Diccionario de Psicología, letra M, Masoquismo

Diccionario de Psicología, letra M Masoquismo

Al.: Masochismus. Fr.: masochisme. Ing.: masochism. It.: masochismo. Por.: masoquismo. Perversión sexual en la cual la satisfacción va ligada al sufrimiento o a la humillación experimentados por el sujeto. Freud extiende la noción de masoquismo más allá de la perversión descrita por los sexólogos: por una parte, al reconocer elementos masoquistas en numerosos comportamientos sexuales, y rudimentos del mismo en la sexualidad infantil, y, por otra, al describir formas que de él derivan, especialmente el «masoquismo moral», en el cual el sujeto, debido a un sentimiento de culpabilidad Inconsciente, busca la posición de víctima, sin que en ello se halle directamente Implicado un placer sexual. Krafft-Ebing fue el primero en describir, de forma muy completa, la perversión sexual a la que dio un nombre derivado del de Sacher Masoch. «Se mencionan allí todas las manifestaciones clínicas: dolor físico por pinchazo, golpes, flagelación; humillación moral por actitud de sumisión servil a la mujer, acompañada del castigo corporal considerado indispensable. El papel de los fantasmas masoquistas no le pasó desapercibido a Krafft-Ebing. Señala, además, este autor las relaciones entre el masoquismo y la perversión opuesta, el sadismo, y no vacila en considerar el conjunto del masoquismo como un aumento patológico de elementos psíquicos femeninos, como un refuerzo morboso de ciertos rasgos del alma de la mujer». En lo referente a la íntima ligazón entre el masoquismo y el sadismo, y a la función que Freud atribuye a este par antitético en la vida psíquica, remitimos al lector al artículo sadomasoquismo. Aquí nos limitaremos a efectuar algunas observaciones acerca de las distinciones conceptuales propuestas por Freud y continuadas en psicoanálisis. En El problema económico del masoquismo (Das ökonomische Problem des Masochismus, 1924), Freud distingue tres formas de masoquismo: erógeno, femenino y moral. Así como el concepto de «masoquismo moral» es fácil de delimitar (véase definición y los artículos siguientes: Necesidad de castigo; Sentimiento de culpabilidad; Superyó; Neurosis de fracaso; Reacción terapéutica negativa), las otras dos formas pueden prestarse a equívocos. 1.° Se tiene la tendencia a designar con el término «masoquismo erógeno» la perversión sexual masoquista. Si bien puede parecer legítima esta denominación (por cuanto el perverso masoquista busca la excitación erótica en el dolor), no corresponde a lo que Freud parecía querer designar con ella: para él no se trata de una forma clínicamente delimitable del masoquismo, sino de una condición que se halla en la base de la perversión masoquista y que se encuentra también en el masoquismo moral: la ligazón del placer sexual al dolor. 2.° El término «masoquismo femenino» hace pensar ante todo en el «masoquismo de la mujer». Es cierto que Freud designó con dicho término la «expresión de la esencia femenina», pero, dentro de la teoría de la bisexualidad, el masoquismo femenino representa una posibilidad inmanente en todo ser humano. Es más, con esta denominación describe Freud, en el hombre, lo que constituye la esencia misma de la perversión masoquista: «Si se tiene ocasión de estudiar casos en los que los fantasmas masoquistas se hayan elaborado de forma especialmente rica, fácilmente se descubre que colocan al sujeto en una situación característica de la feminidad […] ». Otros dos conceptos clásicos son los de masoquismo primario y masoquismo secundario. Freud entiende por masoquismo primario un estado en el que la pulsión de muerte todavía se dirige sobre el propio sujeto, aunque ligada por la libido y unida a ésta. Este masoquismo se denomina «primario» porque no sigue a una fase en que la agresividad se dirigiría hacia un objeto exterior, y también para diferenciarlo de un masoquismo secundario, consistente en una vuelta del sadismo hacia la propia persona, que se añade al masoquismo primario. La idea de un masoquismo irreductible a una vuelta del sadismo hacia la propia persona sólo fue admitida por Freud una vez establecida la hipótesis de la pulsión de muerte.

Masoquismo

s. m. (fr. masochisme; ingl. masochism-, al- Masochismus). Búsqueda del dolor físico o, más generalmente, del sufrimiento y de la decadencia, que puede ser conciente pero también inconciente, especialmente en el caso del masoquismo moral. El término masoquismo proviene del nombre de Leopold von Sacher-Masoch, escritor austríaco (1836-1895) que describió en sus novelas una actitud de sumisión masculina a la mujer amada, con búsqueda del sufrimiento y la humillación. Para el psicoanálisis, el masoquismo constituye una de las formas en las que puede comprometerse la libido, de una manera mucho más frecuente de lo que dejaría pensarlo el número bastante reducido de masoquistas en el sentido trivial de este término, es decir, de adultos que no pueden encontrar una satisfacción sexual a menos que se les inflija un dolor determinado. La toma en consideración de la sexualidad infantil muestra que la pulsión sexual puede adquirir corrientemente en la infancia una dimensión sádica o masoquista. El masoquismo aparece allí más precisamente como una inversión del sadismo (actividad trasformada en pasividad) y una vuelta contra la propia persona. Por otra parte, Freud destaca que originalmente el sadismo busca más bien la humillación o la dominación del otro. Es con la inversión masoquista como la sensación de dolor puede ligarse con la excitación sexual. Sólo entonces puede aparecer el objetivo sádico de infligirle dolores al otro, lo que quiere decir que en ese momento «se goza de manera masoquista en la identificación con el objeto sufriente». El masoquismo infantil cede generalmente a la represión. A partir de allí subsiste en el inconciente bajo la forma de fantasmas. Estos fantasmas pueden retornar a la conciencia, generalmente a través de una formulación trasformada. Este es el caso especialmente del fantasma «pegan a un niño», célebre porque Freud le ha dedicado uno de los artículos más importantes concernientes a la teoría psicoanalítica del fantasma. Esta representación fantasmática -indica- es confesada con una frecuencia sorprendente en los sujetos histéricos u obsesivos que han demandado un análisis. Se ligan a ella sentimientos de placer y, con frecuencia, una satisfacción onanista eventualmente rechazada y que vuelve entonces de modo compulsivo. Freud desmonta, a partir de cuatro casos, todos femeninos, los diferentes tiempos de este fantasma. Un primer tiempo en el que el fantasma se presenta bajo la forma «el padre le pega al niño odiado por mí», forma que da testimonio de una rivalidad infantil primitiva. El segundo, reconstruido por el análisis, en el que es el sujeto mismo el azotado: «Soy azotado(a) por el padre». En esta etapa, masoquista, el hecho de ser azotado satisface la culpa edípica y permite al mismo tiempo la obtención de un placer en una modalidad regresiva. Sólo en una tercera etapa tanto el fustigador como el niño azotado pierden toda identidad definida, lo que le permite al fantasma mantenerse conciente bajo esta nueva forma, tolerada esta vez por la censura. Si este artículo limita el lugar del masoquismo, del que hace uno de los tiempos del fantasma, tiempo que no es más que la inversión de un fantasma sádico, un artículo posterior, El problema económico del masoquismo, que data de 1924, es decir, es posterior a la hipótesis de la pulsión de muerte, le da un alcance mucho mayor, distinguiendo un masoquismo erógeno, un masoquismo femenino y un masoquismo moral. En lo concerniente al masoquismo erógeno, Freud retorna las tesis anteriores según las cuales hay masoquismo erógeno desde el momento en que el placer está ligado al dolor. También continúa distinguiendo el fantasma masoquista de su realización perversa. La idea de un masoquismo femenino, por otra parte, ha sido históricamente controvertida. Si psicoanalistas como H. Deutsch la retoman y hacen de ella una condición indispensable para asumir «la función de la reproducción», muchos otros autores, entre ellos psicoanalistas, la han rechazado. Por otra parte, es interesante notar que Freud describe sobre todo este masoquismo «femenino» en hombres cuyo fantasma masoquista sería ser castrado, sufrir el coito o parir. El masoquismo moral es el de esos sujetos que no esperan su sufrimiento de un compañero sino que se las arreglan para obtenerlo de diversas circunstancias de la vida, dando cuenta así de una especie de «sentimiento inconciente de culpa» o, si esta expresión parece demasiado paradójica, de una «necesidad inconciente de castigo». Esta forma de masoquismo se puede presentar totalmente desexualizada y manifestar así una necesidad de autodestrucción, referible en sí a la pulsión de muerte. Pero Freud indica que la necesidad de castigo, cuando se revela como deseo de ser azotado por el padre, puede remitir al deseo de tener relaciones pasivas con él. De este modo, aun esta forma de masoquismo manifiesta la intricación de las pulsiones. Lacan se interesó en la cuestión del masoquismo. Especialmente intentó demostrar que, al hacerse objeto, al hacerse desecho, el masoquista busca provocar la angustia del Otro, un Otro que hay que situar más allá del compañero del perverso, un Otro que, en el límite, se confundiría aquí con Dios. De hecho, lo que sobre todo se puede ver es que hay una inclinación en todo sujeto hacia el masoquismo en la precisa medida en que el Otro, en el que cada uno busca el sentido de la existencia, el Otro al que le planteamos la cuestión de nuestro ser, no responde. A partir de ahí, curiosamente, es que el sujeto supone lo peor y nunca está tan seguro de existir ante los ojos del Otro como cuando sufre.

Masoquismo

Alemán: Masochismus. Francés: Masochisme. Inglés: Masochism. Término creado por Richard von Krafft-Ebing en 1886, a partir del apellido del escritor austríaco Leopold von Sacher-Masoch (1835-1895), para designar una perversión sexual (con golpes, flagelación, humillación física y moral) en la cual la satisfacción proviene del sufrimiento vivido y expresado por el sujeto en estado de humillación. Este término pertenece esencialmente al vocabulario de la sexología, pero fue retomado por Sigmund Freud y sus herederos en el marco más general de una teoría de la perversión ampliada a actos distintos de las perversiones sexuales. En este sentido, fue acoplado al término sadismo en un nuevo vocablo, «sadomasoquismo», que más tarde se impuso en la terminología psicoanalítica.