Diccionario de Psicología, letra H, Hungría

Diccionario de Psicología, letra H, Hungría

En el corazón del Imperio Austro-Húngaro, Budapest, después de Viena, su hermana gemela, fue la segunda ciudad de la historia que se abrió al freudismo. Allí la actividad psicoanalítica tuvo una gran riqueza, no sólo por el lugar excepcional ocupado por Sandor Ferenczi, intelectual de alto nivel y clínico notable, sino también porque el medio literario y artístico de Budapest puso de manifiesto, hasta cierto punto como los surrealistas en París, un entusiasmo inmediato por los fenómenos relativos al inconsciente. Inmersos en una sociedad en plena mutación, los fundadores del movimiento psicoanalítico húngaro tuvieron así un destino original, sin ningún conformismo. La mayor parte de ellos produjeron trabajos innovadores: desde Melanie Klein hasta Geza Roheim, desde Imre Hermann hasta Michael Balint, pasando por Franz Alexander, René Spitz o Sandor Rador. En marzo de 1849, después de la derrota de las revoluciones europeas, Francisco José suprimió la constitución húngara, para incorporar el país al Imperio. Negándose a someterse, y alentados por su gran poeta Sandor Petofi (1823-1849), los húngaros desencadenaron entonces una insurrección general (en la que participó el padre de Ferenczi), proclamando la caducidad de los Habsburgo. Pero la rebelión fue pronto reprimida por los ejércitos imperiales. Lajos Kossuth (1802-1894) y Gyu1a Andrassy (1823-1890), organizadores del movimiento independentista, se vieron obligados a exiliarse. Hubo que aguardar hasta 1868 para que, como resultado de una negociación, Hungría se convirtiera en un reino independiente, aunque seguía ligado por una unión hereditaria a la dinastía de los Habsburgo. Favorable a la causa de la libertad, la emperatriz Isabel desempeñó un papel capital en las negociaciones con Andrassy para la creación de lo que en adelante se denominaría la monarquía austro-húngara. Ella fue coronada reina de Hungría. El país emprendió entonces una modernización acelerada. Se acentuó la distancia entre las ciudades y el campo, donde aún prevalecían las estructuras heredadas del sistema feudal. Poblada por minorías (la eslovaca, la alemana, la croata, la serbia y la rumana), Hungría fue agitada por disputas entre las nacionalidades. Cada una reivindicaba su diferencia y su autonomía, mientras que las clases dominantes preconizaban una «magiarización» que, al favorecer la asimilación de los judíos, hizo de ellos los aliados de la burguesía liberal. En este contexto surgió en Budapest a principio de siglo un gran movimiento cultural y literario cuya ambición era despojar a la antigua Hungría de las ilusiones del culto al pasado, y transformarla en un país moderno semejante a las democracias occidentales. Entre las numerosas revistas existentes (por ejemplo, Huszadik Szazad, «Siglo XX», o Gyogyaszat, «terapéutica»), donde se debatía sobre la sexualidad, la emancipación de los pueblos, la homosexualidad, el art nouveau, las ciencias sociales o los estados psíquicos, Nyugat fue una de las que más se interesaron por el psicoanálisis. Fundada en 1908 e impulsada por Hugo Ignotus, amigo de Ferenczi y traductor de las obras de Sigmund Freud, durante cuarenta años reunió a una pléyade de escritores de diversas orientaciones estéticas: Endre Ady (1877-1919), Milialy Babits (1883-1941), y más tarde el «poeta proletario» Attila Jozsef (1905-1937), quien realizó tres tratamientos analíticos antes de suicidarse tomando soda cáustica. «Nyugat abría sus páginas a todas las ideas nuevas provenientes de Occidente -escribe Zsuza Gombos-, al arte por el arte, al compromiso social, al naturalismo, al simbolismo, al impresionismo Encontraba audiencia y sostén financiero en la burguesía urbana, sobre todo la de Budapest, que era en sí misma un bastión del radicalismo político.» Los grupos artísticos se codeaban con los vieneses y mantenían vínculos con ellos. Por ejemplo, el pintor Robert Bereny, miembro del Grupo de los Ocho, se convirtió en amigo personal de Ferenczi, mientras que Bela Balazs (1884-1949) siguió los seminarios de Georg Simmel. En cuanto a Spitz, frecuentaba el Círculo del Domingo creado por Georg Lukács (1885-1971). Inmediatamente después de su encuentro con Freud, Ferenczi trató en vano de interesar en el psicoanálisis al ambiente médico de Budapest. Tropezó con un rechazo categórico. Decidió entonces buscar apoyo en el medio literario, abierto a las ideas de vanguardia. Desde 1910 desplegó una intensa actividad clínica, teórica e institucional. Después de haber fundado la Internacional Psychoanalytical Association (IPA), creó el grupo húngaro. En mayo de 1913 fundó la Sociedad Psicoanalítica de Budapest, junto con Hollos, Rado e Ignotus. Esta era la tercera institución freudiana, después de las de Viena y Zurich. Un poco después, Ernest Jones fundaría la London Psychoanalytic Society (LPS). La Primera Guerra Mundial trabó las actividades de Ferenczi. No obstante, después de ser trasladado al servicio de neurología del Hospital María Valeria, de Budapest, se ocupó de las neurosis de guerra, contribuyendo así a interesar a las autoridades médicas en las tesis freudianas. De tal modo pudo organizar en Hungría el V Congreso de la IPA. Éste se desarrolló en la Academia de Ciencias de Budapest, el 28 y 29 de septiembre de 1918, en presencia de representantes de los gobiernos de Alemania, Austria y Hungría. El éxito de la reunión fue considerable: «Nado en satisfacción, tengo el corazón leve -le escribió a Freud en una carta del 30 de septiembre-, pues sé que el «niño de todas mis preocupaciones », la obra de mi vida, será protegido por el interés que usted y otros tienen en él, y preservado para el futuro. Veré llegar tiempos mejores, aunque sea a lo lejos.» Nombrado jefe de gobierno, Mihaly Karolyi (1875-1955) proclamó la República. En enero de 1919 fue elegido presidente, pero, tres meses más tarde, Bela Kun (1886-1939), aliado con los socialistas, proclamó la República de los Sóviets, inspirada en la revolución bolchevique: -Estábamos en una situación muy favorable -escribió Georg Lukács-, pues, con o sin el socialismo, la vida cultural húngara era de una gran riqueza [ … ]. Desde el primer día, la totalidad de los intelectuales estuvieron dispuestos a colaborar con el régirnen.» En ese momento, algunos de sus miembros enriquecían particularmente la Sociedad Psicoanalítica de Budapest: Melanie Klein, Zsigmond Pfeifer, Geza Roheim, Imre Hermann, Erzsebet Revesz (1887-1923). Favorecidos por la instauración de la Primera República , los estudiantes de la facultad de medicina redactaron una petición en la que reclamaban la enseñanza del psicoanálisis en la universidad. Citaban los nombres de Freud, Eugen Bleuler, James Jackson Putnam, para exigir la creación de una cátedra que sería confiada a Ferenczi. Después del informe negativo de un primer experto, que calificó al psicoanálisis como «pornografía», fue aceptada la candidatura de Ferenczi, y el decreto llevó la firma de Lukács, comisario del pueblo de Instrucción Pública y Cultura del gobierno de Bela Kun. El 10 de junio Ferenczi inauguró sus cursos en un anfiteatro donde se agolpaban estudiantes entusiastas. En esa ocasión, Freud escribió un artículo publicado directamente en húngaro: «¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?» Allí inventariaba todas las materias necesarias en el currículo del estudiante de psicoanálisis. No sólo subrayaba la necesidad de conocer bien la historia de las psicoterapias para comprender las razones objetivas de la superioridad del método psicoanalítico, sino que también proponía un programa basado en la literatura, la filosofía, el arte, la mitología, la historia de las religiones y las civilizaciones. Freud subrayaba con fuerza que en ningún caso el psicoanálisis debía limitar su campo de aplicación a las afecciones patológicas. Ese programa nunca se realizó: ni en Budapest, ni en Viena, ni en ninguna universidad del mundo. La caída de la Comuna de Budapest y la represión sangrienta organizada por las tropas del almirante Miklos Horthy (1868-1957), que se proclamó «regente», pusieron fin a la experiencia. Ferenczi perdió el cargo: «El aspecto más repugnante de los primeros diez años del régimen de Horthy -escribió William Johnston- fue seguramente el Terror Blanco de 1920. Con espíritu vengativo [ … ] se empleó la tortura a diestro y siniestro, y se restableció la flagelación pública, mientras estallaban los asesinatos políticos y se expulsaba a los judíos refugiados desde 1914.» La ola de antisemitismo y represión obligó a los psicoanalistas a exiliarse. La mayoría de ellos emigraron, primero a Berlín y después a Londres (Melanie Klein, Michael Balint) o a los Estados Unidos (Sandor Rado, Geza Roheim). Expulsado por sus colegas de la Sociedad Médica , Ferenczi tuvo que buscar refugio. Siguió en Budapest, pero renunció a toda actividad oficial, para consagrarse a su obra y su práctica clínica. A pesar de la partida de sus mejores miembros, la pequeña asociación psicoanalítica de Budapest logró conservar, mal o bien, a una veintena de miembros. En 1931, incluso pudo abrir un policlínico para tratar adultos. El fascismo destruyó todas las esperanzas de la escuela húngara de psicoanálisis. Y sus mejores representantes continuaron sirviendo a la causa en el exilio. Hungría no se liberó del régimen de Horthy. Después de la muerte de Ferenczi y de la llegada del nazismo a Alemania, las condiciones para el ejercicio del psicoanálisis fueron haciéndose cada vez más difíciles. Las sesiones de la Sociedad eran vigiladas por la policía. Primero aliado a Mussolini, y después a Hitler, el gobierno del regente se apoyó en sus milicias, las Cruces de Flechas, para instaurar el terror contra los judíos y los opositores. En 1942 fue prohibida la sociedad psicoanalítica; Hollos, que había sucedido a Ferenczi en la dirección, escapó por poco a la deportación, gracias a la acción del diplomático sueco Raoul Wallenberg. En marzo de 1944, después de la invasión a Hungría por las tropas alemanas, varios analistas perecieron en los campos de exterminio: Milclos Gimes (médico y alumno en formación), Zsigmond Pfeifer, Geza Dukes (especialista en delincuencia infantil), Nikola Sugar, Josef Eisler (neurólogo y crítico de arte). Sólo Imre Hermann siguió en Budapest: hasta el final de su vida, logró mantener encendida la llama, en compañía de algunos otros practicantes. Después de la toma de poder por los comunistas, Hungría debió sufrir la cruzada contra el psicoanálisis lanzada en el marco de la Jdanovchtchina , y la Sociedad de Budapest fue disuelta en 1948. No obstante, gracias a la presencia muy «patriarcal» de Hermann, el grupo húngaro consiguió sobrevivir bajo la cubierta de la Asociación Psiquiátrica Húngara. En 1971, después de discusiones con la dirección de la IPA , Hermann solicitó que el grupo fuera reintegrado como sociedad componente, lo que se le negó. Los psicoanalistas húngaros, que tanto habían luchado por mantener una práctica en Budapest, fueron tratados como debutantes, e invitados a someterse al procedimiento de admisión clásico. Reconocida primero como grupo de estudio, la sociedad fue después aceptada como provisional en 1983, en el Congreso de la IPA en Madrid, un año antes de la muerte de Hermann. Tomó el nombre de Magyar Pszichoanalitikus Egyesulet (MPE) y publicó una revista: Psychiatria hungarica. A fines del siglo XX, cuenta con cuarenta y cinco miembros; los principales fueron alumnos de Hermann, sobre todo Livia Nemes, Gyorgy Hidas, Gyorgy Vikar, que se han esforzado por hacer conocer a la nueva generacion la historia de la tenaz escuela húngara.