimmermann, miembro de la SPPA y presidente de la COPAL, el cual respondió en seguida que Voz operária era un «periodicucho indigno de respeto». Después, con Cabernite y otros miembros de la SPRJ, envió por carta circular un desmentido categórico: «La afirmación anónima del periódico clandestino es enteramente falsa y sin ningún fundamento». Los autores no sólo negaban toda participación de Amilcar Lobo en ese tipo de actividades, sino que acusaban al denunciante de impulsar un complot para desestabilizar el psicoanálisis brasileño en el momento mismo en que iba a reunirse el Cuarto Congreso de la ABP. Identificada gracias a una pericia grafológica, Helena Besserman Vianna pagó cara su denuncia del torturador. Su sociedad se negó durante dos años a otorgarle el título de miembro titular, aunque ella tenía teóricamente derecho a él, en vista de sus estudios cursados. Pero, lo que es aún peor, el consejo de administración de la SBPRJ se transformó en tribunal interno para acusarla de la delación de un inocente (Amilcar Lobo), de plagio de textos de colegas y, finalmente, de falta de respeto a Bion: una verdadera degradación pública. Más tarde, Helena fue víctima de un atentado frustrado, por parte de la policía brasileña, informada por Amilcar Lobo. Helena Besserman Vianna sólo fue rehabilitada definitivamente en 1980, cuando un ex preso reveló públicamente las atrocidades de Amilcar Lobo. No obstante, ni Cabernite, ni Zimmermann, ni Lebovici dieron cuenta de su error durante ese período, lo que provocó una verdadera tormenta en las filas de las dos sociedades de Río. Durante todos los años de la dictadura, y más allá, el Freudismo continuó floreciendo en el suelo brasileño. En 1975 se creó en Recife la Sociedade Psicanalítica do Recife (SPR), reconocida por la IPA en 1988, mientras que en Brasilia, ese mismo año, Virginia Bicudo organizó el Grupo de Estudos Psicanalíticos de Brasilia (GEPB), reconocido en 1995. Finalmente, en Pelotas, dos psicoanalistas, llegados de la Argentina y Río, fundaron en 1987 la Sociedade Psicanalítica de Pelotas (SPP), reconocida en 1995. Pero el fenómeno más notable de esa época fue la formidable expansión, sobre todo en Río de Janeiro, San Pablo y Porto Alegre, de todas las escuelas de psicoterapia. Ligadas al florecimiento de la enseñanza universitaria de la psicología clínica y del análisis profano, casi todas estas escuelas, contrariamente a sus homólogas de otros países, se caracterizaban por su referencia a diversas corrientes del Freudismo, fuera a través de los círculos de la psicología de las profundidades, vinculados a Igor Caruso, fuera a través del lacanismo, o incluso aduciendo una filiación directa o lejana: por ejemplo Sandor Ferenczi, o Ana Katrin Kemper e Iracy Doyle. En ese contexto, el lacanismo se implantó de manera masiva en la universidad, especialmente en los departamentos de psicología, aportando así una cultura y una identidad a la profesión de psicoterapeuta, abandonada por la IPA, que a pesar de algunas excepciones, como por ejemplo la de Inés Besouchet (1924-1991), tendía a favorecer a los médicos. De allí la eclosión paralela de múltiples grupos de diversas orientaciones: veintiséis en Río, veintisiete en San Pablo, siete en Río Grande do Sul, nueve en Minas Gerais; en total setenta asociaciones, que reunían a aproximadamente mil quinientos psicoterapeutas. Esto llevaba el total de los psicoterapeutas Freudianos a más de tres mil. Las cifras demuestran que la implantación del Freudismo en Brasil siguió siendo un fenómeno urbano; el psicoanálisis experimentó una expansión considerable en las grandes metrópolis y en las ciudades de la parte oriental del país, desde Recife hasta Pelotas (de norte a sur). En otras palabras, a pesar de un desarrollo masivo, ligado a la expansión de la psicología clínica, el psicoanálisis, después de setenta años de existencia, sigue siendo un asunto de la burguesía blanca. Además, a medida que se desarrollaba, se fue feminizando fuertemente: el 70 por ciento de los profesionales son mujeres. Formado en Estrasburgo, con Lucien Israél y Moustapha Safouan, en el marco de la École Freudienne de Paris (EFP), de la que se convirtió en miembro en 1973, Durval Checchinato retornó a Campinas, y comenzó a dar clases sobre la obra de Jacques Lacan en el departamento de filosofía. En 1975, con Luiz Carlos Nogueira (de San Pablo), Jacques Laberge e Ivan Correa (de Recife), fundó el primer círculo lacaniano de Brasil, el Centro de Estudos Freudianos (CEF), completamente independiente de la EFR El CEF continuó sus actividades en Recife, mientras que en Campinas se creaban las bases de una futura sociedad. Este grupo, descendiente de la tradición erudita de los jesuitas, puso de manifiesto independencia de espíritu respecto de los dogmas, evitó someterse al centralismo parisiense, y se mantuvo a distancia de las extravagancias chamánicas del célebre lacaniano brasileño de la década de 1970, Magno Machado Dias, más conocido como MDMagno. Analizado por Lacan durante algunos meses, este esteta carioca, cultivado y seductor, que enseñaba semiología en la universidad, fundó en 1975, con Betty Milan, otra analizada por Lacan, el Colégio Freudiano do Rio de Janeiro (CFRJ). Se convirtió en el terapeuta de todos los miembros de su grupo, que se precipitaban a tenderse en su diván y a participar en sus seminarios. MDMagno le dio al lacanismo carioca una curiosa expansión, y su Colegio fue el núcleo inicial de todos los otros grupos formados más tarde en Río en virtud de escisiones sucesivas. Evolucionando hacia un culturalismo radical, se postuló como padre fundador del psicoanálisis «brasileñizado». Según la nueva genealogía, Freud era el bisabuelo, Lacan el abuelo y MDMagno el padre. En cuanto a la «doctrina» del nuevo profeta, preconizaba la identidad de los sexos, e invitaba a todo analizante a pasar al acto: con una mujer si era homosexual, con un homosexual si era heterosexual, etcétera. A fines de la década de 1980, Jacques-Alain Miller movilizó a otros grupos, imponiéndoles una mayor disciplina y una visión mundialista de la práctica psicoanalítica. Obtuvo más éxito en San Pablo que en Río y, en 1995, logró fundar la Escola Brasileira de Psicanálise (EBP), vinculada con la Association mondiale de psychanalyse (AMP) y compuesta por ochenta y ocho miembros plenos y doscientos treinta miembros de secciones, repartidos en cinco ciudades o regiones: es decir, un total de trescientos dieciocho terapeutas. Frente a los mil cinco miembros de la Associação Brasileira de Psicanálise y a los otros mil doscientos psicoanalistas distribuidos en los diferentes grupos, la EBP logró ocupar una posición cómoda en el campo del Freudismo brasileño, aunque sin lograr integrar a los otros lacanianos (aproximadamente cuatrocientos). En Porto Alegre, otro ex miembro de la EFP, Contardo Calligaris, supo unificar bajo la batuta de la Asociación Freudiana (AF), pero en una perspectiva de descentralización radical, al conjunto de los grupúsculos lacanianos. La AF no profesa ningún dogma. En Bahía, Emilio Rodrigué, gran figura de la escuela argentina, realizó una experiencia única en su género. Disidente de la APA, cercano a Marie Langer y al grupo Plataforma, recibió su formación didáctica en Londres con Paula Heimann y Melanie Klein. Instalado en 1974 en el corazón mismo de la civilización brasileña, entre negritud y colonización, casado con una sacerdotiza de la aristocracia candomblé, apasionado de la historiografía, logró reunir a su alrededor un grupo compuesto por todas las tendencias del Freudismo. Es uno de los pocos psicoanalistas, tal vez el único, que pudo establecer un puente entre todas las culturas del continente americano, sin ceder al universalismo abstracto ni al culturalismo desenfrenado. De allí su lugar de maestro socrático, único en el psicoanálisis de este fin del siglo XX. En los últimos años de la década de 1990, el número total de psicoanalistas alcanzaba a aproximadamente cuatro mil para una población global de ciento cincuencta y cinco millones de habitantes, o sea más o menos veinticinco psicoanalistas por millón de habitantes (diez para la IPA).