Diccionario de Psicología, letra D, Dolor

Diccionario de Psicología, letra D Dolor

El dolor (Schmerz) es uno de los primeros datos de la conceptualización Freudiana, y se lo encuentra ya en el título del sexto apartado de la primera parte del Proyecto de psicología, donde es definido como «la irrupción de grandes cantidades [Q] en el sistema [Y] (cursivas de Freud). En-un aparato psíquico orientado uniformemente hacia la reducción de las tensiones, la irrupción de tales cantidades es la fuente de la pareja displacer/dolor. Queda por saber de dónde vienen esas cantidades. Esta problemática se precisa en el capítulo 12 del Proyecto», Das Schmerzerlebniss (La vivencia de dolor), donde Freud introduce en primer lugar una distinción entre dolor y displacer: Es por otra parte cierto que el dolor tiene una cualidad particular que se hace reconocer en comparación con el displacer. A continuación, Freud toma nota de que la investidura de una imagen mnémica del objeto hostil produce un estado que no es dolor pero que se le asemeja. Este estado, continúa, implica displacer (Unlust) y la inclinación a la descarga que corresponde al acontecimiento de dolor. Displacer y dolor son entonces considerados como idénticos en cuanto constituyen por igual aumentos excesivos de cantidad en el aparato psíquico, y sólo difieren por la procedencia: el aumento de cantidad en el caso del dolor proviene del exterior (por j), y en el caso del displacer, llega del interior. Esta partición simplista encuentra de inmediato una dificultad que a Freud no se le escapa: en un sistema como el aparato psíquico, en el que sólo se supone que existe trasmisión de cantidades, cómo imaginar un aumento endígeno de cantidad que genere displacer, que, al igual que el dolor, comande la inclinación a la descarga? En este punto, Freud arriesga una hipótesis no suficientemente advertida en ese momento, sobre todo en cuanto a que trastorna gravemente la topología interior/exterior sobre la cual parece construido el aparato psíquico: junto a las neuronas transmisoras (conectadas por sinapsis) y las neuronas motrices (que conducen las cantidades neuronales hacia los músculos), habra también neuronas- secretoras que, una vez excitadas, produciran nuevas cantidades muy superiores a las que llegan a ellas. Al instalar esas neuronas-secretoras en el corazón del sistema Y, Freud introduce en lo más profundo del aparato psíquico una función que hasta allí había reservado estrictamente al exterior, al Aussenwelt: producir cantidades que inciden frontalmente sobre el aparato psíquico. Esas neuronas-secretoras constituyen un enorme obstáculo en el esquema asociacionista que se atribuye, no sin raíz n a Freud pero muy a menudo sin que se vea hasta qué punto el mismo lo subvirtió desde el principio. Freud no volvió a sostener abiertamente esta hipótesis de las neuronas-secretoras, pero el modelo formal que lo guía en sus consideraciones ulteriores sobre el dolor lleva siempre la marca de esa primera elaboración. En la clínica del duelo, la depresión melancólica y el masoquismo moral, Freud, en efecto, se apoyó regularmente en esta primera conceptualizacin del dolor psíquico: un intenso displacer que la inhibición -esa función esencial del yo- no llega a detener. Evocando el dolor melancólico, al final de Inhibición, síntoma y angustia, escribe lo siguiente: A raíz del dolor corporal, se produce una investidura elevada que hay que calificar de narcisista en el lugar doliente del cuerpo, investidura que no cesa de aumentar y que, por así decirlo, tiende a vaciar el yo. Ahora bien, dice, se puede encontrar una analogía para explicar la transferencia (bertragung) de la sensación de dolor físico al dominio psíquico: el lugar lastimado del cuerpo debe entonces comprenderse como el equivalente de la representación de un objeto registrado como desaparecido (vermi te), perdido (verloren), como objeto de una investidura intensa e inextinguible (unstillbar), de una violenta nostalgia (Sehnsuchtsbesetzung, que hay que relacionar con la Yaterselinsuch [aoranza del padre]). El carácter continuo e imposible de inhibir de esa investidura produce, según Freud, un estado de aflicción psíquica semejante al del dolor físico, exactamente en la medida en que la representación del objeto perdido desempeña entonces el papel del lugar corporal sometido a un aumento constante e insofocable de excitación.