Filosofía y epistemología: LAS DIMENSIONES DE LA TEMPORALIDAD EN LAS RELACIONES TEMPRANAS

Filosofía y epistemología: LAS DIMENSIONES DE LA TEMPORALIDAD EN LAS RELACIONES TEMPRANAS

Bareiro, Julieta; Ardila, Sara (UBACyT. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires)

RESUMEN
Este trabajo se enmarca en el proyecto UBACyT «Las relaciones
tempranas desde las perspectivas fenomenológica y psicoanalítica.
La génesis de la persona y sus implicancias psicopatológicas».
Partiendo del cuestionamiento del estudio de las
relaciones tempranas enfocado desde la díada madre-hijo
como unidad de análisis, se aborda la noción de «contexto» a
partir de la categoría fenomenológica de la temporalidad.
Palabras clave: Relaciones tempranas Temporalidad Contexto Fenomenología

Contexto y temporalidad
En un anterior trabajo sobre las relaciones tempranas[1], habíamos
señalado las implicancias teóricas que tienen los aspectos
metodológicos en el marco de un proceso de investigación
(UBACyT P072). En esta presentación, la preocupación
se centra en analizar las premisas por las cuales se tiende a
estudiar los fenómenos humanos de manera des-contextualizada.
El modelo de las relaciones tempranas, la díada madrehijo,
es un buen ejemplo de ello. La cuestión también pasa por
qué noción de «contexto» se maneje, y en este punto puede
resultar de interés resaltar los aportes de la fenomenología al
respecto[2], En este sentido, la revisión de la categoría fenomenológica
de la «temporalidad» podría servir de base para
iluminar estas cuestiones.
Temporalidad y fenomenología
Uno de los mayores aportes de la fenomenología al estudio y
comprensión de los fenómenos humanos lo constituye el análisis
de la experiencia por medio de «categorías»[3]. La fenomenología
parte de la «experiencia» humana como plenamente
significativa, y así busca descubrir bajo la multiplicidad de lo
vivido, una estructura primaria que al ser develada -es decir, al
hacerla fenómeno- aporte el marco necesario para las investigaciones
empíricas del hombre.
Centrándonos en la categoría de «la temporalidad» se advierten
dos caras de la misma moneda, donde el tiempo en tanto
constituyente (noesis), es un modo de actuar de la intencionalidad,
y en tanto constituido (noema), es un «resultado» de la
misma. Así entonces, la temporalidad se nos manifestaría visible
cuando, al nombrarla e interrogarla, cristalizamos y detenemos
su movimiento intencional. (Pfeiffer, 1998) [4].
En este sentido, resulta insuficiente describir o considerar la
experiencia humana por fuera de las variables temporales.
Ellas marcan el ritmo y los movimientos propios de la subjetividad;
y como lo señala Kant: «el paso del tiempo es, en principio,
una forma de sensibilidad que caracteriza los hechos psíquicos»
[5].
La temporalidad se relaciona con la subjetividad y la intersubjetividad
o como dice Paciuk[6], «la subjetividad es temporalidad»
en la medida en que está fundada en la alteridad la cual es
abierta e inconclusa por definición.
Boscolo y Bertrando[7], señalan tres líneas respecto a la temporalidad
humana. La primera, la propiamente fenomenológica
o individual, la segunda la denominan antropológica, y una tercera
a la que designan como sociológica.
El tiempo individual o fenomenológico se refiere a aquel que
cada individuo distingue cuando se sitúa como observador de
sí mismo[8], destacando la interdependencia entre las dimensiones
pasado, presente y futuro. Como señala Merleau-
Ponty[9]:
«en realidad no hay un pasado, un presente, un futuro, no hay
instantes concretos A,B,C, no hay Abschattungen (retenciones)
A`, A«, B` realmente distintas (…) La aparición de un nuevo
presente no provoca un «espesamiento» del pasado y una
«sacudida» del futuro, sino que el nuevo presente es el paso de
un futuro al presente y del viejo presente al pasado; el tiempo
va desplegándose como un movimiento único».
Esta visión del tiempo -no en términos lineales sino circulareses
también clara en Heidegger, como lo plantea Steiner[10],
para quien pasado, presente y futuro están mutuamente relacionados y determinados.
El tiempo antropológico por otro lado, se refiere a las premisas
del tiempo en cada cultura, operando ésta como estandarización
y naturalización de tal categoría. Finalmente, el tiempo
social es aquel propio de los sistemas interactivos (institucionales)
en los cuales los individuos se relacionan, siendo éste
considerado como una expresión de la coordinación social.
Este triple planteamiento del tiempo permite una comprensión
mas compleja de las experiencias humanas: Ya no se trata de
las conexiones entre pasado, presente y futuro sino que se
incluyen las relaciones entre los tiempos fenomenológico, antropológico
y sociológico, desde una perspectiva según la cual
cada término existe sólo en el contexto constituido por los
otros dos, y a su vez, contribuye a formar el contexto de los
otros dos.
Contexto y fenomenología
Hablar de «contexto» no señala un espacio vacío, al modo de
un recipiente en el cual se colocan cosas, el «con» que contiene
al «texto», la sopera que contiene la sopa. Ésta constituye
una visión estática del contexto y por ende del mundo[11]. Muy
distinta es la perspectiva de las corrientes «fenomenológica» y
de la «actividad» respecto al contexto:
«los que sostienen el punto de vista de que la actividad social
es su propio contexto cuestionan las afirmaciones de que las
estructuras sociales objetivas existen fuera de su construcción
social interactiva in situ. Los teóricos de la actividad afirman,
por otra parte, que la conexión y el significado concretos de la
actividad no puede explicarse por un análisis de la situación
inmediata». (Lave, 32).
Para la fenomenología, hablar de «contexto» supone que las
situaciones se construyen mientras las personas se organizan
para atender y dar significado a ciertas preocupaciones sobre
la base de la interacción en curso.
Temporalidad y contexto en el estudio de las relaciones
tempranas
A partir de la noción de contexto y temporalidad en fenomenología,
nos interesa preguntar hasta qué punto esta interrelación
no sólo entre pasado presente y futuro, sino entre lo individual,
cultural y social, es o puede ser abordado en el estudio
en las relaciones tempranas.
Analicemos primero los éxtasis temporales de presente, pasado
y futuro, o como diría Husserl retentio, praesentatio y protentio.
¿Se puede tomar como punto de partida la llegada de un niño
al mundo, como si esto constituyera el «momento cero» de su
vivencia, de su temporalidad? [12].¿No existen acaso en este
«presente viviente» (Husserl) otras texturas temporales, dado
que la madre como parteneire constituye la mediadora ante el
medio ambiente múltiple y complejo, y la encargada de su supervivencia?.
En la madre, como todo ser humano hay una «historia sedimentada»,
es decir «carga» con un pasado pero también con un
presente que se articula y entreteje con las primeras experiencias
tempranas del bebé, constituyendo los primeros esbozos
de un por-venir. Pero también el futuro se hace presente no
sólo a través de las expectativas que ella construye para su
hijo, sino también porque éste como apego a la vida la proyecta
a nuevos horizontes.
Si «el movimiento como acción del sujeto que permite la síntesis
de lo múltiple, es traducido como temporalidad» (Pfeiffer),
habría que preguntarse si esta temporalidad es una experiencia
en si misma, o por el contrario es un forma que ordena dicha
experiencia y permite hacer de ella un objeto a conocer y
dominar. Los datos que proporciona la experiencia son siempre
temporales y espaciales.
A primera vista, pareciera que estos diferentes modos temporales
que atraviesan la experiencia de los sujetos son en buena
parte exteriores a ellos mismos. Como lo señala Paciuk, el
tiempo es nuestro compañero indeclinable, tenemos una relación
íntima con éste, pero a la vez, y gracias al otro, al mundo,
vivimos también en un desencuentro en relación al tiempo.
Esta perspectiva es acentuada en el estudio psicoanalítico de
las relaciones tempranas, donde se ponen más o menos énfasis
en la importancia del acople o de la ruptura del cuidador en
la constitución de la temporalidad, valga decir, de la subjetividad
e intersubjetividad del bebé.
Veamos ahora, el tiempo desde lo individual, cultural y social.
Aunque el tiempo antropológico o cultural opera como una estandarización
del modo de construir el tiempo, también es cierto
que ésta no se da en forma monolítica o univoca, sino que
existen «islas de diferencia» en esta dimensión temporal.
La naturalización del tiempo cultural tendería a establecer
«normalizaciones» en la crianza de los niños, incidiendo en la
manera de encarar la crianza. Mientras Así como en la observación
de la díada madre-hijo se tendería a atribuir toda interacción
y toda temporalización a lo individual, o más bien, a
aspectos exclusivos de esa relación; se dejaría de lado o se
opacaría que esa relación o la construcción de ese contexto
también pone en juego aspectos de otras dimensiones temporales,
como es en este caso el cultural.
Entonces podríamos afirmar que las llamadas «islas de diferencia»
suelen ser catalogadas como problemas o incluso patologías
individuales, en la medida en que no corresponden o
son contrarias a lo que seria culturalmente aceptado como
apropiado y esperado.
Mientras en la observación de la díada madre-hijo se tiende a
atribuir toda interacción y toda temporalización a lo individual,
es decir a los aspectos exclusivos de esa relación, se dejan de
lado o se opaca el contexto que también pone en juego aspectos
de otras dimensiones temporales, como sería la cultural.
De este modo, se acaba catalogando a las llamadas «islas de
diferencia» como problemas o incluso patologías individuales,
en la medida en que no corresponden o son contrarias a lo que
seria culturalmente aceptado como apropiado y esperado.
Este planteamiento muestra cómo lo contextual articula los
modos de considerar lo normal y lo patológico. Y esto se da no
sólo en la madre y sus ansiedades, sino también en las miradas
evaluadoras que los otros -familiares, profesionales e investigadores-
dirigen sobre la díada. También se revela aquí el
tiempo social que define las características de los sistemas
institucionales, en la medida que asignan roles y funciones a
los individuos que en éstos interactúan, como ser madre, ser
hijo, ser familia…
Aunque las aristas temporales son múltiples y diversas, algunas
silentes e invisibles, estructuran como hilos intencionales
el entretejido de la experiencia subjetiva.
Se habla y además se considera que de manera irrenunciable,
todos vivimos en la atmósfera del tiempo, que en nuestra actividad
y en nuestro descanso estamos pautados por él, que de
cabo a rabo estamos entretejidos con el tiempo y que estamos
marcados por las épocas en que nos toca vivir. Y todavía y con
frecuencia, se dice «mi tiempo’, «tengo tiempo», se invierte
tiempo y por lo tanto se lo pierde o se lo gana, aludiendo siempre
a una especie de relación de posesión que sería otro índice
de intimidad.
Sin embargo, en el estudio de la constitución de la subjetividad,
muchas veces se ignora dicho moldeamiento. Se tiende a
ver la temporalidad en sus aristas cultural y social más desde
una perspectiva de contexto «sopera» que desde una perspectiva
de contexto construido, latente y actuante en cada momento.
De qué manera incluir estas dimensiones olvidadas en
el estudio de las relaciones tempranas es uno de los retos en
el equipo de investigación, en el sentido de hacer efectivos y
consecuentes los aportes de la fenomenología sobre la visión
del contexto.

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA
1. Ardila, S. y Bareiro, J. «Reflexiones sobre psicoanálisis y fenomenología.
Una relación posible». En Memorias de las XII Jornadas de Investigación y
Primer Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR, Tomo
III. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 4-6 de Agosto de
2005, Buenos Aires, pp. 341-342.
2. Lave, J. «la práctica del aprendizaje» En Chaiklin, S. y Lave, J. (comps.)
Estudiar las prácticas: perspectivas sobre actividad y contexto. Ed. Amorrortu:
Buenos Aires, 1993/2001, pp. 15-45.
3. Rovaletti, M.L. (Proyecto de Investigación, PIP CONICET Nº 4256 y
UBACyT TP 60). «Frente a los clásicos cuadros referenciales de la Psiquiatría
como percepción, pensamiento, memoria, inteligencia, atención, conciencia,
afectividad, voluntad…, la fenomenología busca plantear unas «categorías
fundamentales» que abran el espacio a investigaciones empíricas. Así se
postulan: – Conciencia (incluye atención), Percepción (incluye imaginación),
Corporalidad (incluye sexualidad), Espacialidad (incluye agresividad),
Afectividad (incluye impulsividad, deseo, motivación, sentimientos), Facticidad
(incluye angustia, proyecto, culpa, enfermedad-muerte), Intersubjetividad
(incluye self, existencia auténtica e inauténtica tanto sintomática como
asintomática), – Lenguaje (incluye hermenéutica). En Husserl, las categorías
constituyen más bien modos de ser y no formas subjetivas (o tal vez
trascendentales) impuestas a lo real.
En Ideen I §10, Husserl designa como «región» a la totalidad de objetos que
cada ciencia investiga con su enfoque propio y típico. Se refiere entonces a
la «región de la naturaleza física», a la «región de los seres psíquicos». Pues
bien, cada región tiene unas categorías que pueden definirse como «aquello
que los objetos de una cierta región» tienen en común y por lo tanto lo que
los caracteriza. Como las categorías de cada región está relacionadas,
podemos llamarlas «categorías regionales» ó conceptos fundamentales y
básicos de esta región. Puesto que estos conceptos básicos constituyen los
modos típicos de inteligibilidad, y por lo tanto, también el carácter objetual
de los objetos de las ciencias en cuestión, las ciencias en las que se
manifiestan las categorías de una determinada región se llama «ontologías
regionales».
Si en Aristóteles las categorías se refieren al mundo trascendente y son a
posteriori, si en Kant son formas a priori, en la Fenomenología -a través de
la noción de intencionalidad-, las categorías no son ni del sujeto ni del objeto
sino de la experiencia intersubjetiva; ellas son previas a toda distinción entre
yo y mundo entendidos en sentido objetivo. Se trata de la búsqueda de una
nueva «objetividad» anterior a la distinción sujeto-objeto, y ello implica el
rechazo al atomismo que constituye el ideal de la investigación psicológica
y psiquiátrica tradicional.
4. Pfeiffer, M.L. «Tiempo objetivo, tiempo subjetivo y tiempo trascendental».
En Rovaletti, M.L. (comp) Temporalidad: el problema del tiempo en el
pensamiento actual. Buenos Aires: Lugar Editorial, 1998.
5. citado por Pfeiffer, M.L.Ibíd.
6. Paciuk, S. La idea de subjetividad como temporalidad. En Rovaletti, M.L.
(comp) Temporalidad: el problema del tiempo en el pensamiento actual.
Buenos Aires: Lugar Editorial, 1998.
7. Boscolo, L. y Bertrando, P. Los tiempos del tiempo: una nueva perspectiva
para la consulta y la terapia sistémicas. Ed. Paidós Ibérica: Barcelona,
1993.
8. Aunque su estudio no ha sido terreno exclusivo de la fenomenología
9. Merleau-Ponty, M. Fenomenología de la percepción. Paris: Ed Gallimard,
1945.
10. Steiner, G. Heidegger. Londres: Ed. Fontana, 1978. Citado por Boscolo
y Bertrando, Ibíd.
11. McDermott citado por Lave, Ibíd.
12. Al modo como se dice que el «cuerpo» consituye el «punto cero»
(Nullpunkt).