Diccionario de Psicología, letra I, Instancia

Diccionario de Psicología, letra I, Instancia

s. f. (fr. instance; ingl. agency; al. Instanz). Toda estructura del aparato psíquico en las diferentes tópicas. El ello, el yo, el superyó, la censura, etc., son otras tantas instancias diferentes. Si los primeros textos de Freud proponen sobre todo una tentativa de descripción de diversos sistemas psíquicos separados (inconciente, percepción-conciencia), y una tentativa de registro de su situación «tópica», el término instancia pone el acento ya no en el punto de vista tópico sino en el punto de vista dinámico. Estas instancias, por ejemplo el superyó, ejercen una acción efectiva, y es determinante para el sujeto el conflicto entre instancias psíquicas.

Instancia

Al.: Instanz. Fr.: instance. Ing.: agency. It.: istanza. Por.: instância. Alguna de las diferentes subestructuras, dentro de una concepción a la vez tópica y dinámica del aparato psíquico. Ejemplos: Instancia de la censura (primera tópica), instancia del superyó (segunda tópica). En las diferentes exposiciones que dio de su concepción del aparato psíquico, Freud utiliza la mayoría de las veces, para designar sus partes o subestructuras, los términos «sistema» o «instancia». Más raramente se encuentran las palabras «organización» (Organisation), «formación» (Bildung) y «provincia» (Provinz). El primer término introducido por Freud fue el de sistema ; se refiere a un esquema esencialmente tópico del psiquismo, concibiéndose éste como una sucesión de dispositivos atravesados por las excitaciones, al modo como la luz pasa a través de los diferentes «sistemas» de un aparato óptico. El término «instancia» fue introducido en La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900) como sinónimo de sistema . Freud lo utilizó hasta en sus últimos trabajos. Aun cuando estos dos términos se emplean a menudo indistintamente, se observará que «sistema» se refiere a una concepción más exclusivamente tópica, siendo «instancia» un término de significado a la vez tópico y dinámico. Así, por ejemplo, Freud habla de sistemas mnémicos), de sistema percepción-conciencia, y no de instancia en estos casos. En cambio, habla preferentemente de instancias para referirse al superyó o a la censura, en cuanto ejercen una acción positiva y no son simplemente atravesados por las excitaciones; así, el superyó se considera como el heredero de la «instancia parental». Observemos, por lo demás, que el término mismo «instancia» fue introducido por Freud en La interpretación de los sueños por comparación con los tribunales o las autoridades que juzgan acerca de lo que conviene dejar pasar. En la medida en que es posible mantener tal diferencia, el término «sistema» correspondería mejor al espíritu de la primera tópica freudiana, y el de instancia a la segunda concepción del aparato psíquico, que es a la vez más dinámica y más estructural.

Instancia

El concepto de instancia fue introducido por Freud en el capítulo teórico de La interpretación de los sueños, al principio de su primera tópica, con el fin de ordenar las «regiones» del aparato psíquico que intervenían en el proceso de elaboración del sueño. «Representaciones auxiliares que apuntan a conseguir una primera aproximación a algo desconocido», son los términos en que el capítulo VII de La interpretación de los sueños introduce de manera general las nociones destinadas, si no a «explicar, por lo menos a permitirnos comprender», en virtud de la organización y el funcionamiento del aparato psíquico, los procesos inferidos por análisis en los seis capítulos anteriores: en primer lugar, la noción de instancia, de la que Freud subraya así el carácter conjetural. Con su estilo expositivo habitual, tampoco deja de legitimar su empleo en la elaboración progresiva del problema presentado inicialmente como esencial para toda «psicología», es decir, para toda teoría del sueño: que el contenido del sueño no es solamente pensado, sino transformado en imágenes sensoriales a las que se presta fe y que uno cree vivir. No obstante, la noción de instancia será retomada más tarde en un contexto diferente. En La interpretación de los sueños se recurre a ella para connotar las formaciones del inconsciente, el preconsciente y la conciencia, pero en el marco de la segunda tópica se extenderá al ello, el yo y el superyó. A fin de captar el alcance de esta evolución, resulta necesario aprehender de etapa en etapa los primeros momentos de su génesis, con mayor razón porque la comparación de estos dos empleos puede prepararnos para comprender el desarrollo de las tópicas freudianas en la topología de Lacan. Volvamos entonces al problema planteado inicialmente, en cuanto se refiere, según nos dice Freud, al rasgo más característico del sueño: la transformación de los pensamientos del sueño en imágenes sensoriales. Paradójicamente, ésta sería para nosotros la vía más fácil de intentar una «explicación» del fenómeno. Ahora bien, en este caso «no existe hasta ahora ninguna noción psicológica bajo la cual podamos ordenar los elementos de base que se infieren del examen psicológico del sueño. Por el contrario, nos veremos llevados a formular nuevas hipótesis sobre la estructura del aparato psíquico y el juego de sus fuerzas, y debemos tener un gran cuidado en no extender nuestras conjeturas más allá de la primera articulación lógica, pues de lo contrario se volverían totalmente imprecisas». Retengamos esta advertencia: el objeto de nuestra investigación, en definitiva, no podrá ser determinado adecuadamente, ni se prestará nunca a algo más que una demarcación alusiva. Además, La interpretación de los sueños concluye, en el último capítulo, con la afirmación del carácter incognoscible de la realidad psíquica. De hecho, el enfoque no será parcial, sino indirecto; en esta perspectiva se ordenan progresivamente una serie de nociones con valor de representaciones auxiliares, y con cuya ayuda se construye el andamiaje del aparato psíquico: irreductibilidad de la escena del sueño a la escena representativa, noción de lugar psíquico, analogía del aparato psíquico con el emplazamiento puramente ideal del aparato óptico en el que se forma un bosquejo de la imagen sensible, representación del aparato psíquico como compuesto de «instancias», figuración de las instancias en forma de sistemas, orientación de los sistemas, orientación del aparato… La utilidad de esta enumeración se debe a que el lugar que en ella ocupa la instancia aclara su función: en el momento en que Freud introduce esta noción, el lugar psíquico ya ha sido caracterizado por analogía como el lugar donde se ha formado «uno de los bosquejos de la imagen sensible». Dicho «lugar» no es instituido por la noción de instancia; ésta le añade una nueva determinación, que se suma a la concepción del aparato psíquico, y aun queda por precisar esta determinación a la que en adelante habrá que atenerse. Tanto en alemán como en francés la instancia se define como la sede de una autoridad competente, sobre todo en relación con las etapas sucesivas de un proceso, y también como el lugar donde se puede presentar un reclamo. En el empleo freudiano del término, se hace por lo tanto referencia a una función selectiva. Además, más tarde se opondrá la instancia que critica a la instancia criticada. En esta acepción, el significado de instancia se aproxima al que le confiere, en la prolongación de la enstasis [inspiración] aristotélica, la metodología de Bacon y de John Stuart Mill, para quienes el término designa una de las formas del procedimiento experimental en la administración de la prueba. No obstante, una función de este tipo no es representable; por ello Freud dará a la instancia un equivalente, «en atención a las necesidades de la figuración intuitiva» (Anschaulichkeit zuflebe), en la forma del sistema. En ese momento de la construcción, la instancia podrá encararse según una doble vertiente. En relación con el problema planteado inicialmente: uno de los bosquejos de la imagen sensible (es decir, esa imagen cuasi-sensible que es la imagen del sueño, y de la cual se trata precisamente de hacer comprender de qué modo actualiza el pensamiento del sueño), este bosquejo ha recibido una determinación «local», en la acepción de extensión psíquica. Desde este punto de vista, la función de su determinación «instancial» consistirá en conferir a la «localidad» un límite, representación de una eventualidad de selección, corte análogo a la línea de separación entre dos medios ópticos en una refracción. El aparato psíquico es entonces concebido como la integración de las instancias así determinadas. Encaremos ahora ese aparato y las instancias que lo constituyen en relación con el proceso que tratamos de describir. Tenemos que poner en relación los momentos sucesivos de ese proceso (la conversión de los pensamientos del sueño en imágenes) con la «localidad» de la instancia. Ahora bien, la experiencia de la práctica aporta en tal sentido una sugerencia. El análisis de la histeria ha revelado a Freud que el «material» propuesto por la experiencia se ordena en tres tipos de series -longitudinal, concéntrica o en zigzag-; la construcción que intentamos del aparato psíquico parece recurrir igualmente a una representación ordinal, si es cierto que sus «partes, determinadas como instancias», se sitúan unas frente a otras limitadas por la función selectiva de una frontera. De tal modo se precisa la naturaleza del «espacio psíquico». Este espacio es un espacio de situación, un espacio ordinal, de la misma naturaleza que el espacio topológico, cuya elaboración ya había emprendido la matemática de la época de Freud, antes de que Lacan intentara su aplicación sistemática en el dominio del psicoanálisis. Guiados por la experiencia, asociamos allí además una dirección. «Despiertos -escribe Freud-, rehacemos el camino que reunirá los elementos del sueño con los pensamientos del sueño; el trabajo del sueño se desarrolló en sentido inverso, y no es en absoluto verosímil que el camino pueda seguirse en los dos sentidos. Parece más bien que durante el día practicamos, mediante nuestras nuevas ligazones de ideas, unas especies de sondeos que tocan los pensamientos intermedios y los pensamientos del sueño alternativamente. Vemos de qué modo los elementos nuevos de jornada se intercalan en la interpretación, y también es verosímil que, pasada la noche, el aumento de la resistencia obligue a rodeos nuevos y más complicados.» «El aparato psíquico tendrá entonces que concebirse de tal manera que en él sean representables esas relaciones de dirección. Podemos entenderlo, sea respecto de las partes del aparato, sea respecto del aparato en sí. Y en adelante disponemos de una primera armazón conceptual con miras a una formulación propiamente psicoanalítica del problema del sueño: gracias a la integración de las instancias de selección en un aparato orientado, se pueden introducir las dos nociones llamadas a sostener, con la reserva mencionada, una «teoría del sueño»: la noción de regresión y la noción de censura sacan partido de la idea de la orientación del aparato psíquico para evocar la regresión, la actualización de los pensamientos del sueño en imágenes, mientras la censura confiere a la selección una comunicación dinámica o, si se quiere, convierte la frontera en barrera.» En su prefacio a la traducción inglesa del libro de Freud sobre la afasia, Stengel procuró poner de relieve, siguiendo a Binswanger, las correspondencias que permitirían relacionar a Freud con la tradición evolucionista, en primer lugar la importancia que atribuye Freud al principio de des-involución de Jackson. «En el análisis de las funciones del aparato del lenguaje en condiciones patológicas -escribió Freud-, adoptamos el principio de Huglins Jackson según el cual estos modos de reacción representan casos de «retrogresión» funcional (des-involución) del aparato altamente organizado, y corresponden así a un estado anterior de ese desarrollo funcional.» De este principio Stengel deriva no solamente las tesis expuestas en el libro sobre la afasia, sino la prolongación que ellas iban a encontrar en el cuerpo mismo de la teoría psicoanalítica. No obstante, el intento encontró su límite en el hecho de que la comparación no concierne a los puntos más específicos del pensamiento freudiano. En estas condiciones, continúa en efecto el texto, «se ha perdido un ordenamiento asociativo (Assoziative Anordnung) de un nivel más elevado, desarrollado más tardíamente, mientras queda preservado otro, más simple y de adquisición precoz»: por lo que sabemos de la constitución del aparato psíquico en torno del concepto de instancia, la referencia general al principio de involución es probablemente menos esclarecedora para trazar un paralelo entre Freud y Jackson que el análisis de la noción de ordenamiento, y esto no sólo desde la perspectiva de Freud, sino también desde la de Jackson. En efecto, si no podemos dejar de percibir entre líneas la concepción freudiana del aparato psíquico en los primeros textos de Jackson, es porque éste sólo otorga valor operatorio al principio de involución por medio de una representación orientada del aparato y de los procesos, prefigurando de este modo la elaboración por Freud del concepto de instancia. No se trata de que este recurso le sea propio: en la segunda mitad del siglo, la teoría matemática de las series es tan estrechamente solidaria, del movimiento general de las ideas y las técnicas, que en este sentido se podría ampliar indefinidamente la búsqueda de los «modelos» freudianos; la teoría de los «sistemas» en Avenarius constituye un ejemplo privilegiado, por la solidaridad que establece entre la defensa del organismo contra las tensiones excesivas, la fluctuación de los sistemas, globales y parciales, y la construcción en serie de los procesos y de su orientación. Pero este contexto difuso del pensamiento freudiano hace aún más preciosa la asignación, como diría Freud en otro dominio, de fuentes «específicas». Y en este caso la especificidad tiene que ver con el registro en que se puede llevar a cabo la confrontación, el del lenguaje. Recordemos entonces, para empezar, con el principio jacksoniano de la dualidad, la anticipación de la «inscripción» freudiana: «La distinción entre palabra interna y palabra externa -escribe Jackson-, no se confunde con la que expresa la dualidad de funciones de las palabras (the dual service of words). Entre palabra interna y palabra externa hay sólo una diferencia de grado. Esa diferencia carece de alcance en comparación con la que concierne al inconsciente -subconsciente, reproducción automática de las palabras- y a la reproducción verbal subsiguiente, consciente y voluntaria. Sólo ésta da muestra de la palabra, interna o externa. «Sea o no posible poner de manifiesto este género de dualidad, algo es seguro: nuestro paciente conserva la capacidad de empleo de las palabras, y sin embargo no utiliza ninguna en el registro de la palabra. La preservación de este uso de las palabras que no es uso de palabra (that service of words wich is not a speech use of words) es a veces concebida como preservación de una «memoria de los» vocablos, o de «ideas de los» vocablos. Pero como no hay memoria o «ideas de» vocablos si se hace abstracción del hecho de que se tienen vocablos, actual o potencialmente, es preferible decir que el paciente conserva vocablos que le sirven para otras vías que no son la de la palabra.» Ahora bien, el principio de dualidad es también un principio de orientación, pero esta constitución afecta solidariamente la estructura del aparato psíquico y la estructura interna de las organizaciones simbólicas. Dicho de otro modo, la orientación que hace ley para los procesos, desde la extremidad inconsciente hasta el extremo consciente del aparato, le asigna a su organización, en cada una de las etapas de su trayectoria, una polaridad característica. Desde el primer punto de vista, la concepción de Jackson aparece entonces como la prefiguración de la polarización del aparato freudiano: «Considerando más precisamente la dualidad del proceso de verbalización cuya segunda «mitad» es la palabra, trataremos de demostrar que hay igualmente dualidad en la reviviscencia de las imágenes simbolizadas; que la percepción es el término de una etapa que comienza con la reviviscencia inconsciente o subconsciente de las imágenes, que son, en efecto, «símbolos-imágenes»; que pensamos no sólo con la ayuda de símbolos, comúnmente designados como vocablos, sino con la ayuda de imágenes- símbolos. Parecemos tener «facultades» de palabra y de percepción porque la palabra y la percepción son precedidas por una reproducción inconsciente o subconsciente de vocablos e imágenes.» Pero la polarización del aparato encuentra su contrapartida en la polarización de los procesos en sí, como lo muestra el ejemplo del sueño: «Un ruido suscita un sueño, pero sucede que el ruido, que en realidad obra en primer término sobre el soñante, aparece en posición terminal en el sueño que suscita. En todos los sueños provocados por excitaciones, presumo que la excitación transfigurada aparece en último lugar o más tarde que la excitación en sí. Y presumo que en una proposición como «el oro es amarillo», aparece primero la cualidad amarilla del oro, y no el oro en sí. Me parece que este modo de ver está en armonía con lo que se ha dicho del desplazamiento (transposición) de las sílabas en las fallas del afásico leve o del normal». Pero también sabemos que le correspondió a Freud percibir esa nueva «conjunción de los astros», y con el solo fundamento de una experiencia: la de la resistencia. Sólo entonces se constituirá el concepto de instancia, y todas las ideas que Freud tomó de otros o de él mismo revelarán su sentido: la resistencia se da su correlato en la censura; ésta promueve la cristalización de los sistemas; la línea de separación entre los sistemas consagra, con la asignación del punto de rebote de las series psíquicas, el valor operatorio del principio de «trayecto instancial». Pero el problema consiste justamente en saber si la conexión de la experiencia con la construcción conceptual se produce aquí siguiendo un modelo estrictamente empírico, análogo al que dominaba la epistemología de la ciencia de la naturaleza antes de la crítica moderna de la observación, o si, por el contrario, esta experiencia analítica de la resistencia tiene títulos como para articularse con la estructura diversamente polarizada que sostiene su construcción. Se sabe que un primer elemento de la respuesta nos fue aportado, desde la época de los Estudios sobre la histeria, en el pasaje tan sugestivo donde Freud asimila el trabajo del terapeuta a una «penetración en dirección radial», mientras que el trabajo del paciente es comparado a una «extensión periférica». Dicho de otro modo, la experiencia que hace el analista de la resistencia es, según Freud, un proceso en sí mismo articulado y orientado de manera específica, cuyas conexiones con las regiones y vectores constitutivos de la representación del psiquismo están destinadas a dar forma al objeto propio de la teoría psicoanalítica.