Diccionario de Psicología, letra D, Delirio

Diccionario de Psicología, letra D Delirio

(fr. délire; ingl. delusion; al. Delirium, Wahn). Según Freud, tentativa de curación, de reconstrucción del mundo exterior por restitución de la libido a los objetos, privilegiada en la paranoia y hecha posible por el mecanismo de la proyección, que permite que lo abolido adentro le vuelva al sujeto desde afuera. Freud concluye en 1911 sus Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (el presidente Schreber) de la siguiente manera: «Los rayos de Dios schreberianos, que se componen de rayos solares, de fibras nerviosas y de espermatozoides, todo condensado en uno, no son en el fondo sino la representación concretizada y proyectada afuera de investimientos libidinales y le prestan al delirio de Schreber una impresionante concordancia con nuestra teoría». Y agrega: «El futuro dirá si la teoría contiene más locura de lo que yo quisiera, o la locura más ver -dad que la que otros hoy están dispuestos a otorgarle». El valor que Freud acuerda así al delirio de Schreber, el gusto que se da, es, nos dice Lacan, «simplemente aquel, decisivo en la materia, de introducir allí al sujeto como tal, lo que quiere decir no calibrar rápidamente al loco en términos de déficit y de disociación de las funciones». De esta posición Freudiana inicial, tomando apoyo en el texto de Schreber mismo (Memorias de un neurópata, 1903), volverá a partir J. Lacan para poner a prueba la tesis del inconciente estructurado como un lenguaje en la cuestión de la psicosis y el delirio. El Seminario III, 1955-56, «Las psicosis», retomado en lo esencial en 1959, en el texto «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis» (Escritos, 1966), es testimonio de ello. El conjunto de estos textos, incluido el del propio Schreber, constituye la referencia indispensable para el abordaje psicoanalítico de la cuestión del delirio. Significación y mecanismo del delirio. Freud se aparta radicalmente de las concepciones de su época concernientes a la significación del delirio: «Lo que tomamos por una producción mórbida, la formación del delirio, es en realidad una tentativa de curación, una reconstrucción». ¿Cómo entender esta definición? En la concepción Freudiana del aparato psíquico, tal como se articula en la primera tópica, esta definición da al delirio la significación de un síntoma, es decir, de una formación sustitutiva cuyas condiciones de aparición dependen de un mecanismo general común a la neurosis y a la psicosis. Así, las propiedades atribuidas al delirio: tentativa de curación, reconstrucción, se relacionan también con otras formaciones sustitutivas (conversión, obsesión, etc.). Son las manifestaciones de la etapa de la evolución de todo proceso psicopatológico que sobreviene después de la represión y que Freud llama «el retorno de lo reprimido». Si la represión consiste en desprender la libido de los objetos en el mundo exterior, en la realidad, el retorno de lo reprimido, por el contrario, es una tentativa de restitución de la libido hacia el mundo exterior, pero de un modo regresivo con relación al precedente. Si la significación del retorno de lo reprimido como tentativa tiene un alcance general, el síntoma por el cual se manifiesta, en cambio, depende de condiciones particulares. En lo concerniente al delirio, que Freud vincula de una manera paradigmática con la paranoia, conviene concebirlo como un medio para el sujeto de defenderse de un aflujo de libido homosexual. En la paranoia, en efecto, la libido, primero desprendida del mundo exterior por la represión, permanece por un tiempo flotante, luego viene a reforzar por regresión los diversos puntos de fijación que se han producido en el curso de su desarrollo y, sobre todo, el fantasma de deseo homosexual, primordialmente reprimido en la infancia. Este aflujo de la libido homosexual (que, para poder circular, tiende a sexualizar los investimientos sociales del sujeto y, en particular, las relaciones con personas del mismo sexo que él) representa así una doble amenaza: la de la aniquilación de las adquisiciones de la sublimación y la de estar en el origen de representaciones inaceptables como tales para la conciencia. ¿En qué consiste entonces el mecanismo del delirio, que le permite al sujeto defenderse en tal situación? Freud cita este mecanismo bajo el término proyección. Pero es importantísimo destacar que lo articula como segundo tiempo de un procedimiento de trasformación gramatical de una proposición inicial, procedimiento que constituye el verdadero mecanismo de la formación del delirio. Así, señala que las diferentes formas del delirio en la paranoia corresponden a las diferentes posibilidades gramaticales de declinar la contradicción de una proposición inicial cuyo contenido es un fantasma de deseo homosexual: «yo lo amo». Según que esta contradicción, en el caso de un hombre, recaiga sobre el verbo (lo odio), sobre el objeto (la amo a ella, no a él) o sobre el sujeto (ella lo ama), tendremos el primer tiempo de la formación del delirio de persecución, del erotomaníaco, o del celotípico. El segundo tiempo, el de la proyección, corresponde a una interversión del sujeto de la proposición intermedia y completa la fórmula delirante haciéndola aceptable para la conciencia: él me odia (persecución), es ella la que me ama (erotomanía). Este tiempo de la proyección no es necesario para constituir la fórmula del delirio de celos [ya que el yo ha sido desimplicado de la acción, dice Freud]. Partiendo del conjunto de esta deducción gramatical, Freud da una definición del mecanismo del delirio: «Lo abolido adentro, vuelve desde afuera». La metáfora delirante. Lacan partirá de esta deducción gramatical y de esta definición Freudianas del delirio refiriéndolas, respectivamente, a la dimensión del mensaje (la significación) y a la del código (el tesoro del significante), las que le permitirán distinguir, en el delirio psicótico, la relación del sujeto con el otro en el registro imaginario (pequeño otro) y en el registro simbólico (gran Otro). En la vertiente del mensaje, la proposición inicial «Yo lo amo») vuelve como significación al sujeto según las tres modalidades de formación del delirio, es decir, según tres formas de alienación primitiva de la relación con el otro, que diferencian tres tipos de presencia, de estructuración del pequeño otro en el delirio. Lacan distingue así: la alienación invertida del mensaje en el delirio de celos, donde el sujeto hace llevar su mensaje por otro, un alter ego cuyo sexo ha sido cambiado: «Es ella quien lo ama». La característica principal del pequeño otro es aquí ser indefinido, como lo muestra la clínica: no es un hombre en particular el que está implicado en el delirio de celos, sino casi cualquier hombre; la alienación divertida del mensaje en el delirio erotomaníaco: «No es a él a quien amo, es a ella». Las características principales del otro al que se dirige el erotómano son el alejamiento, la despersonalización y la neutralización, que permiten que sea agrandado hasta las dimensiones mismas del mundo; la alienación convertida del mensaje en el delirio de persecución, en el sentido de que, por un mecanismo cercano a la denegación, el amor ha devenido odio. La propiedad principal del pequeño otro, del perseguidor, reside en su demultiplicación, su extensión en red que acompaña a la extensión del delirio. En la vertiente del código o, más exactamente, del tesoro del significante que constituye el gran Otro, de la relación del sujeto con lo simbólico, Lacan insistirá en un mecanismo del delirio que no retuvo la atención de Freud: la interpretación. Lacan caracteriza en efecto la psicosis por la forclusión de un significante primordial en el Otro, el Nombre-del-Padre, significante metafórico por excelencia que le permite al sujeto acceder a la significación fálica. El déficit de este significante en lo simbólico, el agujero que allí constituye traen consigo un déficit y un agujero correspondientes en lo imaginario fálico. La interpretación delirante sería la tentativa de paliar este déficit en lo simbólico y sus consecuencias en lo imaginario, pero al precio, para el sujeto, de tener que sostener él mismo, en el lugar del falo en déficit, la significación en su conjunto. La interpretación es así una metáfora delirante que Lacan resume en el caso Schreber en estos términos: «A falta de poder ser el falo que le falta a la madre, le queda la solución de ser la mujer que le falta a los hombres», metáfora feminizante inaugural a partir de la cual se pueden seguir las trasformaciones sucesivas del delirio hasta la redención final.

En ausencia de una teoría psiquiátrica sistemática de los delirios, que desemboque en una noción homogénea de la estructura del proceso delirante, lo que pone en evidencia un aporte propiamente psicoanalítico a la concepción del delirio se ve reducido al empleo en los dominios de la patología, de hipótesis de extensión creciente, en un trabajo de aproximación progresiva. La mejor de las presentaciones sobre el tema se encuentra en un artículo de 1924, «La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis». Allí se evocan, no solamente las modificaciones que el delirio impone a la realidad, sino también la función que le corresponde en la economía del sujeto: «El remodelamiento de la realidad se basa en la psicosis en los sedimentos psíquicos de las relaciones precedentes con esa realidad, es decir, en las huellas mnémicas, las representaciones y los juicios que hasta ese momento se habían obtenido de ella y por los cuales ella era representada en la vida psíquica. Pero esa relación no era una relación ya acabada sino continuamente enriquecida y modificada por nuevas percepciones. De modo que la psicosis tiene por tarea, también ella, procurar percepciones que correspondan a la nueva realidad, meta que es alcanzada de la manera más radical por la vía de la alucinación. Si las ilusiones del recuerdo, los delirios y las alucinaciones tienen un carácter tan penoso en tantas formas y casos de psicosis, y están ligadas a un desarrollo de angustia, esto muestra que todo el proceso de reestructuración se realiza contra violentas fuerzas contrarias. Es posible construir este proceso según el modelo de la neurosis, que conocemos mejor. En la neurosis, a todo intento de irrupción de la moción reprimida le responde una reacción de angustia, y el resultado del conflicto es necesariamente un compromiso que sólo aporta una satisfacción incompleta. Es verosímil que, en la psicosis , el fragmento de la realidad rechazado vuelva sin cesar a forzar su entrada en la vida psíquica, como lo hace en la neurosis la moción reprimida, y por ello las consecuencias son las mismas en los dos casos». Y, en conclusión, «el examen de los diferentes mecanismos que en las psicosis tienen por función el apartamiento e la realidad y la construcción de otra, así como el de la amplitud del éxito que esos mecanismos pueden alcanzar, es una tarea de la psiquiatría especial, que aún no ha sido emprendida». La noción esencial implicada en este texto es la de «reconstrucción», tal como queda retroactivamente subrayado por otra parte en el comentario, realizado unos cuantos anos antes, de las memorias del presidente Schreber. En ese texto, en efecto, el delirio paranoico nos es presentado como una reconstrucción consecutiva al derrumbe narcisista del sujeto. El modo en que se produce consiste en una permutación de las funciones del sujeto, del objeto y del verbo. Según esta óptica, el problema del delirio hace intervenir la referencia a la verdad histórica, concebida por Freud como uno de los momentos genéticamente asignables del discurso en su relación con criterios de validez solidarios de las vicisitudes del destino pulsional. La forclusión del Nombre-del-Padre, en a acepción que le asigna la teoría de la psicosis en Lacan, aparece así perfectamente alineada con las anticipaciones Freudianas.