Drogadicción y Adolescentes: La amistad

Drogadicción y Adolescentes: La amistad

La amistad: Al entrar un adolescente en el terreno de la adicción, renuncia a un tipo de mundo con determinados valores éticos y mediante su mutación entra a formar parte de otro, donde no existe tal ética y por lo tanto no puede existir la amistad, que significa un tipo de vínculo que requiere como condición indispensable el respeto al otro como un otro, complementado por una historia en común que puede tener muchas variables en cuanto a la situación y al tiempo de duración. La vinculación por factores miméticos circunstanciales y/o parciales es la característica esencial de los vínculos entre los adictos. En vez de identificaciones asimiladas y producto de interacciones a través del tiempo, en el mimetismo basta verse, usar algunos términos semejantes cargados de significados mágicos y ya somos amigos. Posteriormente el cemento vincular en vez de ser el amor es el miedo.

Algunas conclusiones: No todo el que experimenta con drogas se hace adicto. Existen bases predisponentes individuales, familiares y sociales que condicionan la posibilidad de una adicción. La adicción es una de
las formas en que puede exteriorizarse la actividad de la parte psicótica de la personalidad.
Toda adicción constituye una vía hacia la muerte, es decir una práctica suicida a corto o a largo plazo, dependiendo de una amplia gama de variables. Todo adicto en forma consciente procura mediante técnicas psicopáticas no exentas de seducción histérica, conseguir «feligreses» para su grupo, a esta actividad Kalina la denomina proselitismo y a los que la realizan mutantes. Estos viven huyendo de sus angustiantes y a veces horríficas vivencias de vacío interior y soledad, para lo cual aprendieron en su
contexto familiar y social que las drogas psico tóxicas son un instrumento para lograr este objetivo y que además le brindan una ilusión de identidad, generalmente grandiosa y hasta épica. La droga no representa algo, sino es algo para el adicto. Estamos frente a una ecuación simbólica, es decir que
están operando los niveles concretos del funcionamiento mental. Esto significa que está en actividad la parte psicótica de la personalidad. El adolescente al hacerse adicto adquiere una nueva identidad ya es alguien: un adicto», y si logra en el contexto en que vive que se agreguen otros miembros a su causa,
además de sentirse menos solo, podrá llegar al ideal inducido que «ellos son el ser superior». Kalina señala que el proselitismo se ejerce mediante tácticas psicopáticas y/o seducción histérica pero afirma también con énfasis que la motivación profunda de esta actividad humana, que está más allá del miedo
al vacío y a la soledad, es la envidia. El adicto sabe en su interior «que vendió su alma al diablo», pero necesita negarlo. «Yo dejo cuando quiero», «lo hago por placer», «mi vida es mi vida y hago lo que quiero con ella», etc.. Pero cayó en la esclavitud y esta percepción es trágica, no puede aceptarla, él que
creyó burlar su castración está condenado a muerte, la máxima castración. Pero, por su debilidad yoica no puede aceptar esta terrible verdad, y aquí surge la veta psicopática movilizada por la envidia.
La necesidad de destruir valores morales en el otro es una necesidad psicopática que no se puede ignorar, y esto se ve claramente según Kalina, cuando un adicto deja de consumir e intenta construir un nuevo proyecto de vida. Los adictos pertenecientes a su grupo de «amigos» rápida o lentamente
intentarán sabotear sus logros, pues sino su esclavitud se les vuelve patética y en cambio intentan salvarse maniacamente realizando racionalizaciones como: «mal de muchos, consuelo de tontos», «somos los adictos, los demás son los caretas», etc. Como hemos dicho anteriormente un adolescente por experimentar con drogas no se vuelve necesariamente adicto, existe una personalidad previa en la cual coexisten factores predisponentes que hacen que ciertas personas sean vulnerables al proselitismo del adicto. Pero en un mundo en crisis como el que vivimos actualmente, estos factores predisponentes existen con una frecuencia abrumadora.