Diccionario de Psicología, letra E, Extrañeza

Diccionario de Psicología, letra E, Extrañeza

En su «Comunicación preliminar» (1893) que sirve de introducción a los Estudios sobre la histeria, Breuer y Freud dicen que «el trauma psíquico y, en consecuencia, su recuerdo, obran a la manera de un cuerpo extraño». Así se anuncia lo que va a encontrar su prolongación en la obra Freudiana. Es, por ejemplo, «el enquistamiento de un cuerpo extraño» (Inhibición, síntoma y angustia, 1926) lo que permite explicar de qué manera el yo que se defiende del síntoma también trata de incorporarlo. Es la extrañeza desconcertante del sueño lo que lleva a reconocer las modalidades del trabajo de transformación de los pensamientos y de su puesta en forma dramatizada. Finalmente, las ideas súbitas y los impulsos involuntarios constituyen otros tantos huéspedes extraños y dan testimonio de que el «yo no es amo en su propia casa» («Una dificultad del psicoanálisis», 1917). Y lo reprimido inconsciente es en consecuencia considerado como «tierra extraña interna» (31º de las Nuevas conferencias de 1932). Extraño (Fremde) es por lo tanto ese lugar de la Otra Cosa (das Ding) que habita al sujeto y sigue fuera de su alcance. Desde allí, incluso lo más familiar puede volver a asediarlo de manera enigmática y espantosa, suscitando el sentimiento de «la inquietante extrañeza» (lo ominoso, lo siniestro) (Das Unheimliche, 1919). Éste es el caso cuando la repetición no intencional toma el carácter de una compulsión y aparece como fatalidad demoníaca. Así ocurre frente a diversas figuras fantásticas que personifican el destino o la muerte, tales como el doble o la imagen en el espejo, que son garantías de supervivencia pero pueden convertirse en anunciadores de la aniquilación. Es también lo que surge cuando parece verificarse la magia, la omnipotencia del pensamiento o diversas supersticiones. Se produce, finalmente, cuando el sujeto es tratado como un objeto, o cuando el cuerpo es entregado a la fragmentación y se presenta de ese modo la castración, o asimismo con la evocación del retorno al cuerpo de la madre, incluso en el momento de la confrontación con el Otro sexo. Freud atribuye este efecto de extrañeza tanto al retorno de lo reprimido como a la reactivación de creencias aparentemente superadas. Dicho de otro modo, los deseos hechos a un lado y los pensamientos denegados o rechazados se proyectan en forma de potencias extrañas al sujeto, mientras que la persistencia de ciertas creencias atestigua la división, la escisión del yo. Pero también parece que el fenómeno del que se trata se produce cuando está como borrada la frontera entre realidad y ficción, por ejemplo, cada vez que un elemento tenido por verdadero revela ser imaginario, y en toda ocasión en que un objeto fantasmático se encuentra en lo real, por más que parezca increíble. La experiencia no deja de ser peligrosa si el sujeto no quiere saber nada de ella, si la ilusión ocupa el lugar de la realidad, o si el esfuerzo por excluir algo de sí mismo conduce a denegar su existencia. Freud, en «Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis » (1936), relacionará el sentimiento de extrañeza con las alucinaciones accidentales y las despersonalizaciones. No obstante, incluso aunque la angustia no carezca de causa, esa incidencia traumática puede encontrarse atenuada, y el terror superado: esto, señala Freud, es lo que ocurre en la ficción, la cual es capaz de suscitar la inquietante extrañeza, pero también de volverla aceptable o de hacerla desaparecer. Así, en la otra escena, la de la actividad fantasmática, cuando la represión se debilita, lo extraño interno puede hacerse reconocer como fuente de deseo y parte de lo real subjetivo. Además de un cuestionamiento de la segregación, esta posición Freudiana atestigua una concepción de la transferencia, en cuanto el objeto de ésta es ubicado en la frontera entre lo real y el fantasma. En Lacan, ese lugar extraño es el del «objeto a» que representa el analista. Maravilla o desecho, él es el producto del desplazamiento y de la condensación del goce faltante. Pantalla de lo inconsciente, constituye un punto de fijación pero interviene en el lugar al cual es llamado el sujeto: allí donde la verdad de la extrañeza llega a dejarse pensar.