Diferencia entre agresividad y violencia (manifestación de la agresividad del niño hacia sus padres)

Esta distinción es importante. Hablamos de violencia cuando la agresividad necesaria para sobrevivir se transforma en un hecho únicamente destructor. La agresividad es un fenómeno ampliamente estudiado por el psicoanálisis: aparece precozmente en el desarrollo normal del individuo (por ejemplo, morder, pegar, romper). La agresividad es constitutiva de todo ser humano, tiene una complicada articulación con la construcción de la personalidad (diferenciación, identificación y desidentificación de las figuras parentales), y una dinámica compleja de unión y desunión con la sexualidad (por ejemplo, sadismo/masoquismo).
La agresividad se manifiesta en las relaciones amor/odio que el niño tiene con sus padres, a través fundamentalmente de la ambivalencia, sobre todo entre la edad de los 2 y 4 años. En esta etapa (anal) el niño tiene rabietas, pataletas, enfrentamientos con los padres, fenómenos que están al servicio de la diferenciación de su propia personalidad, y para conseguir la adquisición de su propia identidad, reafirmándola. También aparecen manifestaciones de agresividad durante los 4 y 6 años, (etapa edípica), sobre todo hacia los padres, a través de los celos y las pesadillas de muerte de las personas queridas.

El odio no es un amor negativo, sino que tiene su propio origen: es la lucha de la personalidad del sujeto por su conservación y su afirmación; se da en todas las etapas evolutivas.
La pulsión de dominio aparece tempranamente en el desarrollo del niño (fase anal), y está ligada con el placer del movimiento corporal y a la musculatura . Cuando predomina esta pulsión, la consideración del otro (como ser diferenciado) y de su sufrimiento (dañarlo o aniquilarlo)
le puede ser indiferente. Esta pulsión de dominio está íntimamente relacionada con las conductas de control y posesión de las personas amadas, tanto en la infancia como en la vida adulta.
Los fenómenos de autoagresión aparecen en personas con graves afecciones psíquicas, como por ejemplo la melancolía, o cuando predominan sentimientos de culpabilidad inconsciente.
Las tendencias hostiles son de singular importancia en afecciones como la neurosis obsesiva y la paranoia. En la vida corriente, la hostilidad suele manifestarse de forma indirecta o sublimada, a través de las bromas, chistes, rivalidad competitiva, etc.