Diccionario de Psicología, letra E, España

Diccionario de Psicología, letra E, España

Como en todos los demás países de Europa, y particularmente en Francia, las tesis Freudianas fueron acogidas en España de manera crítica, y encontraron eco en el ambiente médico y psiquiátrico a través de las resistencias y las diversas acusaciones suscitadas (obscenidad, pansexualismo, metapsicologismo, etcétera). En sus tesis de 1983, Francisco Carles Egea cataloga noventa y cinco trabajos dedicados al psicoanálisis (libros y artículos) para el período 1893-1922. Entre ellos se destaca el papel pionero de algunos psiquiatras que criticaron la obra Freudiana pero atribuyéndole un papel central: José Sanchis Banus (1890-1932), reformador del asilo y militante socialista; Gonzalo Rodríguez Lafora; Enrique Fernández Sanz (1872-1950), presidente de la Liga de Higiene Mental, formado en la escuela francesa y en la nosografía alemana; Rafael Valle y Aldabalde (1863-1937), comprometido con la extrema derecha y mandarín de la psiquiatría madrileña-, Emilio Mira y López (1896-1963), presidente de la Sociedad Psiquiátrica de Cataluña. Además de esta difusión por la vía médica, hay que insistir en el papel que desempeñó en esta implantación el filósofo Ortega y Gasset, iniciador de la primera gran traducción de las obras completas de Sigmund Freud. Mientras que en Francia esa primera fase de introducción desembocó en 1926 en la creación de la Société psychanalytique de Paris (SPP), en España no ocurrió nada parecido. En efecto, lejos de orientarse hacia la práctica del psicoanálisis creando un grupo Freudiano, los pioneros españoles incorporaron los datos del Freudismo al saber psiquiátrico, dando así lugar, no a la constitución de una corriente crítica ni de una escuela ligada a la ortodoxia, como en otros lugares, sino sólo al desencadenamiento de un antiFreudismo en gran medida orquestado por la Iglesia Católica. En este contexto, Ángel Garma, al volver de Berlín en 1931, no logró fundar ni una mínima sociedad psicoanalítica en España. En efecto, tropezó primero con la indiferencia general, y después con una hostilidad creciente. El estallido de la guerra civil lo obligó más tarde a exiliarse en la Argentina , y obstaculizó cualquier institucionalización del Freudismo. Del lado literario, Ortega y Gasset no dejó ninguna herencia. Cuando volvió a España después de haber emigrado, ya no le interesaba el psicoanálisis: «No se puede citar a ningún novelista español del segundo medio siglo -escribe Christian Delacampagne- para el que el psicoanálisis haya constituido una fuente de inspiracion o creación. En cuanto a los pocos artistas para los cuales parece haber desempeñado ese papel (el cineasta Buñel, los pintores Dalí o Clavé), pertenecen a una generación ya antigua, la generación surrealista, que, además, realizó una gran parte de su obra fuera de E spaña.– Se comprende entonces por qué, en 1936, López Ibor, representante de una concepción represiva y reaccionaria de la psiquiatría, al publicar un libro de anatemas contra Freud, Vida y muerte del psicoanálisis, pudo eclipsar todos los trabajos de los pioneros españoles. Después de la Segunda Guerra Mundial, el psicoanálisis fue proscrito de España durante treinta años, mientras que el saber psiquiátrico, violentamente antiFreudiano, tomó una orientación ultraorganicista, incluso policial, generalizando la utilización de la lobotomía, el electroshock y la insulinoterapia. A través de las campañas realizadas por el Opus Dei, el psicoanálisis fue entonces denunciado como un «cornplot judeo-masónico», y a Freud se lo trató de «genio satánico». En cuanto a López Ibor, se convirtió en el portavoz oficial de esa psiquiatría franquista cada vez más hostil al psicoanálisis. En 1951 reeditó su libro con un nuevo título (Agonía del psicoanálisis), y en 1975 renovó su anatema con otra obra: Freud y sus dioses ocultos. Por su estilo, estas denuncias recordaban a los tribunales de la Inquisición. Subrayaban también la determinación del franquismo de identificar toda forma de modernidad con una herejía. Excluida de las instituciones oficiales, la doctrina Freudiana interesó no obstante a círculos de médicos deseosos de estudiar los textos y discutir cuestiones clínicas. La primera iniciativa fue tomada en 1948 por Molina Nuñez (ex analizante de Garma) y Ramón del Portillo. Ambos entraron en contacto con Garma. Formado en Alemania, éste los derivó al presidente de la Deutsche Psychoanalytische Gesellschaft (DPG). Fue así como Carl Müller-Braunschweig, recién salido de la colaboración con el Göring-Institut, fue invitado a ayudar a los españoles a construir el primer círculo psicoanalítico del régimen franquista. Aconsejó a sus interlocutores que llevaran a España a una de sus alumnas, Margarete Steinbach. También ella había formado parte del instituto alemán. Instalada en Madrid, Steinbach inició en el análisis didáctico a varios terapeutas reunidos en un grupo de una decena de médicos. Murió en 1954. Tanto en Barcelona como en Madrid, otros candidatos tomaron contacto con colegas portugueses, cuya situación bajo el régimen de Salazar era idéntica a la de los españoles bajo Franco. Ellos se instalaron en Suiza y Gran Bretaña para recibir una formación didáctica en el marco de la International Psychoanalytical Association (IPA). Como el régimen franquista no había suprimido la libertad de asociación, ni impedido los intercambios culturales, ni prohibido la práctica de las diversas psicoterapias, fue posible fundar una asociación psicoanalítica que reuniera e¡ círculo de Madrid y el de Barcelona. En un primer momento, el grupo luso-español se integró a la IPA , en 1957, en el Congreso de París, con el padrinazgo de la Sociedad Suiza de Psicoanálisis (SSP). En un segundo tiempo, después de haber sido reconocida como sociedad componente en 1959, esta sociedad se escindió (1966) en dos asociaciones distintas: una española (Sociedad Española de Psicoanálisis, SEP), y la otra portuguesa (Sociedade Portuguesa de Psicanálise). En 1971 se creó un instituto en Barcelona, muy influido por las tesis kleinianas. Más tarde, los castellanos (Madrid), abiertos a una mayor diversidad de corrientes, se separaron de los catalanes (Barcelona) y, en 1979, en el Congreso de Nueva York, fue reconocida una nueva sociedad componente: la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM). Ninguno de estos grupos logró impulsar la formación de un verdadero movimiento Freudiano en la península ibérica. Nacida en el redil de un Freudismo ortodoxo, la Sociedad Española de Psicoanálisis (antes de la separación entre Madrid y Barcelona) se contentó con existir sin impugnar el régimen, y adoptando sus principios jerárquicos. No obstante, extendió sus actividades a algunos servicios psiquiátricos y a algunas cátedras universitarias. A mediados de la década de 1990, entre los dos grupos no sumaban más de cien profesionales, y no habían adquirido ninguna identidad intelectual o teórica en el dominio del Freudismo, a pesar de la llegada en 1976 del argentino León Grinberg, exiliado con su mujer Rebeca. En cuanto a la pequeña sociedad portuguesa (una treintena de profesionales), se la veía como un grupúsculo en vías de desarrollo, frente a la potencia del Freudismo brasileño. De modo que todo ocurría como si los antiguos colonizados del continente americano se tomaran la revancha con sus antiguos colonizadores europeos. Con la implantación del terror en la Argentina , contemporáneo del fin del franquismo, el lacanismo comenzó a implantarse en España, gracias a la acción de Oscar Masotta. Después de haber fundado la Escuela Freudiana de Buenos Aires (EFBA), creó en Barcelona, en 1976, la Biblioteca Freudiana. Esta asociación sirvió para difundir la obra de Jacques Lacan en lengua castellana. Después de la muerte de su fundador, dio origen, a través de escisiones sucesivas (como por otra parte la propia EFBA), a varios grupos lacanianos que, frente al elitismo de sus rivales de la IPA, crearon una forma de psicoanálisis de masas. En ese país, en el que durante todo el franquismo no se había implantado en el ambiente psiquiátrico ninguna tradición clínica de inspiración psicoanalítica, el lacanismo apareció como movimiento de vanguardia. Después de la muerte de Lacan y de la reorganización emprendida por Jacques-Alain Miller, la mayoría de los grupos fueron reunidos por la creación en Barcelona, en septiembre de 1990, de la École européenne de psychanalyse (EEF), que pronto iba a transformarse, en el interior de la Association mondiale de psychanalyse (AMP), en un polo avanzado de la corriente milleriana en Europa. A fines del siglo, España se ha convertido por lo tanto en el único país en el que esta tendencia es considerablemente mayoritaria, a diferencia de la Argentina y Francia: doce grupos distribuidos en treinta ciudades o regiones (entre ellas Las Palmas, en las islas Canarias), y ligadas a la École européenne de psychanalyse (EEP), a su vez adherente de la AMP.