Diccionario de Psicología, letra F, Función objetalizante, desobjetalizante

Diccionario de Psicología, letra F Función objetalizante, desobjetalizante

Definición: La función objetalizante es partícipe de¡ proceso de estructuración del aparato psíquico, y hace que determinados aspectos del funcionamiento del mismo, las investiduras, alcancen el rango de objetos. Es una de las vicisitudes de la experiencia de continuidad del yo. Es creadora de objetos y está sostenida por la pulsión de vida. La función desobjetalizante actúa por desligazón, impide la función objetalizante y ataca a la relación de objeto, al yo y al investimiento. Está sustentada por la pulsión de muerte.

Origen e historia del término

Una noción muy general de función como «actividad» u «operación» se encuentra en numerosos filósofos. André Green utiliza los términos «función» y «factores» tomándolos de Bion, quien a su vez los toma de la matemática y de la filosofía. Función es el nombre para la actividad mental propia de un número de factores operando en consonancia. Factor es el nombre para una actividad mental, que opera en consonancia con otras actividades mentales, produciendo una función. André Green intenta explicar su concepción del psiquismo construyendo una metapsicología propia, cuya urdimbre incluye tres vectores esenciales: Freud, la clínica y el diálogo con Lacán, Bion y Winnicott. Dice Green que ya Freud en «El Proyecto» echó las bases de su concepción del objeto, sustentándola en indicadores kantianos, o sea entre una fracción constante predicativa, y una fracción variable referida a sus atributos. El objeto es entre todos los elementos de la teoría psicoanalítica el que sobrevivió a todos sus desarrollos, aún habiendo cambiado de sentido y función, en los diferentes virajes que tomaron los subconjuntos teóricos a partir de Freud. ¿Qué es un objeto?. El itinerario de las diferentes acepciones nos hace atravesar las obras de Freud, Abraham, Klein, Fairbain, Winnicott, Lacan… Ninguna de ellas logra proponer una concepción unificante del objeto. Siempre será necesario referirlo a la teoría que se tome, es decir como un elemento exclusivamente de ella, o sea dentro de su específico contexto conceptual. Green le otorga al objeto la acción de un agente inductor o catalizador de la ligazón, que permite transferir a la actividad interna los cambios ocasionados por los encuentros del yo y el objeto. El objeto es sexual, es de placer, y cuando falta, lo es de deseo. La tarea del aparato psíquico es diferenciar entre la percepción del objeto y su representación ilusoria. El objeto es revelador de las pulsiones, no las crea, pero es la condición de su advenimiento a la existencia; y por esta existencia (de las pulsiones), él mismo será creado aún estando ya allí. Green apoya la posición de Winnicott en cuanto a la creación de un espacio potencial o área intermedia creadora de los objetos transicionales. Critica el nominalismo de Lacán; apoya la posición de Bion en cuanto al postulado de la función alfa (transformación del material bruto de los sentidos en productos psíquicos). La satisfacción depende en gran medida del objeto externo, el único que posee el medio para realizar la meta de la pulsión. El autoerotismo y el narcisismo no alcanzan para la satisfacción. Así Green recalca la importancia del objeto externo. La teoría de las pulsiones pertenece al orden de los conceptos que nunca son totalmente demostrables por la experiencia, pero a la vez no pueden ser disociadas de ella. Las pulsiones son entidades primeras, originarias. Toda pulsión es activa y su objeto sustituible. En su fuente no es somática ni psíquica; pero, en el recorrido de la fuente a la meta, se hace efectiva psíquicamente. Las representaciones no nacen de entrada. El plazo impuesto a la satisfacción obliga al aparato a transformar la pulsión en representación, y el algo representable es el objeto. Decir que el objeto es ante todo objeto de deseo es plantear la existencia de un sujeto que no adviene sino por el movimiento que lo lleva fuera de sí, hacia otro, para llevarlo otra vez a él mismo. Sujeto de una búsqueda. No hay un objeto propiamente externo, sino un objeto reexternalizado después de haber sido internalizado. El resto depende del destino de la internalización. ¿Cuál es la paradoja? El objeto externo crea una internalización fijadora, constituye una estructura encuadrante que acogerá a todas las formas consecutivas de la objetalidad y al mismo tiempo será incitadora al desplazamiento. Este desplazamiento es una propiedad fundamental de la objetalización sustitutiva en cuanto no sólo puede proceder a transformación de objetos, sino a creaciones de objetos en virtud de soportes que originariamente no están en relación directa con el objeto.

Desarrollo de la perspectiva vincular

Toda investidura encierra en germen la materia prima de la elaboración de una función objetalizante. La libido está siempre en busca de nuevos objetos e investiduras. La función objetalizante debe ser distinguida de la relación de objeto que se limita a los vínculos que implican al objeto como tal. La función objetalizante, por el contrario, interesa al proceso por el cual hacemos que aspectos del funcionamiento psíquico alcanzan el rango de objetos. Cualquier investidura puede transformarse en objeto. La función objetalizante es la que estudia las transformaciones pero también las transferencias de investidura, de modalidad, de régimen y de reglas que rigen los diferentes modos de funcionamiento del aparato psíquico. Cualquier funcionamiento del aparato puede sufrir la objetalización. La función objetalizante es una de las vicisitudes de la experiencia de continuidad del yo. Su función consiste en la creación ininterrumpida de formas objetales que alimentan la realidad psíquica. Tal vez se trata entonces de asegurarse, mediante estos anclajes, la sustitución de un modo sin fin del necesario desprendimiento de los objetos primarios. El objeto aparece en la teoría con motivo de los efectos de su pérdida. El yo es alimentado por el objeto que forma parte de su estructura. La función del objeto es fundamentalmente nutricia. El objeto es más importante para las pulsiones que para el yo, pues ellas siempre encuentran en él con qué satisfacer su apetito. Todo es transformable en objeto y las pulsiones tienen una función o bjetalizante, es decir son creadoras de objetos. Las pulsiones de vida tendrían una función objetalizante (creadoras) y las pulsiones de muerte una función desobjetalizante (destructoras). Ejemplo de desobjetalización es la melancolía. El objeto ayuda a la transformación de las pulsiones. La función objetalizante, es una función de las pulsiones que consiste no sólo en ligarse a los objetos sino también en crearlos, es decir en hallarlos. El campo de lo objetalizable es infinito. La función objetalizante no se limita a las transformaciones del objeto, puede hacer advenir al rango de objetos a lo que no posee atributos o cualidades de tal, a condición de que una sola de las características se mantenga en el trabajo propuesto, y esta característica es el investimiento significativo. De allí la paradoja de la teoría clásica que dice que el yo mismo puede devenir en objeto o que se pueden hallar «objetos sí mismo» (self objects). Este proceso de objetalización o de transformación puede caer en formaciones no tan organizadas como el yo, sino referirse a otros modos de la actividad psíquica de manera que el investimiento mismo puede ser objetalizado. La pulsión de muerte cumple la función desobjetalizante por la desligazón. No es sólo la relación de objeto la que se ve atacada, el yo y el investimiento mismo también sufren. La manifestación propia de la destructividad de la pulsión de muerte es el desinvestimiento. La función desobjetalizante se opone al trabajo de duelo. El duelo, por el contrario, está en el centro de los procesos de transformación característicos de la función objetalizante. De ahí, la oposición entre libido de objeto y libido narcisista. Green sostiene la hipótesis de un narcisismo negativo, como aspiración al cero absoluto. Es la máxima expresión de la función desobjetalizante que no se dirige contra los objetos sino que ataca al proceso objetalizante (de investimiento). Cuanto más nos alejamos de la represión más aparecen los otros mecanismos primarios que la desligazón tiende a imponer, limitando o impidiendo la religazón. Green describe una función destinada a asegurar al yo posesiones internas para que no quede atrapado en un narcisismo girando en falso sobre sí mismo. La función objetalizante transforma las investiduras ligadas a objetos, y las hace devenir objetos a ellas mismas. Las investiduras quedan con una cualidad objetal que en caso de insatisfacción brindarán la memoria (huella) de la actividad funcional. Le actualizará al yo los libretos de los intercambios anteriores. La función objetalizante puede contribuir a hacer emerger del objeto el límite que deberá reconocer el yo. Para Green se trata de articular los vínculos que unen para un sujeto su afuera y su adentro. La percepción del objeto nunca está exenta del fantasma y lo que reúne o separa no es nuestra divergencia perceptiva con la de otro, sino lo que en cada cual depende del vínculo objeto interno-objeto externo. ¿Qué función principal cumple el objeto externo?. El vínculo primario con el objeto es el del apego pulsional al cuerpo de la madre, cuerpo ligado a su vez a otro objeto y al cuerpo de éste (el otro del objeto: el padre). Es necesario recordar que el objeto es investido por pulsiones, y por otros objetos investidos ellos mismos de pulsiones. Green dice que lo más revolucionario de Freud fue haber colocado el mito de la pulsión en la teoría de la subjetividad y haber hecho del sujeto, el sujeto de la pulsión. La subjetividad se manifiesta a raíz de una meta pulsional y de un objeto que se ha de conquistar.

Problemáticas conexas

Pulsión de vida. Pulsión de muerte. Metapsicología. Estructuración del aparato psíquico: objeto, pulsión, representación, investidura, vínculos.