Diccionario de Psicología, letra E, Económico

Diccionario de Psicología, letra E, Económico

(fr. économique; ingl. economic; al. ökonomisch). Se dice de un punto de vista que torna en cuenta la energía psíquica, energía perfectamente cuantificable, pudiendo así evaluarse por ejemplo su aumento o su disminución. El punto de vista económico consiste en suponer, a partir de la experiencia clínica, que una energía en principio mensurable circula por el aparato psíquico, que se liga con tales y cuales representaciones (investimientos), que ejerce eventualmente una acción para franquear la barrera de la represión, que produce trastornos cuando se encuentra bloqueada, que, a la inversa, la catarsis libera los afectos agolpados en el sujeto, etc. En resumen, se trata «de seguir los destinos de las cantidades de excitación y llegar al menos a una estimación relativa de su magnitud». El punto de vista económico es sin duda uno de los aspectos más hipotéticos de la doctrina Freudiana. En este sentido es comparable a ciertas definiciones de principio de las mismas ciencias físicas, que por ejemplo definen una fuerza por sus efectos, comparándolos eventualmente con los de otra fuerza. Con todo, su uso es al parecer indispensable en Freud, tanto en la metapsicología como también en la concepción de la cura. La «regla de abstinencia», por ejemplo (véase abstinencia), está de hecho fundada en consideraciones económicas: se trata de evitar que la energía necesaria para el trabajo de la cura sea derivada hacia la búsqueda de satisfacciones sustitutivas.

Económico (adj.) Económico (adj.) Económico (adj.) Al.: Ökonomisch. Fr.: économique. Ing.: economic. It.: economico. Por.: econômico. Califica todo lo relacionado con la hipótesis según la cual los procesos psíquicos consisten en la circulación y distribución de una energía cuantificable (energía pulsional), es decir, susceptible de aumento, de disminución y de equivalencias. 1) De modo general, se habla en psicoanálisis de «punto de vista económico». Así, Freud define la metapsicología por la síntesis de tres puntos de vista: dinámica, tópica y económica, entendiendo por esta última «[…] la tentativa de conocer el destino de las cantidades de excitación y de lograr al menos cierta estimación relativa de su magnitud». El enfoque económico consiste en considerar las catexis en su movilidad, sus cambios de intensidad, las oposiciones que se establecen entre ellas (concepto de contracatexis), etc. A lo largo de toda la obra de Freud se encuentran consideraciones económicas; para él no sería posible una descripción completa de un proceso psíquico sin apreciar la economía de las catexis. Esta exigencia del pensamiento Freudiano se debe, por una parte, a un espíritu científico y un aparato conceptual impregnados de nociones energéticas, y, por otra parte, a la experiencia clínica, que impone a Freud desde un principio cierto número de hechos que cree poder explicar únicamente utilizando un lenguaje económico. Por ejemplo: carácter irrepresible del síntoma neurótico (que a menudo se traduce en el lenguaje del paciente por expresiones como: «es más fuerte que yo»), desencadenamiento de trastornos de tipo neurótico consecutivos a perturbaciones de la descarga sexual (neurosis actuales); y, a la inversa, alivio y desaparición de los trastornos cuando el sujeto logra, durante la cura, liberarse (catarsis) de los afectos «arrinconados» en él (abreacción); separación, efectivamente comprobada en el síntoma y en el curso del tratamiento, de la representación y del afecto que en principio se hallaba ligado a ésta (conversión, represión, etc.); descubrimiento de cadenas de asociaciones entre una determinada representación, que provoca muy escasa o nula reacción afectiva, y otra aparentemente anodina, pero que provoca dicha reacción: este último hecho sugiere la hipótesis de una verdadera carga afectiva que se desplaza de un elemento a otro, a lo largo de una vía de conducción. Tales hechos se encuentran en el origen de los primeros modelos elaborados por Breuer en sus Consideraciones teóricas (Estudios sobre la histeria [Studien über Hysterie], 1895) y por Freud (Proyecto de psicología científica [Entwurf einer Psychologie], 1895), construido enteramente sobre el concepto de una cantidad de excitación que se desplazaría a lo largo de cadenas neuronales; capítulo VII de La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900). Más tarde, toda otra serie de comprobaciones clínicas y terapéuticas vinieron a reforzar la hipótesis económica, como por ejemplo: a) el estudio de estados, como el duelo o las neurosis narcisistas, que imponen la idea de un verdadero equilibrio energético entre las diferentes catexis del sujeto, de tal forma que existe una correlación entre el desapego hacia el mundo exterior y el aumento de la catexis asociada a las formaciones intrapsíquicas (véase: Narcisismo; Libido del yo – libido objetal; Trabajo del duelo); b) el interés concedido a las neurosis de guerra y, en general, a las neurosis traumáticas, en las que los trastornos parecen provocados por un choque demasiado intenso, una afluencia de excitación excesiva con respecto a la tolerancia del sujeto; c) los límites de eficacia de la interpretación y, de un modo más general, de la acción terapéutica en determinados casos rebeldes, que obligan a pensar en la fuerza respectiva de las instancias que intervienen, y en especial la fuerza, constitucional o actual, de las pulsiones. 2) La hipótesis económica se halla constantemente presente en la teoría Freudiana, traduciéndose por un conjunto de conceptos: la idea «princeps» parece ser la de un aparato (al principio calificado de neuronal, y más tarde definitivamente de psíquico), cuya función consistiría en mantener a un nivel lo más bajo posible la energía que por él circula (véase: Principio de constancia; Principio de placer). Este aparato realiza cierto trabajo, descrito por Freud de diversas formas: transformación de la energía libre en energía ligada, aplazamiento de la descarga, elaboración psíquica de las excitaciones, etc. Esta elaboración supone la distinción entre representación y q uantum de afecto o suma de excitación, pudiendo ésta circular a lo largo de cadenas asociativas, cargar una determinada representación o complejo representativo, etc. De donde el aspecto económico que desde un principio poseyeron los conceptos de desplazamiento y de condensación. El aparato psíquico recibe excitaciones de origen externo o interno; estas últimas (pulsiones) ejercen un empuje constante, que constituye una «exigencia de trabajo». De un modo general, todo el funcionamiento del aparato puede describirse en términos económicos como un juego de catexis, retiro de la catexis, contracatexis y sobrecatexis. La hipótesis económica se halla en estrecha relación con los otros puntos de vista metapsicológicos: tópica y dinámica. En efecto, Freud define cada una de las instancias del aparato por una modalidad específica de circulación de la energía: así, dentro de su primera teoría del aparato psíquico, establece la existencia de una energía libre del sistema Ics, una energía ligada del sistema Pcs, y una energía móvil de sobrecatexis para la conciencia. Asimismo el concepto dinámico de conflicto psíquico implica, según Freud, el tomar en consideración las relaciones entre las fuerzas presentes (fuerza de las pulsiones, del yo, del superyó). La importancia del «factor cuantitativo», tanto en la etiología de la enfermedad como en el resultado terapéutico, queda subrayado con especial claridad en Análisis terminable e interminable (Die endliche und die unendliche Analyse, 1937). El punto de vista económico se considera a menudo como el aspecto más hipotético de la metapsicología Freudiana: ¿qué es esta energía constantemente invocada por los psicoanalistas? Sobre este punto haremos algunas observaciones: 1) Las ciencias físicas tampoco se pronuncian sobre la naturaleza última de las magnitudes cuyas variaciones, transformaciones y equivalencias estudian. Se contentan con definirlas por sus efectos (por ejemplo, la fuerza es lo que produce un determinado trabajo), y compararlas entre sí (una fuerza se mide por medio de otra, o más bien se comparan entre sí sus efectos). A este respecto, la posición de Freud no constituye una excepción: define el empuje de la pulsión como «[…] la cantidad de exigencia de trabajo que impone al psiquismo» y reconoce de buen grado « […] que nada sabemos acerca de la naturaleza del proceso de excitación en los elementos de los sistemas psíquicos y no nos creemos autorizados a establecer ninguna hipótesis a este respecto. Siempre operamos, pues, con una gran X, que trasladamos a cada nueva fórmula» . 2) Asimismo Freud sólo recurre a la hipótesis de una energía como substrato de las transformaciones que parecen deducirse de numerosos hechos de experiencia. La libido o energía de las pulsiones sexuales le interesa en la medida en que puede explicar los cambios del deseo sexual en cuanto al objeto, al fin, a la fuente de la excitación. Así, un síntoma moviliza cierta cantidad de energía, lo que tiene como contrapartida un empobrecimiento a nivel de otras actividades; el narcisismo o catexis libidinal del yo se refuerza a expensas de la catexis de los objetos, etc. Freud llegó incluso a pensar que esta magnitud cuantitativa podría, en rigor, ser objeto de medición y que quizá lo fuera en el futuro. 3) Si se intenta precisar el tipo de hechos que pretende explicar el punto de vista económico, se puede pensar que lo que Freud interpreta con el lenguaje de la Física es lo que, desde una perspectiva menos alejada de la experiencia, podría describirse como el mundo de los «valores». D. Lagache insiste en la idea, de inspiración fundamentalmente fenomenológica, según la cual el organismo estructura su ambiente e incluso su percepción de los objetos, en función de sus intereses vitales, valorizando dentro de su medio un determinado objeto, campo o diferencia perceptiva (concepto de Umwelt); en todo organismo se halla presente la dimensión axiológica, a condición de no limitar el concepto de valor al terreno moral, estético o lógico, en que los valores se definen por su irreductibilidad al orden de los hechos, su universalidad de derecho, su exigencia categórica de realización, etc. Es así como el objeto catectizado por la pulsión oral se considera como debiendo-ser-absorbido, como un valor-alimento. El objeto fóbico no es solamente rehuido, sino que es un «debiendo-ser-evitado» en torno al cual se organiza una determinada estructura espacio-temporal. Conviene señalar, no obstante, que tal enfoque sólo podría recoger todo el contenido de la hipótesis económica a condición de concebir los «valores» en juego como susceptibles de intercambiarse por otros, de desplazarse, de equipararse dentro de un sistema en el que la «cantidad de valor» a disposición del sujeto sería limitada. Se observará que Freud considera menos el aspecto económico en el ámbito de las pulsiones de autoconservación (en el que los intereses, los apetitos, los objetos-valores son, en cambio, manifiestos) que en el de las pulsiones sexuales, capaces de encontrar su satisfacción en objetos muy alejados del objeto natural. Lo que Freud designa por economía libidinal es precisamente la circulación de valor que tiene lugar en el interior del aparato psíquico, casi siempre con un desconocimiento que impide al sujeto percibir la satisfacción sexual en el sufrimiento del síntoma.