Diccionario de Psicología, letra F, Función anafórica o gestual

Diccionario de Psicología, letra F, Función anafórica o gestual

Definición: Esta noción apunta en un plano descriptivo, a relevar una complejidad en el entrelazamiento entre el plano simbólico del discurso y su producción en una situación vincular. La función gestual o anafórica es pensada como trabajo de semiosis desde la mutua apelación encarnada de los sujetos de una configuración vincular dada. En un nivel metapsicológico propone la enunciación de una función, condición constructiva, configurante del vínculo en su singularidad. Se sitúan dos principios de semiotización suplementarios y heterogéneos en la situación de discurso vincular: 1) una función gestual o anafórica, previa lógicamente, condición de producción de sentido; y 2) la emergente de la relación entre signos. Se trata de un función designante, diseñante » del espacio semántico (contexto) en que advendrá la significación. La condición de suplementarios, se refiere a que ambos principios se enhebran en una generatividad siempre abierta, por oposición a la idea de complementación, en el sentido de conformar una «buena forma». Son pensados como heterogéneos, en tanto radicalmente no reducibles uno al otro. Origen e historia del término «Gesto» proviene del latín: «expresión o ademán del rostro según los distintos estados de ánimo, Movimiento exagerado del rostro por hábito o enfermedad. Mueca. Semblante, cara, rostro. Acto o hecho. Rasgo notable de carácter o conducta». Ya la acepción coloquial de la familia de términos de la misma raíz (gestar, gestación, gesticular, gestionar, gestión, gestor, gestudo) cubre significaciones en torno al movimiento humano, pero, nótese, no como motricidad mecánica. Incluye un nivel de trascendencia, un engendrar en un más allá.. Etimológicamente, anáfora, del griego, es lo que remite hacia atrás. Es un término usado en ciencias del lenguaje en relación a las relaciones semánticas entre frases. La elección de términos para nominar esta función reúne esa característica de trascendencia puntuada para el gesto como movimiento, con la cualidad descripta para la anáfora de no significar por si misma, de requerir de un más allá, de otro tramo de discurso, para entrar en significación. Esta noción retorna para el plano de lo vincular la cuestión de la producción pre-representativa, pensada por Freud en el capítulo VI de La interpretación de los Sueños («el trabajo del sueño no piensa ni calcula: de manera más general, no juzga, se contenta con] transformar»). Reconoce como antecedente, también dentro de los desarrollos psicoanalíticos, la particular modalidad en que Julia Kristeva reelabora la noción lacaniana de lo imaginario. A partir de proponer un otro orden de representación: representación semiótica , terciando en la díada representación cosa – representación palabra, sitúa lo imaginario como la manifestación fenomenológica de una inter-fase, de tránsito; como «la semiotización primaria de las pulsiones en un registro infralinguístico», registro al que denomina semiótico. El aporte de Bateson al describir el doble vínculo desde una perspectiva vincular no psicoanalítica constituye un antecedente de otro orden, al incluir fuertemente esta imbricación de una heterogeneidad de niveles de lenguajes, simultáneos, en las situaciones multipersonales. Es retrabajado por Berenstein (1976) desde una perspectiva psicoanalítica vincular al situarlo en relación a una matriz simbólica determinante del modo de subjetivación. Este acento puesto en la capacidad determinante de tal matriz simbólica, dejó en ese momento sin cubrir otros órdenes de determinación, ligados a lo situacional. Sin embargo, más tarde, (1991), refiriéndose a los intercambios emocionales corporales y de palabras propios de los vínculos familiares, Berenstein abre la cuestión, pero no la desarrolla. Dice allí que su significado dependerá de las peculiares especificaciones contextuales en que se darán, y denomina la función por la cual se registran los índices que marcan la especificidad de cada contexto como función de indicación, adscribible al lugar del padre. Este concepto surge de la específicidad de esta clínica, que al reincluir la cuestión de la mirada, de la corporalidad, en donde la sucesividad de un discurrir está complejizado por la simultaneidad de un «nosotros» en un «cara – a – cara» problematiza una decisión metateórica previa: el estructuralismo como posición epistemológica, que define su objeto exclusivamente en el orden de las relaciones entre signos, Hasta ese momento, la apelación a otras disciplinas había sido congruente con esta postura (Saussure, Greimas, Lévi-Strauss). Resultaba imposible nombrar desde allí un orden de determinación que fuera por otra vía, la del orden del gasto libidinal implicado en un «hacerse» mutuamente. El problema era cómo nombrar la específica actividad, el trabajo por el que se construye cada vez ese «nosotros». Señas, contraseñas, tensiones -expresadas en la postura, en la tonicidad muscular-, miradas, alguna frase particular, al modo de juntar cada vez las piezas de un rompecabezas generan un efecto de conjunto, «nosotros», instituyendo o cuestionando las particulares condiciones de producción de discurso para esa situación. La interrogación a la semiología se orientó entonces hacia teóricos que sitúan su objeto en la intersección de lenguaje y acción. Es así como se toma y se trabaja el término función anafórica o gestual de la obra de Julia Kristeva en el campo de la semiología. Ello implicó desde el punto de vista epistemológico un desplazamiento a una postura que considera inherente a la definición de su objeto una relación de los signos con un campo de indeterminación, una productividad heterogénea a ellos. Desarrollo desde la perspectiva vincuklar Este término se introduce en 1992 en un trabajo de corte teórico -metodológico, en el que tomando como referencia los soportes que toma Piera Aulagnier para el dispositivo analítico bipersonal (atención parejamente flotante – derecho al silencio, del lado del analista; asociación libre y diván del lado del paciente) se propone problematizar y dar cuenta de la posición del analista en cada uno de esos ejes para la especificidad del dispositivo analítico familiar. A partir de la propuesta de pensar la repetición en familia como «texto semiótico» diseñado a través de una práctica de designación, se formula como gestual o ana fórica a aquella función que designa el espacio semántico (contexto) en que advendrá la significación. Implica un gasto libidinal tanto para sostenerse en el «texto» familiar conocido, como para atravesarlo, hacia lo nuevo. La abstinencia complejizada por la corporeidad mirada del analista, lleva a distinguir a partir de una heterogeneidad en los principios de semiotización, dos facetas en las intervenciones del analista: la actividad diseñante cada vez del dispositivo, allí, la función anafórica. Por otro lado, desde esa actividad de creación de las peculiares condiciones que hacen el dispositivo, escucha, descifra, interpreta. En las publicaciones posteriores que se citarán, el trabajo de este concepto está asociado a una revisión epistemo-filosófica de la teoría. Al quedar relativizado el determinismo estructuralista, y al ser reconocido y enfatizado el valor de la presencia del otro , pone en un plano destacado la cuestión del gesto en su posibilidad instauradora, constructiva, e invita a profundizar esta línea de indagación. Se despliega la función anafórica o gestual en tanto constructiva de las condiciones de producción de discurso en situación. La intervención del analista es pensada desde su dimensión de acto. al analista en su función, y en el modo de concebir su intervención. Problemáticas conexas Al estar enunciada como gasto libidinal, roza la noción de pul sión, e invita a revisar la definición de vínculo. Si se toma pulsión como lo que va del bios a la producción representacional, en el vínculo lo pulsional estaría incluido sólo indirectamente, indicado a través de cómo trabaja esta función en el aparato psíquico. Si lo pulsional está tomado ya no desde una concepción cerrada de aparato psíquico, sino un psiquismo pulsado también desde el otro presente, en alguna relación con un tope o ley (ligando, haciendo marca; o bien no ligando, ya por defecto, ya por exceso) la función anafórica o gestual correspondería a ese trabajo pre-representacional de base del, vínculo pulsando a ese otro que se presenta. Es importante seguir estudiando para su precisión y fundamentación, el valor de este matiz de la intervención del analista como herramienta, especialmente en relación a la clínica en que el sufrimiento está asociado a la inhibición, al impedimento, o a la acción.