Diccionario de Psicología, letra G, Género

Francés: Gender (genre). Inglés: Gender. Término derivado del latín genus y utilizado habitualmente para designar cualquier categoría, clase, grupo o familia que presenta los mismos signos de pertenencia. Empleado como concepto técnico por primera vez en 1964 por Robert Stoller, sirvió primeramente para distinguir el sexo (en el sentido anatómico) de la identidad (en el sentido social o psíquico). En esta acepción, el género designa el sentimiento (social o psíquico) de la identidad sexual, mientras que el sexo define la organización anatómica de la diferencia entre el varón y la mujer. A partir de 1975, el término fue utilizado en los Estados Unidos y en los trabajos universitarios de lengua inglesa para estudiar las formas de diferenciación que el estatuto y la existencia de la diferencia de los sexos inducen en una determinada sociedad. Desde este punto de vista, el género es una entidad moral, política y cultural, es decir, una construcción ideológica, mientras que el sexo sigue siendo una especificidad anatómica. Robert Stoller dio una definición nueva de la palabra género desde la perspectiva del kleinismo y la Self Psychology , para estudiar el transexualismo y las perversiones sexuales. Según él, al freudismo clásico le faltaba una categoría que permitiera diferenciar radicalmente la pertenencia anatómica (el sexo) de la pertenencia a una identidad social o psíquica (el género), siendo que entre ellas podía existir una relación de asimetría radical, como lo demostraba el estudio del transexualismo masculino y femenino. En 1975, según lo ha señalado la historiadora Natalie Zemon Davis, se hizo sentir la necesidad de una nueva interpretación de la historia qué tuviera en cuenta la diferencia entre hombres y mujeres, hasta ese momento «ocultada»: «No deberíamos trabajar sólo con el sexo oprimido, así como un historiador de las clases sociales no fija exclusivamente su mirada en los campesinos [ … ]. Nuestro objetivo consiste en descubrir la ex~ tensión de los roles sexuales y del simbolismo sexual en diferentes sociedades y períodos.» Más tarde, la noción de género se generalizó en los trabajos universitarios norteamericanos, y sobre todo en las feministas, que volvieron al kleinismo, y después al lacanismo (con una perspectiva diferencialista), para afirmar que el sexo es siempre una construcción cultural (un género) sin relación con la diferencia biológica. De allí la idea de que cada individuo puede cambiar de sexo según el género o el rol que se asigna a sí mismo para salir del sometimiento que le impone la sociedad. La primera obra representativa de este enfoque fue la de Nancy Chodorow, de 1978. A partir de un estudio dedicado al quehacer materno, Chodorow retomó la tesis clásica del objeto bueno y el objeto malo, para afirmar que la distribución entre ambos sexos de las tareas habitualmente asignadas a las mujeres (cuidados maternales y de crianza, educación, cocina, etcétera) conducía a una transformación radical y positiva para el niño de sus identificaciones, y por lo tanto de su identidad sexual (género), que ya no sería determinada por las desigualdades culturales. A continuación, en 1990, se publicó el libro de Judith ButIer. Basándose en los trabajos de Jacques Lacan, Michel Foucault (1926-1984) y Jacques Derrida, esta autora preconizó el culto del borderline (los estados límite), afirmando que la diferencia era siempre vaga y que, por ejemplo, el transexualismo podía ser una manera, sobre todo para la comunidad negra, de subvertir el orden establecido, negándose a aceptar a la diferencia biológica construida por los blancos. Desde esta perspectiva, el derecho a la diferencia, mitificado, se convierte en deseo de encierro, sea para defender una «no-diferencia» (la vaguedad transexual, el lesbianismo, la inversión hombre/mujer en la pareja, etcétera), sea para valorizar la cultura de la identidad propia, en detrimento de todo sujeto universal. Los trabajos más interesantes en el ámbito de los gender studies no fueron producidos por los partidarios de una concepción radical de la diferencia de los sexos, sino por historiadores y filósofos más moderados, que han estudiado a veces la construcción de las nociones de género y sexo en la obra de Freud, y otras veces un objeto (período, texto literario, acontecimiento) al que podía aplicarse el género. En el primer grupo hay que ubicar la obra ejemplar de Thomas Laqueur titulada La Fabrique du sexe, que se inspira en el trabajo de Michel Foucault para estudiar el pasaje de la bisexualidad platónica al modelo de la unisexualidad creado por Galeno, a fin de describir las variaciones históricas de las categorías de género y sexo desde el pensamiento griego hasta las hipótesis freudianas; en el segundo grupo, podemos incluir el libro de Lynn Hunt titulado Le Roman familial de la Révolution française, que se basa en el mito forjado por Otto Rank (novela familiar) para presentar el asesinato del rey como el acta de nacimiento de una nueva sociedad basada en las desigualdades entre los hombres y las mujeres. En Francia, la noción de género no se ha impuesto, y se prefiere hablar más bien de identidad sexual. A Élisabeth Badinter, filósofa y especialista en el siglo XVIII, se le deben los mejores trabajos sobre el tema, abordado con un enfoque universalista. En psicoanálisis, es Joyee McDougall quien ha desarrollado esta cuestión.