Diccionario de Psicología, letra F, Falo

Diccionario de Psicología, letra F, Falo

s. m. (fr. phallus; ingl. phallus; al. Phallus). Símbolo de la libido para los dos sexos; significante que designa el conjunto de los efectos del significante sobre el sujeto y, en particular, la pérdida ligada a la captura de la sexualidad en el lenguaje. La noción de falo, central en la teoría psicoanalítica, marca que el punto de impacto eficaz de la interpretación, en una cura, es sexual. Al mismo tiempo, nos plantea cuestiones de orden ético sobre la sexualidad humana. Historia del concepto. Este término, familiar para los etnólogos y los historiadores de la Antigüedad griega, remite al ritual religioso de los misterios, donde, al parecer -ya que no hay documentos directos sobre Eleusis en particular-, uno de los puntos culminantes era el develamiento de un simulacro del sexo masculino, prenda de potencia, de saber y de fecundidad para la tierra y los hombres. Se percibe por lo tanto la ambigüedad de este término, que, poniendo en imagen la turgencia del pene, hace de él o bien un símbolo a venerar o bien un símbolo capturado por la lógica del inconciente. Se ve además la confusión a la que el término puede dar lugar entre la sexualidad y la procreación, así como el posible entrampamiento del enigma de la relación entre hombre y mujer por la descripción antropológica de la relación familiar entre el padre y la madre. Por la noción Freudiana de complejo de Edipo y por su correlato, el complejo de castración, la prohibición del incesto sale de la descripción antropológica y del mito trágico en tanto el falo deviene objeto del deseo de la madre, prohibida para el niño. Freud sitúa entonces la castración, es decir, la manera en que está regulado el goce del ejercicio de la sexualidad, como lo que liga el sexo con la palabra, palabra amenazante, es verdad, pero cuya interdicción estructura el deseo, tanto en el varón como en la niña, en la que se hubiera podido creer que la ausencia de pene podía dispensarla de pagar el tributo simbólico a la sexualidad para que esta se haga humana. La concepción Freudiana del falo. Para Freud, el término falo , que aparece bajo su pluma en reiteradas oportunidades (a propósito de los símbolos fálicos en el sueño, a propósito de la organización de la fase fálica), sirve para afirmar el carácter intrínsecamente sexual de la libido. En esto se opone por ejemplo a la teoría de Jung, en la que el deseo está ligado a fuerzas vitales metafísicas y los mitos conservan su acento iniciático religioso. El acento puesto en el adjetivo fálico corresponde a una posición teórica esencial de parte de Freud: la libido es fundamentalmente masculina, incluso para la niña, a despecho de las afirmaciones de discípulos de Freud como E. Jones o K. Horney. No se puede decir «a cada uno su libido o a cada uno su esencia»: el falo es una especie de operador de la disimetría necesaria para el deseo y el goce sexuales. ¿Engendra esta disimetría un discurso en Freud? Veámoslo. El falo está ligado a Eros, fuerza que tiende a la unión, mientras que Tánatos desune, desorganiza. Sin embargo, en Más allá del principio de placer (1920), Freud muestra que la reproducción sexuada implica la muerte del individuo; lo fálico, por lo tanto, no puede ser un puro símbolo de la vida. La complejidad de esta noción parece jugarse, en Freud, menos en la irreductible diferencia entre los sexos que en la oposición entre vida y muerte. La primera aproximación lacaniana al falo. Sólo con J. Lacan el falo se convierte verdaderamente en un concepto fundamental de la teoría psicoanalítica. ¿De qué se trata con el falo? De la asunción de su sexo por el hombre. En el artículo «La significación del falo» (1958), publicado en los Escritos (1966), Lacan marca de entrada la postura simbólica del falo en el inconciente y su lugar en el orden del lenguaje: «Sólo sobre la base de los hechos clínicos la discusión puede ser fecunda. Estos demuestran una relación con el falo que se establece sin consideración por la diferencia anatómica de los sexos (…) El falo es un significante, un significante cuya función en la economía intrasubjetiva del análisis levanta quizás el velo que mantenía en los misterios. Pues es el significante destinado a designar en su conjunto los efectos de significado, en tanto el significante los condiciona por su presencia de significante». Es decir que Lacan sitúa al falo en el centro de la teoría psicoanalítica y hace de él el objeto de la represión originaria Freudiana. Así debe entenderse la siguiente afirmación lacaniana: «El falo no puede desempeñar su papel si no es velado». Esto tiene consecuencias técnicas y clínicas. El develamiento del falo está por lo tanto en las antípodas de la interpretación psicoanalítica, pero remite a una iniciación en un signo último y siderante. Aunque, si es verdad que en última instancia toda significación remite al falo, no es como a una clave mágica de los sueños y los discursos, sino tomando en cuenta la barra que separa significante y significado, y que también divide al sujeto deseante ($) [«de-siderante», si hacemos jugar sideración y deseo en cuanto a su origen: de-siderare], puesto que «el inconciente está estructurado como un lenguaje». Esta elección teórica aclara a posterior¡ la diversidad de las concepciones del falo de Freud y de sus discípulos: «El falo, en la doctrina Freudiana, no es ni un fantasma (en el sentido de un efecto imaginario) ni un objeto parcial (interno, bueno, malo) ni tampoco el órgano real, pene o clítoris» (Lacan, «La significación del falo»). La distinción y la articulación entre las tres dimensiones de lo real, lo simbólico y lo imaginario resuelven las contradicciones de esta noción. Lacan escribe además: «El falo es el significante privilegiado de esa marca en que la parte del logos se conjuga con el advenimiento del deseo. Se puede decir que este significante es elegido como lo más saliente de lo que se puede atrapar en lo real de la copulación sexual, y también lo más simbólico en el sentido literal (tipográfico) de este término, puesto que equivale allí a la cópula (lógica). Se puede decir también que es por su turgencia la imagen del flujo vital en tanto pasa por la generación». Segunda aproximación combinatoria y topológica. Hacia 1972-73, el concepto de falo hace en Lacan un giro importante en el que resultan conjugadas dos problemáticas: por un lado, una combinatoria lógica en la que el falo deviene función fálica; por otro lado, una topología, la del nudo borromeo, en la que el término falo aparece, a propósito del goce fálico, como lo que, respecto de la consistencia del nudo, ex-siste, es decir, lo que se mantiene en una distinción radical. La función fálica. En el seminario Aún, el falo queda situado dentro de una algebrización que radicaliza la asimetría de la diferencia sexual: «No hay relación sexual inscribible corno tal». No se puede escribir x R y para dar cuenta de la relación entre los sexos. Pensar el falo en términos de «función» fálica permite entonces inscribir precisamente este hiato entre hombre y mujer. Véase matema. Lacan se separa de una esencia o naturaleza, masculina o femenina, pues «sea lo que fuere del ser hablante, este se inscribe de un lado o del otro». Lo que permite pensar de otro modo ciertos problemas clínicos, como el de la histeria masculina. Es lo que se llama la función del padre, de donde procede, por negación, la proposición Fx, lo que funda el ejercicio de aquello que suple por medio de la castración la relación sexual, en tanto esta no es inscribible de ninguna manera. El todo reposa por lo tanto aquí en la excepción planteada como término por el cual este ?? es negado integralmente». Del lado derecho, lado del ser hablante, en tanto puede inscribirse del lado mujer, se puede decir lo siguiente: «Por ser radicalmente Otra en la relación sexual, respecto de lo que puede decirse del inconciente, la mujer es la que tiene relación con ese Otro». La mujer por lo tanto no es [o está] toda en el goce fálico. Lo que hace que el que se inscribe del lado varón no alcance a «su compañía sexual que es el Otro» sino a través del fantasma $ à a , es decir, de la relación que mantiene el sujeto dividido con el objeto causa del deseo. Esta combinatoria de cuatro fórmulas proposicionales marca el hiato entre los sexos e intenta ordenar el texto del goce entre el universal y la excepción, cuando se trata de un campo finito, por una parte, y, por otra parte, cuando se trata de un campo infinito (a la derecha), marca el tironeo entre las dos proposiciones cuya relación no puede resolverse en términos de contradicción. Esta radical imposibilidad de escribir la relación sexual como tal, la necesidad, por lo tanto, de pasar por la función fálica, hace oír la palabra falo entre fallar [faillir] y hacer falta [falloir]: entre lo que hace defecto y lo que hace falta [doble sentido de necesitar y faltar, a lo que se agrega que faillir evoca no sólo la falla, sino también un «por poco»: il a failli tomber = por poco se cae, relación que acota la falla en un margen, en un borde]. No hay por lo tanto en Lacan, como sí en cambio este lo denuncia en Freud en el seminario R.S.I. , «prosternación ante el goce fálico». Si «hay Uno», no es el falo, en tanto signo del Eros, el que marcaría la posibilidad de una comunión; si hay uno, este uno entra en el cálculo lógico en el que la función fálica opera. Esto marca muy bien cómo el falo, este significante del goce sexual, no nos remite a ningún dominio, a pesar de su brillo imaginario, sino al agujero que representa la imposibilidad de marcar con un «uno» la relación sexual. La función fálica permite de igual modo situar el Nombre-del-Padre como la excepción fundante de lo que regula, con relación al falo, el ser o no ser, el tener o no tener. Se observa que este lazo entre el falo y la función paterna fundante de la ley que rige el goce, en lugar de confundir sexualidad y generación, las distingue claramente una de otra. Esta combinatoria, en fin, permite no tomar más al objeto fálico confundiendo sus situaciones imaginaria y simbólica. A la afirmación de M. Klein de que la madre «contiene» el falo, Lacan responde, radicalizando la cuestión: «Que el falo sea un significante impone que el sujeto tenga acceso a él en el lugar del Otro». A lo imaginario del continente, del poseedor que podría pensar que lo da o lo trasmite como un objeto, Lacan lo remplaza por la idea topológica del lugar del Otro. El falo en el nudo borromeo . El segundo aspecto del giro iniciado alrededor de 1972-73 en la posición teórica del falo concierne a la topología del nudo borromeo. Este nudo tiene la particularidad de anudar tres redondeles de hilo sin anudarlos dos a dos: si un redondel se rompe, se rompe el nudo. Cada redondel es equivalente a los otros, y si respectivamente representan lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico, esto quiere decir que estas tres dimensiones son de igual importancia para el abordaje de las cuestiones teóricas y clínicas. También quiere decir, si el nudo es representado rebatido, que todo lo que queda entonces distribuido en diferentes superficies tiene bordes que pertenecen a los tres diferentes redondeles. Esto obliga a pensar lo Real lo Imaginario y lo Simbólico en términos de agujeros y no de sustancias. E impide igualmente restaurar a su respecto alguna jerarquía o génesis. En la última parte de la obra de Lacan, el falo es situado como «ex-sistencia»; se trata de ubicarlo en la separación entre el redondel de lo Real y el de lo Simbólico, en el límite del goce fálico que, en los bordes del objeto a , se articula con el goce del Otro y el sentido. El falo es por lo tanto una noción central para el psicoanálisis, a condición de articular y de entender sus tres dimensiones en un abordaje a la vez lógico y topológico que, de modos diferentes, pero no contrarios, permita no hacer de él una sustancia, mágica, religiosa o metafísica. Significante del goce sexual, es el punto en el que se articulan las diferencias en la relación con el cuerpo, con el objeto y con el lenguaje. Véase matema.